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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (17 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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¡Por supuesto! Ella sabe de los eones de engaños de los tleilaxu, creando una imagen de inepta estupidez.

—¿De modo que así es como esperáis tratar a vuestros enemigos?

—Pretendemos castigarlos, Scytale.

!Qué implacable determinación!

Nuevas cosas que había aprendido de la Bene Gesserit lo llenaban de recelos.

Odrade, llevándolo a un bien custodiado paseo una tarde de frío invierno por los alrededores de la nave (con fornidas Censoras a tan sólo un paso detrás de él), se detuvo para contemplar una pequeña procesión que venía de Central.

Cinco mujeres Bene Gesserit, dos de ellas acólitas por sus atuendos blancos, pero las otras tres con lisas ropas de color gris eran desconocidas para él. Conducían una carreta hacia los huertos. Un frío viento sopló entre ellos. Unas cuantas hojas secas fueron arrancadas de las oscuras ramas. La carreta llevaba un largo bulto envuelto en telas blancas. ¿Un cuerpo? Tenía su forma.

Cuando preguntó, Odrade le regaló con un relato detallado de las prácticas funerarias de la Bene Gesserit.

Si había algún cuerpo que enterrar, se hacía con el desapego habitual que veía ahora. Ninguna Reverenda Madre había tenido nunca un funeral o había deseado que se perdiera el tiempo con rituales. ¿Acaso su memoria no vivía en sus Hermanas?

Él empezó a decir que aquello era irreverente, pero ella lo interrumpió.

—¡Dado el fenómeno de la muerte, todos los lazos de la vida son temporales! Nosotras modificamos un poco eso en las Otras Memorias. Vosotros hacéis algo similar, Scytale. Y ahora incorporamos algunas de vuestras habilidades en nuestro saco de trucos. ¡Oh, sí! Así es como pensamos de tales conocimientos. Simplemente modifican el esquema.

—¡Una práctica irreverente!

—No hay nada de irreverente en ella. Van a la tierra, donde al menos se convertirán en fertilizante. —Y siguió describiendo la escena sin darle una posibilidad de efectuar más protestas.

Siempre empleaban esta misma rutina que observaban ahora, dijo. Una gran barrena mecánica era llevada al huerto, donde taladraba un agujero de tamaño conveniente en la tierra. El cadáver, envuelto en aquella tela barata, era enterrado verticalmente, y un árbol plantado encima suyo. Los huertos eran plantados con los árboles formando como una rejilla, con un cenotafio en un rincón donde eran registradas las localizaciones de los enterrados. Vio el cenotafio cuando ella se lo señaló, una cosa cuadrada y verde de unos tres metros de alto.

—Creo que este cuerpo que va a ser enterrado está allá por el C-21 —dijo ella, observando trabajar la barrena mientras el grupo fúnebre aguardaba, reclinado contra la carreta—. Ese fertilizará un manzano. —¡Y sonó profanamente feliz al decirlo!

Mientras observaban a la barrena retirarse y la carreta ser inclinada para descargar el cuerpo y deslizarlo dentro del agujero, Odrade empezó a tararear.

Scytale se sintió sorprendido.

—Decíais que la Bene Gesserit evitaba la música.

—Sólo es una vieja cantinela apropiada. —La cantó lentamente para él, explicando las antiguas referencias: «Las cenizas a las cenizas, el polvo al polvo, si los Camellos no te recogen, las Fátimas lo harán.»

—¿Nuestros antepasados inhalaban humo de esas Fátimas que describís? Un narcótico, por supuesto.

—Un narcótico mortal: nicotina. Era una adicción tan extendida y una tal dependencia burocrática en lo que a impuestos se refiere que prosiguió durante siglos. —Sonrió—. Esa era una canción de guerra. Una forma de reírle a la cara a la muerte. Exactamente a nuestra manera.

La Bene Gesserit seguía siendo un rompecabezas y, más que nunca, veía la debilidad de los
típicos
. Por ejemplo, ahí estaba la afirmación de todo lo que hacían sin necesidad de la ayuda de sistemas burocratizados y mantenimiento de grabaciones. Excepto los Archivos de Bellonda, por supuesto, y cada vez que él los mencionaba, Odrade decía: «¡El cielo nos guarde!» o algo parecido.

—¿Y cómo os mantenéis sin oficiales ni grabaciones? —Se sentía profundamente desconcertado.

—Si una cosa necesita hacerse, la hacemos. ¿Enterrar a una hermana? —Señaló hacia la escena en el huerto, donde habían sido traídas palas y la tierra había sido apretada sobre la tumba—. Así es como se hace, y siempre hay alguien alrededor que es responsable. Ellas saben quiénes son.

¿Por qué seguía manteniendo su atención centrada en aquel enterramiento? ¿Era una amenaza? Intentó desviarse hacia otros asuntos, pero ella siguió inconmovible.

—La meten en el agujero. Echan tierra por encima. Mañana habrá un nuevo árbol en este lugar. —Odrade lo miró de frente, con aquellos duros e intensos ojos Bene Gesserit—.

