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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Casa capitular Dune (16 page)

BOOK: Casa capitular Dune
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Sus aposentos eran bastante confortables: tres estancias de paredes de plaz de un sedante color verde, una suave cama, sillas reducidas para que encajaran con su diminuto cuerpo.

Se trataba de una no-nave ixiana, y estaba seguro de que sus guardianes no sospechaban lo mucho que él sabía de ella.
Tanto como los ixianos.
Máquinas ixianas a todo su alrededor, pero ningún ixiano a la vista. Dudaba que hubiera un solo ixiano en la Casa Capitular. Las brujas eran célebres por ocuparse ellas mismas del mantenimiento.

Odrade avanzó y habló lentamente, observándole con cuidado.
«No son impulsivas».
Uno oía esto a menudo.

Ella le preguntó si estaba cómodo, y parecía preocupada por él.
El comportamiento subordinado te disminuye.
Scytale había visto esto en una copia de la Coda Bene Gesserit. Encajaba con la Sabiduría Popular acerca de las brujas.

Entonces, ¿y sus tan temidos castigos?
Los tleilaxu habían sufrido más de una vez bajo el látigo de la Bene Gesserit.

Odrade respondía a sus preguntas con una disertación:

—Los castigos son administrados únicamente para enseñar una lección valiosa. ¿Qué bien causa el castigo si únicamente provoca dolor?

—¿Una prueba para la extinción? —sondeó Scytale.

—Vamos, vamos —reprendió ella—. ¿Acaso no os hemos preservado de esa extinción?

El suspiró profundamente.

—Así parece. —Miró con ojos escrutadores la sala de estar a su alrededor.

—No veo ixianos.

Ella frunció los labios con desagrado.

—¿Es para eso para lo que pedisteis una consulta?

¡Por supuesto que no, bruja! Simplemente practico mis artes de distracción. No esperarás que mencione cosas que deseo mantener ocultas. Además, ¿por qué debería llamar vuestra atención hacia los ixianos cuando sé que es muy poco probable que haya ningún intruso peligroso caminando libremente por vuestro maldito planeta? Ahhh, la muy vanagloriada conexión ixiana que nosotros los tleilaxu mantuvimos durante tanto tiempo. ¡Tú lo sabes! Hicisteis a Ix memorable más de una vez.

¡Las mujeres de Shaitan cerraban las obvias aberturas de seguridad, pero eran ciegas a lo obvio!

Los tecnócratas de Ix podían dudar en irritar a la Bene Gesserit, pensó, pero serían extremadamente cuidadosos en no despertar las iras de las Honoradas Matres. El comercio secreto quedaba indicado por la presencia de esta no-nave, pero el precio debió haber sido ruinoso y los circunloquios excepcionales. Muy detestables, esas rameras de la Dispersión. También ellas debían necesitar a Ix, suponía. E Ix podía desafiar secretamente a las rameras para hacer un trato con la Bene Gesserit. Pero los límites eran angostos y las posibilidades de traición muchas.

Esos pensamientos lo confortaron mientras negociaba. Odrade, de un humor susceptible, lo puso nervioso varias veces con silencios durante los cuales le miraba de aquella inquietante forma Bene Gesserit.

Podía darse cuenta de que ella lo encontraba repulsivo… la forma en que su mirada se fijaba secuencialmente en cada uno de sus rasgos. Sabía lo que ella estaba pensando.
Una figura de elfo con un rostro estrecho y unos ojos maliciosos. Con patas de gallo. Su mirada descendió: una boca pequeña con afilados dientes y unos caninos puntiagudos.

Scytale sabía que era una figura surgida de las más peligrosamente inquietantes mitologías de la humanidad. Odrade debía estar preguntándose:
¿Por qué la Bene Tleilax eligió esta apariencia física en particular, cuando con su control de la genética hubieran podido concederse una forma más impresionante?

¡Por la simple razón de que te inquieta, sucia powindah!

—Aquellos que no pueden aprender terminarán cayendo al borde del camino —dijo ella—. Arrojados por cosas a las que no pueden enfrentarse dentro de sí mismos. Un proceso de deshierbado en todas esas vidas.

Oh, qué cierto es eso, bruja.

—¿Ninguna indulgencia para los accidentes? —preguntó con astucia. Los Sagrados Accidentes formaban una parte integrante de la Gran Creencia.

—Los accidentes ocurren. ¿Pero qué es lo que enseñan los accidentes? —Y ella misma respondió a su pregunta—: Sé adaptable. Sé fuerte. Estáte preparado a los cambios, a lo nuevo. Acumula muchas experiencias.

—¿Es eso lo que hacéis vosotras en las Otras Memorias? —Muy suavemente, dándose cuenta de que ella interpretaría aquello como un elemento más de su astucia habitual.
Qué poco sabéis vosotras, pobres powindah, de lo que hemos acumulado.

La respuesta de ella lo tranquilizó:

—No permitimos mezclarnos con nuestros pasados. Solamente interpretamos.

