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Authors: Francisco Pérez Abellán

Tags: #Ensayo, #Intriga, #Policiaco

¿Quién es el asesino? (20 page)

BOOK: ¿Quién es el asesino?
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El Día de los Inocentes

M
iguel, de 58 años, casado, profesor de Geografía y Filosofía de Enseñanza Media, natural de Santander, sale de su casa. Es un hombre pulcro y ordenado, perfectamente consciente de que se mueve en el Día de los Santos Inocentes, por lo que no descarta ser objeto de algún tipo de broma. Lleva el ánimo dispuesto aunque no es partidario de esta tradición tan extendida. No le gusta que le cuelguen monigotes en la espalda, ni que le cuenten mentiras o exageraciones, aunque ser profesor de alumnos muy jóvenes, y bien humorados, aumenta el riesgo de acabar convirtiéndose en víctima de alguna de sus malévolas invenciones. Miguel compone una sonrisa bonachona a la vez que sale de su calle para entrar en otra más ancha, y mucho más conocida, que en ese momento está muy transitada. Los comercios abiertos registran una numerosa afluencia de público. Por su parte, las aceras están llenas de gente. Se hacen notar las largas celebraciones de fin de año que imprimen un ambiente de jolgorio y bullicio en las principales arterias de la ciudad.

Miguel se siente contagiado, dejándose llevar por el júbilo incontenible que parece extenderse por todos los rincones. Aprieta el paso para acudir a sus obligaciones cuando se ve sorprendido por un ataque inesperado. Un individuo al que no ha visto llegar, probablemente porque permanecía oculto en algún portal, le ha seguido unos metros calle abajo hasta que considera llegado el momento de agredirle. Levanta el brazo armado con un cuchillo de monte de treinta centímetros de hoja que, seguidamente, hunde en la espalda de Miguel con un golpe profundo y mortal. La víctima se vuelve sin poder dar crédito a lo que pasa, registrando con su mirada borrosa la cara de su agresor y murmurando débilmente: «No, no, no», por tres veces. Súplica que es ignorada por el individuo del cuchillo, que le propina otras dos heridas, una en el pecho y otra en el hombro. Miguel se derrumba en el suelo como a cámara lenta, la mirada vidriosa, y queda muerto en pocos minutos. Un hombre bueno ha sido alevosamente asesinado a la luz del sol, pero ¿quién lo ha matado? ¿Por qué le han quitado la vida?

Sospechosos

• Juan,
de 38 años, un ex alumno de la víctima que le guardaba rencor desde sus tiempos de estudiante. Habían pasado veinte años desde la última vez que tuvo contacto con su antiguo profesor pero nunca había podido olvidar los supuestos agravios que sufrió en sus clases.
Juan
era soltero, había conseguido el título de maestro nacional y cursado estudios de marino mercante.

• Santiago,
de 47 años, también profesor de Enseñanza Media, quien aspiraba a una plaza del escalafón que pensaba que podría ocupar Miguel con menos méritos que él. Los celos profesionales invadían a
Santiago
cada vez que se destacaba algún mérito del ahora fallecido.

• Pedro,
de 35 años, un delincuente habitual que estaba convencido de que la víctima había presenciado uno de sus robos, cometidos a mano armada y en pleno día, siendo Miguel el único testigo de cargo que podía llevarle a la cárcel.

Pistas


Fue la última manifestación criminal de importancia de aquel año de gracia de 1959, que tuvo lugar en el momento de mayor bullicio público.


El crimen adquirió tal aire de esperpento que algunos de los testigos creyeron que se trataba de una broma más del Día de los Santos Inocentes.


Los investigadores establecieron que el asesino había esperado a su víctima en las inmediaciones de su domicilio. Es decir, que conocía su lugar de residencia con anterioridad.


El arma del delito era efectivamente un cuchillo de monte, ancho y afilado.


Un testigo afirmó que la víctima al ver el rostro del agresor le reconoció, temiendo inmediatamente por su vida. De ahí que sus últimas palabras fueran: «No, no, no».


La reacción del criminal fue de odio pues, una vez herida de muerte la víctima, volvió a hundirle el arma con saña.

La autopsia

El forense determinó que fue la primera puñalada, de arriba abajo, de forma profunda y afectando partes vitales, la que produjo el fallecimiento del profesor. No obstante, le fue inferida una segunda herida inciso-punzante que causó rotura de vasos y abundante hemorragia. La tercera puñalada, posiblemente dada cuando el cuerpo perdía pie, carecía de la gravedad de las anteriores, siendo considerada superficial.

