Zafiro (10 page)

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Authors: Kerstin Gier

BOOK: Zafiro
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—Me temo que la necesidad de sueño de mi querida cuñada es bastante mayor que su curiosidad —dijo dignamente lady Arista, que estaba sentada a la mesa tiesa como un palo (de hecho, no recordaba haber visto nunca a mi abuela de otro modo que no fuera tiesa como un palo) y comía media tostada de mantequilla con los dedos bien estirados—. Ayer se levantó demasiado pronto y estuvo todo el día de un humor insoportable. No creo que la veamos aparecer antes de las diez.

—Pues a mí me parece bien —contesto la tía Glenda con su voz de pito—. Esa cháchara suya sobre huevos de zafiro y torres de reloj puede acabar con los nervios de cualquiera. Y tú, ¿cómo te encuentras, Gwendolyn? Me imagino que todo esto debe de resultarte bastante desconcertante.

—Hum... —dije.

—Debe de ser horrible tener que constatar pronto que uno ha nacido para metas elevadas y no esta a la altura de las expectativas.

La tía Glenda ensartó un pedacito de tomate de su plato.

—Mister George afirma que Gwendolyn se las ha arreglado muy bien hasta el momento —comentó lady Arista, y antes de que pudiera alegrarme por su muestra de solidaridad añadió—: Al menos dadas las circunstancias.

Gwendolyn, hoy te recogerán de nuevo en la escuela y te llevarán al Temple. Esta vez Charlotte te acompañará.

Tomo un trago de té.

Yo no podía abrir la boca sin que se me cayera el huevo revuelto, de modo que me limite a mirarla horrorizada, con los ojos abiertos de par en par, mientras Nick y Caroline preguntaban en mi lugar: — ¿Y eso por qué?

—Pues porque Charlotte justamente —dijo la tía Glenda balanceando la cabeza de un modo muy peculiar— sabe todo lo que Gwendolyn debería saber para poder, de alguna manera, cumplir de forma satisfactoria con su tarea. Y ahora, debido a los caóticos acontecimientos de los dos últimos días —que seguro que todos podemos imaginar—, en el Temple quieren que Charlotte ayude a su prima a prepararse para sus próximos saltos en el tiempo.

Se comportaba como si su hija acabara de ganar los juegos olímpicos, como mínimo.

¿Para los próximos saltos? ¿Y cómo?

—¿Quién es esa arpía pelirroja y flacucha? —preguntó Xemerius—. Espero, por tu bien, que solo se trate de una parienta lejana.

—No es que esta petición nos cogiera por sorpresa, pero de todos modos hemos estado reflexionando sobre cómo podríamos atenderla. Al fin y al cabo, Charlotte ya no está sometida a ningún tipo de obligación en ese sentido. Pero —y en este punto la arpía pelirroja y flaca... ejem... quiero decir, la tía Glenda, suspiró teatralmente— Charlotte es muy consciente de la importancia de esta misión y está dispuesta a contribuir desinteresadamente a su éxito en la medida de sus posibilidades.

Mi madre suspiró y me dirigió una mirada compasiva, mientras Charlotte se colocaba un mechón rojo resplandeciente detrás de la oreja y me obsequiaba con un coqueto pestañeo.

—¿Cómo? —preguntó Nick—. ¿Y qué va a enseñarle Charlotte a Gwendolyn?

—Oh —dijo la tía Glenda, y sus mejillas se enrojecieron de puro entusiasmo —. Hay un montón de cosas, supongo; pero sería absurdo pensar que Gwendolyn va a poder asimilar en tan poco tiempo lo que Charlotte ha ido aprendiendo a lo largo de muchos años, por no hablar, en fin... de la injusta repartición de los talentos naturales en este caso. Solo se puede intentar transmitir lo más indispensable. Por encima de todo, Gwendolyn muestra unas carencias casi trágicas en lo que se refiere a conocimientos generales y a las maneras adecuadas para cada época, por lo que oído.

¡Que descaro! ¿De quién se suponía que había oído eso?

—Sí, y es absolutamente necesario conocer las maneras adecuadas para sentarse a solas en un sótano cerrado —dije—. Alguna cochinilla podría ver como te hurgas la nariz.

Caroline soltó una risita.

—Oh, no, Gwenny, siento tener que decirte esto, pero en el futuro las cosas se pondrán un poquitín más complicadas para ti —replicó Charlotte, y me dedicó una mirada supuestamente compasiva que en realidad me pareció más bien sádica.

—Tu prima tiene razón. —Siempre me había dado un poco de miedo la penetrante mirada de lady Arista, pero esta vez me estremecí de verdad al sentirla clavada en mi—. Por órdenes superiores —añadió—, en adelante pasarás mucho tiempo en el siglo XVIII.

