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Authors: Inma Sharii

Tags: #Intriga, #Drama

Irania (32 page)

BOOK: Irania
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—Está ahí —le dije a Kahul como si él también pudiera ver lo que señalaba mi mano.

—Lo estás haciendo muy bien Irania.

Caminé hasta la argolla y me senté debajo de ella.

Volví de nuevo a mis recuerdos y vi la escena tal como la había grabado en mi mente de niña.

El ritual seguía.

Uno de los seres se acercó a ella y la destapó.

Negué repetidas veces con mi cabeza.

—Sigue, Irania, debes terminar con esto. Tienes que dejarlo ir, ya no te volverá a hacer daño.

—No puedo verlo, es muy duro.

Pero mi corazón ya ansiaba la libertad.

Destapé la manta y la vi. Ya sabía que estaba allí pero no quería revivirlo.

—¡Aurora!

Las lágrimas rodaban por mis ojos mientras veía como el reptil iba convirtiéndose en hombre mientras se iba acercando a mi hermana.

Aurora estaba gritando, movía su cuerpo pero tenía las manos y los pies atados como yo me había visto a mí misma en la regresión.

Me miraba con ojos suplicantes, como si yo pudiera ayudarla, no dejaba de mirarme. Hasta que el hombre con capucha se subió al altar y se colocó sobre ella.

—¿Quién es Aurora?

—Mi hermana, me obligaron a mirar —le dije entre llantos— Me ataron y me obligaron a mirar como la violaban.

—¡Dios mío!

Kahul se sentó junto a mí y me abrazó.

Las imágenes persistían, deseosas de liberarse de mi subconsciente. Pero yo no quería seguir viendo.

—Aurora me pide ayuda. Lo veo en sus ojos, pero yo no puedo hacer nada. Estoy asustada. No entiendo qué pasa, soy más pequeña que ella y no entiendo por qué está ahí.

—¿Quién os está haciendo esto?

—Iban encapuchados, vestidos de negro y con el símbolo del techo en color rojo grabado en su pecho.

—¿Estos son los lagartos de los que hablabas?

Volví al recuerdo y miré hacia el altar. El encapuchado que estaba sobre mi hermana se deshizo de la túnica mostrando todo su cuerpo. Giró su rostro y me miró.

—¡No! No puede ser, no. No lo entiendo. No puede ser.

Me repetía una y otra vez. Mi llanto se hizo más profundo y desgarrador, me abracé a Kahul con fuerza y oculté mi rostro sobre su pecho.

—No era un lagarto, era mi padre. ¡Mi propio padre!

Lloré de rabia, de asco, de impotencia, mi mente me había protegido como una madre lo haría con su hija. Me había intentado evitar el sufrimiento que yo había experimentado cuando tenía cinco años de edad. No sabía la de veces que nos habrían bajado a aquellos túneles en mitad de la noche. Pero habrían sido muchas en las que mi hermana y yo habíamos sido víctimas de repetidas violaciones y no solo de mi padre sino de todo el grupo.

Reptiles, ninguna asociación podía haber sido más apropiada para ocultar el acto más horrible que se puede cometer contra la inocencia de un niño.

Estuvimos largas horas dentro de la caverna, hasta que me vi con fuerzas para caminar.

Los ojos me escocían de tantas lágrimas que derramé. La garganta me dolía pero a la vez sentía alivio y más paz en mi alma.

Kahul había estado tomando apuntes en su cuaderno y había estado haciendo fotos con su móvil.

—Lo has logrado, has abierto y liberado tus recuerdos. Jamás volverán a perturbarte. Los monstruos ya tienen rostro. Estoy muy orgulloso de ti.

Antes de salir de la caverna miré atrás y sentí como las imágenes que habían quedado grabadas en la sala, se desvanecían poco a poco. La luz había entrado, había iluminado la oscuridad y ahora desaparecían viajando a través de los rayos del sol hacia el cielo.

Salimos del bosque y caminamos hasta el lugar donde había dejado la moto Kahul.

Kahul se colocó el casco y la puso en marcha para poder emprender el viaje de vuelta. Ya todo había cambiado. Ya no era la misma persona, Sandra iba muriendo poco a poco, casi ya no tenía vida.

Me sentía diferente, aunque dolida en el fondo de mi alma, mi corazón sentía alivio.

Me subí a la moto, me coloqué el casco y miré atrás.

De repente el cuerpo se me tensó; la niña del bosque me miraba entre los árboles, parecía triste.

Kahul aceleró y la dejé atrás como muchas otras cosas.

El viaje de vuelta se me hizo largo. Hacía años que no montaba en moto. Aunque sentir la cercanía de su cuerpo, me había hecho olvidar el miedo que me daba la velocidad.

Pasada una hora de viaje, hice parar a Kahul en el área de servicio de un pequeño pueblo, para poder estirar mis entumecidas piernas.

Había una gasolinera muy pequeña y una zona ajardinada al lado de un riachuelo.

—Parece ser buen sitio para comer algo. Ahora vengo —dijo Kahul mientras caminaba hasta la tienda de la gasolinera.

