—¿Qué sucede? ¿Qué significa esto? —El comisario sonrió ante las preguntas de su prisionero.
—Muy simple. Necesitábamos saber el nivel de implicación y conocimiento que usted tenía sobre el anillo. Pero tenía que estar usted relajado y confiado para explicarlo todo. Incluso las personas que han tenido contacto con el anillo. El doctor Pessoa fue quien lo extrajo de nuestro camarada August Stukenbrok. Él también recibirá su «parte» de este asunto. Burton estaba horrorizado y ahora entendía muchas cosas.
—Pero ustedes son brasileños, son policías… ¡Somos aliados contra Hitler! —El comisario rió abiertamente.
—Somos brasileños, sí, pero no somos sus aliados ni nos gusta nuestra involucración en la guerra con su país. Perdemos soberanía. Somos los Camisas Verdes brasileños y siempre hemos defendido y ayudado al fascismo y al nazismo en Brasil. Los doctores Wolff y Pöttering no conocían esta parte fundamental del plan, pero ahora ya la saben. —Burton vio por el espejo como Pöttering reía, poniéndose de pie y acercándose al mismo.
—Ahora la misión seguirá sin usted. Es lamentable, pero si Stukenbrok habla, uno de los círculos más íntimos de seguridad SS en Sudamérica se romperá y eso no podemos permitirlo. —Burton no daba crédito.
—¿Y en el avión? —Agostinho movió la cabeza como indicando la inocencia de Burton.
—La azafata era nuestro enlace a bordo. Ella se encargó de avisarnos de su estratagema. Luego sólo cabía esperar en la pista. Fue muy fácil.
Edward Burton era consciente de que aquella situación era muy difícil para él.
—Y ¿qué sucede ahora, comisario? —La respuesta fue simple, ya que vio como Agostinho enroscaba un silenciador en su pistola y le apuntaba.
—Su viaje termina aquí doctor Burton —Un sonido seco y apagado se oyó, mientras Burton caía pesadamente en el frío suelo, con una bala alojada en su cabeza. El comisario se giró hacia el policía que estaba con él.
—Hacedlo desaparecer. Ya sabéis cómo. ¡Rápido!
Mediados de 1944
Los datos presentados por los doctores Kurt Schroder, Karl Sommer y Konrad Dietrich en Sudamérica y los de los doctores Kurt Debus y Walter Gerlacht en Europa, eran abundantes y precisos. La computadora Z4 había sido determinante para los complejos cálculos orbitales y de trayectoria espacial. Había hecho ganar un tiempo precioso al proyecto base Alpha en nuestro satélite: la Luna.
Este proyecto ya estaba iniciado desde 1942, pero no había sido posible su realización hasta disponer de los motores y naves adecuadas. Desde entonces se había adelantado mucho desde el punto de vista de la ingeniería necesaria, edificaciones y los elementos básicos para la vida a diario en el satélite. Pero de hecho y en función de los resultados militares alemanes, la previsión inicial contemplaba que el proyecto base Alpha sería realizado no antes de 1947. Sin embargo, las nuevas computadores más rápidas y fiables, la alta velocidad del trabajo técnico y científico realizado por el Kammlerstab del doctor ingeniero general SS Hans Kammler en Europa y los diferentes centros científicos en Sudamérica, permitieron avanzar enormemente en el tiempo. Podría ser la base del éxito militar en la Tierra, disponer de esa base en nuestro satélite. Por todo ello, y ante las ventajas obtenidas, este proyecto había apartado a otro menores, para dedicar el máximo de esfuerzo y recursos al mismo.
Algún lugar del cono sur o en la base 211 en la Antártida, podrían ser las rampas de lanzamiento de las diferentes naves y tripulaciones que deberían de completar el complejo trabajo de ingeniería en nuestro satélite. La propuesta de despegue contemplaba la base chilena por ventajas logísticas. Sin embargo, la Antártida sería la base de seguimiento de los vuelos y futuros despegues desde las bases subterráneas en el Polo Sur.
Schutz miraba con detenimiento los tiempos calculados y la zona de alunizaje prevista, el mar de la Tranquilidad. Un mapa de la Luna indicaba la trayectoria de vuelo, los grados y la zona exacta para posarse. Pasaba las hojas y los diagramas con lentitud. El informe indicaba la edificación que debía construirse y las diferentes zonas que comprendía la misma. Una buena parte del trabajo sería en el subsuelo lunar, bajo la edificación principal del complejo. Era una construcción modular, de montaje relativamente fácil y rápido. Era una empresa titánica realizar la previsión sobre el papel, pero los nuevos motores antigravitacionales DKA118 ya eran una realidad. La instalación sobre los discos voladores de cuarta generación, todo realizado en las instalaciones de enclave Dignidad en Chile, había sido un éxito. Las tripulaciones ensayaban vuelos y aterrizajes sobre el desierto de Atacama en el norte de Chile, siempre de noche para despertar las mínimas sospechas o avistamientos posibles. Los resultados de vuelo eran espectaculares y sobre todo fiables.
