Read La tierra heredada 2 - Cosecha de esclavos Online

Authors: Andrew Butcher

Tags: #Ciencia ficcion, Infantil y juvenil, Intriga

La tierra heredada 2 - Cosecha de esclavos (26 page)

BOOK: La tierra heredada 2 - Cosecha de esclavos
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—Pero, Mel, ¿estás segura de que estás en condiciones de…?

—Estoy bien, Trav. No me pasa nada en absoluto. Puedo hacerlo. Déjame hacerlo. Déjame ser la chica del grupo, por favor.

Travis parecía un poco confundido por su vehemencia, pero…

—Vale, Mel. Por lo que a mí respecta, si quieres venir, adelante. ¿Antony?

El estudiante de Harrington también aprobó que Mel participase en la misión, al igual que la doctora Mowatt y el capitán Taber. Mel ya era parte del grupo. Dejaría el Enclave al día siguiente, temprano, acompañada por los chicos, y eso le gustaba.

Y si no regresaba jamás, pensó, pues tanto mejor.

—¿A qué venía eso, Simon? —dijo Travis mientras el chico de las gafas lo conducía a su habitación. Cuando estuvieron dentro cerró la puerta, como si sospechase—. Si todavía estás enfadado por no venir mañana con Antony, Mel y yo, no tienes motivos. Necesitas tiempo para recuperarte después de lo que has pasado. Todos lo necesitamos, pero al menos nosotros nos teníamos los unos a los otros. Sabes que, si no fuese por eso, te querría conmigo, ¿verdad?

—No es eso —dijo Simon, tenso—. Es por Coker.

—¿Richie?

Y por ti, Travis
, pensó Simon con amargura.
Es cuestión de decidir si confío en ti o si me pongo del lado del comandante Shurion sin contemplaciones. Así que supongo que también es por mí. Por todos. Lo que digas durante los próximos minutos decidirá el futuro de todos nosotros. Esta es tu prueba.

—¿Qué le pasa a Richie?

—Coker no merece estar aquí con nosotros, en el Enclave, Travis. No merece ser uno de los nuestros.

Travis hizo una mueca de extrañeza. Pensaba, o en eso confiaba, que Simon había dejado atrás su fijación con Richie.

—¿No habíamos aclarado esto cuando salimos de Wayvale? —Para Travis era fácil decirlo. Richie Coker no había convertido su vida en un infierno durante años. Debería ser justo con Simon.

—Travis, cuando Mel y tú votasteis si Coker se unía a nosotros, recuerdo que dijiste, porque no lo he olvidado, que lo necesitábamos por si tuviésemos que pelear. Bueno, pues ya no lo necesitamos para eso, ¿no? No con todas las armas que tiene el Enclave dos plantas por encima de nosotros.

—Bueno, no, en ese sentido supongo que tienes razón, pero…

—Y Mel dijo que si se pasaba de la raya una sola vez lo obligaríamos a marcharse y tú no te opusiste, Travis. Tenemos que estar con aquellos en quienes confiamos, ¿verdad?

Travis frunció el ceño.

—Creo que intentas decirme algo, Simon. ¿Por qué no vas al grano?

—No puedes confiar en Coker, Travis. Ninguno de nosotros puede. —E independientemente del verdadero propósito de aquella conversación, Simon así lo creía—. Dijiste que cambiaría, pero no ha cambiado. Creíste que se reformaría, pero sigue siendo el mismo pedazo de cabrón que siempre ha sido.

—Simon. —Travis reaccionó como si lo hubiesen golpeado físicamente. No recordaba haber oído al chico de las gafas decir una palabrota nunca antes. No le sonaba natural. No sonaba como Simon.

—Me pegó, Travis.

—¿Qué? ¿Cuándo? —No es que Travis no creyese a Simon, pero…

—En Harrington. Durante la fiesta. La noche que llegaron los cosechadores. Coker me pegó hasta dejarme tirado en el suelo y me amenazó con que volvería a hacerlo, y con intereses, si te contaba a ti o a Antony lo que sabía de él.