—Y además, rodeada de gente —completó Charlotte—. Gente que encontraría muy extraño que no supieras cual es el nombre del rey que gobierna el país. O qué es un ridículo.

¿Un qué?

—¿Qué es un ridículo? —preguntó Caroline.

Charlotte sonrió levemente.

—Dile a tu hermana que te lo explique.

La miré enfadada. ¿Por qué le proporcionaba siempre tanta satisfacción hacerme pasar por tonta? La tía Glenda rió bajito.

—Es una especie de bolso, una estúpida bolsa de mano generalmente llena de puntillas inútiles —dijo Xemerius—. Y de pañuelos. Y frasquitos de sales.

¡Vaya!

—Un ridículo es una antigua expresión para designar un bolso, Caroline — dije sin apartar la mirada de Charlotte, que pestañeó sorprendida pero mantuvo su leve sonrisa.

—¿«Por órdenes superiores»? ¿Qué se supone que significa eso? —Mi madre se volvió hacia lady Arista—. Pensaba que nos habíamos puesto de acuerdo en que se mantendría apartada a Gwendolyn de todo el asunto en la medida de lo posible. Que solo se la enviaría a elapsar a épocas tranquilas. ¿Cómo pueden decidir ahora que van a exponerla e semejante peligro?

—Eso no es asunto tuyo, Grace —repuso mi abuela fríamente—. Creo que ya has causado bastantes desgracias.

Mi madre se mordió los labios. Durante un momento su mirada furiosa pasó de mí a lady Arista y otra vez a mí, luego corrió bruscamente su silla hacia atrás y se levantó.

—Tengo que ir al trabajo —dijo. Le dio un beso a Nick en el pelo y nos miró a Caroline y a mí—. Que lo pasen bien en la escuela. Caroline, piensa en el fular para la clase de manualidades. Nos veremos esta noche.

—Pobre mamá —susurró Caroline cuando mi madre abandonó la habitación —. Anoche lloró. Me parece que no le gusta nada que tengas ese gen de los viajes en el tiempo.

—Si —respondí—. Yo también lo he notado.

—La verdad es que no es la única —añadió Nick, y dirigió una mirada a Charlotte y a la tía Glenda, que seguía sonriendo.

✿✿✿

Nunca había recibido tanta atención al entrar en clase como ese día. La expectación se debía al hecho de que la mitad de mis compañeros habían visto como la tarde anterior pasaba a recogerme una limusina negra.

—Aún se aceptan apuestas —anunció Gordon Gelderman—. Porcentaje superalto para el número uno: el tipo desenvuelto de aire afeminado de ayer es un productor de televisión que montó un casting para un show en el que participaron Charlotte y Gwendolyn, pero Gwendolyn fue la ganadora.

Posibilidad número dos: el tipo es su primo gay y tiene un servicio de limusinas. Posibilidad número tres...

—Por Dios, cierra la boca de una vez, Gordon —le soltó Charlotte, que se echó el pelo hacia atrás y se sentó en su asiento.

—Ya podrías explicarnos cómo es que parecía que estuvieras con ese tipo y luego fuera Gwendolyn quien subió con él a la limusina —le dijo Cynthia Dale con tono zalamero—. ¡Imagínate, Leslie quería hacernos creer que era el profesor particular de Gwendolyn!

—Claro, un profesor particular que viene en limusina y hace manitas con nuestra Reina del Hielo —dijo Gordon mirando a Leslie con mala cara—. Está claro que aquí se ha producido un lamentable intento de encubrimiento.

Leslie se encogió de hombros y me sonrió.

—Así de repente no se me ocurrió nada mejor —se excusó dejándose caer en su silla.

Busqué a Xemerius con la mirada. La última vez le había visto agazapado en el tejado de la escuela, desde donde me había saludado alegremente con un gesto. Aunque tenía instrucciones de mantenerse alejado de mí durante las clases, lo cierto es que no creía que fuera a atenerse a ellas.

—Lo del Caballero Verde parece un auténtico callejón sin salida —dijo Leslie con tono apagado. Al contrario que yo, no había descansado mucho esa noche, porque se había pasado horas buscando en internet—. Hay una famosa figura de jade de la dinastía Ming que se llama así, pero está en un museo de Pekín, y además una estatua en la plaza del mercado de una ciudad alemana llamada Cloppenburg, y dos libros con ese título, una novela de 1926 y un libro infantil, pero este se publicó después de la muerte de tu abuelo. Eso es todo, hasta ahora.

—Había pensado que podría ser un cuadro —dije. En las películas, los secretos siempre estaban ocultos detrás de los cuadros, o en ellos.

