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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

La vidente de Kell (53 page)

BOOK: La vidente de Kell
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—Sí, abuela.

—Es un chico muy agradable —le dijo Poledra a la reina de Riva.

—Sí, me cae bastante bien.

—Eso espero. Muy bien, Garion, en cuanto nazca el bebé y todo vuelva a la normalidad, tú y yo regresaremos al valle. Polgara saldrá de cuentas unas semanas después que Ce'Nedra, pero no podemos perder el tiempo. Polgara quiere que estés presente cuando ella dé a luz.

—Tienes que ir, Garion —dijo Ce'Nedra—. Ojalá pudiera acompañarte.

A Garion no le gustaba demasiado la idea de dejar a su esposa tan poco tiempo después del parto, pero por otra parte deseaba con todo su corazón estar en el valle cuando tía Pol diera a luz a su bebé.

Tres noches más tarde, Garion tenía un maravilloso sueño en el que cabalgaba con Eriond a través de una alta colina cubierta de hierba.

—Garion —dijo Ce'Nedra y le dio un codazo en las costillas.

—¿Sí, cariño? —respondió él, medio dormido.

—Será mejor que vayas a buscar a tu abuela.

—¿Estás segura? —dijo él, súbitamente despierto.

—Ya he pasado por esto antes, cariño —respondió ella. Garion saltó de la cama—. Bésame antes de marcharte —añadió Ce'Nedra, y él obedeció—. Y no olvides llevarte a Geran y al lobo contigo a la otra ala del edificio. Cuando llegues allí, vuelve a acostar a Geran.

—Por supuesto.

—Será mejor que te des prisa, Garion —dijo ella con una expresión extraña en la cara.

Garion corrió.

Poco antes del amanecer, la reina de Riva dio a luz a una niña. La pequeña tenía los ojos verdes y una incipiente cabellera de color rojo. Como había pasado durante tantos siglos, los rasgos dríadas prevalecían sobre los demás. Poledra atravesó los silenciosos pasillos de la Ciudadela hacia la habitación donde Garion aguardaba frente al fuego mientras Geran dormía con el lobo, en una maraña de brazos, patas y piernas.

—¿Ce'Nedra se encuentra bien? —preguntó Garion mientras se ponía de pie.

—Está bien —lo tranquilizó su abuela—, sólo un poco cansada. Fue un parto bastante fácil.

Garion suspiró aliviado y luego separó un extremo de la manta para ver la cara de su hija.

—Se parece a su madre —dijo. En todas partes del mundo, la gente hace referencia a las similaridades entre un recién nacido y uno de sus progenitores, como si esas semejanzas fueran asombrosas. Garion cogió a la pequeña en brazos con ternura y contempló su diminuta carita roja. La niña le devolvió la mirada con sus ojos verdes inmutables. Aquella expresión le resultaba familiar—. Buenos días, Beldaran —dijo él con suavidad.

Había tomado aquella decisión tiempo atrás. Ya llegarían otras hijas y recibirían los nombres de distintas mujeres de la familia, pero por alguna razón consideraba importante que la primera llevara el nombre de la rubia hermana gemela de tía Pol. Aunque Garion sólo había visto su imagen una vez, esa mujer había desempeñado un papel crucial en sus vidas.

—Gracias, Garion —dijo Poledra con sencillez.

—Por alguna razón, me ha parecido el nombre más apropiado.

El príncipe Geran, como es natural, no parecía muy impresionado con su hermanita.

—¿No es demasiado pequeña? —preguntó cuando su padre lo despertó para enseñársela.

—Es normal que los bebés sean pequeños. Ya crecerá.

—Bueno —Geran la miró con seriedad, y consciente de que debía decir algo bueno de ella, añadió—: Tiene el pelo bonito. Es del mismo color que el de mamá, ¿verdad?

—Ya lo he notado.