Arboles sanos, frutos abundantes: ¡la muerte al servicio de la vida!

—¿Quién… quién cuida de este desagradable…?

—¡No es desagradable! Forma parte de nuestra educación. Generalmente lo supervisan Hermanas fracasadas. Las acólitas hacen el trabajo.

—¿Acaso no…? Quiero decir, ¿no es desagradable para ellas? Hermanas fracasadas, decís. Y acólitas. Suena más como un castigo que…

—¡Un castigo! Vamos, vamos, Scytale. ¿Sólo tenéis una canción que cantar? —Señaló hacia el grupo funerario—. Después de su aprendizaje, toda nuestra gente acepta voluntariamente sus trabajos.

—Pero no… ahhh, la burocracia…

—¡No somos estúpidas!

De nuevo no comprendió, pero ella respondió a su silencioso desconcierto.

—Seguro que sabéis que las burocracias se convierten siempre en voraces aristocracias después de alcanzar el poder del mando.

Tenía dificultad en ver la relevancia. ¿Estaba conduciéndole hacia algún sitio en particular?

Cuando siguió en silencio, ella dijo:

—Las Honoradas Matres tienen todas las marcas de la burocracia. Ministras de esto, Grandes Honoradas Matres de aquello, unas pocas llenas de poder en la cima y muchas funcionarias debajo.

Obviamente ella veía aquello como una debilidad, pero Scytale no consiguió ver esa debilidad y, si lo era, cómo explotarla.

—Están llenas ya de hambres adolescentes —dijo Odrade, como si aquello lo explicara todo. Y cuando él no respondió—: Voraces predadoras que nunca consideran el cómo exterminan a su presa. Una estrecha relación: reduce el número de aquellos de quienes te alimentas y verás desmoronarse toda tu estructura.

Consideró difícil creer que las brujas vieran realmente así a las Honoradas Matres, y lo dijo.

—Si sobrevivís, Scytale, veréis mis palabras convertirse en realidad. Grandes gritos de rabia de esas mujeres que no han pensado en la necesidad de frenarse. Muchos nuevos esfuerzos para arrancar lo máximo posible de sus presas. ¡Capturar todo lo que puedan de ellas! ¡Estrujarlas más duro! Eso sólo significará una exterminación más rápida. Idaho dice que se hallan ya en el estadio de regreso a la muerte.

—¿El ghola dice esto? —
¡Así pues, lo está usando como un Mentat!
— ¿Dónde obtenéis estas ideas? Seguro que no se originan en vuestro ghola. —
¡Sigue creyendo que es vuestro!

—Él simplemente confirmó nuestra afirmación. Un ejemplo en las Otras Memorias nos alertó.

—¿Oh? —Esa cosa de las Otras Memorias le preocupaba. ¿Podían asegurar que era cierta? Las memorias de sus propias vidas múltiples eran de enorme valor. Pidió confirmación.

—Recordamos la relación entre un animal comestible llamado conejo de las nieves y un felino predador llamado lince. La población de felinos siempre crecía para seguir a la población de los conejos, y luego el exceso de felinos sobrealimentados traía al cabo del tiempo a los predadores otra vez al hambre y de vuelta a la muerte.

—De vuelta a la muerte… un término interesante.

—Descriptivo para lo que pretendemos con las Honoradas Matres.

Cuando terminó su encuentro (sin que él ganara nada), Scytale se sintió más confundido que nunca. ¿Era esa precisamente la intención de Odrade? ¡Aquella maldita mujer! No podía estar seguro de nada de lo que decía.

Cuando ella lo devolvió a sus aposentos en la nave, Scytale permaneció durante largo tiempo mirando a través de la barrera del campo al largo corredor donde a veces Idaho y Murbella pasaban en dirección a su sala de prácticas. Sabía que debía ser allí, al otro lado de aquella enorme arcada al fondo. Siempre salían de allí sudando y respirando pesadamente.

Ninguno de sus compañeros prisioneros apareció, aunque estuvo acechando durante más de una hora.

¡Utiliza al ghola como un Mentat! Eso quiere decir que él tiene acceso a la consola de los sistemas de la nave. Seguro que ella no le privaría a su Mentat de sus datos. De alguna manera, tengo que ingeniármelas para conocer íntimamente a ese Idaho. Siempre está el lenguaje del silbido que imprimimos en todos los gholas. No debo parecer demasiado ansioso. Una pequeña concesión en las negociaciones, quizá. Una queja de que mis aposentos son demasiado reducidos. Se darán cuenta de que esa prisión me irrita.

Capítulo XII

La educación no es un sustituto para la inteligencia. Esa elusiva cualidad es definida tan sólo en parte por la habilidad en resolver rompecabezas. Es en la creación de nuevos rompecabezas que reflejen lo que tus sentidos informan, que completas la definición.

Texto Uno Mentat (decto)

Trajeron a Lucilla a presencia de la Gran Honorada Matre en una jaula tubular… una jaula dentro de una jaula. Una red de hilo shiga la mantenía confinada en el centro del dispositivo.

