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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (26 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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—Dieciséis Futars y cuatro Adiestradores. Así es como se llamaban a sí mismos: Adiestradores. Y dicen que las Honoradas Matres poseen una peligrosa arma que tan sólo pueden utilizar una vez.

—Tú sólo habías mencionado al principio a los Futars. ¿Quiénes son los Adiestradores? ¿Y qué es eso acerca de esa arma secreta?

—Me había reservado el mencionarlos. Parecían ser humanos, dentro de las variables observadas en la Dispersión: tres hombres y una mujer. En cuanto al arma, no quisieron decir más.

—¿Parecen realmente humanos?

—Eso es algo muy subjetivo, Madre Superiora. Mi primera impresión fue que eran Danzarines Rostro, cosa que resultaba bastante extraña, puesto que no podía aplicarse ninguno de los criterios. Feromonas negativas. Gestos, expresiones… todo negativo.

—¿Cómo surgió entonces esa primera impresión?

—No puedo explicarlo.

—¿Qué hay de los Futars?

—Concordaban con las descripciones. Humanos en su apariencia exterior, pero con una indudable ferocidad. Orígenes felinos, juzgué.

—Eso es lo que han dicho otros.

—Hablan, pero con un galach abreviado. Como si las palabras salieran a estallidos de sus bocas, diría. «¿Cuándo comemos?» «Tú dama hermosa.» «Quiero rascar cabeza.» «¿Siento aquí?» Parecían responder inmediatamente a los Adiestradores, pero sin tenerles miedo. Tuve la impresión de que entre Futars y Adiestradores había un respeto y un aprecio mutuos.

—Conociendo los riesgos, ¿por qué creíste que era lo bastante importante el traer ese mensaje de inmediato?

—Son gente de la Dispersión. Su oferta de alianza es una apertura hacia los lugares en donde se originaron las Honoradas Matres.

—Preguntaste acerca de ello, por supuesto. Y de las condiciones en la Dispersión.

—Ninguna respuesta.

Una simple afirmación del hecho. Una no podía burlarse de la Hermana exiliada, no importaba la nube que arrastrara de su pasado. Eran indicadas más preguntas. Odrade las hizo, observando atentamente las respuestas, estudiando la vieja boca abrirse púrpura y cerrarse rosa como un fruto algo pasado.

Algo en el servicio de Dortujla, quizá los largos años de penitencia, la habían suavizado, pero el núcleo de dureza Bene Gesserit permanecía intocado. Hablaba con una vacilación natural. Sus gestos eran suavemente fluidos. Miró a Odrade con benevolencia. (
Esa
era la imperfección que sus Hermanas condenaban: el cinismo Bene Gesserit mantenido a raya.)

Dortujla interesaba a Odrade. Habló de Hermana a Hermana, con una mente fuerte y bien asentada tras sus palabras. Una mente endurecida por la adversidad en los años en un puesto de castigo. Haciendo ahora lo que podía para borrar esa mancha de su juventud. Sin intentar parecer oportunista ni al tanto de todo. Un informe limitado a lo esencial. Que supieran que era plenamente consciente, dentro de sus límites, de las necesidades. Dispuesta a someterse a las decisiones de la Madre Superiora y consciente de lo peligroso de aquella visita, pero convencida aún de que «vos debíais recibir esta información».

—Estoy convencida de que no es una trampa.

El comportamiento de Dortujla estaba por encima de todo reproche. Una mirada directa, unos ojos y un rostro adecuadamente compuestos, pero ningún intento de ocultación. Una hermana podía leer a través de esta máscara para una correcta evaluación. Dortujla había actuado a partir de una sensación de urgencia. En una ocasión había sido una estúpida, pero ya no era ninguna estúpida.

¿Cuál era el nombre de su planeta castigo?

El proyector de la mesa de trabajo lo mostró: Buzzell.

Aquel nombre despertó una sensación de alerta en Odrade.
¡Buzzell!
Sus dedos danzaron en la consola, confirmando recuerdos. Buzzell: en su mayor parte océano. Frío. Muy frío. Escarpadas islas, ninguna de ellas mayor que una no-nave grande. Hubo un tiempo en que la Bene Gesserit había considerado Buzzell un castigo. Propósito de la lección: «Cuidado, muchacha, o serás enviada a Buzzell.» Odrade recordó entonces la otra clave: soopiedras. Buzzell era el lugar donde habían naturalizado aquella criatura monópeda marina, el cholistes, cuyo escoriado caparazón producía maravillosos tumores, una de las más valiosas joyas del universo.

Las soopiedras.

Dortujla llevaba una de ellas apenas visible encima del pliegue de su cuello. La luz del cuarto de trabajo se reflejaba en ella en una elegante mezcla de intenso verde mar y malva. Era más grande que un ojo humano, exhibiéndose allí como una declaración de riqueza. Probablemente pensaban poco en tales decoraciones en Buzzell. Las recogían en las playas. Claro que todas aquellas soopiedras eran propiedad de la Bene Gesserit, por supuesto. La Madre Superiora sólo tenía que adelantar una mano y decirle:

—Dámela.

