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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (48 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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¡Qué opresivo era aquel lugar!—. ¿Por qué está ella detrás de mí?

—Soy la servidora de mis Hermanas, y ella está aquí para observarnos a los dos.

—Habéis tomado algunas de mis células, ¿verdad? ¡Estáis haciendo crecer un Scytale de reemplazo en vuestros tanques!

—Por supuesto que lo estamos haciendo. No pensaréis que las Hermanas vamos a dejar que el último Maestro termine aquí, ¿verdad?

—¡Ningún ghola mío hará algo que yo no haría! —
¡Y no llevará ningún tubo de entropía nula!

—Lo sabemos. —
¿Pero qué es lo que no sabemos?

—Esto no es ninguna negociación —se quejó el tleilaxu.

—Me juzgáis mal, Scytale. Sabemos cuándo mentís y cuándo ocultáis algo. Empleamos sentidos que otros no emplean.

¡Eso era cierto! Detectaban cosas por los olores del cuerpo, por los pequeños movimientos de los músculos, por expresiones que uno no podía reprimir.

¿Hermanas? ¡Esas criaturas son powindah! ¡Todas ellas!

—Estabais en Lashkar —aguijoneó Odrade.

¡Lashkar!
Cómo le gustaría estar en Lashkar
aquí
. Guerreros Danzarines Rostro, ayudantes Domel… ¡eliminando a aquel abominable demonio! Pero no se atrevía a mentir. Aquella que había detrás de él debía ser probablemente una Decidora de Verdad. La experiencia de muchas vidas le decía que las Decidoras de Verdad Bene Gesserit eran las mejores.

—Yo mandaba una fuerza de Khasadars. Buscábamos una horda de Futars para nuestra defensa.

¿Horda?
¿Sabían los tleilaxu algo acerca de los Futars que no había sido revelado a la Hermandad?

—Ibais preparados para la violencia. ¿Supieron algo las Honoradas Matres de vuestra misión, y la cercenaron? Creo que es probable.

—¿Por qué las llamáis Honoradas Matres? —Su voz trepó hasta casi un chirrido.

—Porque así es como se llaman ellas mismas. —
Muy tranquilo ahora. Déjala que hierva en sus propios errores.

¡Tiene razón! Fuimos traicionados.
Un amargo pensamiento. Lo mantuvo cerca de él, preguntándose cómo responder.
¿Una pequeña revelación? Nunca existe ninguna revelación pequeña con esas mujeres.

Un suspiro agitó su pecho. La cápsula de entropía nula y su precioso contenido. Su preocupación más importante.
Cualquier cosa
que le diera acceso a sus propios tanques axlotl.

—Los descendientes de la gente que enviamos a la Dispersión regresaron con algunos Futars cautivos. Una mezcla de humanos y felinos, como indudablemente sabéis. Pero no se reproducen en nuestros tanques. Y antes de que pudiéramos determinar por qué, los que nos fueron traídos murieron. —
¡Los traidores solamente nos trajeron dos! Hubiéramos debido sospechar.

—No os trajeron muchos Futars, ¿verdad? Hubierais debido sospechar que se trataba de un cebo.

¿Lo ves? ¡Eso es lo que hacen con las pequeñas revelaciones!

—¿Por qué los Futars no cazan y matan a las Honoradas Matres en Gammu? —Era una pregunta de Duncan, y merecía una respuesta.

—Nos dijeron que no habían recibido órdenes. No matan sin órdenes. —
Ella sabe ya esto. Está probándome.

—También los Danzarines Rostro matan siguiendo órdenes —dijo Odrade—. Incluso os matarían a vos si vos se lo ordenarais. ¿No es así?

—Esa orden es reservada para mantener nuestros secretos alejados de las manos de los enemigos.

—¿Es por eso por lo que deseáis a vuestros propios Danzarines Rostro? ¿Nos consideráis a nosotras enemigas?

