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Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

El rebaño ciego (30 page)

BOOK: El rebaño ciego
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Estaba un poco nervioso, porque actualmente daba una enorme importancia a la realización de su programa de simulación mundial. Desde el descalabro financiero sufrido por Angel City, primero con la avalancha de Towerhili, y ahora debido a la epidemia de enteritis —habían conseguido un notable éxito persuadiendo a sus clientes más jóvenes a establecer pólizas de seguro de vida sobre sus bebés a su mismo nacimiento, y tenían que pagar ya más de diez mil pólizas—, se habían visto obligados a buscar todos los medios posibles de aligerar la situación, incluso alquilando sus ordenadores a precio bajo a usuarios nocturnos y de fin de semana. Grey necesitaba un patrocinador alternativo.

Tras pasar revista a todas las compañías más importantes, había decidido que el trust Bamberley cumplía con todos los requisitos. Tenían un gran capital; disponían de capacidad de ordenador inutilizada, puesto que era primariamente una firma de inversiones, y utilizaba únicamente sus ordenadores para análisis de mercado; y estaba desesperadamente necesitado de algo que relanzara su imagen pública. La investigación de las Naciones Unidas sobre el desastre de Noshri no había sido capaz de poner en claro cómo había sido introducida la droga peligrosa en el Nutripon, y la ausencia de una exoneración de la firma había permitido que las sospechas continuaran.

Había enviado por delante un estudio detallado de su proyecto, con apéndices describiendo algunas aplicaciones prácticas del programa completo. Obviamente lo había hecho de forma persuasiva, puesto que había sido invitado a acudir a Nueva York para discutir el documento.

Y, menos de cinco minutos después de haber entrado en el despacho de Greenbriar, supo —para emplear una metáfora que era especialmente adecuada en el territorio de Bamberley— que había encontrado petróleo al primer golpe de pico.

Naturalmente, con Nueva York en aquel estado, uno podía esperar que la gente apreciara las potenciales ventajas de su proposición.

QUEMAR LOS PUENTES ANTES DE PASAR POR ELLOS

Presidente:
Mis disculpas por los repetidos aplazamientos de esta reunión, damas y caballeros, pero… esto… como saben muy bien, ha sido debido al hecho de que el destino no ha sido lo bastante gentil como para hacer que nuestras varias indisposiciones coincidieran. Para las actas, soy Edward Penwarren, y soy el representante especial del Presidente en este asunto. Creo que todos ustedes conocen al señor Bamberley, pero desearía llamar su atención sobre la presencia del capitán Advowson… perdón, el mayor Advowson, delegado especial del equipo de observadores de las Naciones Unidas que estuvo en Noshri. Felicitaciones por su ascenso, mayor; creo que es algo muy reciente. ¿Sí, senador?

Senador Howell (Republicano, Colorado):
Desearía que constara en acta que me opongo rotundamente a la presencia aquí de ese extranjero. He proclamado repetidamente, tanto en público como en privado, que este es un asunto puramente interno y que las Naciones Unidas no tienen derecho a inmiscuirse…

Advowson:
Senador, llevo intentando marcharme de su condenado país desde hace más de un mes. Hiede, y lo digo en su sentido más literal. Nunca me he sentido tan enfermo en mi vida. Nunca me ha dolido tanto la garganta ni he sufrido tanta diarrea. Y nunca antes me había visto mezclado en un atentado con explosivos.

Presidente:
Caballeros, por favor…

Howell:
¿No es eso prueba suficiente de que cualquier cosa que ese hombre diga o haga estará dominada por los prejuicios?

Advowson:
Al infierno los prejuicios. Basada en las experiencias de mi primera y espero que última visita a…

Presidente:
¡Orden! Mayor, ¿debo recordarle que está usted aquí bajo invitación? Y en cuanto a usted, senador, debo hacerle observar que el presidente en persona aprobó la composición de este comité como idónea a las exigencias de la situación. Muchas gracias. Y ahora, la razón primordial de esta reunión es un informe que aún no ha sido anunciado públicamente, pero que me temo será entregado casi con toda seguridad a los delegados de las Naciones Unidas en los próximos días, debido a que una copia de él ha desaparecido. No voy a entrar en detalles sobre él, puesto que el asunto se halla
sub judice
. Pero en resumen se trata de un informe confidencial del Servicio de Sanidad de los Estados Unidos referente al estado de algunos de los supervivientes de… esto… el poblado de San Pablo. Perdón, mayor; ¿desea decir usted algo?

Advowson:
Solamente: «¡Ajajá!»