Helmut miraba la disposición del material a transportar en los discos de transporte. Podrían disponer de quince discos operativos durante el mes de agosto. Habían calculado que necesitarían unos quinientos cincuenta vuelos para trasladar todo el material inicial de construcción y los trabajadores y científicos necesarios sobre el terreno. Los discos permitían vuelos de unas veintisiete horas para llegar a la Luna y una carga unitaria de seis toneladas. Al ser propulsados por motores antigravitacionales, no necesitaban carburante de ningún tipo y su autonomía era casi ilimitada.
—Mira Helmut —dijo Schutz, mostrando una página del informe científico—. Según cálculos matemáticos y basados en espectografía topográfica, puede haber agua en la Luna. —Helmut miró el párrafo que le indicaba Schutz en el informe.
—Eso ayudaría mucho en todo nuestro trabajo. El agua es el complemento de la vida y será vital en los invernaderos proyectados para la autosuficiencia de la base Alpha. Esperemos que se confirme. —Schutz sonrió.
—Esa es la causa de haber elegido el mar de la Tranquilidad. Según el informe, allí hay una de las zonas con un posible acuífero. —Buscó en otras páginas del informe—. ¿Y sabes lo mejor, Helmut? Según los científicos del Kammlerstab en Europa, hay indicios de ¡una posible atmósfera en la Luna! —Helmut puso cara de incredulidad ante esta última afirmación de su compañero
—Siempre se ha dicho que la Luna está muerta y ahora parece que hay agua y una cierta atmósfera. Espero que sea así, pero eso rompe todo lo aprendido por mí en el colegio. Parecía un satélite muerto, sin vida alguna. —Schutz estaba entusiasmado.
—¡Imagínate lo que eso significa para nuestros planes. Es una ventaja el poder crear una base o ciudades en un futuro, que no tengan dependencia directa de la Tierra. ¡Nos permitirá llevar adelante sin restricciones cualquier plan!
Helmut compartía la alegría de Schutz y entendía que aquellos datos, de confirmarse, cambiaban muchas cosas y daban a Alemania una ventaja muy importante, que el enemigo no podía soñar ni remotamente.
—El informe indica que sin contratiempos, para enero de 1945 la base Alpha puede ser cien por cien operativa… ¡Hablamos de medio año, Helmut! —Helmut miraba la información escrita del informe.
—¿Cuándo está previsto el primer vuelo de sondeo hasta la Luna? —Schutz conocía la respuesta.
—Según el doctor Dietrich, a finales de junio podemos enviar uno de nuestros tres discos operativos actualmente al satélite con un equipo completo, que hará toda la prospección topográfica de la zona de alunizaje e instalación y nos traerá muestras del terreno. También hará un sondeo de profundidad y estratos geológicos hasta una profundidad de cien metros. Debemos asegurar el subsuelo ya que el plan indica la importancia del mismo para nuestras instalaciones bajo la superficie.
—Creo que todo pinta muy bien, pero hemos de trabajar aún más rápido, Wilhelm —dijo Helmut, tratando de dar un toque de realismo empresarial a todo lo que habían comentado hasta ese momento—. Desde la muerte de August las cosas se han puesto mucho más difíciles para nosotros en este continente. Chile, sobre el papel, nos declaró la guerra el año pasado, aunque hace la vista gorda todavía a nuestros movimientos gracias al soborno que reciben y la fortaleza de nuestra presencia social e industrial en el país. Algunas de nuestras bases empiezan a ser conocidas por el enemigo y la principal, la Kolonie Waldner 555, está expuesta a un posible ataque aliado ayudado por Brasil. Creo que el haber trasladado el material hasta aquí, en Chile, fue una buena decisión. —Así era, desde finales de abril de 1944, la Kolonie Waldner había desmantelado toda su infraestructura científica y se había trasladado al enclave Dignidad. Toda la instalación subterránea había sido volada y sepultada, quedando algunos vestigios de los barracones de superficie. El barracón de Helmut había sido volado también. Una parte de la historia de Alemania desaparecía con todo ello.
El búnker bajo el subsuelo del enclave Dignidad vibró suavemente en uno más de los cientos de movimientos sísmicos que sucedían cada mes. La falla en los Andes que surcaba todo Chile de norte a sur, se hacía notar, aunque sólo eran ligeros movimientos sin más peligro. Siempre se hablaba del terremoto definitivo, que algún día llegaría, pero en ese momento ese no era un asunto que preocupase a los moradores del enclave. Había otras prioridades.
Helmut, Schutz y el doctor Dietrich bajaron a los hangares donde se guarecían los tres discos voladores operativos y donde se veían operarios trabajando a contrareloj en el ensamblaje y ajustes de otros en pleno proceso de producción. Era una instalación inmensa, con cientos de operarios trabajando en diferentes áreas. Una grúa puente trasladaba por el aire uno de los motores antigravitacionales que iba a ser instalado en uno de los discos. El montacargas se detuvo al llegar al nivel tres. Se acercaron al primero que acababa de regresar de un vuelo de pruebas. Los mecánicos revisaban uno de los tres anclajes hidráulicos que permitían al disco posarse en tierra. Era su tren de aterrizaje. Uno de los latiguillos del sistema hidráulico parecía tener una pequeña fuga y lo estaban reparando.
