Cruising (18 page)

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Authors: Frank García

BOOK: Cruising
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—Sí le da todo lo que necesita, todo irá bien, en el momento que no siga su juego… Es un chulo. Un chapero venido a menos. Al menos los chaperos que yo conozco, tienen dignidad. Usan su cuerpo, complacen con él, cobran por ello y no hacen mal a nadie.

—Completamente de acuerdo contigo ¿Por qué estabas hoy con él?

—Porque no ha dejado de llamarme. Me acosa. En mi trabajo nadie sabe que soy gay y no sé que ocurriría si se enterasen y él lo sabe. Quiere dinero por ocultarlo y no decírselo a nadie.

—No seas tonto. No lo consientas. Hoy por hoy a nadie echan de un trabajo por ser gay, si se es un buen trabajador y te has ganado el respeto de tus jefes.

—No lo sé. Tengo miedo. Hoy le he dicho que no le daré más dinero y que si se enteran en el trabajo le mato.

—¿No lo habrás dicho en serio?

—Ya me conoces. No sería capaz de matar a una mosca.

—¿Sabes? —le abracé—. Tú vales mucho y lo sabes. Pon los cojones sobre la mesa y mañana habla con tu jefe.

—No puedo hacer eso.

—Sí puedes. Mañana le dices que quieres hablar con él y se lo cuentas todo. Que eres gay, que conociste un tío que te hizo la vida imposible y que ahora te chantajea con tu homosexualidad. Si te despide, en mi casa tienes sitio, aunque te aviso que sólo por cuatro días, me voy a vivir con mi novio.

—¿Tiene novio?

—Sí —le sonreí—. El tío más increíble que he conocido en toda mi vida.

Bajó la cabeza y me di cuenta de la frase tan inoportuna que había pronunciado.

—Te diré algo. Desde que estoy viviendo en Madrid, sólo he conocido tres personas que merecen la pena. A las tres personas que más quiero y por las que daría todo: Carlos, Andrés, mi chico, y tú.

Me miró con lágrimas en los ojos.

—Sí tío. Eres un gran tipo y tienes un gran corazón. Además de otras cosas.

—¡Que cabrón!

Se sonrió.

—Eso quiero ver, tu sonrisa y que vuelvas a ser tú mismo.

—Lo he pasado muy mal —se abrazó a mí—, muy mal y no sabía a quién contárselo.

—Ya ves que el destino juega sus cartas, estaba yo para que eso sucediera.

—Sí, te he extrañado mucho. Pero no me he atrevido a llamarte por si te molestaba.

—¡Qué tonto! Me gustó conocerte y no sólo por lo que pasó. De verdad, me sentí muy bien contigo. Tú también eres un tipo muy especial y es fácil encariñarse contigo.

—Lástima que tengas novio. Me encantaría…

—Quédate esta noche. Será la última noche que tengamos sexo. Será la última noche que tenga sexo con alguien, que no sea mi chico.

—Te lo agradezco, hoy necesito…

—No digas nada. Pero prométeme que mañana hablarás con tu jefe.

—Te lo prometo y si me echa… ¿Me adoptáis? Seré un niño bueno —infló sus mofletes y frunció el ceño.

—Prometido —sonreí—. Seguro que a Andrés no le importará. Es un tío muy natural y sencillo. Conoce nuestra historia.

—¡¿Cómo?!

—Sí. Hemos estado hablando de nuestras aventuras y le conté lo de aquella noche.

—Espero que me dejaras en buena posición.

—Creo que se sintió celoso y todo. Los dos cuerpos que más cachondo me han puesto en mi vida son el tuyo y el de él. Eso te lo puedo asegurar, además de vuestra forma de ser. Nunca soñé conocer dos personas tan especiales. Me siento orgulloso de contar con los dos.

—Gracias, yo también disfruté mucho contigo.

—Ya lo creo —me reí—. Ahora, prepararemos algo para cenar y el postre nos lo comemos en la cama.

