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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Komarr (30 page)

BOOK: Komarr
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Pero
Ekaterin
sonaba suave en los labios y la punta de la lengua, además de ser elegante y digno y merecer dedicarle un segundo más de tiempo.

—¿Señora Vorsoisson? —llamó desde el pasillo.

Ella salió de su taller; Miles le indicó el enlacevid seguro. El rostro de ella era grave, y sus pasos reacios; él cerró la puerta del despacho y la dejó a solas con su tío. La intimidad iba a ser para ella un elemento raro y precioso en los días por venir.

El técnico de reparaciones llegó por fin, junto con otro guardia. Miles los llevó aparte para conversar con ellos.

—Quiero que los dos se queden aquí hasta que yo vuelva, ¿entendido? No hay que dejar desprotegida a la señora Vorsoisson. Hum… cuando acabe usted con la puerta, mire a ver si hay alguna otra reparación que necesite, y encárguese de ello.

—Sí, mi señor.

Seguido por su propio guardia, Miles se marchó a las oficinas del Proyecto de Terraformación. Encontró guardias de SegImp en el andén de los coches-burbuja, en el vestíbulo del edificio, y en las entradas de los pasillos de las plantas de Terraformación. Miles recordó un aforismo de los Antiguos Vor sobre poner un guardia en la cerca después de que robaran los caballos. Una vez en el interior, el personal de SegImp pasó de ser matones de ojos de acero a técnicos y empleados concentrados que descargaban eficazmente las comuconsolas y examinaban los archivos. Los empleados del Proyecto de Terraformación los miraban llenos de terror.

Miles encontró al coronel Gibbs en la oficina externa de Vorsoisson, con su propia comuconsola firmemente plantada; para su sorpresa, el servil Vennie revoloteaba preocupado, ayudando al analista financiero de SegImp. Vennie le dirigió a Miles una mirada de desdén.

—Buenos días, Vennie. No esperaba verlo aquí —le saludó Miles cordialmente. Se sentía extrañamente contento de que no fuera uno de los hombres de Soudha—. Hola, coronel. Soy Vorkosigan. Lamento haberlo hecho venir con tan poco tiempo.

—Milord Auditor. Estoy a su disposición.

Gibbs se levantó, formalmente, y tomó la mano que Miles extendía para darle un seco apretón. Gibbs era un deleite para los ojos de Miles: un hombre delgado y de mediana edad con el pelo canoso y modales meticulosos que, a pesar de su uniforme verde imperial, parecía un contable de la cabeza a los pies. Aunque ya llevaba casi tres meses en el cargo, a Miles todavía le parecía raro aceptar la deferencia del otro hombre.

—Confío en que el capitán Tuomonen le haya informado y le haya entregado el interesante paquete de datos que conseguimos anoche.

Gibbs, acercando una silla para el Lord Auditor, asintió. Vennie aprovechó la oportunidad para excusarse, y se largó sin responder al gesto de permiso de Gibbs. Se sentaron, y Miles continuó:

—¿Cómo le va hasta ahora?

Miles miró los montones de transparencias que la comuconsola había producido ya.

Gibbs le dirigió una leve sonrisa.

—Para ser las primeras tres horas de trabajo, estoy razonablemente contento. Hemos conseguido distinguir a los empleados ficticios de Gestión de Calor Residual. Espero localizar sus cuentas falsas muy pronto. El informe de la señora Foscol sobre las facturas del difunto administrador Vorsoisson es muy claro. Verificarlo no debería presentar ningún problema serio.

—Tenga mucho cuidado con todos los datos que puedan haber pasado por sus manos —advirtió Miles.

—Oh, sí. Es bastante buena. Sospecho que me resultará un placer y un privilegio trabajar con ella, si entiende lo que quiero decir, milord —los ojos de Gibbs chispearon.

Qué bien encontrar a un hombre que ama su trabajo
.

Bueno, había pedido al Cuartel General de Solsticio que enviaran al mejor.

—No hable demasiado pronto sobre Foscol. Tengo para usted un trabajito tedioso.

—¿Sí?

—Además de empleados ficticios, tengo motivos para creer que Calor Residual hizo un montón de compras de equipo ficticio. Envíos falsos y similares.

—Sí. He encontrado tres compañías falsas que parecen haber usado para eso.

—¿Ya? Qué rápido. ¿Cómo?

—Cotejé todos los envíos pagados por el Proyecto de Terraformación con una lista de todas las compañías reales del registro de impuestos del Imperio. No es lo normal en las auditorías, aunque creo que enviaré una propuesta para que se añada a la lista de procedimientos en el futuro. Había tres compañías que no encajaban. Mis hombres las están comprobando. Tendré una confirmación que ofrecerle al final del día. Creo que no es excesivamente optimista esperar que podamos localizar todos los marcos que faltan en cuestión de una semana.