Me dirigí a los asientos de madera que miraban hacia el río. El murmullo del agua volvió a transportarme hasta la cascada, y luego hasta la caverna, y luego hasta el altar.

Solté un largo suspiro y apoyé las manos sobre mi frente. Froté mis ojos y volví a soltar un suspiro.

Me sobresalté. Sentí una vibración dentro de mi bolso y luego la canción de “Amigos para siempre” de los Manolos.

Removí en mi bolso y cogí el teléfono que me había regalado Lila.

Sonreí al comprobar que Lila se había entretenido con las aplicaciones del teléfono antes de regalármelo, configurándome una melodía muy propia de su gusto.

—¿Diga?

Escuché unos sollozos.

—¿Lila, eres tú? —pregunté.

—Sandra, estoy en la comisaria con mi primo. Un hombre ha entrado en mi casa, se ha hecho pasar por cliente y luego me ha forzado a decirle dónde estabas. Intenté negar que te conociera pero tenía información de nuestros encuentros. Sandra te han estado siguiendo desde hace algún tiempo.

—¡¿Qué?! ¿Pero estás bien?

—Me ha amenazado con un cuchillo. Me obligó a hablar, tenía mucho miedo. Estoy muy nerviosa le he tenido que contar lo de Kahul, pensé que iba a matarme.

—No puedo creerlo. Lo siento mucho, Lila.

—No podéis volver a su casa. ¡Estarán vigilándoos!

—Gracias, Lila.

Colgué y todavía con la mano temblorosa me dirigí hasta la tienda, pero Kahul ya salía con bebidas y dos bocadillos en las manos.

—¡Kahul, saben que estamos juntos! Me están buscando.

Comencé a caminar de un lado para otro.

—Tranquila Irania, estamos a salvo.

—No, también te buscan a ti. Saben que estás conmigo y han ido seguro a tu casa.

—Después de lo que te hizo tu padre no entiendo porqué está buscándote. Es repugnante.

—Mi madre odia los escándalos y querrá evitar a toda costa que se propague el rumor de mi fuga. Por eso todavía no hemos salido en los periódicos. Ellos lo están solucionando a su manera. Han contratado personas que harán lo que sea para encontrarme. Incluso han llegado a amenazar de muerte a mi amiga.

—¡¿Pero qué clase de personas son tus padres?! Bueno… después de todo si pertenece a esa secta, no debería extrañarme hasta dónde son capaces de llegar por mantener el control.

Bajé la mirada.

—¿Qué hacemos ahora? No puedo ir a ninguna de mis casas, todas estarán bajo vigilancia.

Kahul permaneció en silencio por unos segundos.

—Espera aquí, voy a hacer una llamada desde el teléfono público de la tienda. Toma —dijo ofreciéndome un bocadillo—, necesitas coger fuerzas.

Condujimos durante dos horas más en dirección a la costa. Kahul me había dicho que ya estaba solucionado. Un amigo suyo del cual me dio pocos detalles, le había dejado una casa que tenía en la playa que nadie usaba durante el invierno.

La casa estaba en una urbanización cerca de Blanes.

Cuando paramos frente a la verja me preguntó:

—¿No tendrás amigos por aquí?

Miré a mi alrededor.

—No, es una zona de clase media. Mis amigos jamás comprarían nada por aquí.

Kahul me sonrió.

—Perfecto, entonces.

Bajamos de la moto y Kahul saltó la pequeña verja de piedra que delimitaba el terreno. Me ayudó a saltar y entramos a la propiedad.

Era una casa pintada en blanco y con tejas rojas, con ventanas de aluminio blanco, de una sola planta. El césped estaba en muy mal estado y el jardín lucía desaliñado con mala hierba entre las plantas. Se notaba que hacía meses nadie iba por allí.

Kahul buscó la llave que escondían los dueños. Aunque su amigo le había dado algunas señas por el teléfono, encontrar la maceta donde la guardaban no fue fácil. Me uní a la búsqueda y tras un cuarto de hora apareció debajo de un tiesto con aloe vera.

—Se nota que tu amigo no distingue entre un cactus y una margarita.

Kahul rió.

La casa estaba helada y olía a cerrado. Me mareaba el olor y aunque hacía frío abrí todas las ventanas y puertas para que se ventilara. El chalet, tenía tres habitaciones grandes y un solo cuarto de baño. La cocina era pequeña, con escasos armarios, aunque tenía todo lo indispensable para cocinar.

Pasado un rato, Kahul entró con varios troncos y algo de ramas para encender la chimenea que presidía el salón comedor de la vivienda.

Me quedé sentada en el sofá y observé la escena de lejos. Pensé en lo inútil que me sentía ahí mirando mientras él se esforzaba para que la leña húmeda prendiera. Sentí que muchas cosas tendrían que cambiar ahora que ya no disponía de mi posición y quería hacerlo.

Me senté en el suelo junto a él y le fui pasando ramitas de pino. Soplé junto a él para darle energía a un fuego débil, que amenazaba con dejarnos helados durante toda la noche.

Kahul giró el rostro y me miró. Había dulzura en él.