Aquella mañana, las campanas de Riva anunciaron la buena nueva y el pueblo rivano se regocijó, aunque algunos, tal vez muchos, habrían preferido otro varón que asegurara el futuro de la dinastía. Después de tantos siglos sin rey, los rivanos se mostraban especialmente sensibles ante ese tema.

Ce'Nedra, por supuesto, estaba radiante, tanto que apenas expresó un ligero disgusto por la elección del nombre de la niña. Su ascendencia dríada exigía que el nombre se iniciara con la tradicional «x». Sin embargo, tras meditar un momento sobre el problema, pareció encontrar una solución apropiada al problema. Garion estaba seguro que había insertado mentalmente una «x» en algún lugar de «Beldaran», pero prefirió ignorar dónde.

La reina de Riva era joven y sana, de modo que se repuso muy pronto. Permaneció en cama varios días, pero sólo para causar un apropiado efecto dramático en el constante desfile de nobles rivanos y dignatarios extranjeros que venían a visitar a la menuda reina y a la aún más menuda princesa.

Poco tiempo después, Poledra habló con Garion.

—Creo que ya no tengo nada más que hacer aquí y que es hora de que nos marchemos al valle. Se acerca la hora del parto de Polgara.

—Le pedí a Greldik que se quedara —asintió Garion—. El nos llevará a Sendaria antes que nadie.

—Es un hombre muy irresponsable, ¿sabes?

—Tía Pol dijo lo mismo, pero sigue siendo el mejor marino del mundo. Ordenaré que embarquen nuestros caballos.

—No —respondió ella con firmeza—. Tenemos prisa, Garion, y los caballos sólo nos retrasarían.

—¿No querrás correr todo el camino desde la costa sendaria hasta el valle? —preguntó él, asombrado.

—No está tan lejos, Garion —sonrió ella.

—¿Y qué me dices de las provisiones?

Poledra lo miró divertida y de repente él se sintió muy tonto.

La despedida de Garion de su familia fue breve, aunque emotiva.

—No olvides abrigarte bien —lo instruyó Ce'Nedra—. Ya sabes que estamos en invierno. —Garion prefirió no decirle cómo pensaban viajar él y su abuela—. Ah —dijo ella de pronto y le entregó un pergamino—, dale esto a tía Pol. —Garion lo miró. Era un retrato en color de su esposa y su hija—. Es bueno, ¿verdad? —preguntó ella.

—Muy bueno —asintió él.

—Y ahora será mejor que te marches —dijo ella—. Si te quedas un rato más, es probable que cambie de idea y no te deje ir.

—Abrígate bien, Ce'Nedra —dijo Garion—, y cuida a los niños.

—Por supuesto. Te quiero, Majestad.

—Y yo a ti, Majestad.

Garion besó a su esposa y a su hijo, y salió de la habitación.

El mar estaba tempestuoso, pero el impulsivo capitán Greldik nunca prestaba atención al tiempo, por malo que éste fuera. Su deteriorado barco, pese a su espantoso aspecto, avanzaba empujado por el viento sobre las furiosas olas a una velocidad que ningún capitán prudente hubiera exigido a sus velas, y dos días después, llegaron a la costa sendaria.

—Desembarcaremos en cualquier playa desierta, Greldik —le dijo Garion—. Tenemos prisa, y si nos detenemos en Sendar, Fulrach y Laila nos retrasarán con banquetes y felicitaciones.

—¿Cómo piensas salir de la playa sin caballos?

—Hay muchas formas de hacerlo —respondió Garion.

—¿Otra vez eso? —preguntó Greldik, disgustado. Garion asintió—. No es normal, ¿sabes?

—Provengo de una familia anormal.

Greldik gruñó con expresión reprobadora y dirigió su barco hacia una playa azotada por el viento, bordeada en el extremo superior por la espesa hierba de una llanura.

—¿Te parece un sitio adecuado? —preguntó Greldik.

—Perfecto —respondió Garion.

Garion y su abuela aguardaron en la playa, con las capas agitándose al viento, a que Greldik se perdiera en el mar.