Más pistas


El día que fue asesinado, Miguel tenía que asistir a un acto organizado en su honor por sus antiguos alumnos.


Era un hombre mayoritariamente considerado y apreciado, pero las investigaciones después de su muerte descubrieron que era objeto de profunda inquina por parte de alguna gente que le rodeaba, entre ellos, algunos compañeros de su larga dedicación a la enseñanza.

Más sobre los sospechosos

• Juan,
un ex alumno, el día del crimen había sido convocado al homenaje que por los muchos años de esfuerzo y sacrificio se le iba a ofrecer a Miguel. Con ese motivo había vuelto a rememorar aquellos días de clase en los que fue tan desgraciado. Los compañeros que le advirtieron de la celebración ignoraban esta fijación en contra del que había sido su profesor.
Juan
siempre había disimulado sus sentimientos.

• Santiago,
el profesor que también odiaba secretamente al que creía usurpador de honores y distinciones académicas que sólo a él le correspondían, tenía previsto el día del crimen asistir a la cena-homenaje, se ignora con qué oscuras intenciones.

• Pedro,
el delincuente habitual, merodeaba por el barrio el día del grave delito, tal vez con la intención de amedrentar a Miguel para que no se atreviera a acusarle ante un tribunal si es que verdaderamente era él quien parecía haberle denunciado.

Más pistas


El profesor rival de la víctima, Santiago, era muy aficionado a la caza, para la que se precisan cuchillos de monte, especialmente si la dedicación es a la caza mayor.


El ex alumno resentido,
Juan,
llevaba siempre en el bolsillo una navaja cabritera.

• Pedro,
el delincuente, usaba armas blancas para asaltar a sus víctimas. Siempre buscaba que esas armas fueran impresionantes. Solía utilizar cuchillos de cocina y también cuchillos de monte, por el especial aspecto amenazador de estos últimos.


La víctima había comentado en el círculo de sus amistades que últimamente se había sentido observado, como si alguien siguiera sus pasos. Aquello no le preocupaba en exceso, pero había llamado su atención.


El agresor no se llevó el dinero que llevaba Miquel en los bolsillos para las compras que pensaba efectuar.


Los testigos aseguraron que el rostro del profesor, herido de muerte, era más de sorpresa que de temor, como si no acabara de creerse que aquella persona le hubiera atravesado con una hoja de acero.

Solución del enigma

Este crimen sucedió en la calle Alcalá de Madrid, el 28 de diciembre de 1959, alrededor de las cuatro y media de la tarde. La víctima resultó ser un profesor del Liceo Francés, Miguel Kreisler Padín, casado, que tenía dos hijos, uno de 18 años y otro de 23. El mayor, precisamente en aquel momento, se encontraba en América ampliando sus estudios. El autor de la muerte fue
Juan Blanco Villoría,
maestro nacional y ex alumno del fallecido, que sentía por éste una auténtica obsesión desde los días en los que había sido su discípulo, con apenas doce años, en el, por los días del crimen, desaparecido «Instituto Escuela». Según declaró, tenía resentimientos de la niñez, al parecer totalmente infundados, contra su antiguo profesor que le llevaron a desear matarle infinidad de veces durante su vida, hasta que al fin cumplió su propósito.

¿Fue el crimen de un perturbado?

En efecto,
Juan Blanco
padecía manía persecutoria. Concretamente, en lo que se refiere a su antiguo profesor, siempre creyó que había tenido que ver con todo lo malo que le había pasado en su existencia. Le había hecho culpable de sus fracasos como estudiante y también de sus tropiezos profesionales. Cualquier contratiempo tenía para él la cara de su odiado profesor. El padre del criminal, médico de profesión, dijo que su hijo no era normal. «Desde pequeño viene mostrando rarezas». Hablaba de complots, de misterios, de persecuciones. Cuando cometió el crimen, su padre se disponía a internarlo en un psiquiátrico, pero no llegó a tiempo.

El misterio de la enamorada

M
aría estaba ilusionada. Su corazón andaba dividido entre dos amores, pero había tomado una decisión. Por primera vez creía saber lo que más le convenía y se había decidido a actuar sin que le importasen las consecuencias. Después de algunos días pasados en un pueblo vecino, regresaba a casa de sus padres con la noticia. Había adoptado la resolución que pensaba mejor para su futuro y quería que los primeros en saberlo fueran sus padres. Sobre todo, ahora que estaba segura de no volverse atrás. Lo había dudado mucho, pero esta separación de su familia, que había vivido por propia voluntad, le había hecho madurar ayudándole a que su reflexión fuera efectiva.