Antes de que pudiera componer una respuesta, la figura proyectada de Bellonda apareció encima de la mesa, a tamaño natural y parcialmente translúcida, con danzantes cristales de los Archivos a sus espaldas.

—¡Urgente de Sheeana! —dijo Bellonda—. La explosión de especia se ha producido. ¡Gusanos de arena! —La figura se volvió y miró a Scytale, con los com-ojos coordinando perfectamente sus movimientos—. ¡Así que habéis perdido un elemento de negociación, Maestro Scytale! ¡Tenemos al fin nuestra especia! —La figura proyectada se desvaneció con un audible
clic
y un débil olor a ozono.

—¡Estáis intentando engañarme! —estalló Scytale.

Pero la puerta a la izquierda de Odrade se abrió. Entró Sheeana, remolcando una pequeña plataforma a suspensor de no más de dos metros de largo. Sus lados transparentes reflejaron los globos del cuarto de trabajo con pequeños estallidos de luz amarilla. ¡Algo se retorcía en la plataforma!

Sheeana se echó a un lado sin hablar, ofreciéndoles una visión total del contenido de la plataforma. ¡Tan pequeño! El gusano tenía menos de la mitad de la longitud de su contenedor, pero era perfecto en todos sus detalles, tendido allí en su somero lecho de dorada arena.

Scytale no pudo contener un jadeo de reverente admiración. ¡El Profeta!

La reacción de Odrade fue pragmática. Se inclinó hacia la plataforma, observando el interior de la boca en miniatura. ¿El ardiente resoplar de los grandes fuegos internos de un gusano reducidos a esto? ¡Qué miserable imitación!

Los cristales de sus dientes destellaron cuando el gusano alzó sus segmentos frontales.

El gusano giró interrogativamente su cabeza a derecha e izquierda. Todos vieron tras los dientes el fuego en miniatura de su extraña química.

—Miles de ellos —dijo Sheeana—. Acudieron a la explosión de especia como han hecho siempre.

Odrade guardó silencio.
¡Lo hemos conseguido!
Pero aquél era el momento de triunfo de Sheeana.
Dejemos que lo disfrute.
Scytale nunca había parecido tan derrotado.

Sheeana abrió la plataforma y alzó al gusano fuera de ella, sujetándolo como si fuera un niño pequeño. El gusano permaneció quieto en sus brazos.

Odrade inspiró profundamente, satisfecha.
Sigue controlándolos.

—Scytale —dijo.

El tleilaxu no podía apartar su mirada del gusano.

—¿Seguís sirviendo al Profeta? —preguntó Odrade—. ¡Aquí lo tenéis!

Él no supo qué responder. ¿Era realmente el Profeta redivivo? Deseaba negar su primera respuesta adorativa, pero sus ojos no se lo permitían:

—Mientras vos estabais en nuestra estúpida misión, vuestra
egoísta
misión, ¡nosotras estábamos sirviendo al Profeta! Rescatamos a este último superviviente y lo trajimos aquí. ¡La Casa Capitular será otro Dune!

Se sentó, y unió sus manos ante ella, dedo contra dedo. Bell estaba observando la escena a través de los com-ojos, por supuesto. Una observación Mentat sería valiosa. Deseaba que Idaho estuviera observando también. Pero podía ver luego un holo. Resultaba muy claro para ella que Scytale había visto a la Bene Gesserit únicamente como un instrumento para restaurar su preciosa civilización tleilaxu. ¿Iba a forzarle este desarrollo a revelar secretos más profundos acerca de sus tanques? ¿Qué ofrecería?

—Necesito tiempo para pensar. —Había un temblor en su voz.

—¿Acerca de qué necesitáis pensar?

No respondió, sino que mantuvo su atención alucinadamente fija en Sheeana, que estaba devolviendo el pequeño gusano a su plataforma. Lo acarició una vez más antes de cerrar la tapa.

—Decidme, Scytale —insistió Odrade—. ¿Cómo puede existir algo que tengáis que reconsiderar? ¡Este es nuestro Profeta! Decís que servís a la Gran Creencia. ¡Entonces servidla!