Odrade guardó silencio.

Soopiedras. Eso era significativo. Para los planes de la Bene Gesserit, Dortujla había tenido frecuentes tratos con contrabandistas (como lo atestiguaba su posesión de aquella no-nave). Esto tenía que ser tratado con cuidado. No importaba la discusión Hermana-a-Hermana, seguían siendo la Madre Superiora y una Reverenda Madre de un planeta castigo.

Contrabando. Un grave crimen para las Honoradas Matres y otros que no se habían enfrentado al hecho de unas leyes cuyo cumplimiento no podían exigir. El Pliegue espacial no había cambiado el contrabando, simplemente había hecho más fáciles las pequeñas intrusiones. No-naves más diminutas. ¿Hasta qué punto podían hacerse más pequeñas? Un hueco en los conocimientos de Odrade. Archivos lo llenó:

«Diámetro, 140 metros.»

Bastante pequeña, pues. Las soopiedras eran una carga con un atractivo natural. El Pliegue espacial era una barrera económica crítica: ¿Cuál era el valor de un carguero en relación a su tamaño y masa? Podías gastar muchos solares transportando una carga grande. Soopiedras… una palabra magnética para los contrabandistas. También tenían un interés particular hacia las Honoradas Matres. ¿Simple economía? Siempre un gran mercado. Tan atractivo para los contrabandistas como la melange, ahora que la Cofradía se mostraba tan liberal al respecto. La Cofradía siempre había acumulado generaciones de especia en almacenes dispersos e (indudablemente) muchas otras acumulaciones secretas.

¡Piensan que pueden comprar la inmunidad de manos de las Honoradas Matres!
Pero eso ofrecía algo que tenía la sensación de que podía ser convertido en una ventaja. En su loca furia, las Honoradas Matres habían destruido Dune, la única fuente natural conocida de melange. Aún sin pensar en las consecuencias (extraño, eso), habían eliminado a los tleilaxu cuyos tanques axlotl habían inundado el Antiguo Imperio con especia.

Y tenemos criaturas capaces de recrear Dune. También es probable que tengamos al único Maestro tleilaxu vivo. Y encerrada en la mente de Scytale… la forma de convertir los tanques axlotl en una cornucopia de melange. Si podemos conseguir que lo revele.

El problema inmediato era Dortujla. La mujer exponía sus ideas con una concisión que las hacía creíbles. Los Adiestradores y sus Futars, decía, estaban inquietos por algo que no querían revelar. Dortujla había sido lo suficientemente juiciosa como para no intentar la persuasión Bene Gesserit. No había forma de decir cómo podía reaccionar a ella la gente de la Dispersión. ¿Pero qué les inquietaba?

—Alguna amenaza distinta de las Honoradas Matres —sugirió Dortujla. No aventuró más que el hecho de que la posibilidad estaba ahí y tenía que ser considerada.

—Lo esencial es que dicen que desean una alianza —observó Odrade.

«Una causa común para un problema común», era la forma en que lo habían expresado. Pese al Sentido de la Verdad, Dortujla aconsejaba solamente una cautelosa exploración de la oferta.

¿Por qué habían acudido a Dortujla? ¿Porque las Honoradas Matres habían dejado a Buzzell de lado o lo habían juzgado algo insignificante en su furioso barrer?

—No es probable —dijo Dortujla.

Odrade estuvo de acuerdo. Dortujla, no importaba lo mugriento que hubiera sido su puesto original, comandaba ahora una valiosa propiedad y, mucho más importante aún, era una Reverenda Madre con una no-nave para llevarla a la Madre Superiora. Conocía la localización de la Casa Capitular. Lo cual no serviría de nada a los cazadores, por supuesto. Sabían que una Reverenda Madre se mataría antes de traicionar ese secreto.

Los problemas traían consigo problemas. Pero primero, un poco de fraternal compartir. Dortujla estaba segura de efectuar una correcta interpretación de los motivos de la Madre Superiora. Odrade derivó la conversación hacia motivos personales.

Funcionó bien. Dortujla se mostró claramente divertida, pero dispuesta a hablar.

Las Reverendas Madres en los puestos solitarios tendían a poseer lo que las Hermanas llamaban «otros intereses». En épocas anteriores se les llamaba hobbies, pero la atención dedicada a los intereses era a menudo extrema. Odrade consideraba aburridos la mayor parte de los
intereses
, pero resultaba significativo que Dortujla llamara al suyo un hobby.
¿Ha dicho que coleccionaba monedas antiguas?

—¿De qué tipo?

—Tengo dos griegas primitivas de plata, y un óbolo de oro en perfecto estado.

—¿Auténticas?

—Son reales. —Dando a entender que las había verificado a través de sus Otras Memorias para autenticarlas. Fascinante. Ejercía sus habilidades de una forma fortalecedora, incluido su hobby. La historia interna y externa coincidían.

—Todo esto es muy interesante, Madre Superiora —dijo finalmente Dortujla—. Aprecio vuestra seguridad de que seguimos siendo Hermanas y considero que vuestro interés en la pintura antigua es un hobby parecido al mío. Pero las dos sabemos por qué me he arriesgado a venir aquí.