—¿Me dejas ayudarte en la cocina?

—Por supuesto, no esperaba menos. Me voy a poner cómodo —entré en la habitación y me desnudé quedándome con el bóxer negro.

—Cada día estás más bueno. Que pena que un hombre como tú salga de circulación.

—Tío, no soy ningún coche.

—Ya me entiendes —se quitó los zapatos y el pantalón.

—Ahora te dejo el puesto a ti. Con ese cuerpazo y siendo versátil, puedes cubrir un gran campo.

—Seguro que te van a añorar cuando no te vean por ahí follando.

—Bueno, hay que dejar paso a la sangre nueva —le azoté el culo—. Vamos a la cocina y preparemos algo. Estos cuerpos hay que alimentarlos —abrí el frigorífico y saqué unos muslos de pollo—. Los asaremos con unas patatas al horno ¿Qué te parece?

—Me gusta la idea. ¿Dónde tienes las patatas?

—Detrás del cubo de la basura.

Sacó un cuchillo del cajón de los cubiertos, colocó unas patatas sobre la mesa y se sentó. Entre las piernas puso el cubo de los desperdicios y comenzó a pelarlas. Me gustó aquella imagen. Le notaba más relajado, más tranquilo. Se había desahogado contándome su historia y ahora era el momento de la calma. No comprendía como aquel tío pudo enamorarse de un cabrón como Pablo, pero el amor es así de caprichoso y ciego. Pensé en ese momento la suerte que había tenido conocido a Andrés. Los dos se parecían mucho. Dos machos bien formados y con corazones de oro. Me miró.

—¿Qué haces?

—Pensar que ahora que nos hemos vuelto a ver, quiero conservar tu amistad. Quiero que seamos amigos y que cuando me necesites sepas donde acudir, aunque espero que muy pronto encuentres el amor de tu vida.

—Eres un cabrón romántico —sonrió mientras volvía su mirada al cubo, continuando con su labor—. Eso te hace especial.

—Lo digo en serio. Nunca sabemos cuándo necesitamos ayuda y es importante saber que cuentas con esa persona en quien refugiarte. Todos precisamos de alguien de confianza en un momento determinado.

—Sí, eso es cierto. Si tú no llegas a estar hoy allí… No sé, estaría dándome golpes contra la pared. Ese tío me ha estado volviendo loco desde que le conocí. No puedo entender cómo puede haber gente de tal calaña.

—Olvídalo, no merece la pena. Tienes que vivir tu vida.

—Te haré caso —respiró profundamente—, y cumpliré la promesa: Mañana hablaré con mi jefe. Es un buen tipo, sé que me aprecia y no soy mal trabajador.

—Ya verás como todo va bien. Por favor, en el momento que termines de hablar con él, llámame. Voy a estar muy preocupado toda la mañana.

—Claro, lo haré —miró hacia las patatas ya mondadas—.

Creo que he pelado suficientes —se levantó, las acercó al fregadero y las lavó—. ¿Cómo las corto?

—En rodajas, ni finas ni gruesas.

En un recipiente vertí aceite de oliva, limón liquido y añadí sal. Embadurné los muslos con la mezcla y los coloqué sobre la bandeja del horno, el resto de la mezcla lo eché por encima. Luego coloqué las patatas cubriendo los huecos sobrantes de la bandeja y lo metí al horno.

—Prepararemos una ensalada y algo de embutido que tengo por aquí.

—Todo un festín.

—No es para tanto. Este fin de semana no he ido a la compra. La verdad que me he olvidado de todo. Ha sido un fin de semana inesperado y maravilloso. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?

—Si te digo la verdad, poca cosa. Trabajar como un burro y comerme la cabeza. Llevo un mes sin follar.

—¿Tú? No me lo puedo creer.

—Sí, no me apetecía estar con nadie. Me sentía frustrado y lleno de odio. Ya no sabía de dónde sacar dinero. Me ha exprimido como un limón.

—¿Necesitas dinero?