Caminaba sola por un camino despejado. Su juventud y la confianza en un paisaje hartamente conocido le permitían disfrutar del trayecto pese al silencio amenazador que parecía crecer y envolverla en la soledad. No transitaba nadie en ninguno de los dos sentidos, pero María pensaba que no tenía por qué preocuparse. Era media mañana, brillaba el sol y se sentía alegre y ligera como si se hubiera liberado de un gran peso. Sabía que su decisión sorprendería a los que la tenían por una cabeza loca.

Apresuraba el paso con la intención de estar cuanto antes en la finca de su familia cuando, de pronto, supo que no se encontraba sola. Del lugar donde estaba oculto, un recodo del camino, salió un hombre al que conocía bien. María se sorprendió por lo inesperado de su presencia. El individuo se dirigió a ella de forma amenazadora. Estaba enfurecido, violento. Pensó que la había estado siguiendo y que sabía adónde se dirigía.

Todo ello seguramente le irritaba. Hubo entre ellos un intercambio de gritos e insultos. El hombre la cogió de los hombros y la sacudió como si con ello esperara que se aviniera a razones. Pero al fin María se desprendió de los brazos del agresor y decidió darle la espalda para continuar su viaje. Fue entonces cuando el hombre, despechado, recogió del suelo una piedra de regular tamaño y la golpeó en la nuca con gran fuerza, varias veces. A continuación arrojó su cuerpo por un terraplén. Una hermosa joven, alegre e ilusionada, había muerto violentamente, pero ¿quién la había matado? ¿Por qué la habían asesinado?

Sospechosos

Dos hombres; los dos, enamorados de la víctima.

• Pedro,
de 27 años, trabajador de la finca de los padres de María. La muchacha mantenía con él un largo romance al que sólo le faltaba poner la fecha de la boda.

• Honorio,
de 32 años, joven albañil, casado, abandonado por su esposa, que se fugó con uno de sus amigos. Éste era el nuevo amor de María, con el que había vivido recientemente una pasión arrebatadora.

Pistas


María regresaba de una localidad vecina en la que precisamente vivía
Honorio.
Aprovechó su estancia allí para tomar una determinación definitiva sobre las dos historias de amor que estaba simultaneando.


El asesino aguardaba a María, conocedor de su viaje y de que inevitablemente debía pasar por el lugar donde sucedió el crimen.


En las actuaciones de la investigación se hizo expresa referencia a que la joven María, que hasta unos meses antes había permanecido en casa de sus padres, a un kilómetro escaso del pueblo, se había marchado inopinadamente de él a otra villa vecina donde entabló relaciones amorosas con un vecino de dicha localidad, el propio
Honorio.

Más sobre los sospechosos

• Pedro,
el novio formal de la víctima, aceptó con paciencia la escapada sentimental de María. Pensaba que su noviazgo sería lo suficientemente sólido para que ella quisiera volver después del deslumbramiento pasajero que había sufrido con otro hombre.

• Honorio,
el amante inesperado, lo había pasado muy mal cuando su legítima esposa le había dejado por otro. Se había propuesto desde entonces que si se volvía a enamorar, no permitiría que le volvieran a dejar plantado.

Más pistas


La mañana del crimen,
Pedro
no se encontraba en su lugar de trabajo. Residía en la finca de los padres de María, donde prestaba sus servicios, pero puesto que era domingo, había salido para asistir a un bautizo sobre las diez de la mañana.

• Honorio
no tenía una coartada firme que pudiera aclarar dónde estuvo la mañana del crimen. Los investigadores sólo pudieron establecer que se le había visto salir de la localidad en la que tenía su residencia con rumbo desconocido.

• Pedro,
el novio de la víctima, tenía noticia de que María pensaba visitar a sus padres aquel domingo porque se había enterado en la casa de ello.

Solución del enigma

Éste es el drama pasional ocurrido en la villa de Puigreig, a ocho kilómetros de Gironella, en el partido judicial de Berga (capital de la comarca del Berguedá, alrededores de Vic), el 4 de diciembre de 1960, hacia las once de la mañana. La víctima fue la joven de 24 años María Figols Soler. Su asesino resultó ser
Pedro Fornell Trabé,
de 27 años, mozo que trabajaba en la masía «Pericas», propiedad de los padres de la víctima. El móvil del crimen fue el desengaño amoroso sufrido por Pedro, que de pronto quedó sorprendido por un tórrido romance entre la que consideraba su novia formal y un albañil del vecino pueblo de Gironella, con quien María había decidido compartir su vida de repente.

Habiéndose enterado
Pedro
de que aquel día regresaría María, le salió al paso y la mató.

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