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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

Área 7 (31 page)

BOOK: Área 7
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Nadie podía permanecer bajo el agua tanto tiempo, ni siquiera con una burbuja de aire. El aire de la burbuja ya se habría agotado.

No.

Shane Schofield (y quienquiera que estuviera con él en ese Super Stallion) estaba en esos momentos, sin duda alguna, muerto.

* * *

Gant, Madre, Juliet y el presidente seguían en el nivel 4, en el laboratorio de observación casi en penumbra. Acero Hagerty y Nicholas Tate también estaban con ellos.

—Deberíamos movernos —dijo Gant.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Madre.

—No, ¿qué está haciendo, sargento Gant? —inquirió Acero.

—No deberíamos quedarnos aquí —dijo Gant.

—Pero este es un sitio perfecto para ocultarnos.

—Deberíamos movernos. Si están buscándonos y seguimos en el mismo lugar, tarde o temprano nos encontrarán. Deberíamos movernos al menos una vez cada veinte minutos.

—¿Y exactamente dónde ha aprendido eso? —preguntó Hagerty.

—Está en el manual de adiestramiento de la escuela de Aspirantes a Oficial —dijo Gant—. Técnicas estándar de evasión. Sin duda ha tenido que leerlo en algún momento de su carrera. Además, hay algo más que quiero comprobar…

Hagerty enrojeció de la ira.

—No permitiré que un sargento me hable así.

—Sí, sí que lo hará. —Madre se colocó delante de Hagerty (más bien se cernió sobre él). Señaló con la cabeza a Gant—. Porque este pajarillo carbonero es más sereno e inteligente en una situación de combate de lo que usted nunca será. Y, para su información, no será sargento durante mucho tiempo. Pronto será oficial. Y, le diré algo, pondría mi vida en las manos de esta mujer antes que ponerla en las suyas.

Hagerty frunció el ceño.

—Bien. Eso es…

—Coronel Hagerty —interrumpió el presidente. Dio un paso adelante—. La sargento Gant ha salvado dos veces mi vida esta mañana: en el tren y en la plataforma. En ambos casos supo mantener la cabeza fría en una situación que mucha gente no habría sabido abordar. Confío mi seguridad a su buen juicio.

—Sí, señor. Estrógenos al poder —dijo Madre.

—Sargento Gant —dijo el presidente—, ¿en qué está pensando?

Gant sonrió y sus ojos, azules como el cielo, brillaron.

—Estoy pensando en hacer algo con el transmisor de su corazón, señor.

* * *

En la sala estéril y sin ventanas del segundo piso bajo tierra del Pentágono, Dave Fairfax seguía trabajando duro para descodificar las conversaciones telefónicas interceptadas en la base especial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos Área 7.

Tras haber descifrado los mensajes entrantes y salientes en afrikáans, Fairfax estaba bastante satisfecho consigo mismo.

Sin embargo, había algo que seguía preocupándole. Los dos mensajes en inglés que había encontrado entre los mensajes en afrikáans.

Puso de nuevo las grabaciones de esos dos mensajes y las escuchó con atención.

Una cosa sí estaba clara. En los dos mensajes hablaba la misma voz.

La voz de un hombre. Estadounidense. Acento sureño. Hablaba despacio, deliberadamente despacio.

Fairfax se subió las gafas y comenzó a teclear.

Sacó un programa de análisis de voz.

A continuación comparó la firma digital de la voz grabada (el espectrograma de voz) con las firmas de todas las voces del ordenador central de la agencia de Inteligencia, todas las voces de las que la agencia había realizado alguna vez grabaciones secretas.

Cuando el programa accedió a la enorme base de datos de espectrogramas de voz de la agencia, distintos gráficos de picos empezaron a aparecer en la pantalla.

Y entonces el ordenador emitió un bip:

6 COINCIDENCIAS ENCONTRADAS.

¿MOSTRAR TODAS LAS COINCIDENCIAS?

—Sí, por favor —dijo Fairfax mientras pulsaba la letra «S».

Aparecieron seis entradas en la pantalla:

De acuerdo
, pensó Fairfax.

Descartó la tercera y cuarta entrada; eran los dos mensajes que acababa de escuchar. El código de designación de la división, DIVESPACIAL-02, hacía referencia a su propia sección, la sección 2.

Los otros cuatro mensajes, sin embargo, eran propiedad de la sección 1, la unidad principal de la división Espacial emplazada al otro lado del pasillo.

El nombre del dosier de origen de los mensajes de la sección 1, SAT- VIGIL, hacía referencia a los satélites para vigilancia. Al parecer, la sección 1 había estado interceptando transmisiones extranjeras por satélite últimamente.

Fairfax hizo clic en la primera entrada:

Fairfax frunció el ceño. Los mensajes en afrikáans también hacían mención a una vacuna. Y a una prueba llevada a cabo con éxito.

Pulsó la siguiente entrada:

Changchun
, pensó Fairfax.
La instalación de armas biológicas chinas

Y ciento veinte millones de dólares, a dividir entre doce hombres.

La cosa se ponía interesante.

Siguiente:

¿Qué es esto?
, pensó Fairfax.

¿Estrella amarilla?

Pero ese era el…

Cliqueó el mensaje final:

Fairfax estaba mirando los nombres del último mensaje cuando de repente la puerta de su despacho subterráneo se abrió y su jefe (un burócrata alto y calvo llamado Eugene Wisher) irrumpió en la sala, seguido de tres policías militares fuertemente armados. Wisher estaba al frente de la operación que se estaba desarrollando al otro lado del pasillo: el seguimiento del lanzamiento del transbordador espacial chino.

—¡Fairfax! —gritó—. ¿Qué demonios está haciendo?

Fairfax tragó saliva al ver las armas de la policía militar.

—Eh, esto… ¿de qué está hablando?

—¿Por qué está evaluando transmisiones interceptadas de nuestra operación?

—¿Su operación? —dijo Fairfax.

—Sí. Nuestra operación. ¿Por qué se está descargando información del ordenador central que pertenece a una operación secreta en curso de la sección 1?

Fairfax se quedó callado, inmerso en sus pensamientos, mientras su jefe seguía gritándole.

Y de repente lo vio todo muy, muy claro.

—Dios mío —acertó a decir.

* * *

Fueron necesarias varias explicaciones (a punta de pistola) pero, cinco minutos después, Dave Fairfax se hallaba ante dos directores adjuntos de la agencia de Inteligencia en la sala de operaciones situada al otro lado de su despacho sin ventanas.

Los monitores refulgían por toda la habitación; los técnicos trabajaban con más de doce consolas, todos ellos dedicados al seguimiento del lanzamiento del transbordador espacial chino, el
Estrella amarilla.

—Necesito una lista del personal del Área 7 —dijo el joven de veinticinco años Dave Fairfax a los dos superiores que tenía ante sí.

La lista llegó.

Fairfax la leyó. Decía:

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