Aquello tenía el sonido característico del pensamiento Mentat, pero ella se negó a ampliarlo cuando él planteó más preguntas.

Estaban intentando confundirlo.

Pensó en otra cosa
típica
: «Las Bene Gesserit raras veces levantan polvo.»

Scytale había visto el polvo levantado por algunas de las consecuencias de muchas acciones Bene Gesserit.
¡Mira lo que le ocurrió a Dune! Ardió en cenizas porque vosotras, mujeres de Shaitan, elegisteis aquel sagrado lugar para desafiar a las rameras. Incluso los restos de vuestro Profeta desaparecieron en busca de su recompensa. ¡Murió todo el mundo!

Y ni siquiera se atrevía a contemplar sus propias pérdidas. Ningún planeta tleilaxu había escapado al destino de Dune.
¡La Bene Gesserit causó eso!
Y él tenía que soportar su tolerancia… un refugiado con solamente Dios para apoyarle.

Preguntó a Odrade acerca del
polvo levantado
en Dune.

—Sabréis eso solamente cuando nos hallemos in extremis.

—¿Es por eso por lo que atraéis la violencia de esas rameras?

Ella se negó a discutir aquello.

Uno de los difuntos compañeros de Scytale había dicho:

—La Bene Gesserit deja rastros rectilíneos. Puedes pensar que son complejas, pero cuando miras fijamente su forma de actuar descubres que es lisa.

Ese compañero y todos los demás habían sido masacrados por las rameras. Lo único que sobrevivía de ellos se hallaba en las células en una cápsula de entropía nula. ¡Lo suficiente para la sabiduría de un Maestro muerto!

Odrade deseaba más información técnica acerca de los tanques axlotl. ¡Ohhh, con qué habilidad fraseó sus preguntas!

¿Era un error proporcionarles incluso un conocimiento limitado? Ahora se dio cuenta de que les había dicho mucho más que los desnudos detalles biotécnicos a los que se había confinado al principio. Definitivamente habían deducido la forma en que los Maestros habían creado una limitada inmortalidad… con un ghola de reemplazo creciendo siempre en los tanques. ¡Eso también se había perdido! Deseaba gritárselo en su frustrada rabia.

Preguntas… obvias preguntas.

Paraba sus preguntas con redundantes argumentos acerca de «mi necesidad de sirvientes Danzarines Rostro y mi propia consola conectada al sistema de la nave.»

Ella no dejaba de mostrarse astutamente obstinada, sondeando sin cesar en busca de más conocimientos acerca de los tanques.

—La información para producir melange a partir de vuestros tanques podría inducirnos a ser más liberales con nuestro huésped.

¡Nuestros tanques! ¡Nuestro huésped!

Aquellas mujeres eran como una pared de plastiacero. Nada de tanques para su uso personal.
Todo ese poder tleilaxu desaparecido.
Era un pensamiento lleno de lamentos de autocompasión. Se tranquilizó recordándose: a buen seguro Dios estaba probando sus recursos.
Ellas creen que me tienen en una trampa.
Pero sus restricciones dolían. ¿Nada de sirvientes Danzarines Rostro? Muy bien. Buscaría otros sirvientes. No Danzarines Rostro.

Scytale sintió la profunda angustia de sus muchas vidas cuando pensó en sus perdidos Danzarines Rostro… sus mutables esclavos.
¡Malditas sean esas mujeres y su pretensión de que han compartido la Gran Creencia! Omnipresentes acólitas y Reverendas Madres siempre merodeando por los alrededores. ¡Espías! Y com-ojos por todas partes. Opresivo.

No creía que las brujas fueran sencillas de comprender. Complejidad, ese era su sello distintivo. Se decía (¡Lo decían ellas de sí mismas!) que empleaban la complejidad «de vez en cuando» debido a las barreras en su camino. ¡Más engaños!

—A menudo utilizamos la solución del Nudo Gordiano —alardeaba Odrade—. Uno ni siquiera ve el cuchillo, pero la cuerda de la complejidad está atada formando un nudo terrible, y todos saben que hemos sido nosotras quienes lo hemos cortado.

Nunca eran tan simples como eso.

A su primera llegada a la Casa Capitular, había captado una cautela en sus carceleros, una especie de intimidad que se hacía muy intensa cuando sondeó las características de su Orden. Más tarde, llegó a ver todo aquello como un círculo defensivo, todas ellas enfrentándose al exterior en previsión de cualquier amenaza.
Todo lo que es nuestro es nuestro. ¡Tú no puedes entrar!

Scytale reconoció en aquello una postura paterna, un punto de vista materno hacia la humanidad: «¡Comportaos bien u os castigaremos!» Y los castigos Bene Gesserit eran realmente algo digno de ser evitado.

Mientras Odrade seguía exigiendo más de lo que él estaba en condiciones de dar, Scytale clavó su atención en un
típico
que estaba seguro que era cierto:
Ellas no pueden amar.
Pero se sentía obligado a estar de acuerdo con aquello… Ni el amor ni el odio eran puramente racionales. Pensó en tales emociones como en una oscura fuente ensombreciendo el aire a todo su alrededor, un primitivo surtidor que arrojaba insospechados seres humanos.

