¿Pudieron ser naves discoidales alemanas de primera o segunda generación asentadas en Japón o en alguna isla del pacífico, las que provocaron la Batalla de Los Ángeles?
¿Pudieron ser naves discoidales alemanas de última generación las que provocaron la oleada sobre Washington, como aviso a quien tenía que entenderlo y a este le quedó claro hasta dónde podían llegar, sin problemas, sus enemigos?
Todo el trabajo secreto alemán en el extranjero se puede entender cuando se conoce el alcance de las misiones y su presencia en muchos países, sobre todo en Sudamérica, así como el fiasco y el problema que representó el Abwher, para los asentamientos militares y su trabajo científico. Los servicios secretos alemanes fueron puestos en marcha por la Marina de guerra o Kriegsmarine en 1930. Fue una acción contra las limitaciones del infausto Tratado de Versalles y su estrangulamiento de cualquier actividad gubernamental, militar o empresarial alemana. Y fue precisamente la Marina la que inició esta actividad secreta, porque Alemania contemplaba un nuevo teatro de operaciones contra Inglaterra y su potencia naval del momento. También se había llegado a especular que ante un posible nuevo enfrentamiento con Inglaterra y Francia, unos servicios secretos bien desarrollados y preparados serían un factor decisivo en la victoria alemana sobre sus dos contendientes clásicos. También se consideró el factor colonial y la potente presencia francesa e inglesa en muchas partes del mundo, mientras que Alemania había perdido sus pocas colonias, debido al Tratado de Versalles arriba mencionado.
Como puede suponerse y ante lo que se estaba preparando, el factor estratégico era fundamental y por ello el gabinete de estudios estratégicos en Berlín preparó los análisis de una supuesta conflagración que se iniciaría en Europa, pero podría tener un alcance territorial y continental mucho mayor. Por ejemplo, se preparó un listado de países bajo diferentes epígrafes: beligerantes, neutrales o bien aliados de Alemania, y así poder preparar una serie de bases en el extranjero, con diferentes niveles de actuación en cada una de ellas. Fueron seleccionadas China (Shanghái), Chile (Valparaíso), Portugal (Lisboa), EE. UU. (San Francisco, New York/Batavia), Argentina (Buenos Aires) y Sudáfrica (Ciudad del Cabo). Tras este arranque analítico y teniendo clara una estructura de actuación internacional, en enero de 1935, el primer responsable del servicio secreto, el capitán de Marina Konrad Patzig, le pasó el mando al capitán Wilhelm Canaris de cuarenta y ocho años, del servicio secreto alemán en el extranjero, bajo el nombre abreviado de Abwher (Amt Auslands Nachrichten Und Abwher u Oficina Exterior para la Información y la Defensa). La estructura del Abwher consistía en tres áreas de operación: espionaje, contraespionaje y sabotaje. Toda esta estructura encajaba en una de las cinco áreas de actividad del OKW (Oberkommando der Wehrmacht o Cuartel General del Ejército). Lógicamente, dentro de la planificación realizada todo el continente americano norte, centro y sur, adquirió una importancia superlativa en los planes alemanes.
En el caso sudamericano era normal, pues Alemania siempre había tenido presencia en la zona desde finales del
XVIII
hasta el inicio de la guerra. Además era una presencia querida y admirada, que había dado impulso a muchos negocios locales, puestos de trabajo y había logrado excelentes exportaciones de producto autóctono al extranjero e importaciones de los excelentes productos alemanes de la época. Por otro lado, Canaris era un entusiasta de Sudamérica, hablaba español de forma fluida, también inglés y francés, y dio un impulso muy fuerte a la presencia alemana en la zona desde su llegada a la jefatura del Abwher. Su aspecto moreno le hacía parecer más español o sudamericano que alemán. La experiencia de Canaris en Sudamérica se inició cuando su barco de guerra el Dresden se hallaba en Kingston (Jamaica), tras llegar desde México. Allí fue sorprendido por el inicio de la Primera Guerra Mundial (julio de 1914). El barco había recalado en Veracruz para rescatar al presidente mejicano Victoriano Huerta y a un numeroso grupo de alemanes que se hallaban en el país en aquel momento. Todos huían del avance imparable de Pancho Villa y sus rebeldes. No hay que olvidar que el huidizo Huerta era un tirano que ya había accedido al poder en México tras asesinar al presidente Francisco Madero. En Kingston encontraron todos refugio. En este puerto caribeño el capitán Fritz Lüdecke fue designado capitán del Dresden y nombró como segundo oficial de a bordo al que había sido hasta ese momento el segundo piloto del barco, el teniente de navío Wilhelm Canaris.
