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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por un puñado de hechizos (31 page)

BOOK: Por un puñado de hechizos
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—¿Pam? —llamó Walter, y no me sorprendió que entrase una diminuta mujer, balanceando con confianza los brazos y un amuleto colgando de sus dedos. Iba vestida con unos pantalones piratas de algodón muy ligeros y una camisa a juego; la larga melena negra le caía hasta la cintura. Tenía unas cejas desafiantes, unos labios gruesos y una estructura facial delicada que le daba el mismo aspecto que una muñequita de porcelana. Una muñequita de porcelana muy musculada, me corregí cuando dejó caer el amuleto sobre la mesilla, con aire acusatorio.

Por las marcas que tenía, supuse que se trataba de un amuleto de la verdad; aparté la vista al oír el ruido que emitía al chocar con la mesa. Los hombres lobo usaban la magia de las brujas con mayor frecuencia que los vampiros, y me preguntaba si el motivo era que necesitaban un subidón de energía en más ocasiones que los vampiros, o que los vampiros estaban tan convencidos de su superioridad que no sentían la necesidad de usar magia de brujas para competir con el resto de inframundanos.

—No miente —comunicó la mujer, con una sonrisa que no era ni cálida ni acogedora.

Walter soltó un suspiro, como si hubiese recibido malas noticias.

—Lamento escuchar eso —dijo en voz baja.

Mierda. Le lancé una mirada a Jenks, que abría mucho los ojos y parecía nervioso. También lo había escuchado. Algo había cambiado. Mierda, mierda.

Entraron seis hombres más y Walter se puso en pie; con un movimiento familiar, rodeó con un brazo la cintura de Pam y la acercó a él.

—Llevadlos al pozo —ordenó, con un tono de voz lleno de pesar; Jenks se puso tenso—. Quiero descubrir si vendrá alguien a buscarla. —Sonrió a Pam—. Intenta no hacerles nada que no se pueda deshacer. Tal vez tengamos que devolverlos a quien les esté apoyando desde fuera. Tal vez no le pertenezca a Kalamack, pero le pertenece a alguien.

—¡Eh, espera! —exclamé mientras me ponía en pie—. ¿Ibas a dejarme salir de aquí si trabajaba para Trent y buscaba tu maldita estatua, y ahora estás dispuesto a acabar conmigo solo porque venía a por Nick?

Jenks gruñó y yo me detuve cuando vi que Walter y Pam miraban el amuleto de la verdad que seguía sobre la mesilla. Brillaba con un tono verde agradable.

—¿Y cómo has sabido que se trataba de una estatua? —preguntó suavemente Walter.

Puta mierda. Puta bruja idiota. Ahora no dejarían de preguntarme hasta que les revelase la existencia de Jax. Me di cuenta de que los pensamientos de Jenks habían seguido un camino similar cuando empezó a mover los pies, nervioso.

—Descubre lo que saben —ordenó Walter, lanzando una mirada salvaje sobre Jenks.

Tuve que obligarme a no revolverme cuando alguien me puso la mano encima, mientras me gruñían de forma continuada para que me pusiese en marcha. La figura achaparrada de Brett penetró por la entrada. Su expresión revelaba claramente que creía que estaban cometiendo un error.

—No voy a hablar —me reafirmé, temblando por dentro—. No existe ningún conjuro que me pueda obligar a decir nada… y mucho menos la verdad.

Walter me ofreció una sonrisa que mostraba todos sus dientes.

—No vamos a usar conjuros para obligarte a hablar… Usaremos drogas —me comunicó, y noté que me quedaba paralizada—. Como Sparagmos era bastante resistente a los conjuros, hemos empezado a usar métodos más antiguos. También se resiste a ellos, pero tal vez ahora podamos convencerle de que hable si te hacemos daño a ti. Lo único que hacía hasta ahora era gimotear cada vez que le preguntábamos dónde se encontraba la estatua. Pam, ¿podrás supervisar el interrogatorio? Cuando torturo a una mujer, la úlcera me duele mucho.