—Creo que ya podemos ponernos en marcha —dijo Garion mientras colocaba su espada en una posición más cómoda.

—No sé para qué has traído eso —observó Poledra.

—El Orbe quiere ver al bebé de tía Pol —respondió él encogiéndose de hombros.

—Eso es lo más absurdo que he oído en mi vida, Garion. ¿Nos vamos?

Sus siluetas se desdibujaron y los dos lobos corrieron por la playa y se internaron tierra adentro. Aunque sólo se detenían muy de tanto en tanto a cazar y rara vez a descansar, tardaron más de una semana en llegar al valle. Durante aquellos días, Garion aprendió muchas cosas sobre la vida de los lobos. Belgarath lo había instruido bastante bien en el pasado, pero mientras el anciano había elegido la forma de lobo cuando ya era adulto, Poledra era un auténtico ejemplar de la especie.

Una tarde nevosa llegaron a lo alto de la colina que se alzaba frente a la cabaña y contemplaron la bonita granja, con las vallas semienterradas en la nieve y las ventanas iluminadas con un resplandor cálido, acogedor.

—¿Llegamos a tiempo? —le preguntó Garion a la loba de ojos dorados.

—Sí —respondió Poledra—, pero sospecho que la decisión de no montarnos en las bestias de los humanos ha sido inteligente. El momento crucial está muy próximo. Bajemos y veamos qué ocurre.

Corrieron colina abajo, entre remolinos de nieve. Al llegar a la puerta de la cabaña, ambos recuperaron su forma natural.

El interior de la casa estaba caliente y claro. Polgara, con un aspecto bastante desmañado, ponía la mesa para Garion y su madre. Belgarath estaba sentado junto al fuego y Durnik reparaba pacientemente una montura.

—Os he guardado un poco de comida —dijo tía Pol a Garion y a Poledra—. Nosotros ya hemos cenado.

—¿Sabías que vendríamos esta noche? —preguntó Garion.

—Por supuesto, cariño. Mamá y yo siempre nos mantenemos en contacto. ¿Cómo está Ce'Nedra?

—Ella y Beldaran están bien —dijo con fingida naturalidad.

Tía Pol lo había sorprendido muchas veces en el pasado y consideraba que por fin había llegado su turno.

La hechicera estuvo a punto de dejar caer un plato al suelo y sus gloriosos ojos se llenaron de asombro.

—¡Oh, Garion! —exclamó y lo abrazó de forma impulsiva.

—¿Te alegra que le hayamos puesto ese nombre?

—Más de lo que nunca podrás imaginar, Garion.

—¿Cómo te encuentras, Polgara? —preguntó Poledra mientras se quitaba la capa.

—Supongo que bien —sonrió tía Pol—. Aunque, como es natural, conozco todo el proceso del embarazo, ésta no deja de ser mi primera experiencia personal. Los bebés dan muchas patadas en esta etapa, ¿verdad? Hace unos minutos, me pateó en tres sitios diferentes al mismo tiempo.

—Es probable que el pequeño también esté dando puñetazos.

—¿El pequeño? —sonrió ella.

—Bueno, es sólo una forma de hablar, Pol.

—Si queréis, puedo echar un vistazo y deciros si será niña o niño —ofreció Belgarath.

—¡Ni se te ocurra! —respondió Polgara—. Quiero descubrirlo por mí misma.

La nevada amainó poco antes del amanecer y las nubes se disiparon a media mañana. Luego salió el sol y brilló con un resplandor deslumbrante sobre el flamante manto blanco que rodeaba la cabaña. El cielo tenía un intenso color azul, y aunque hacía bastante frío, las temperaturas no eran tan severas como correspondía a aquella época del año.

Garion, Durnik y Belgarath se marcharon de la casa al amanecer y pasearon por los alrededores, con la típica sensación de incompetencia que experimentan los hombres en aquellas circunstancias. Por fin se detuvieron a la orilla del arroyuelo que atravesaba el campo de la granja. Belgarath contempló el agua transparente y reparó en varias figuras oscuras bajo la superficie.