—Soy la Gran Honorada Matre —la saludó la mujer sentada en el enorme sillón negro.
Pequeña de estatura, leotardos rojos y dorados
—. La jaula es para tu protección en caso que intentaras utilizar la Voz. Somos inmunes. Nuestra inmunidad toma la forma de un reflejo. Matamos. Un cierto número de vosotras habéis muerto de esta forma. Conocemos la Voz y la utilizamos. Recuérdalo cuando te suelte de tu jaula. —Agitó las manos hacia los servidores que habían traído la jaula—. ¡Iros! ¡Iros!

Lucilla miró a la habitación que la rodeaba. Sin ventanas. Casi cuadrada. Iluminada por unos cuantos globos plateados. Paredes verdes, duras. Un típico lugar de interrogatorio. En algún lugar alto. Habían traído su jaula en un nultubo poco después del amanecer.

Un panel detrás de la Gran Honorada Matre se abrió a un lado, y una jaula más pequeña entró deslizándose en la habitación, accionada por un oculto mecanismo. La jaula era cuadrada, y en ella había de pie lo que al principio creyó que era un hombre desnudo, hasta que se volvió y la miró.

¡Un Futar!
Tenía un rostro ancho, y pudo ver claramente sus caninos.

—Quiero frotes espalda —dijo el Futar.

—Sí, querido. Te frotaré la espalda más tarde.

—Quiero comer —dijo el Futar. Miró con ojos brillantes a Lucilla.

—Más tarde, querido.

El Futar siguió estudiando a Lucilla.

—¿Tú Adiestradora? —preguntó.

—¡Por supuesto que no es una Adiestradora!

—Quiero comer —insistió el Futar.

—¡Más tarde, he dicho! Por ahora, limítate a sentarte aquí y ronronea para mí.

El Futar se acuclilló en su jaula, y de su garganta brotó un sonido retumbante.

—¿No son dulces cuando ronronean? —Evidentemente la Gran Honorada Matre no esperaba una respuesta.

La presencia del Futar desconcertó a Lucilla. Se suponía que aquellas cosas cazaban y mataban Honoradas Matres. De todos modos, estaba enjaulado.

—¿Dónde lo capturaste? —preguntó Lucilla.

—En Gammu. —No se dio cuenta de lo que había revelado.

Y esto es Conexión,
pensó Lucilla. Lo había reconocido desde el transbordador la noche antes.

El Futar dejó de ronronear.

—Comida —gruñó.

A Lucilla le hubiera gustado comer algo. No le habían dado nada en tres días, y se había visto obligada a suprimir los retortijones del hambre. Pequeños sorbos de agua de un litrojon dejado en la jaula la ayudaban, pero ahora ya casi estaba vacío. Los sirvientes que la habían traído se habían reído de su petición de comida.

—¡A Futars gusta comida delgada!

Era la ausencia de melange lo que más la atormentaba. Había empezado a sentir los primeros dolores aquella mañana.

Tengo que matarme pronto.

La horda de Lampadas suplicó para que resistiera.
Sé valiente. ¿Qué ocurrirá si una Reverenda Madre nos falla?

La Reina Araña. Así es como Odrade llama a esta mujer.

La Gran Honorada Matre seguía estudiándola, la mano apoyada en su barbilla. Era una barbilla débil. En un rostro sin rasgos positivos, la mirada se veía atraída por lo negativo.

—Al final perderás, ya lo sabes —dijo la Gran Honorada Matre.

—Silbando más allá de la tumba —dijo Lucilla, y luego tuvo que explicar la expresión.

Hubo una educada muestra de interés en el rostro de la Gran Honorada Matre.
Qué interesante.

—Cualquiera de mis ayudantes podría haberte matado inmediatamente por decir eso. Esta es una de las razones por las cuales estamos solas. Siento curiosidad por saber por qué has dicho una cosa así.

Lucilla contempló al acuclillado Futar.

—Los Futars no se producen de la noche a la mañana. Son creados genéticamente a partir del stock de animales salvajes con una finalidad.

—¡Cuidado! —Chispas naranjas llamearon en los ojos de la Honorada Matre.

—Generaciones de desarrollo dieron como resultado la creación de los Futars —dijo Lucilla.

—¡Los cazamos para nuestro placer!

—Y el cazador se convierte en el cazado.

La Gran Honorada Matre saltó sobre sus pies, los ojos completamente naranjas. El Futar se agitó y empezó a lloriquear. Le hizo un gesto con una mano al enjaulado animal.

—Todo está bien, querido. Pronto comerás, y luego yo te frotaré la espalda.

El Futar reanudó su ronroneo.

—Así que crees que volvimos aquí como refugiados —dijo la gran Honorada Matre—. ¡Sí! No pretendas negarlo.

—Los gusanos se dan a menudo la vuelta —dijo Lucilla.

—¿Los gusanos? ¿Te refieres a esas monstruosidades que destruimos en Rakis?

Se sintió tentada de aguijonear a aquella Honorada Matre y despertar una respuesta espectacular. Alármala lo suficiente, y seguro que matará.

¡Por favor, Hermana!,
suplicó la horda de Lampadas. Resiste.

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