—Los contrabandistas.

—Por supuesto. Las Honoradas Matres no pueden haber ignorado mi presencia en Buzzell. Los contrabandistas se venden al mejor postor. Debemos suponer que ellas habrán sacado todo el provecho posible de su valioso conocimiento acerca de Buzzell, las soopiedras, y una Reverenda Madre residente con algunas ayudantes. Y no debemos olvidar que los Adiestradores me encontraron.

¡Maldita sea!
, pensó Odrade.
Dortujla es el tipo de consejera que me gusta tener a mi lado. Me pregunto cuántos otros de esos tesoros enterrados están ahí afuera, perdidos por motivos insignificantes. ¿Por qué echamos a un lado tan a menudo a nuestros mejores talentos? Es una antigua debilidad de la cual la Hermandad aún no ha conseguido liberarse.

—Creo que hemos aprendido algo valioso acerca de las Honoradas Matres —dijo Dortujla.

No había necesidad de ningún asentimiento allí. Aquello era el núcleo de lo que Dortujla había traído a la Casa Capitular. Los voraces cazadores habían llegado en enjambre al Antiguo Imperio, matando y quemando allá donde sospechaban la presencia de efectivos Bene Gesserit. Pero los cazadores no habían tocado Buzzell, pese a que su localización debía ser conocida.

—¿Por qué? —preguntó Odrade, poniendo en palabras lo que estaba en sus mentes.

—Nunca hagas daño a tu propio nido —dijo Dortujla.

—¿Crees que están ya en Buzzell?

—Todavía no.

—Pero crees que Buzzell es un lugar que desean.

—Primera proyección.

Odrade simplemente se la quedó mirando. ¡Así que Dortujla tenía otro
hobby
! Se sumergía en las Otras Memorias, revivía y perfeccionaba los talentos almacenados allí. ¿Quién podía culparla por ello? El tiempo debía arrastrarse penosamente en Buzzell.

—Una recapitulación Mentat —acusó Odrade.

—Sí, Madre Superiora. —Muy débilmente. Se suponía que las Reverendas Madres solamente podían bucear de esta forma en las otras Memorias con permiso de la Casa Capitular, y solamente con la guía y el apoyo de otras Hermanas compañeras. Así pues Dortujla seguía siendo una rebelde. Seguía sus propios deseos de la misma forma en que lo había hecho con su prohibido amante. ¡Bien! La Bene Gesserit necesitaba de tales rebeldes.

Odrade se sintió regocijada pensando en la reacción de Bellonda. Evidentemente, Bell estaba monitorizándolas. Hermanas desobedientes… algo muy peligroso. Bell entraría allí más tarde como una tromba, llena de advertencias y admoniciones.

—Desean Buzzell sin ningún daño —dijo Dortujla.

—¿Un mundo acuático?

—Sería un hogar conveniente para sus servidores anfibios. No los Futars ni los Adiestradores. Los he estudiado muy cuidadosamente.

La evidencia sugería un plan de las Honoradas Matres de traer servidores esclavizados, anfibios quizá, a recolectar soopiedras. Era posible que las Honoradas Matres tuvieran esclavos anfibios. El conocimiento que había producido a los Futars podía crear también muchas formas de vida sintiente.

—Esclavos, un peligroso desequilibrio —dijo Odrade.

Dortujla exhibió entonces su primera emoción intensa una profunda revulsión que convirtió su boca en una apretada línea.

Odrade se sintió complacida. Dortujla había abandonado las habituales reservas. Se había establecido una confianza mutua.
¡La repetición de las estupideces históricas nos revoluciona a todas!

Era un esquema que la Hermandad había reconocido hacía mucho tiempo: el inevitable fracaso de la esclavitud y el peonaje. Creabas una reserva de odio. Implacables enemigos. Si no tenías esperanzas de exterminar a todos esos enemigos, no te atrevías a intentarlo. Templabas tus esfuerzos con la seguridad de que la opresión haría más fuertes a tus enemigos. Los oprimidos
tendrían
su día, y que el cielo ayudara al opresor cuando ese día llegara. Era una hoja de doble filo. El oprimido siempre aprendía del opresor y copiaba de él. Cuando se volvían las tornas, quedaba montado el escenario para otra ronda de venganza y violencia… con los papeles invertidos. E invertidos e invertidos hasta la náusea.

—¿Nunca madurarán? —preguntó Odrade.

Dortujla no tenía ninguna respuesta, pero hizo una inmediata sugerencia:

—Tengo que regresar a Buzzell.

Odrade consideró aquello. Una vez más, la exiliada Reverenda Madre iba por delante de la Madre Superiora. Por desagradable que fuera la decisión, ambas sabían que era su mejor movimiento. Los Futars y los Adiestradores regresarían. Más importante aún, con un planeta que las Honoradas Matres deseaban, eran muchas las posibilidades de que fueran observados visitantes de la Dispersión. Las Honoradas Matres tendrían que hacer algún movimiento, y ese movimiento podía revelar mucho acerca de ellas.

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