El nazi perfecto (47 page)

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Authors: Martin Davidson

Tags: #Biografía

BOOK: El nazi perfecto
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Ibídem, p. 427.
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J. K. Engelbrechten, Eine Braune Armee Ensteht: Die Geshichte der Berlin-Brandenburger SA, Berlín, 1937 (Surge un ejército pardo: la historia del Berlín-Brandenburger SA).
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No gozaba del apoyo que tenía el general Hindenburg, su colega comandante del ejército alemán en la Primera Guerra Mundial. Kessler le describe de este modo: «Es tremendo que de 1916 a 1918, el periodo más horrible de la historia alemana, un hombre tan atrozmente desprovisto de juicio político ejerciera un control dictatorial sobre nuestro destino […] Hemos sido víctimas de botarates y aventureros, no de grandes aunque desventurados soldados. Sus proezas mancillan retrospectivamente nuestra historia. Ludendorff desciende al nivel de un genio profesional idiota que además era un oportunista implacable», Kessler, Diaries, p. 121.
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[68]
Ian Kershaw, Hitler: 1889-1936: Hubris, Londres, 2000, p. 269.
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Se situaban a la izquierda del movimiento, primero los socialistas y después los nacionalistas. Ambos tenían valores mucho más explícitamente antiburgueses, hasta el punto de que parecían culpables de la suprema herejía: ser pro rusos. Goebbels, en particular, no tenía empacho en mostrar su admiración temerosa, si no por la política del bolchevismo, sí al menos por haber conseguido derrocar el ancien régime corrompido de los Romanov.
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«Me sentí destrozado. ¿Qué clase de Hitler? ¿Un reaccionario? Asombrosamente torpe e inseguro; la cuestión rusa: completamente, por cierto. Italia e Inglaterra, aliados naturales. ¡Terrible! Nuestra tarea es aplastar al bolchevismo. ¡El bolchevismo es una creación judía! Tenemos que ser los sucesores de Rusia […] Breve conversación, Strasser habla. Vacilante, tembloroso, patoso, el bueno y sincero Strasser. Dios, qué mala pareja formamos para esos cerdos de allí […] Probablemente una de las mayores desilusiones de mi vida. Ya no creo plenamente en Hitler. Eso es lo tremendo: me han arrebatado mi apoyo íntimo», ibídem, p. 275.
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Como explicaba un estudiante de dentista de Prusia Oriental: «Un no nazi que no haya experimentado el enorme poder elemental de la idea de nuestro Führer nunca entenderá nada de esto. Pero permítanme decirles a esa gente lo que constituye la verdad más profunda; siempre que trabajaba para el movimiento y ponía empeño en colaborar con el Führer, lo hacía convencido de que era lo más noble y elevado que se podía hacer por Adolf Hitler y en consecuencia por Alemania, nuestro pueblo y nuestra patria […] Si digo tan poca cosa en mi currículum sobre mi vida social, mi empleo, etc., es sólo porque mi vida auténtica, el verdadero contenido de mi vida es mi trabajo y mi compromiso con Hitler y con una Alemania nacionalsocialista […] Hitler es la más pura personificación del carácter alemán, la más pura encarnación de una Alemania nacionalsocialista», Merkl, Political Violence, p. 397.
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Tal como Kessler observó agudamente ya en febrero de 1919: «Hay tres ideas y estructuras de poder principales que contribuyen a la real división internacional y que chocan entre ellas: el clericalismo, el capitalismo (incluidos el militarismo, su vástago, y el imperialismo) y el comunismo. Los tres protagonistas de nuestra época son el Papa, Wilson y Lenin, y cada uno detenta un poder enorme y básico y cuenta con el apoyo del potencial humano […] Alemania se está empantanando furtivamente en el clericalismo mientras el bolchevismo forcejea con él, desde dentro y desde fuera, y el capitalismo, por mediación de Wilson, le ofrece un papel de cenicienta en su propia mesa. Por consiguiente, se ha entablado la lucha por la conquista de Alemania. La conquista de su alma, la fuerza inherente de su pueblo y sus ventajas como campo de maniobra. Todas las partes intuyen que la batalla decisiva de esta catástrofe mundial tiene que librarse aquí», Kessler, Diaries, p. 65.