—Y… ¿qué es lo que sabes de él?

—Durante la batalla contra Rev y los moteros, estuve en la primera planta con Giles para supervisar e informar de las fuerzas de Rev y de su plan de ataque.

—Ya me acuerdo.

—Bueno, pues más tarde, estaba bajando las escaleras para ir al patio, donde luego me viste, cuando por el camino vi a Richie. —El odio se dibujó en el rostro de Simon—. Corriendo escaleras arriba. Alejándose de la batalla. Dejando que los demás arriesgásemos nuestras vidas mientras él huía y se escondía en los dormitorios. ¿Ves a lo que me refiero, Travis? Coker es un cobarde. Solo está interesado en salvar su propio pellejo. Si tuviese que traicionarnos a los cosechadores o algo así para ello, lo haría. Sin pensárselo dos veces. No puedes confiar en él.

Travis frunció el ceño. La descripción de Simon del poco heroico comportamiento de Richie sonaba bastante factible.

—Eso que me cuentas que hizo Richie es grave, Simon. Es grave. De eso no cabe duda.

—Es imperdonable, Travis.

—Bueno, imperdonable… Quizá está tardando más en cambiar de lo que esperábamos. Pero creo que está aprendiendo. Quiero decir, sé que no estabas ahí, pero cuando huimos de la nave, Richie cogió un subyugador y se mantuvo a nuestro lado. Un cobarde no se comporta así.

Simon resopló, cínico.

—Claro, y tampoco se niega en redondo a acompañaros a Antony y a ti mañana, ¿verdad? ¿Qué pasa, Travis, que él puede elegir cuándo hacer lo correcto? No pensaba que te gustase esa forma de comportarse. No se puede confiar en Coker.

—De acuerdo. Para abreviar la discusión, vamos a asumir que no. ¿Qué propones hacer al respecto, Simon? ¿Sacarlo del Enclave de una patada en el culo? ¿Que lo llevemos de vuelta a Harrington y lo dejemos ahí abandonado?

Como me abandonaste a mí
, pensó Simon.

—Exacto —dijo.

—No podemos. —Travis se encogió de hombros—. No podemos hacer eso. Aunque el comportamiento de Richie no tuviese perdón, y eso que creo que se está volviendo menos egoísta y va dejando su pasado de matón atrás, no podemos echarlo así como así. Los cosechadores lo capturarían, lo meterían en un criotubo y lo convertirían en un esclavo para el resto de su vida. Nadie merece eso.

—Coker, sí —protestó Simon.

—Sé que todavía tenéis asuntos pendientes, Simon, pero si pudieses darle una oportunidad a Richie… Para empezar, demostrarías ser más hombre que él.

Simon oprimió los labios hasta formar una fina y amarga sonrisa.

—Así que me estás diciendo que Coker se queda. Pese a todo.

—Tenemos que permanecer unidos, Simon. Estamos juntos en es…

—No. Travis. Ahórrame el discursito. Entonces, eso es lo que me estás diciendo, ¿no? Que pese a lo que te he contado, pese a lo que quiero, Coker se queda. No me gustaría que quedase ni la menor duda al respecto.

Travis contempló a su amigo con extrañeza.

—Richie se queda —dijo.

—Muy bien. Muy bien. Gracias por dejarlo todo bien clarito. —Simon se volvió para que Travis no pudiese ver las lágrimas en sus ojos, que quemaban como gotas de ácido—. Ya sé cuál es mi papel.

Y de qué lado estoy
, pensó Simon. Ya que Travis insistía en mantener a escoria como Coker dentro del grupo y tenerlo en más alta estima que a él, a este solo le quedaba una opción.
Y que Travis asuma las consecuencias.