Pudo ver disolverse los sueños del tleilaxu.
Sus propios Danzarines Rostro para imprimir las memorias de aquellos a quienes maten, copiando la forma y las actitudes de cada una de sus víctimas.
Nunca había esperado engañar a una Reverenda Madre… pero las acólitas y los simples trabajadores de la Casa Capitular… ¡todos los secretos que había esperado adquirir, perdidos! Perdidos con tanta seguridad como los carbonizados cascarones de los planetas tleilaxu.

Nuestro
Profeta, ha dicho ella.
Volvió unos impresionados ojos hacia Odrade, pero sin enfocarlos.
¿Qué puedo hacer? Esas mujeres ya no me necesitan. ¡Pero yo las necesito a ellas!

—Scytale. —Con cuánta suavidad hablaba—. La Gran Convención ha terminado. Ahí afuera hay un nuevo universo.

Intentó tragar inútilmente saliva. ¿Por qué hablaba ella de la Gran Convención? Sabía que el concepto mismo de violencia había adquirido una nueva dimensión. En el Antiguo Imperio, la Convención había garantizado las represalias contra cualquiera que se atreviese a quemar un planeta atacándolo desde el espacio. Las motivaciones políticas tal vez tentaran a los más temerarios… ¿pero cuándo iban a desencadenarse las represalias de las fuerzas unidas de tus pares? Las no-naves y las rameras de la Dispersión habían cambiado esto de una forma definitiva.

—Escalada de violencia, Scytale. —La voz de Odrade era casi un susurro—. Nosotras
Dispersaremos
núcleos de ira.

Finalmente consiguió enfocar la mirada en ella.
¿Qué está diciendo?

—Todo el odio almacenado contra las Honoradas Matres —dijo Odrade.
Tú no eres el único que ha sufrido pérdidas, Scytale. En una ocasión, cuando surgieron problemas en nuestra civilización, brotó el grito: «¡Traed a una Reverenda Madre!» Las Honoradas Matres impiden eso. Y los mitos han sido recompuestos. Se ha arrojado una luz dorada sobre nuestro pasado. «Era mejor en los viejos días, cuando la Bene Gesserit podía ayudarnos. ¿Dónde acudes en busca de Decidoras de Verdad de confianza en estos días? ¿De árbitros? ¡Esas Honoradas Matres nunca han oído esa palabra! Las Reverendas Madres siempre fueron comedidas. Hay que decir eso de ellas.

Cuando Scytale no respondió, siguió:

—¡Creo que lo que puede ocurrir es que esa ira se desencadene en un Yihad!

Cuando él siguió sin hablar, añadió:

—Vos lo habéis visto. Tleilaxu, Bene Gesserit, sacerdotes del Dios Dividido, y quién sabe cuántos más… todos cazados como animales salvajes.

—¡No pueden matarnos a todos! —Un grito agónico.

—¿No pueden? Vuestros Dispersos hicieron causa común con las Honoradas Matres. ¿Es un refugio lo que buscabais en la Dispersión?

Y aquí aparece otro sueño: pequeños núcleos de tleilaxu, persistentes como supurantes heridas, aguardando el día de la Gran Revivificación de Scytale.

—La gente se hace más fuerte bajo la opresión —dijo pero no había fuerza en sus palabras—. ¡Incluso los Sacerdotes de Rakis están hallando agujeros en los que esconderse! —Palabras desesperadas.

—¿Quién dice esto? ¿Algunos de vuestros
amigos
que han regresado?

Su silencio fue toda la respuesta que necesitaba Odrade.

—La Bene Tleilax ha matado a Honoradas Matres, y ellas lo saben —dijo, martilleando el clavo—. No se sentirán satisfechas hasta vuestro total exterminio.

—¡Y el vuestro!