—No. Tengo lo suficiente para pasar el mes.

Salí hacia el dormitorio, abrí la caja donde siempre guardo dinero y saqué 100 euros. Regresé a la cocina y le sonreí:

—Quiero que cojas esto.

—No. Me niego. No quiero que me des dinero.

—No te estoy dando dinero, te lo estoy prestando, así no te me escaparás, porque me lo tendrás que devolver.

—No, de verdad, no quiero…

—Me sentiré mejor si lo coges, te lo aseguro. Quiero que estés bien, que no te preocupes por nada. El dinero es sólo dinero, pero la salud…

—Eres un cabrón y te mereces lo mejor.

—Tú también —me separé de él y le sequé las lágrimas—. Conseguirás la felicidad que te mereces. Guarda el dinero.

Salió de la cocina y me aseguré que lo guardaba en su cartera. Comprobé como iban los muslos. Aún les faltaba un poco, así que saqué dos cervezas y le ofrecí una. Me miró y sentí lo que deseaba. Me acerqué y le besé. Nos besamos muy profundamente y sentí una gran erección. Se separó de mí.

—Lo siento, es que…

—No sientas nada. Esta noche quiero que sea de los dos. Te lo dije antes, serás el último hombre con quien tenga sexo. A partir de mañana seremos grandes amigos, algo que me apetece mucho descubrir.

—Es curioso que nos entendamos tan bien en las circunstancias que nos conocimos.

—Una como otra cualquiera. Si dos personas tienes que conocerse, da igual el lugar, la forma y el hecho. Lo importante es que esas dos personas conecten y tú y yo lo hicimos.

—Es cierto.

—Preparemos la ensalada, los muslos tienen que estar ya listos.

Iván cortó la lechuga, eché unas aceitunas, cortó la cebolla, la añadió y luego la aliñó:

—Ni al gran Arguiñano le quedaría mejor —sonrió y la llevó a la mesa.

Saqué los muslos del horno y deposité la fuente en la encimera. Colocó los salvamanteles en el centro y llevé la bandeja. Dispuse los platos y cubiertos y al rato estábamos disfrutando de la cena y una conversación relajada. Se reía con algunas de las tonterías que le contaba y me hizo disfrutar viéndole feliz. Lo recogimos todo y nos fuimos a la cama.

El juego sexual resultó diferente. No era follar, no era hacer el amor. Era el juego particular que en aquellos momentos nos apeteció y salió de lo más profundo de nosotros mismos. Simplemente nos entregamos, dejando que nuestros cuerpos hablasen, que nuestras manos descubrieran y nuestros sentidos vibrasen al son del deseo entre los dos. Su piel suave y cálida. Sus músculos relajados y firmes. Su mirada cómplice, me hizo sentir bien y disfrutar junto a él. Todo resultó perfecto y, consumado el acto, su cuerpo reposó sobre el mío y acaricié su cabeza mientras él besaba mi pecho. En aquel estado de relajación, de tranquilidad, de paz interior y exterior, nos quedamos dormidos.

************

Al despertarme me sentí arropado por el cuerpo de Iván. Su piel cálida y su aroma me invadieron por completo. Uno de sus brazos rodeaba mi cuerpo, mientras el mío hacía lo mismo con el suyo. Su rostro estaba pegado al mío y le besé. Se despertó sonriendo.

—Buenos días. Gracias por ese beso. Es la mejor forma en que uno se puede despertar.

—Gracias a ti, por ser como eres. Nos tenemos que levantar, me gusta estar bien despierto antes de salir de casa. Si no es así, luego parezco un zombi.

—Si fueras un zombi, las películas de miedo iban a cambiar mucho. Un zombi sexual, atractivo e increíblemente humano.

—Eres un adulador —me reí.

—Soy sincero. Ella también se ha despertado —sonrió mientras me besaba—, la estoy sintiendo crecer.

—Ya la conoces, es muy inquieta cuando está con un buen macho. La tuya también está juguetona.