Se dirigió hacia Brett, que seguía bajo la entrada, y nos dejó a Jenks ya mí en aquella estancia llena de armas. Frenética, pasé la mirada de Jenks a Walter, que seguía en la puerta dándole unas cuantas instrucciones a Brett. Miré toda la habitación, buscando una forma de escapar… pero no encontré ninguna.

—Ella conoce su existencia, por lo que alguien más debe saberlo. Descubrid quién —acabó Walter.

—¿Rachel? —susurró Jenks; estaba en tensión, claramente dispuesto a moverse pero esperando que le diese la orden.

—Exijo una ascensión —pronuncié, aterrada.
Dios, otra vez no… a propósito no
.

Walter dio un respingo, pero fue Pam la que se giró, con el pelo oscuro balanceándose con su movimiento, con los labios separados… Era una muñeca de porcelana sorprendida y con las mejillas enrojecidas.

—Exijo mi derecho a ascensión dentro de la manada —dije elevando la voz. No iba a saltar contra ella, pero podía ganar algo de tiempo. Si no llamaba en tres días, Kisten sospecharía que algo iba mal, y en aquellos momentos ya no me importaba que tuviesen que acudir a mi rescate—. Quiero tres días para prepararme. No podéis tocarme —añadí, como medida de seguridad.

La rabia hizo fruncir el ceño a Walter, que se llenó de arrugas.

—No puedes. No eres un hombre lobo… y aunque lo fueses no serías más que una puta que no aguantaría un par de dentelladas.

Jenks no se relajó; escuchaba atentamente, como el resto de personas de la sala. Preparado. Expectante.

—Sí que puedo —respondí, zafándome al mismo tiempo de quienquiera que me estuviese agarrando—. Puedo. El número de mi manada es O-C(H)93AF, y como alfa, puedo exigir ascensión ante quien me dé la gana. Compruébalo. Aparezco en el catálogo. —Temblorosa, le dediqué un encogimiento de hombros a Pam, esperando que comprendiese que no había nada personal en aquel reto. Le echó un vistazo a las heridas de mi cuello y alzó las cejas, pero no pude discernir sus pensamientos—. No quiero dominar tu manada de pulgosos —continué, asegurándome de que todo el mundo supiese adonde quería llegar— pero quiero a Nick. Si gano a tu alfa, me lo llevaré conmigo y me iré. —Respiré lentamente—. Nos iremos todos. Intactos. Ilesos.

—¡No! —ladró Walter. Todo el mundo saltó excepto Pam y yo.

Jenks tenía un aspecto preocupado, sus ojos verdes se movían rápidamente.

—Rache —comentó, sin preocuparle que el resto de gente pudiese escucharle—, recuerda lo que sucedió la última vez.

—La última vez gané —le espeté, lanzándole una mirada asesina.

—Por una cuestión legal —respondió Jenks, deteniéndose súbitamente cuando al intentar avanzar un paso hacia mí los hombres que le rodeaban le amenazaron de forma violenta.

—Jenks —me dirigí con paciencia a él, ignorando las armas que nos apuntaban—, podemos intentar escapar de este grupo de locos, llegara la costa nadando y huir de ellos con éxito, o luchar contra uno solo de estos apestosos hombres lobo. De la primera forma, acabaremos heridos y no sacaremos nada.

»De la otra, solo yo saldré herida y tal vez podamos salir de aquí con Nick. Es lo único que quiero.

El rostro de Jenks adquirió una mueca de odio que no encajaba con él.

—¿Por qué? —me susurró—. Ni siquiera comprendo por qué te preocupa tanto.

Bajé la mirada a la alfombra. Yo misma me preguntaba lo mismo.

—Esto no es un juego —exclamó Walter, con la cara enrojecida—. Traed al doctor con las drogas. Quiero saber quién los trajo y lo que saben.