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Un ingeniero de caminos nacido en 1876 lo expresó así: «Mi principio de acción siempre fue destruir las asociaciones contaminadas por el virus de la socialdemocracia y el comunismo y perturbar sus reuniones por medio de interrupciones. Me afilié al DNVP [Deutschnationale Volkspartei, Partido Nacional Alemán del Pueblo] después de los días gloriosos de la república de noviembre. Al cabo de apenas un año empezó a surgir la cuestión judía y […] corrí […] al ayuntamiento de Charlottenburg. Pero tampoco me quedé allí, porque se estaba propagando la idea völkisch y me afilié al DNVP, del que llegué a ser tesorero. Ocupé este cargo durante dos años, hasta que tuve las primeras noticias sobre nuestro Führer, Adolf Hitler. Después, un hermoso día, otra persona que ahora milita en el partido y yo disolvimos el movimiento völkisch en Charlottenburg para ceder el paso al NSDAP», Merkl, Political Violence, p. 354.
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[74]
Abel, Why Hitler Came to Power, p. 240.
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[75]
Para los antisemitas nazis, los judíos no sólo son mentirosos, sino que son una mentira, como Hitler explicó con detalle en uno de los pasajes fundamentales de Mi lucha: «Los primeros que conocen esta verdad relativa a las posibilidades de este uso de la falsedad y la calumnia han sido siempre los judíos, pues en definitiva toda su existencia se basa en esta única y gran mentira, a saber, que son una comunidad religiosa, siendo en realidad una raza, ¡y qué raza! Una de las más grandes mentes de la humanidad les ha desenmascarado para siempre como tales en una frase eternamente certera que expresa una verdad fundamental: les llamó “los grandes maestros de la mentira”. Y cualquiera que no admita esto o se niegue a creerlo nunca podrá contribuir al triunfo de la verdad», Mein Kampf, Londres, 1992, p. 211.
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[76]
Hugh Trevor-Roper, The Last Days of Adolf Hitler, 2.ª edición, Londres, 1995, p. 3.
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[77]
Piers Brendon, The Dark Valley: A Panorama of the 1930s, Londres, 2000, p. 91.
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[78]
Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 11.
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[79]
Alexandra Richie, Faust’s Metropolis: A History of Berlin, Londres, 1998, p. 225.
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[80]
Brendon, The Dark Valley, p. 92.
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[81]
Ibídem.
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[82]
No es de extrañar que Bruno considerase que uno de los momentos más importantes de sus carreras nazis fue cuando todos se juntaron para su primera manifestación colectiva de fuerza: «9-10 de octubre de 1926: El primer día de la libertad nacionalsocialista en el mercado de Brandeburgo de Potsdam», escribió un aprendiz de jardinero, nacido en 1905, «seiscientos camisas pardas al mando del dirigente de las SA Kurt Daluege desfilamos a lo largo del itinerario antiguamente seguido por el general Lützow para hacer su entrada en Potsdam […] Aquella noche, en el salón de fiestas del puerto de dirigibles, nos habló el doctor Goebbels, tambor de la región de Ruhr. Su discurso transformó la sala en un oficio litúrgico. El lugar ya no se asienta en las arenas de Brandeburgo, sino que es una catedral en las llanuras de Flandes. Los jóvenes voluntarios del ejército son ahora los feligreses que se apretujan para acercarse cada vez más al altar […] El doctor Goebbels ya no habla como un hombre del partido, sino como un Führer que ha regresado del fuego en las primeras líneas del frente para aleccionar a los nuevos reclutas y conducirles a la batalla», Merkl, Political Violence, p. 448.
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[83]
«Se llamaban a sí mismos “soldados políticos”. Impulso y audacia eran sus dogmas […] la destrucción de todas las relaciones sociales les había convertido en desarraigados. En el caso de muchos, enloquecer era una compensación exagerada de su debilidad desmedida, y su camaradería era producto de su miedo a estar solos», Rudolf Diels, un mando superior de la policía de Weimar, citado por Benjamin Carter Hett, Crossing Hitler: The Man Who Put Hitler on the Witness Stand, Oxford, 2008, p. 70.
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[84]
«¡Berlín! ¡Qué deseos y esperanzas, maldiciones y amenazas despierta el sonido de este nombre! Berlín, el destino mágico que atrae a todos los que buscan aventuras, el lugar de encuentro internacional de todas las razas y pueblos de la tierra, el semillero de la peor especie de piratería […] Y en el interior de esta fortaleza roja hay personas [los nazis] que nadan contra la corriente y a causa de ello concitan el odio de una prensa sumamente poderosa. Les escupen […] y si caen en manos de las masas les golpean, les patean, les asesinan […] Dicho sin rodeos: Berlín es roja y judía al mismo tiempo. Cada suceso político, cada elección lo ratifica», citado por Pamela Swett, Neighbors and Enemies: The Culture of Radicalism in Berlin, 1929-1933, Cambridge, 2004, p. 166.
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[85]
Merkl, Political Violence, p. 349.