—Somos asociados por necesidad, si no por las creencias compartidas. —Lo dijo en el más puro Islamiyat, y vio la esperanza aflorar en los ojos del tleilaxu.
Kehl y Shariat pueden tomarse aún en su antiguo significado entre gente que compone sus pensamientos en el Lenguaje de Dios.

—¿Asociados? —Débil, y extremadamente tentativo.

Ella adoptó una nueva franqueza.

—En algunos aspectos, esta es una base en la que puede confiarse más que en cualquier otra para una acción común. Cada uno de nosotros sabe lo que el otro desea. Un designio intrínseco: Examínalo todo a través de eso y es probable que ocurra algo en lo que puedas confiar.

—¿Y qué es lo que deseáis de mí?

—Ya lo sabéis.

—Cómo conseguir los mejores tanques, sí. —Agitó la cabeza, obviamente inseguro. ¡Los cambios que implicaban sus demandas!

Odrade se preguntó si se atrevería a flagelarlo con una ira abierta. ¡Era tan denso! Pero se hallaba muy cerca del pánico. Los viejos valores habían cambiado. Las Honoradas Matres no eran la única fuente de inquietud. ¡Scytale ni siquiera sabía la magnitud de los cambios que habían infringido sus propios Dispersos!

—Los tiempos están cambiando —dijo Odrade.

Cambio, qué palabra más inquietante,
pensó él.

—¡Tengo que disponer de mis propios ayudantes Danzarines Rostro! ¿Y mis propios tanques? —Casi suplicando.

—Mi Consejo y yo lo estudiaremos.

—¿Qué es lo que hay que estudiar? —Devolviéndole sus propias palabras.

—Vos solamente necesitáis vuestra propia aprobación. Yo necesito la aprobación de otros. —Le dirigió una hosca sonrisa—. De modo que tenéis tiempo para pensar. —Odrade hizo una inclinación de cabeza a Tamalane, que llamó a los guardias.

—¿De vuelta a la no-nave? —Lo dijo desde la puerta, una figura diminuta entre los corpulentos guardias.

—Pero esta noche conduciréis vos durante todo el camino.

Scytale dirigió una última mirada ansiosa al gusano antes de irse.

Cuando Scytale y guardias se hubieron ido, Sheeana dijo:

—No teníais derecho a presionarlo así. Estuvo al borde del pánico.

Entró Bellonda.

—Quizá hubiera sido mejor simplemente matarlo.

—¡Bell! Consigue el holo y examina de nuevo nuestro encuentro. ¡Esta vez como Mentat!

Aquello la detuvo.

Tamalane dejó escapar una risita.

—Os alegráis demasiado del desconcierto de vuestra Hermana, Tam —dijo Sheeana.

Tamalane se alzó de hombros, pero Odrade se sintió encantada.
¿No más incordio por parte de Bell?

—Cuando hablaste de la Casa Capitular convirtiéndose en otro Dune fue cuando se inició el pánico —dijo Bellonda, con su más distante voz de Mentat.

Odrade había visto la reacción, pero aún no había efectuado la asociación. Ese era el valor de un Mentat: esquemas y sistemas, construyendo bloques. Bell captaba un esquema en el comportamiento de Scytale.

—Me pregunto a mí misma: ¿Está todo convirtiéndose en realidad una vez más? —dijo Bellonda.

Odrade lo captó al instante. Algo extraño acerca de lugares perdidos. Mientras Dune había sido un planeta conocido y lleno de vida, existía una firmeza histórica acerca de su presencia en el Registro Galáctico. Podías señalar a una proyección y decir: «Este es Dune. En un tiempo llamado Arrakis y, posteriormente, Rakis. Y Dune por su carácter de desierto total en los días de Muad’Dib.»

Destruye el lugar, sin embargo, y una pátina mitológica vituperará la proyectada
realidad
. A su debido tiempo, tales lugares se volvían totalmente místicos.
Arturo y su Mesa Redonda. Camelot, donde solamente llueve de noche. ¡Un Control del Clima excelente para aquellos días!

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