Tras unos saludos a los operarios, entraron en el disco ya que el doctor Dietrich quería mostrales algo. Allí se encontraba el comandante de vuelo,
Hauptsturmführer
Matthias Berger, rellenando el libro de bitácora de la nave. Tras los saludos de rigor y sin querer robar tiempo al comandante en su rutina, el doctor Dietrich se dirigió a uno de los paneles de control, apretó un botón y al instante las paredes oscuras frente a ellos se convirtieron en unas pantallas que mostraban el exterior perfectamente y ¡en color! Un color vibrante, lleno de vida.
—Quería mostrarles nuestros adelantos en cuanto a la visión externa diurna y nocturna, las pantallas y las cámaras construidas al efecto por las firmas Telefunken y Voigtländer en un trabajo conjunto y ultrasecreto, que ya son operativas en esta nave y lo serán en el resto a partir de ahora. —Schutz se acercó a una de las pantallas en las que se veía el hangar, tocó la pantalla suavemente y se volvió hacia sus compañeros.
Doctor Dietrich, ¡esta imagen es tridimensional!
El doctor Dietrich aprobó con la cabeza las palabras de Schutz.
—Sí, está basado en las
Raum Films
o Filmaciones Espaciales que ya pudieron ver meses atrás cuando se probó el primer motor de esta familia aquí en Chile con el doctor Sommer. Ahora ha sido mejorado y adaptado a la televisión. ¡Un gran trabajo! —exclamó satisfecho. Helmut miraba aquel sistema increíble de imagen. Superaba cualquier idea que hubiese podido tener anteriormente. El doctor Dietrich se dirigió al comandante de la nave—. Cuál es su experiencia de vuelo con este sistema de visión,
herr
Hauptsturmführer
. —Berger dejó el libro sobre un panel y se puso en pie.
—Puedo decirle que al margen del sistema de radar como soporte a la navegación, este sistema de paneles de visión ayuda en maniobras de aproximación, aterrizaje, localización, etc., con alta precisión. Además, en el momento que la nave está en vuelo, las pantallas permiten una lectura instantánea de la distancia sobre el objetivo. Ahora no puedo mostrárselo, pero en la pantalla aparecen unas líneas de diferentes colores, como un tronco de cono hacia el objetivo, que dan el cálculo automático de la distancia sobre el objeto determinado, en vuelo o en tierra, que nos interese. —Tanto Schutz como Helmut, seguían con mucho interés las explicaciones del piloto—. Este sistema de distancia está vinculado a nuestro armamento de a bordo, con lo que en caso de ataque, aéreo o terrestre, nuestras armas disparan siguiendo las instrucciones de distancia que reciben. No hay errores. Es todo un proceso automático. —Helmut estaba impresionado.
—¿Han podido probarlo sobre objetivos reales? —Berger sonrió.
—Hemos tenido la oportunidad, pero tenemos orden de no disparar por ahora. Evitamos cualquier contacto con el enemigo. —Tras un instante—. Sí puedo decirle que hubiésemos derribado y hundido aviones y barcos sin ninguna dificultad y a mucha distancia. Hemos tenido varias oportunidades. Creo que nuestros enemigos ni siquiera hubiesen sabido quién les disparaba…
Tras agradecer las palabras de Berger, el grupo salió del disco y regresaron de nuevo a la zona de trabajo administrativo y mesas de diseño. El doctor Dietrich aún tenía alguna sorpresa más.
—Creo que en alguna ocasión lo he comentado, pero la miniaturización de componentes era aún difícil técnicamente. Ahora con los nuevos transistores realizados por Telefunken y AEG, estamos trabajando para convertir la computadora Z4 en algo más pequeño, montarla en los discos y que controle automáticamente el vuelo. Ahora es manual en su totalidad, ayudado por algunos instrumentos. Queremos que todo el vuelo sea programado de forma automática. Los pilotos siempre tendrán la última palabra, sobre todo en maniobras de aproximación o aterrizaje o situaciones inesperadas, pero el vuelo en sí mismo, lo llevará a cabo la máquina. Todo este trabajo nos llega desde Europa, y pensaba presentarlo en nuestra próxima reunión de trabajo de la semana que viene. La verdad es que me siento muy orgulloso de lo que estamos haciendo.
Helmut afirmó las palabras del doctor Dietrich, pero tenía claro que todo aquello lo desconocía y que no había sido informado previamente, al igual que Schutz. No le dio más importancia, ya que sabía que los científicos y sobre todo los de las nuevas especialidades que iban surgiendo, eran como los artistas, algo ácratas administrativamente hablando y tomaban decisiones por su cuenta. Reconocía que esas decisiones eran acertadas hasta ese momento y habían hecho ganar mucho tiempo. Así y todo, Helmut debía dejar clara su posición en todo el proyecto.