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[86]
«Lo que necesitamos no son cien o doscientos conspiradores audaces, sino cien mil, cientos de miles de combatientes más fanáticos para nuestra
Weltanschauung
[…] Tenemos que enseñar a los marxistas que el nacionalsocialismo es el futuro dueño de las calles, del mismo modo que será algún día el amo del Estado», Noakes y Pridham, Nazism, vol. 1, p. 56.
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[87]
El «Hauptstadt del Vicio», según Wyndham Lewis. Véase David Clay Large, Berlin, Londres, 2001, p. 157.
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[88]
Richie, Faust’s Metropolis, p. 156.
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[89]
Merkl, The Making of a Stormtrooper, p. 166.
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[90]
Kessler, Diaries, p. 265.
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[91]
Merkl, The Making of a Stormtrooper, p. 169.
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[92]
«Uno tras otro hablaron nuestros cuatro oradores, interrumpidos por gritos y silbidos furiosos […] Siguió una batalla con jarras de cerveza, sillas y cosas por el estilo, y al cabo de dos minutos la sala fue demolida y todo el mundo expulsado. Aquel día tuvimos que recoger a siete camaradas gravemente heridos y nos lanzaron piedras», informó un jubiloso y ensangrentado miembro de las SA, ibídem, p. 400.
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[93]
Lemmons, Goebbels and Der Angriff, p. 15.
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[94]
«El año continuó con propaganda, “protección de la sala” [es decir, reyertas en las reuniones] y cosas parecidas, así como manteniendo una imponente actitud militar, si no con armas, sí con la manifestación de nuestra disciplina y nuestra organización», Hans Maikowski, Sturm 33: Geschrieben von Kameraden des Toten, 9.ª edición, Berlín, 1940, p. 25.
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[95]
Goebbels publicó un libro con el título profético de Kampf um Berlin (La lucha por Berlín), lleno de exageraciones homéricas sobre la magnitud y el éxito de sus grescas provocadas. Los SA evocaban este periodo temprano con el orgullo eufórico de mártires del Evangelio: «Sólo un hombre que luchó codo con codo a mi lado en esa época puede entender lo que significaba ser un soldado de asalto en un baluarte marxista […] Adondequiera que íbamos topábamos con resistencia y me llevaba a casa un bonito recordatorio», Merkl, The Making of a Stormtrooper, p. 398.
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[96]
Como el libro de Johannes Rutgers de 1908 Rassenverbesserung (Mejora de la raza), que abunda en sugerencias sobre el modo de «resolver» el problema de «reconstruir» el estado decidiendo quiénes deben vivir y quiénes no.
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[97]
Asociaciones de veteranos y estrechos aliados de los nazis.
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[98]
A los poetas también les seducía todo lo relacionado con Nueva York, como se quejaba el escritor Gottfried Benn: «Hay un grupo de poetas que creen que han escrito un poema si escriben la palabra “Manhattan” […] Toda la literatura alemana desde 1918 se ha visto infestada de los lemas “tempo”, “jazz”, “cine” o “ultramar” […] Estoy en contra del americanismo. Soy de la opinión de que la filosofía […] de la sonrisa permanente —keep smiling— no es adecuada para el hombre occidental y su historia», citado en Richie, Faust’s Metropolis, p. 213.
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[99]
Sus espectáculos eran una «mezcla de selva y rascacielos, como el tono y el ritmo de su música, el jazz. Ultramoderna y ultraprimitiva […] Comparadas con ella, nuestras producciones cuelgan como una cuerda del arco suelta, desprovista de tensión interior y, por consiguiente, de estilo, y con una influencia excesiva origen de un “salón acogedor”, Kessler, Diaries, p. 282.
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[100]
Swett, Neighbors and Enemies, p. 107.
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[101]
Richie, Faust’s Metropolis, p. 391.
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[102]
Large, Berlin, p. 249.
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[103]
Swett, Neighbors and Enemies, p. 174.
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[104]
Large, Berlin, p. 249.
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[105]
Maikowski, Sturm 33, p. 32.
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[106]
Muchos de los detalles subsiguientes de las actividades del Sturm 33 provienen del concluyente estudio de Sven Reichardt «Vergemeinschaftung durch Gewalt: Das Beispiel des SA-Mördersturms 33 in Berlin-Charlottenbug», en Beitrage zur Geschichte der Nationalsozialistischen Verfolgung in Norddeutschland, Bremen, 2002.
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[107]
Maikowski, Sturm 33, p. 77.
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[108]
Ibídem.
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[109]
Ibídem, p. 16.
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[110]
Más tarde, una amnistía política concedida por el canciller Schleicher le permitió volver y reanudar su ascenso en espiral por los rangos de las SA.
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[111]
Maikowski, Sturm 33, p. 34.
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[112]
Véase Hett, Grossing Hitler.
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