La primera orden que recibió el nuevo capitán fue la de regresar a su base en Kiel. El barco arribó a finales de julio de 1914 a la Isla de Santo Tomás y mientras se aprovisionaba para cruzar el océano Atlántico, llegó la orden de movilización por el inicio de la Primera Guerra Mundial, que desbarató los planes de regreso a Alemania. El Estado Mayor Alemán ordenó al Dresden que se dirigiese hacia el océano Pacífico para encontrarse con la flota alemana al mando del Almirante Maximilian Graf von Spee, costeando Sudamérica hacia el sur y atacando al mismo tiempo el tráfico marítimo de barcos franceses e ingleses que pudiera encontrar, principalmente en el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos, en plena Patagonia. Tras problemas para abastecerse de carbón, finalmente el once de septiembre se produjo el encuentro de un barco nodriza alemán, el Baden, que iba acompañado por un barco chileno contratado al efecto, el Santa Isabel, que llevaba las provisiones que tanto necesitaba el Dresden. Los chilenos también entregaron al barco alemán cartas de navegación de la Patagonia, zona muy difícil ya que se unían las turbulentas aguas de dos océanos. El doce de octubre el Dresden llegó hasta la Isla de Pascua donde, por fin, pudo encontrarse con la flota alemana. Desde allí, todo el grupo se dirigió hacia la costa central de Chile, concretamente a la rada Coronel, donde se hallaba fondeada una flota inglesa a las órdenes del almirante Christopher Cradock. El uno de noviembre la flota alemana abrió fuego logrando hundir a dos cruceros enemigos el Good Hope y el Monmouth, cayendo el propio almirante Cradock y casi dos mil marineros ingleses con él. La flota inglesa logró huir.
Los ingleses prepararon una trampa a la flota alemana de von Spee, haciéndole creer que los restos de la flota inglesa habían partido hacia Sudáfrica y por ello, Port Stanley en las Malvinas, se hallaba desguarnecido. Era un gran golpe para capturar esa isla argentina bajo pabellón inglés. Fue Winston Churchill, entonces Ministro de Marina, quien tuvo la idea. Inglaterra envió a sus mejores buques el siete de diciembre a Port Stanley, con una capacidad de fuego y tonelaje muy superior a la flota alemana. Ese mismo día hundieron al buque insignia alemán, el acorazado Scharnhost, acabando con casi ochocientos marineros y el capitán. Poco después se inició la persecución de los barcos alemanes en que fueron hundidos casi todos excepto el buque-hospital Seydliz y el Dresden. De hecho, este último se salvó por ir rezagado del resto y enfiló su ruta hacia el Estrecho de Magallanes y el Seydliz porque recibió información de lo que sucedía desde el Dresden y pudo cobijarse a toda máquina en la Bahía de San Antonio en la costa Argentina. Este barco no le interesaba a los ingleses, pero sí el Dresden.
La flota inglesa inició la persecución sin tregua del Dresden. El barco alemán tuvo que fondear en Punta Arenas para reparar algunos desperfectos ocasionados por la navegación a toda máquina. Solicitaron ayuda al contralmirante Arturo Cuevas, responsable de la base naval argentina de Magallanes y también a la numerosa colonia alemana de la zona para la obtención de las provisiones necesarias para continuar su huída. Pero había que ocultar el barco y el capitán Lüdecke contó con la ayuda de un cazador de focas llamado Albert Pagels, de origen alemán, que guió el barco hasta el fiordo de Quintupeu, cerca de Puerto Montt. Tanto en la entrevista con Arturo Cuevas, como con la colonia alemana, Canaris tuvo un papel fundamental. Logró movilizar los recursos necesarios rápidamente y no sólo para el Dresden, sino también y a distancia para el buque-hospital Seydliz, que permaneció casi dos años en la Bahía de San Antonio, alejado de la guerra.
Almirante Wilhelm Canaris
Acabadas las reparaciones lo antes posible, el Dresden se hizo a la mar. Una información muy importante les había llegado que les permitía la huida, y es que los barcos ingleses Bristol y Glasgow, tras recorrer más de mil millas de la costa argentina tratando de localizarle, habían atracado en Puerto Montt para cargar provisiones. El Dresden se dirigió rápidamente a buscar carbón para sus calderas a la Isla de Juan Fernández, quedando sin escapatoria en la misma al no hallar una cantidad suficiente el nueve de marzo. Los barcos ingleses fueron tras él, presentándose en la isla una semana más tarde e iniciando el bombardeo sobre el Dresden y sobre el puerto sin contemplaciones. Sin escapatoria, Lüdecke pidió poder hablar con sus enemigos, enviando a Canaris al Glasgow. Lüdecke contaba con la ventaja de que el ataque inglés había violado la soberanía y la neutralidad chilena, pero los ingleses hicieron caso omiso a la explicación. Mientras se desarrollaban las conversaciones, la tripulación del Dresden hundió el barco antes de entregarlo a sus enemigos, huyendo en las barcazas de salvamento. La Marina chilena rescató a los marineros alemanes y los trasladó a la base naval chilena de Talcahuano, donde se les tributó un gran recibimiento. Poco tiempo después fueron internados de forma confortable en la Isla Quiriquina, donde la colonia alemana e incluso el propio ejército chileno hizo que no les faltase de nada.