—¿Quieres que baje al pueblo a traerte algo para cenar?

—No tengo hambre, gracias.

Por fin el fuego prendió y los troncos comenzaron a arder.

—¿Ves? Tu atención ha sido necesaria para avivarlo.

Las lágrimas volvieron a humedecer mis ojos.

—¿Qué te pasa, Irania?

Tenía un doloroso nudo en la garganta e intentaba contenerme de llorar de nuevo.

—Gracias por todo, no sé que hubiera hecho sin tu ayuda y después de todo lo bueno que has sido conmigo. ¿Cómo te lo pago? Robándote tu vida. No es justo para ti, no mereces esto.

—No tengo nada que puedan robarme. Lo más valioso que tengo lo llevo siempre conmigo —dijo señalándose en el pecho.

—¿Y tu trabajo?

—¿En el
pijocentro
? ¿Rodeado de ricachonas aburridas que me abordan en los pasillos, llenas de regalos y proposiciones indecentes? Bueno, creo que ya cumplí mi misión allí, de hecho tengo mi misión delante de mis ojos.

Me miró fijamente y se le formó una pícara sonrisa en los labios.

—Creo firmemente en lo que nos ha unido y si te he ayudado a sacar tus recuerdos y eso te sirve, también servirá a otros. Me doy por pagado, somos familia espiritual ¿Recuerdas?

—¡Ojalá te hubiera conocido mucho antes! Me habría ahorrado tanto sufrimiento… —me lamenté.

—Bueno me habrías conocido de otro modo. Yo también pasé por una etapa difícil, ya te lo conté. Pero creo que sin eso, no tendría la fortaleza que tengo ahora para continuar adelante. También te pasará a ti, y llegarás a ver el pasado como algo que te ayudó a renovarte, a ser la mujer que eres ahora.

—Siento que todavía no he terminado, todavía hay cosas que zanjar.

—Lo sé.

Kahul se levantó, sacó un colchón de una de las habitaciones y lo puso sobre el suelo junto al sofá.

—No llega el calor a las habitaciones, creo que será mejor que durmamos aquí junto al fuego.

Luego trajo dos mantas y dos almohadas con él.

Me tumbé en el sofá y me tapé con la manta que desprendía un intenso olor a naftalina. Kahul se acostó en el colchón del suelo y desde allí iba lanzando, de vez en cuando, troncos sobre las ascuas.

Decidí cerrar los ojos y dormir pero las imágenes venían a mi mente. Volvía a vivir una y otra vez la escena que había recordado, y pensé en Aurora.

Ahora tenía la seguridad de que era cierto, tenía argumentos que me respaldaban y una prueba física, que me decía que yo también había estado allí. Pensé en mi hermana y en lo bien que lo había encajado. Imaginé que lo habría olvidado por completo o que la vergüenza no le habría permitido contarlo. Tenía ganas de hablar con ella y contárselo todo. Tenía la necesidad de hacerlo y ese deseo persistió conmigo toda la noche.

No podía dormir aunque mi cuerpo estaba agotado. De vez en cuando miraba hacia el suelo y observaba a Kahul. El fuego iluminaba su rostro. Nada le perturbaba, parecía estar profundamente dormido. Me sorprendía lo poco apegado que estaba a las cosas materiales, a la facilidad con la que podía desprenderse de trabajos, objetos y personas. Lo sentía libre, y yo en aquellos momentos miraba a mi alrededor y me decía a mi misma que también estaba viviendo esa libertad junto a él. Sentí una sensación muy agradable, intensa.

Alargué mi mano y la conduje hasta su rostro. Pasé mis dedos por encima de su cabello, dibujé el perfil de su cara, me detuve en sus labios y sentí el calor que emanaban pero no me atreví a rozarlos aunque mi corazón me lo pedía a gritos. Retrocedí el brazo y volví a dejarlo bajo la manta y me quedé dormida contemplándolo, reprimiendo el deseo que ardía bajo mi pecho.

Ahora siento, que los días que pasé con Kahul en la costa, habían sido un modo de re-conectarme a mi propia esencia. Alejada del caos de la ciudad, de mi familia, de médicos, psiquiatras que opinaban, juzgaban y valoraban, lo que era correcto e incorrecto. Alejada de toda influencia, pude sentir por primera vez, como iban diluyéndose los
alter ego
que me había construido a lo largo de la vida y que habían convivido conmigo sin yo ser consciente de ellos.

Capítulo 25

Percibí el llanto de tus miedos

y acudí para que te acurrucaras

entre el vaivén de mis dedos.

Dos días después de estar en la casa decidí bajar caminando al pueblo más cercano con el poco dinero que me quedaba. Kahul se había marchado a la ciudad para intentar rescatar parte de los ahorros que tenía en su apartamento. Me había horrorizado la idea de que pudieran hacerle daño, pero me había asegurado que tenía un plan. No me quedé muy tranquila pero tras abrazarme me dijo que los ángeles cuidaban de nosotros. Tenía que creerle, después de lo que le había sucedido en el desierto y lo que yo había vivido en la clínica no me quedaba dudas de que ellos nos protegían por alguna razón.

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