Howell:
Si esta es su idea de una constructiva contribución a…

Advowson:
Es simplemente que he estado oyendo algunos rumores…

Presidente:
¡Orden! ¡Orden! Gracias. Sí, como iba diciendo, ese informe. Tiende… esto… a la conclusión de que los supervivientes de San Pablo, muestran muchos síntomas idénticos a los registrados en Noshri. Ahora debo señalar inmediatamente un punto. Hace tiempo ya, el doctor Duval en Paris analizó el Nutripon de Noshri. Nuestra firme creencia de lo ocurrido es esta: los tupas han conseguido preparar una sustancia similar, que produce los mismos efectos, y la han administrado deliberadamente a los indefensos civiles para desacreditar la intervención de los Estados Unidos en Honduras. ¿Qué ocurre, mayor?

Advowson:
No importa. Prosiga.

Presidente:
En apoyo de esta suposición, presentaré el siguiente punto. Si… y digo si… el Nutripon se hallara de nuevo en las raíces del problema, los síntomas hubieran sido observados hace ya tiempo, en enero quizá, cuando se estaba realizando la búsqueda del doctor Williams y de Leonard Ross. Sin embargo, la primera mención de trastornos mentales detectables, según la investigación de los Servicios de Sanidad, no se produjo hasta marzo, y fueron tan… esto… tan poco reconocibles en aquellas circunstancias con la necesidad de interrogar a tupas sospechosos de serlo y todo lo demás, que… Bien, el asunto es que una proporción muy pequeña de las personas detenidas para ser interrogadas mostraron alguna anormalidad mental, y no fue hasta principios de abril que fueron reconocidos algunos síntomas lo suficientemente serios como para aconsejar un examen psiquiátrico más profundo y un… esto… eventual análisis de suero y todo lo demás. Me temo que no soy un experto en esto, simplemente estoy citando el informe. ¿No es así, señor Bamberley?

Bamberley:
Creo que San Pablo fue el primer lugar donde se nos pidió que enviáramos Nutripon. Auxilio Mundial nos pasó el pedido poco antes de Navidad y lo servimos inmediatamente, gracias a que mis trabajadores no dudaron en dedicarle mucho tiempo extra. Nunca he oído que la gente de allí de Auxilio Mundial observara algo fuera de lo normal.

Presidente:
Bueno, me temo que eso fuera imposible. Su agente local era el señor Ross, ¿no? Y murió. ¿Sí, mayor?

Advowson:
¿Puedo preguntarle al señor Bamberley para cuántas personas era el contrato? Quiero decir, ¿a cuánta gente se suponía que había que alimentar, y durante cuánto tiempo?

Bamberley:
Creo que tengo esos datos… Sí, aquí están. Un centenar de adultos y ochenta niños, inicialmente durante dos días a fin de llevar algo de alivio inmediato.

Advowson:
Bueno, incluso a un kilo por persona y día; ¡eso no suena como demasiada cantidad!

Bamberley:
Estábamos cerca de las vacaciones navideñas, recuerde. Era lo que había quedado del contrato anterior, entienda… únicamente, como usted dice muy bien, un poco más de un centenar de kilos para el poblado más afectado. Enviamos cantidades mucho mayores inmediatamente después del Año Nuevo, toneladas y toneladas, ¡y no ha habido ninguna reclamación sobre ese lote!

Advowson:
¿Me permite preguntarle algo, señor Presidente? ¿Cuántos supervivientes han mostrado estos desarreglos mentales?

Presidente:
Sólo unos doce a quince, incluidos los niños.

Advowson:
¿Ello es debido a que sólo unos doce o quince de los habitantes del poblado fueron detenidos por sus simpatías con los tupamaros, o porque todos los demás fueron muertos?

Howell:
¡Sus simpatías con los tupamaros! ¡Maldita sea, todo lo que dice ese hombre surge directamente de su propia engañosa propaganda! ¡Señor Presidente, solicito que sea expulsado del comité!

Presidente:
¡Senador, le agradeceré que no se arrogue el derecho a darme órdenes! Me gusta que se haya formulado esta pregunta, aunque no apruebe la forma en que ha sido hecha, porque esa es exactamente el tipo de pregunta que deberemos responder en las Naciones Unidas. Mayor me temo que el informe no lo especifica, pero gracias por llamar mi atención hacia ese punto: intentaré saber la respuesta. Ahora, el señor Bamberley sabe cuál es la cuestión que sigue, creo.

Bamberley:
Sí. Parece que no tenemos alternativa. Hay una gran cantidad de Nutripon aún en los almacenes, que fue preparada antes de ser instalados en nuestra planta los nuevos sistemas de filtraje. Se nos ha sugerido que deberíamos destruirlo con un máximo de publicidad hacer que su destrucción fuera confirmada por un testigo irrecusable… el mayor aquí presente, si él está dispuesto a ello, y también un científico de reputación internacional, Lucas Quarrey por ejemplo…

Howell:
¡Ese bastardo antiamericano! ¡Usted está loco!

Presidente:
Senador, usted no lo comprende. Las nuevas instalaciones en la factoría deben ser aprobadas por alguien que nadie pueda acusar de… de lacayo del imperialismo o cualquier otro epíteto semejante. El profesor Quarrey no tiene reputación de guardarse lo que piensa, como muy correctamente señala usted. Su opinión puede ser de mucho peso en el extranjero. Ahora, si puedo continuar…

Howell:
No he terminado. Jack, ese almacenamiento puede estar valorado en mucho dinero. ¿Como cuánto?