Jessica reflexionaba sobre la Historia. El señor Franks les dijo que aquellos que no aprendían de los errores del pasado estaban condenados a repetirlos. Era un profesor un poco pesimista, el señor Franks; Jessica siempre había imaginado que prefería sumergirse en el pasado porque no podía afrontar los sucesos del presente. Entendía su situación. Él decía que nadie aprendía realmente nada, que la raza humana nunca mejoraba o avanzaba sustancialmente, no donde importaba, al menos: en los corazones, en las mentes; por lo tanto la Historia era, en esencia, un ciclo, una repetición. Diferentes épocas, sí. Diferentes nombres. «Pero la misma mierda de siempre», le susurró Mel al oído por aquel entonces, cuando Jessica se alegraba de tenerla tan cerca.

Repetición.

Un amanecer en Harrington, días atrás, Travis y Antony se habían marchado para contactar con una nave alienígena. Otro día, otro amanecer (según los relojes), en otro lugar, los adolescentes volvían a prepararse para emprender un nuevo viaje hacia la nave de los cosechadores. En esta ocasión sus intenciones eran distintas, cierto, y dado que sus anteriores compañeros no se encontraban disponibles, solo se les unió una persona más, pero Jessica seguía teniendo la impresión de que todo aquello ya había ocurrido antes. El ciclo de la Historia.

Rezó por que se rompiese por una vez, para que hubiesen aprendido lo bastante de su anterior encuentro con los cosechadores como para, en esta ocasión, ser más listos que los alienígenas y derrotarlos.

Los siete adolescentes se reunieron en la sala de descanso antes de que la expedición se pusiese en marcha. Travis, Antony y Mel llevaban vaqueros y sudaderas entregados por el capitán Taber: no sería una buena idea que los capturasen ni con la ropa de trabajo del Enclave ni con el uniforme gris del procesamiento de esclavos de los cosechadores.

Jessica abrazó a Travis, lo hubiese hecho independientemente de cómo fuese vestido, y le rogó que se cuidase, que volviese sano y salvo. Era como su familia. En cuanto a Antony…

—¿Sabes? —le dijo—. Podría acostumbrarme a que me rodees con tus brazos. Quiero acostumbrarme, Antony. No dejes que este sea el último momento en el que me abraces. No hagas ninguna tontería ahí fuera.

—No tienes que preocuparte por mí —dijo Antony, convencido.

—No puedo evitarlo. ¿Y sabes qué? No quiero evitarlo. Lo que quiero hacer es esto. —Antes de la enfermedad, Jessica nunca hubiese soñado con ser tan lanzada con un chico. Abrazó a Antony a la altura del cuello, lo atrajo hacia sí hasta quedar pegada a él y levantó su boca hasta encontrar la suya. Sus labios se tocaron, saboreándose. Y así se quedaron un rato. Después, se separaron. Entonces, Jessica permaneció en silencio. Pero solo por un rato—. Ten cuidado, Antony.

Y debería haberle dicho lo mismo a Mel, que merodeaba por la zona, taciturna y aislada pero decidida, como si se muriese de ganas por ponerse en marcha. Mel era su mejor amiga… o lo había sido. Pero Jessica no sabía cómo dirigirse a ella, cómo acercársele, cómo arreglar las cosas o incluso si sería posible. Era mucho más fácil ignorarla. Y para Mel era más sencillo y más seguro guardarse sus sentimientos, no hablar de ellos, encerrarlos para que no diesen lugar a interpretaciones. Porque Jessica aún quería a Mel, como amiga. Aún rezaba porque no le pasase nada malo, ni aquel día ni ningún otro. Y en el fondo quería abrazarla. Solo que no se atrevía.

Tilo se aproximó a Travis desde atrás. Él sintió su cálido aliento cosquilleándole la nuca.

—Así que Jessica y Antony están juntos —observó.

—Eso parece, desde luego.

—¿Qué te parece?

—Les deseo lo mejor. Creo que hacen una pareja estupenda.

—Yo pensaba lo mismo de Travis y Tilo.

—¿Pensaba? —Travis se volvió para mirarla. Se veía en sus ojos que ambos estaban dolidos.