—Mi preocupación más acuciante no es el dinero —las cejas de Gibb se alzaron al oír esto; Miles continuó—. Soudha y sus compañeros conspiradores también se marcharon con un enorme montón de equipo. Se me ha pasado por la cabeza que si tuviéramos una lista fiable del equipo y las compras de suministros de Calor Residual, y restáramos de ella el inventario físico de lo que debe de haber en la estación experimental, el resto debería incluir todo lo que se llevaron.

—Sí, en efecto —Gibb lo miró con aprobación.

—Es una estrategia de fuerza bruta —dijo Miles, como pidiendo disculpas—. Y no es tan sencilla como cotejar datos.

—Para eso se inventaron los reclutas —murmuró Gibbs. Se sonrieron al entenderse mutuamente.

—Esto sólo funcionará si la lista de suministros es precisa —continuó Miles—. Quiero que busque usted sobre todo facturas falsas que cubran compras de equipo no estándar, y que no esté listado. Quiero saber si Soudha adquirió clandestinamente algo… extraño.

Gibbs ladeó interesado la cabeza; sus ojos se entornaron, reflexivos.

—Les resultaría muy fácil usar sus compañías falsas para blanquearlas.

—Si encuentra algo así, márquelo y notifíquenoslo a mí o al Lord Auditor Vorthys de inmediato. Sobre todo si encuentra alguna relación con lo que el equipo investigador de causas probables de Vorthys está encontrando en estos momentos en el lugar del accidente del espejo solar.

—¡Ah! La conexión empieza a estar clara. He de decir que me preguntaba por qué este profundo interés imperial en un mero desfalco. Aunque es un desfalco muy bueno —se apresuró a asegurar—. Muy profesional.

—Cierto. Considere ese equipo en lo más alto de su lista de prioridades, por favor, coronel.

—Muy bien, milord.

Tras dejar a Gibbs con el ceño fruncido (y muy interesado, según parecía) ante la fuente de datos de su comuconsola, Miles fue a buscar a Tuomonen.

El cansado capitán de SegImp informó que no habían tenido ninguna sorpresa hasta el momento. Los agentes aún no habían localizado la pista de Soudha. El Cuartel General había enviado a un mayor con una unidad de interrogatorios y habían empezado a examinar sistemáticamente a los empleados restantes del departamento; la inquisición se había situado en la sala de conferencias.

—Pero vamos a tardar días en interrogarlos a todos —añadió Tuomonen.

—¿Todavía quiere interrogar a la señora Vorsoisson esta tarde?

Tuomonen se frotó la cara.

—Sí, por supuesto.

—Yo estaré presente.

Tuomonen vaciló.

—Es su privilegio, milord.

Miles pensó en ir a ver los interrogatorios de los empleados, pero decidió que en su actual estado físico no contribuiría con nada coherente. Todo parecía bajo control, por el momento, excepto él mismo. Los tranquilizantes que había tomado por la mañana empezaban a perder efecto, y el pasillo ondulaba levemente por los bordes. Si quería ser útil, tendría que dar un poco de descanso a su cuerpo.

—Le veré en casa de la señora Vorsoisson, entonces —le dijo a Tuomonen.

13

Ekaterin se sentó ante la comuconsola de su taller y empezó a rescatar los restos de su vida. Fue más simple de lo que sus primeros temores habían supuesto: había tan poco, después de todo.
¿Cómo me hice tan pequeña?

Hizo una lista de sus recursos. En la parte superior, y más vital: la atención médica para los familiares de un empleado muerto del Proyecto estaba garantizada hasta el final del trimestre, todavía unas cuantas semanas. Contó mentalmente los días. Sería suficiente para Nikki, si ella no desperdiciaba ninguno.

En su cuenta de la casa quedaban unos cientos de marcos, y unos cientos más en la de Tien. Podría utilizar el apartamento también hasta el final del trimestre, y entonces debería dejarlo para el siguiente administrador que viniera a ocupar el puesto de Tien. No le importaba: no quería quedarse más tiempo. No había pensión, naturalmente. Hizo una mueca. El pasaje garantizado de regreso a Barrayar, del que no podía disponer cuando Tien estaba vivo, estaba ahora a su alcance y al de Nikki por ser otro beneficio de la muerte, y gracias al cielo que Tien no había encontrado un medio de que se lo desembolsaran antes.

Los objetos físicos que poseía eran más una carga que un bien, ya que debía transportarlos por nave de salto. El límite de peso libre no era generoso. Dejaría a Nikki el grueso del peso permitido: sus pequeños tesoros significaban más para él que la mayoría de los grandes tesoros para ella. Era una estupidez sentirse abrumada por unas cuantas habitaciones con cosas que había estado dispuesta a abandonar hacía unas pocas horas. Todavía podía abandonarlas, si quería. Había frecuentado una tienda de segunda mano en una parte más pobre de la cúpula para vestirse ella y Nikki. Allí podría vender la ropa de Tien y algunos artículos comunes, una tarea que sólo le llevaría unas horas. Quería viajar ligero. Al otro lado de la cuenta, sus deudas eran también simples, aunque abrumadoras. Primero estaban los veinte mil marcos que Tien había pedido prestados y no había devuelto. Y luego… ¿la obligaba su honor, por el bien del orgullo Vor y el apellido de Nikki, a restaurar al Imperio el dinero del soborno que Tien había aceptado?
Bueno, no puedes hacerlo hoy. Pasa a lo que puedas hacer
.