La cogió con la mano e hizo el gesto de metérsela.

—Así no. Lo sabes. No me gusta jugar a la ruleta rusa.

—Tranquilo. Confía en mí. Ninguno de los dos corremos peligro.

—Aunque sea así, de verdad, así no.

Cogió un condón de encima de la mesilla, se bajó por todo mi cuerpo lamiéndo y besando cada centímetro de mi piel, me la mamó durante unos segundos y me puso el condón, volviendo a subir por todo mi cuerpo mientras yo acariciaba su espalda. Se acomodó y la fue introduciendo poco a poco. Cuando estaba completamente sentado sobre mí, sus impresionantes pelotas acariciaron mi vientre.

—Me encanta sentirte dentro. Me excitas mucho.

Le cogí las nalgas y empecé a moverle hacia arriba y hacia abajo con suavidad. Su rabo estaba muy duro. Él comenzó a cabalgar a mayor velocidad y yo le masturbaba. Los dos llegamos al orgasmo a la vez. Me excitó sentir su semen caliente y abundante caer encima de mi cuerpo y llenarlo por completo. Se tumbó sobre mí sin sacarla.

—Te voy a echar de menos.

—No me echarás de menos porque no voy a permitir que te alejes de mí. No tendremos sexo, pero quiero que seamos grandes amigos.

—Siempre. Te lo prometo. Lo seremos siempre. Pero ya me entiendes… Estos momentos los disfruto contigo mucho más que con otros. No sólo follas bien, sino que tienes algo muy especial cuando lo haces. Al menos conmigo.

—Tú lo has dicho. Únicamente a tres personas he tratado de forma especial y lo sabes. Sois los tres hombres de mi vida y lo seréis siempre mientras vosotros así lo sintáis.

—Eres muy especial tío. Cuando te conocí pensé que me follaría el tío más duro de la fiesta y en cambio…

—En cambio, soy un duro con corazón —sonreí—. Pienso que así somos muchos. Lo difícil es encontrar a quien demostrar con total libertad esos sentimientos y que no te los rompan.

—Lo dicho —se incorporó y mi polla salió de dentro de él—. Estos momentos son… Me gustas cabrón —se levantó de la cama y se fue a la ducha.

Me quedé allí tumbado mientras escuchaba caer el agua en la bañera. Pensé en lo afortunado que era teniendo a mi alrededor amigos de verdad. A los tres les había conocido follando y los tres se convertían día a día en las personas que llenaba mi interior solitario. Me levanté y entré en el cuarto de baño. Iván se estaba secando con la toalla y me metí en aquella bañera para liberarme de su ser, del sudor, del olor, que deseaba contener, pero debía eliminar. Al menos, en mi mente siempre quedaría este último momento junto a él. Nos vestimos y salimos. En el portal, antes de abrir la puerta y sentir el bullicio de la ciudad, nos besamos. Un beso tierno, cariñoso y dulce. Al menos, así me lo pareció. Nos despedimos y cada uno emprendió el camino a su puesto de trabajo. Mientras caminaba pensaba en el día que le esperaba, en aquel encuentro con su jefe y cómo se lo tomaría.

Entré en el restaurante de los almacenes y pedí un desayuno. Llegaba pronto, más pronto que nunca y decidí desayunar como Dios manda: un vaso de zumo de naranja, unas porras y un buen tazón de café con leche.

—Llegas pronto —escuché la voz de Robert que se sentó frente a mí.

—Sí, me levanté temprano y preferí acercarme y desayunar tranquilamente.

—Quiero que me folies antes de comenzar la jornada — me comentó en voz baja acercando su cabeza hacía mí.

—No. Ya no folio —le contesté mientras daba un bocado a una de aquellas porras.

—¿Cómo? ¿Qué significa que ya no follas?

—Las cosas han cambiado. Este fin de semana me he comprometido. Tengo pareja y aunque te resulte extraño, soy fiel en la pareja.

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