El hombre me cogió y yo me puse tensa.

—Walter, cariño —dijo Pam. Todo el mundo se quedó paralizado al sentir el frío en su voz—. Por los huevos de Cerbero, ¿qué estás haciendo?

Walter se dio la vuelta en silencio.

—No es un hombre lobo. Creí que…

Sus palabras se apagaron ante el sonido grave que emitía Pam. Sus ojos estaban entrecerrados y tenía las manos en los labios.

—Me han desafiado. —Alzó la voz—. ¿Es que tengo que abandonar esta sala de forma que hasta el más joven de los cachorros piense que soy una cobarde? No me importa si es una leprechaun y tiene las tetas verdes… ¡se acaba de mear en mi plato de comida!

Jenks soltó una risita que hizo que las orejas de Walter se enrojeciesen.

—Cariño… —empezó, pero se mostraba encorvado, sumiso. Alcé una ceja en dirección a Jenks. Tal vez me había equivocado con los hombres lobo. Tal vez eran las mujeres las que tenían cogidos por las bolas a los machos alfa—. Cachorrito… —lo intentó de nuevo cuando Pam le apartó la mano que tenía sobre ella—. Lo único que intenta es ganar tiempo. Lo único que quiero es saber quién va a venir a su rescate antes de que llegue aquí. No es un hombre lobo, y no quiero poner en peligro poder recuperar el artefacto por tener que cumplir con una antigua tradición a la que ya no pertenecemos.

—Son estas antiguas tradiciones las que te han colocado en la posición en la que te encuentras ahora —le espetó ella con mordacidad—. No tenemos por qué otorgarle tres días. —Pam se volvió hacia mí, sonriente—. Lo haremos ahora. Considéralo como una forma de debilitarla. Será divertido. Y si hace trampas con su magia, la manada podrá reducirla a pedazos.

Mi esperanza se fue rápidamente por el desagüe, literalmente. Walter tampoco sabía cómo responder a aquello, porque se quedó parado, sorprendido, mientras Pam le besaba en una mejilla.

—Dame veinte minutos para cambiar —le pidió, y se deslizó fuera de la estancia.

Miré a Jenks. Mierda. No era así como lo había planeado.

14.

Muy poco sol lograba atravesar las frágiles hojas de primavera, y tirité.
Es por el frío
, pensé. No temblaba por el olor rancio a cenizas ni por el olor a tripas vaciadas ni por la gente que se unía en grupos de dos o de tres, haciendo ruido. No, no temblaba por la sensación de que todo el mundo se estaba reuniendo con la esperanza de ver el espectáculo de mi desmembramiento. No, temblaba porque era una fresca tarde de mayo.

—Sí, claro —susurré, separando las manos con las que me había estado agarrando los codos y moviendo los dedos de los pies para relajar los músculos. El aroma a humo viejo me llegaba desde la hoguera cercana, y casi lograba disimular el olor almizcleño que lo invadía todo. Tenía la impresión de que si hubiese sido más tarde, habrían encendido la hoguera para hacer toda aquella parodia más efectiva. Los que iban vestidos con monos de trabajo y gorras se reunían en pequeños grupos en una de las esquinas. Al otro lado del claro, los hombres lobo vestidos con ropa de calle de colores brillantes estaban más calmados, ya que se mostraban estoicos, con una indiferencia falsa pero efectiva. Entre ellos se encontraba el tercer grupo, los vestidos con trajes. Se burlaban en silencio de los tipos de los monos de trabajo, pero se mostraban un tanto preocupados por la presencia de los hombres lobo de la calle, que no dejaban de emitir ruidos fuerte so de mostrar toda su joyería. Todo aquel ruido, aquella cháchara cargada de entusiasmo me estaba poniendo de los nervios.