Bamberley:
Aproximadamente medio millón de dólares. Y las modificaciones de la planta han costado casi lo mismo.

Presidente:
Naturalmente, habrá compensaciones.

Howell:
¿Y de qué bolsillo van a salir? ¿Del de los contribuyentes, como siempre?

Presidente:
Senador, debemos pensar en ello como la prima de una póliza de seguros. ¿No se da cuenta usted de en qué situación desesperada se halla este país en este mismo momento? Necesitamos poner esa planta de nuevo en funcionamiento, y borrar los prejuicios contra el Nutripon antes del otoño, porque estamos casi seguros de que vamos a tener que distribuir el producto aquí mismo en casa. Durante las últimas semanas treinta y cinco millones de personas han estado enfermas durante una semana o más. Fábricas granjas, todo tipo de servicios públicos, han debido cerrar o han visto su producción notablemente disminuida. Y según el Departamento de Salud, Educación y Bienestar Social, nos dirigimos a un segundo ciclo de la epidemia debido a la escasez de agua, que nos obliga a reciclarla antes de que haya sido completamente esterilizada. Todas las advertencias del mundo de no beber agua de los grifos no impedirán que la gente atrape aquí y allí la bacteria una segunda vez. Y usted sabe lo que hizo en Honduras, ¿verdad?

Advowson:
Probablemente no lo sepa. Dudo que lea los comunicados de prensa uruguayos, y ustedes han mantenido el asunto a buen recaudo.

Presidente:
Cállese, mayor. Disculpe. En un cierto sentido tiene usted razón, aunque me duela tener que admitirlo. La publicidad no hubiera sido buena para la moral de la gente, ¿no cree?

Howell:
¿De qué infiernos están ustedes hablando?

Advowson
: Del Décimo Cuerpo Antirrevolucionario, imagino.

Presidente:
Maldita sea, sí, por supuesto. Senador, no efectuaron simplemente una acción estratégica de retirada debido a su debilitada condición, como se dijo en los media. Fue algo como no se había visto nunca desde la Primera Guerra Mundial. Echaron a correr. Estaban enfermos. Tenían más de cuarenta de fiebre, y la mayoría deliraban. Supongo que eso es una disculpa. Pero significa que todo el equipo del Cuerpo cayó intacto en manos de los tupas. Como resultado de ello Tegucigalpa tuvo que ser aprovisionada desde el aire, y puede que tengamos que evacuar al gobierno de un día para otro. Y por supuesto todos los ghettos de todas las grandes ciudades están llenos ahora de militantes negros protupas, y puede usted imaginar lo que ocurrirá si no podemos limpiar el nombre del Nutripon antes de que tengamos que distribuirlo como raciones de socorro. No contentos con envenenar a inocentes campesinos hondureños, ¡vamos a iniciar operaciones de genocidio también contra los negros americanos! Esta es la situación, y eso es lo que debemos prevenir a toda costa.

EL MOVIMIENTO SUBTERRÁNEO

Lem Walbridge había edificado su fortuna sobre las doscientas hectáreas que le había dejado su padre, y ahora poseía más de mil quinientas todas ellas plantadas con productos hortícolas: patatas, judías, lechugas, remolachas, más algo de maíz y girasol —por el aceite— y unas pocas exquisiteces para gourmets como calabacines y escorzoneras. El hombre del Departamento de Agricultura lo conocía muy bien.

—¡Jamás había visto nada parecido! —dijo Lem por décima vez, saltando de su jeep al borde de un campo de enfermizas remolachas. Arrancó una al azar y la mostró, agitada con horribles gusanos retorcientes—. ¿Y usted?

El otro asintió.

—Sí. Hace unos días. Justo al otro lado de esas colinas.

—¿Pero qué demonios son esas cosas? ¡Cristo, si esto sigue me voy a arruinar! Actualmente ya no puedo llevar al mercado más que la mitad de mi cosecha habitual y a menos que pare a esos asquerosos bichos… —Lanzó la carcomida remolacha con un resoplido de furia.

—¿Compró algunos gusanos de tierra este año?

Lem parpadeó.

—¡Bueno, claro que sí! Uno tiene que hacerlo. Para mantener el suelo en buenas condiciones.

—¿Echó algunos por aquí?

—Supongo que quizá sesenta, setenta litros, como siempre. Pero saqué la licencia, todos ellos fueron aprobados.

—¿Los compró a La Fertilidad de las Plantas en San Clemente?

—¡Por supuesto! ¡Siempre lo hago! Están en el negocio desde hace más tiempo que cualquier otro. La mejor calidad. Y abejas, también.

—Ajá, me temía esto. Venden sus productos por todo el país, ¿no es así? Hasta Nueva Inglaterra.

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