Mientras todo esto sucedía y Canaris también estaba internado en la isla, un agente alemán de la compañía naviera germana Kosmos, tapadera de otros asuntos, llamado Georg Becker ayudó a Canaris a escapar mientras este disfrutaba de un permiso fuera de la Isla Quiriquina. Disfrazándose de vagabundo llegó hasta la ciudad de Osorno, en la zona sur de Chile. Una vez allí, el cónsul alemán Karl Wiederhold, le facilitó la posibilidad de cruzar la cordillera andina a lomos de un caballo. Luego pudo atravesar el lago argentino de Nahuel Huapi en barca, llegando después hasta Bariloche. Allí contactó con Christian Lahusen, un amigo del cónsul Karl Wiederhold, que le consiguió albergue en la finca San Ramón, propiedad del Barón Louis von Bülow. Tras un mes allí y contactar con otros personajes de la alta sociedad amigos del barón, Canaris llegó a caballo hasta el pueblo del ingeniero Jacobacci. Desde ese pueblo fue en tren hasta San Antonio en cuyo puerto hacían escala los barcos de la compañía que gestionaba Christian Lahusen, Hamburgo-Sudamericana, empresa filial de la enorme compañía naviera Hamburg-Amerika Line. Infructuosamente, Canaris esperó embarcar en uno de los dos barcos que cubrían la línea patagónica argentina, el Presidente Mitre y el Camarones, para poder llegar hasta Buenos Aires y regresar a Alemania. Mientras esperaba alguno de esos barcos, Canaris aprovechó el tiempo para encontrarse con los marineros del barco-hospital Seydliz, visitando la zona y ampliando sus conocimientos del lugar y el idioma.
El barco Presidente Mitre había sido desviado de su ruta por el británico Orama, que lo llevó hasta la rada de Montevideo. Sólo quedaba el Camarones. Canaris embarcó por fin en dicho barco y llegó hasta el puerto de Buenos Aires. Una vez allí, se embarcó en el barco de bandera holandesa Frisia que salía hacia el puerto holandés de Rotterdam. Como muestra de su capacidad de adaptación y escape, Canaris embarcó con el falso nombre de Reed Rosas, y documentación de ciudananía anglochilena obtenida por la embajada alemana en Buenos Aires. Este barco fue detenido poco antes de llegar a Rotterdam por la Marina británica y llevado hasta el puerto inglés de Plymouth. Canaris pasó la prueba por su fluido español y poco después lo dejaron en libertad. Pudo llegar a Rotterdam y desde allí en tren hasta Hamburgo. Su destino final fue el puerto de Kiel, donde se presentó ante sus superiores jerárquicos con una misiva del barón von Bülow para un familiar suyo, que trabajaba para el servicio secreto militar de contraespionaje conocido como III-B. Como anécdota, este servicio secreto estaba dirigido por el enigmático teniente coronel Wilhelm Nicolai, que fue el militar que permitió que el tren blindado de Lenin cargado de oro y revolucionarios, cruzase todo el frente alemán en 1917, desde Suiza hasta San Petersburgo, para iniciar la revolución bolchevique. Canaris fue ascendido a capitán.
Cuando Canaris reportó ante sus superiores militares sus experiencias en Sudamérica, el entusiasmo que demostró hizo que el mayor von Bülow lo reclutase para el servicio secreto III-B. En su explicación, Canaris indicó lo remoto de la región patagónica tanto de Chile como de Argentina, los paisajes andinos iguales a los alemanes del Tirol de una extensión inmensa, las ensenadas costeras muy similares a los fiordos del norte de Europa. Hizo hincapié en la gran cantidad de alemanes o de origen alemán que estaban allí y formaban un formidable bastión en aquellas lejanas tierras para cualquier acción de futuro. Poco después, Canaris fue enviado a España, a Madrid concretamente, para realizar el control del tráfico naval enemigo e incluso de países neutrales. Tras buscar agentes capaces de un trabajo como ese, tambien organizó el sistema de aprovisionamiento de los submarinos y barcos alemanes. Todo bajo la falsa identidad que ya le había salvado en una ocasión, Reed Rosas. El wolframio español era muy importante para Alemania y sus acerías y por ello Canaris también organizó el envío clandestino de este material desde las minas de Río Tinto en Huelva, en el suroeste de España. Todo ello fue realizado con gran éxito y por ello Canaris fue llamado a Berlín, pero fue detenido por tropas italianas en la misma frontera italo-suiza. Mientras las autoridades se debatían sobre qué hacer con él, pues creían que era un agente secreto y su devolución a Francia, Canaris huyó disfrazado de sacerdote regresando a España aunque la inteligencia británica ya le seguía los pasos y su falsa identidad ya no era garantía de salvoconducto. En el puerto de Cartagena, Murcia, se embarcó en el submarino alemán U-35, que lo llevó hasta el puerto militar austrohúngaro de Pola (actual Pula, en Croacia), en el mar Adriático.