Bajo todo aquello se escondía la necesidad de conquistar algo de poder. Cosquilleaba en mi interior, pero mi rostro quedó inexpresivo al reconocer un sentimiento poco familiar. Tras dejar que me recorriesen los recuerdos del engaño del caso de la señorita Bryant, abrí mi ojo mental para observar las auras de los hombres lobo que me rodeaban. Mi estómago se revolvió cuando empecé a verlas.

Mierda
, pensé, echándole una mirada de preocupación a Jenks. Las tres manadas contaban con la misma aura de borde marrón. La mayoría de hombres lobo tenían una tonalidad que reflejaba el color predominante de sus machos alfa, y la posibilidad de que los tres alfa de la isla tuviesen un aura marrón era muy pequeña. Se habían unido bajo un solo alfa. ¡Mierda, no era justo!

Me di cuenta de que el vínculo con su alfa era muy fuerte mientras miraba todo el complejo buscando una forma de escapar. Era lo bastante fuerte como para que yo lo sintiese, a diferencia de lo que había sucedido durante la pelea por David, lo que no resultaba muy halagüeño para aquella lucha por el alfa que se iba a desencadenar. Al escuchar las risas y las voces a mí alrededor, no pude evitar sentir que aquella fuerza adicional provenía de todos los miembros subordinados que se estaban uniendo a aquel gentío.

Walter no era un alfa especialmente poderoso, y yo no era tan vanidosa como para pensar que se habían reunido todos allí para ver cómo me despedazaban. Tenía la sensación de se estaban reuniendo para lograr un objetivo común desde hacía semanas… Desde hacía días, al menos.

Desconcertada, aparté mi segunda visión y me estiré donde me encontraba, con las piernas bien separadas y doblándome por la cintura hasta colocar los antebrazos sobre el suelo de tierra prensada. Tenía que encontrar una forma de romper aquel círculo, si no aquello sería una repetición de la historia con Karen… excepto que no tendría un final feliz.

Tenía el culo elevado en el aire, y solo las mallas negras me separaban de sus imaginaciones; cuando escuché una carcajada grosera, me levanté lentamente dejando escapar el aire de los pulmones. Me volví hacia Jenks. Le habían permitido que se limpiase la sangre del pelo, y su melena rubia caía en rizos sueltos. Sus ojos verdes estaban un poco más aliviados. Con los rasgos de su rostro un poco contraídos, se había quedado por primera vez completamente quieto, aunque no creía que fuese por la presencia de los vigilantes armados. De hecho, me sorprendía que lo hubiesen dejado llegar hasta allí, pero él les suponía un buen entretenimiento, ya que era toda una curiosidad en sí mismo. Comprendía la confianza de aquellos hombres lobo. Aunque lográsemos escapar, ¿cómo podríamos huir de aquellos militares expertos en supervivencia, de los hombres lobo callejeros o de los armados con tarjetas de crédito?

Lo único que me consolaba era que Walter no se había dado cuenta de mis habilidades rudimentarias de manipulación de líneas luminosas. Para él, solo era una bruja de tierra, y como no había creado ningún círculo de protección ni había atacado a los lobos con nada más que hechizos de tierra, no tenían ni idea de que podía valerme de las líneas. Mejor. Si lo supiesen, me hubiesen colocado una de esas pulseras negras y feas para evitar que conectase con una línea a través de mi familiar y les convirtiese a todos en sapos. El único problema es que yo no contaba con un familiar, pero la pulsera me habría dejado impotente, incapaz de recuperar la energía que había almacenado en mi
chi
y que había estado tejiendo en la cabeza. Y yo deseaba usarla.

Me miré los pies, y sentí un escalofrío de nervios. Había querido devolverle a Jenks su verdadero tamaño antes de que todo esto empezase. Jax esperaba en el hotel, y mientras Jenks se mantuviese caliente, podría volar de vuelta y los dos podían escapar. Aquello ya no era una misión de rescate; era un sálvese quien pueda.

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