—¿Has tenido tiempo para ir a pescar? —le preguntó a Durnik.

—No —respondió Durnik con tristeza—, aunque tampoco me entusiasma tanto como antes.

Todos conocían la razón, pero nadie la mencionó.

Poledra les trajo la comida, pero insistió en que permanecieran fuera. A última hora de la tarde, les ordenó hervir agua en la fragua de Durnik, que estaba en el cobertizo.

—Nunca he entendido esto —dijo Durnik mientras levantaba un perol lleno de agua hirviendo—. ¿Para qué necesitan tanta agua caliente?

—No la necesitan —respondió Belgarath que examinaba la ornamentada cuna que había tallado Durnik, repantigado cómodamente sobre una pila de leña—. Sólo es una excusa para sacar a los hombres del medio. A algún genio del sexo femenino se le ocurrió la idea hace miles de años, y desde entonces las mujeres honran la tradición. Tú limítate a hervir agua, Durnik. No es una tarea tan complicada y contribuye a hacer felices a las mujeres.

En los últimos tiempos, la luna salía tarde, pero aquella noche las estrellas tiñeron el cielo de una luz tenue que pareció inundar el mundo de un suave resplandor azulado. Garion no había visto nunca una noche tan perfecta y tuvo la impresión de que la naturaleza entera contenía el aliento.

Garion y Belgarath repararon en el creciente nerviosismo de Durnik y le sugirieron dar una caminata hasta la cima de la colina, para bajar la cena. En el pasado, ambos habían observado que cuando Durnik quería evadirse de las emociones desagradables, se buscaba alguna tarea.

Mientras caminaban por la cuesta cubierta de nieve, hacia lo alto de la colina, el herrero alzó la vista al cielo.

—Es una noche muy especial, ¿verdad? —dijo con una risita tonta—, aunque supongo que yo pensaría lo mismo aunque lloviera.

—Yo siempre lo pienso —dijo Garion y de repente soltó una carcajada, llenando de vapor el aire helado—. No sé si el hecho de haber pasado por esto dos veces me autoriza a decir «siempre» —admitió—, pero entiendo muy bien lo que quieres decir. Hace unos minutos estaba pensando lo mismo. —Miró al otro lado de la cabaña, hacia la llanura nevada que se extendía, blanca y silenciosa, bajo las gélidas estrellas—. ¿No os parece una noche excesivamente tranquila?

—No corre ni la más leve brisa —asintió Durnik—, y la nieve ahoga todos los ruidos. —De repente, se golpeó la frente con la mano—. Ahora que lo dices, la noche está muy tranquila y las estrellas muy brillantes. Supongo que habrá alguna explicación lógica para ello.

—Ninguno de los dos tiene un ápice de romanticismo en el alma, ¿verdad? —sonrió Belgarath—. ¿No se os ha ocurrido pensar que podría ser una noche verdaderamente especial? —Ambos lo miraron con asombro—. Reflexionad un momento —añadió—. Pol ha dedicado casi toda su vida a criar los hijos de otras personas. Yo fui testigo de ello y pude percibir que sentía un extraño dolor cada vez que cogía en brazos a un nuevo bebé. Sin embargo, esta noche cambiará todo, así que no cabe duda que hoy es una noche especial, en el más estricto sentido de la palabra. Esta noche, Polgara tendrá su propio bebé, y aunque eso no signifique mucho para el resto del mundo, es muy importante para nosotros.

—Por supuesto —dijo Durnik con vehemencia y enseguida su rostro cobró un aire pensativo—. Hace tiempo que le estoy dando vueltas a una idea, Belgarath.

—Lo sé, te he oído.

—¿No tenéis la impresión de que hemos vuelto al sitio donde comenzamos? No es lo mismo, claro, pero todo tiene un aire familiar.

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