—Bueno, es que últimamente no hacen más que meter la pata, ¿no te parece?

—Yo creo que es culpa de él. A veces es un idiota. No para con la cantinela de que hay que tener perspectiva y ver el conjunto, lo cual no está mal, pero a veces olvida que la belleza está en los detalles.

—No, yo creo que la culpa es de ella. Es impaciente de narices. Lo hace todo corriendo. No piensa. Sobre todo con lo físico. Quiere… necesita contacto físico. Así es ella.

—No es un crimen. Pero creo que se ha llevado algún que otro chasco en ese sentido. Resulta que sé que no es exactamente un veterano. De hecho, nunca, aunque cueste creerlo, nunca ha estado con una chica. Nunca ha dormido con… bueno, ya sabes.

—No creo que a ella eso le importe lo más mínimo. Sé que no le importa. Y sé que lamenta que él piense que ella lo está forzando a hacer algo para lo que no está listo. Pero la cuestión es que ella está algo confundida con respecto al sexo y el amor. Cree que son lo mismo.

—Pueden serlo. Deberían serlo.

—Solo que a veces no lo son. Es algo que ha descubierto por las malas.

—Y a veces lo son. Lo serán para Tilo y Travis. Y creo que… pronto.

—Creo que ella estará dispuesta a esperar. Querrá hacerlo. Y las cosas buenas merecen la espera.

—De todas formas, no debería esperar eternamente. Creo que él querrá hablar largo y tendido de unas cuantas cosas cuando este asuntillo de los cosechadores haya terminado. Creo que entonces Tilo y Travis podrán estar juntos. Por fin.

—Eso espero, Trav. En serio.

Ella puso su mano sobre su pecho, como quiso hacer cuando su piel estaba al descubierto. Él la acercó a sus labios y le besó los dedos, aproximándola a él.

—Yo también. Te he echado de menos, Tilo. Siento lo que pasó la otra noche.

Sintió el cuerpo de él bajo la ropa y pensó que no tardarían en volver a estar juntos.

—Trav —dijo mientras él pasaba de los dedos al cuello y del cuello a la boca—, no sé qué haría sin ti. Eres el único chico, Travis, el único chico del mundo.

Así que Travis y la hippie acabaron enrollados. Como Tony Clive y Barbie. Richie pensó, arrepentido, que quizá debería haberse ofrecido voluntario para aquella estúpida misión suicida, después de todo. Quizá hubiese sido su billete para un morreo y siempre podría escaquearse en cuanto intuyese que las cosas se torcían. Por lo menos Morticia parecía triste, aunque dudó que se sintiese tan mal como él.

Maldito Simoncete. Justo cuando Richie había empezado a cambiar de opinión con respecto a aquel pringado y cuatro ojos, justo cuando casi estaba empezando a sentir por Satchwell algo parecido al respeto, Simoncete tuvo que ir y pifiarla poniéndolo a él, a Richie, en aquel brete, humillándolo delante de los demás, demostrando que se había merecido todas y cada una de las palizas que Richie y sus amigos le habían propinado durante años. Se las merecía.

Los demás habían pasado a mirarlo de otro modo desde aquello. No como si lo odiasen a muerte ni nada parecido, tampoco como si sospechasen de él o del modo en el que lo miraba Morticia incluso después de que los hubiese salvado de la banda de Bufón en Wayvale, antes de saber de la existencia de los cosechadores. Ya no le eran hostiles. Era como si no les importase lo más mínimo lo que había hecho o quién era. Pasaban. Como si no esperasen nada bueno de él. Como si ya les hubiese decepcionado en demasiadas ocasiones. Había tenido su oportunidad… y la había cagado.

No como a Naughton, por supuesto. Naughton no solo se había ofrecido voluntario a regresar a aquella maldita nave de los cosechadores, sino que aquel plan tan estúpido había sido idea suya. Encontrar a ese tal Darion, confiar en un alienígena… Richie no confiaba en nadie. Bueno, la verdad es que aquello no era del todo cierto.

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