¡Cómo habla esta mujer!
La observó, sin escucharla realmente. ¿Cuáles eran sus imperfecciones? ¿Era una debilidad el que evitaran la música? ¿Temían el secreto desplegar de las emociones? La aversión parecía hallarse fuertemente condicionada.

—Todo ello evoca memorias inútiles —decía Odrade.

El condicionamiento no siempre tenía éxito. En sus muchas vidas había visto a brujas que parecían gozar de la música. Cuando preguntó a Odrade, ella se acaloró, y él sospechó una deliberada exhibición para confundirle.

—¡No podemos distraernos!

—¿Nunca repetís las grandes ejecuciones musicales en vuestras memorias? Me han dicho que en los tiempos antiguos…

—¿Qué utilidad tiene la música interpretada por instrumentos que son desconocidos para la mayoría de la gente?

—Oh. ¿Cuáles instrumentos son esos?

—¿Dónde podéis encontrar hoy un piano?
—De nuevo esa falsa cólera—.
Instrumentos terribles de afinar, y más difíciles aún de tocar.

Qué hermosamente protesta.

—Nunca había oído hablar de ese… ese… ¿piano, habéis dicho? ¿Es como el baliset?

—Primos lejanos. Pero sólo puede ser afinado a una clave aproximada. Una idiosincrasia del instrumento.

—¿Por qué resaltáis este… este piano?

—Porque a veces pienso que es malo que ya no dispongamos de él. Producir la perfección a través de las imperfecciones es, después de todo, la mayor de las formas artísticas.

Scytale sintió una profunda debilidad. Sus palabras encajaban tan limpiamente con su afirmación de que la Bene Gesserit buscaba tan sólo perfeccionar la sociedad humana. ¡De modo que pensaba que podía enseñarle! Otro
típico
: «Se ven a sí mismas como maestras.»

Cuando expresó sus dudas acerca de esta afirmación, ella dijo:

—Naturalmente, creamos presiones en las sociedades a las que influenciamos. Lo hacemos de forma que podamos dirigir esas presiones.

—Encuentro esto discordante —se quejó él.

—¿Por qué, Maestro Scytale? Es un esquema muy común. Los gobiernos lo hacen a menudo a fin de producir violencia contra blancos escogidos. ¡Vosotros mismos lo hacéis! Y ved lo que habéis conseguido.

¡Así que se atreve a afirmar que los tleilaxu trajeron esta calamidad sobre ellos mismos!

—Seguimos la lección del Gran Mensajero —dijo, utilizando el Islamiyat para nombrar al Profeta Leto II. Las palabras sonaron extrañas en sus labios, pero fue tomado por sorpresa. Ella sabía muy bien cómo reverenciaban todos los tleilaxu al Profeta.

¡Pero he oído a esas mujeres llamarle el Tirano!

Aún hablando el Islamiyat, ella preguntó:

—¿Acaso no es Su finalidad el desviar la violencia, produciendo una lección que posea valor para todos?

¿Se está burlando de la Gran Creencia?

—Es por eso por lo que lo aceptamos —dijo ella—. No actuaba según nuestras reglas, pero actuaba hacia nuestra misma finalidad.

¡Aquella mujer se atrevía a decir que
había
aceptado al Profeta!

No lo estaba desafiando, aunque la provocación era grande. Algo delicado, el punto de vista de una Reverenda Madre sobre ella misma y su comportamiento. Sospechaba que estaban constantemente reajustando esos puntos de vista, sin saltar nunca demasiado lejos en ninguna dirección. Nada de odio ni de amor hacia sí mismas. Confianza, sí. Una enloquecedora confianza en sí mismas. Pero eso no requería ni odio ni amor. Solamente una cabeza fría, cada juicio listo para ser corregido, exactamente como ella afirmaba. Es algo que raramente requiere alabanzas.
¿Un trabajo bien hecho? Bien, ¿qué otra cosa esperabas?

—El adiestramiento Bene Gesserit fortalece el carácter. —Ese era el más conocido
típico
de la Sabiduría Popular. Intentó iniciar una discusión con ella al respecto.

—¿No es el condicionamiento de las Honoradas Matres el mismo que vosotras? ¡Mirad a Murbella!

—¿Son generalidades lo que deseáis, Scytale?
—¿Había regocijo en su tono?

—Una colisión entre dos sistemas de condicionamiento, ¿no es eso una buena forma de contemplar esta confrontación? —aventuró él.

—Y el más poderoso emergerá con la victoria, por supuesto.
—¡Definitivamente burlándose!

—¿No es así como funciona siempre? —Con irritación no bien refrenada.

—¿Tiene una Bene Gesserit que recordarle a un tleilaxu que las sutilezas son otro tipo de arma? ¿No habéis practicado vos el engaño? ¿Una fingida debilidad para hacer desviar la atención de vuestros enemigos y conducirlos a trampas? Las vulnerabilidades pueden ser creadas.

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