Había investigado los recursos médicos que había en Komarr para tratar desórdenes genéticos hasta que la información se grabó en su cerebro, y fantaseó soluciones que las paranoias de Tien (y el control legal que tenía sobre su heredero) le habían impedido probar. Técnicamente, el tutor legal de Nikki era en esos momentos un primo tercero de Tien, allá en Barrayar, a quien Ekaterin no había visto jamás. Como Nikki no era heredero de ninguna fortuna ni ningún condado, ella podría tener la custodia en cuanto la pidiera. Trataría de ese aspecto legal más tarde. Tardó menos de nueve minutos en contactar con la mejor clínica de Komarr, en Solsticio, y consiguió una cita para que vieran a Nikki dos días después, en vez de dentro de cinco semanas, como al principio trataron de ofrecerle.


.

Tan sencillo. Se estremeció con un espasmo de furia, hacia Tien, hacia ella misma. Podrían haber hecho esto hacía meses, cuando llegaron a Komarr, así de fácil, si tan sólo ella hubiera tenido el valor para desafiar a Tien.

A continuación tenía que comunicar la noticia a la madre de Tien, su pariente vivo más cercano. Ekaterin podía dejar que ella hablara luego con los otros parientes en Barrayar. Como no le apetecía grabar un mensaje vid, lo puso por escrito, esperando que no pareciera demasiado frío. Un accidente con una máscara de oxígeno, que Tien no había comprobado. Nada sobre los komarreses, nada sobre el desfalco, nada a lo que SegImp pudiera poner objeciones. La madre de Tien tal vez no necesitara enterarse del deshonor de su hijo. Ekaterin preguntó humildemente cuáles eran sus preferencias respecto a las ceremonias y la disposición de los restos. Lo más probable era que quisiera que regresaran a Barrayar para enterrarlos junto al hermano de Tien. Ekaterin no podía dejar de imaginar sus propios sentimientos, en alguna escena futura, si confiara a Nikki a su prometida con brillantes promesas sólo para que le fuera devuelto más tarde como un montón de cenizas en una caja. Con una nota. No, tendría que hacer esto en persona. También más tarde. Envió el mensaje.

La parte física era fácil: podía haber terminado y hacer las maletas en una semana. La financiera era… no, no imposible, pero no podía resolverla de inmediato. Lo más normal era que pidiera un préstamo a largo plazo para pagar el primero… suponiendo que alguien prestara dinero a una viuda sin empleo. El legado de Tien oscurecía el brillo del nuevo futuro que ella ansiaba reclamar. Imaginó a un pájaro, liberado después de diez años en una jaula, al que le decían que por fin podía volar libre… en cuanto le pusieran pesos de plomo en las patas.

Este pájaro lo logrará aunque tenga que ir caminando cada paso
.

La comuconsola trinó, sobresaltándola. Un hombre, sobriamente vestido al estilo komarrés, apareció en la placavid. No era nadie que conociera del departamento de Tien.

—¿Cómo está usted, señora? —dijo, mirándola con incertidumbre—. Me llamo Ser Anafi, y represento a la Agencia Inversora Rialto. Intento contactar con Etienne Vorsoisson.

Ella reconoció el nombre de la compañía cuyo dinero había perdido Tien con las acciones de la flota comercial.

—Él no… está disponible. Soy la señora Vorsoisson. ¿Qué desea?

La mirada de Anafi se hizo más severa.

—Es la cuarta nota de recordatorio de que el plazo de devolución de su deuda ya se ha cumplido. Debe pagar de inmediato, o tomar medidas para establecer un nuevo plan de pagos.

—¿Cómo se arregla un plan semejante?

Anafi pareció sorprendido ante esta tranquila respuesta. ¿Había tratado antes con Tien? Se irguió un poco y se acomodó en su silla. —Bueno… normalmente calculamos un porcentaje del salario del cliente, mitigado por cualquier suma colateral que pueda ofrecer.

No tengo ningún salario. No tengo posesiones
. Sospechaba que a Anafi no iba a hacerle ninguna gracia descubrirlo.

—Tien… murió anoche en un accidente. Las cosas están un poco revueltas hoy por aquí.

Anafi pareció sorprendido.

—Oh. Lo siento, señora —consiguió decir.

—Supongo que no… ¿estaba asegurado el préstamo?

—Lo comprobaré, señora Vorsoisson. Esperemos… —Anafi se volvió hacia su comuconsola; tras un momento, frunció el ceño—. Lamento tener que decir que no.

Ah, Tien
.

—¿Cómo puedo pagarlo?

Anafi guardó silencio un largo rato, como si pensara.

—Si desea confirmar el préstamo, puedo prepararle un plan de pagos hoy mismo.

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