—Pues no he encontrado nada —respondió Leslie—. También probé EL CABALLERO VERDE en un generador de anagramas; pero si RAVEL CABELE LERDO tiene algún significado, a mí se me escapa. Imprimí unos cuantos, tal vez a ti te suene alguno. Me tendió una hoja.

—«LARVA BOL CEDERLE» —leí—. «ABRE LLAVE EL CERDO.» Hum... No sé...

Leslie soltó una risita.

—Mi preferido es: «LA CEBOLLA REVERDE». ¡Oh, que viene mister Ardilla!

Se refería a mister Whitman, que, como siempre, entraba con paso resuelto en la clase. Le habíamos puesto ese ridículo apodo por sus enormes ojos marrones; pero por entonces aún no teníamos ni idea de quién era en realidad.

—Todavía estoy esperando que nos llamen al despacho del director por lo de ayer —dije, pero Leslie sacudió la cabeza.

—Ni hablar —replicó—. ¿O crees que el director Gilles puede enterarse de que su profesor de inglés es miembro destacado de una siniestra sociedad secreta? Porque eso es exactamente lo que diré si se chiva. Oh, chisss, se acerca. Y ya vuelve a mirar así... ¡con ese aire de perdonavidas!

Mister Whitman se acercó efectivamente a nosotras y colocó la gruesa carpeta que nos había confiscado ayer en los lavabos sobre la mesa ante Leslie.

—He pensado que te gustaría recuperar... esta interesantísima colección de hojas —dijo en tono burlón.

—Sí, gracias —replicó Leslie sonrojándose ligeramente.

La «colección de hojas» era en realidad su gran dossier de investigación sobre los fenómenos de los viajes en el tiempo, y contenía absolutamente todo lo que las dos (naturalmente, Leslie mucho más que yo) habíamos descubierto hasta ahora sobre los Vigilantes y el conde de Saint Germain.

En la página 34, justo detrás de las entradas sobre el tema de la telequinesis, había una nota que hacía referencia a mister Whitman.

«¿Ardilla también miembro de la logia? Anillo. ¿Significado?» Solo nos quedaba esperar que mister Whitman no la hubiera relacionado con su persona.

—Leslie, me duele tener que decirlo, pero creo que harías mejor en invertir tu energía en algunas asignaturas escolares. —Mister Whitman sonreía, pero en su tono había algo más que ironía. Luego añadió bajando la voz—: No todo lo que a uno le parece interesante es bueno para él.

¿Era una amenaza? Leslie cogió el archivador sin decir nada y lo guardó en su cartera.

El resto de la clase miraba con intriga hacia nosotros. Sin duda se preguntaban de qué estaría hablando mister Whitman. La mirada de Charlotte, que estaba sentada lo bastante cerca para oírle, reflejaba una indudable satisfacción, y cuando mister Whitman dijo: «Y tú Gwendolyn, deberías ir comprendiendo que una de las cualidades que no solo es deseable sino incluso exigible de tu parte es la discreción», y asintió.

—Es una verdadera lástima que te muestres tan poco digna de tu posición — añadió el profesor.

¡Aquello era totalmente injusto! Decidí seguir el ejemplo de Leslie, y mister Whitman y yo nos miramos sin decir palabra. Luego su sonrisa se amplió y de repente me dio unas palmaditas en la espalda.

—¡Pero, en fin, arriba esos ánimos! Estoy seguro de que aún puedes aprender un montón de cosas —dijo mientras se alejaba—. ¿Y tú, Gordon?

¿Cómo va eso? ¿Has vuelto a copiar tu redacción directamente de internet?

—Usted siempre dice que tenemos que utilizar todas las fuentes que encontremos —se defendió Gordon, consiguiendo que en solo una frase el tono de su voz variara en más de dos octavas.

—¿Qué quería Whitman de ustedes? —Cynthia Dale se inclinó hacia nosotras desde atrás—. ¿Qué era esa carpeta? ¿Y por qué te ha tocado, Gwendolyn?

—No hay razón para que te pongas celosa, Cyn —replicó Leslie—. No nos quiere ni un poquito más que a ti.

—¡Bah! —exclamó Cynthia—. No estoy en absoluto celosa. ¿Por qué tiene que creer todo el mundo que estoy enamorada de ese tío?

—¿Tal vez porque eres la presidenta del club de fans de William Whitman?

—propuse.

—¿O porque escribiste veinte veces «Cynthia Whitman» en una hoja de papel alegando que querías saber cómo te sentirías al leerlo? —preguntó Leslie.

—¿O porque...?

—Vale, vale —susurró Cynthia—. Eso era antes. Pero hace tiempo que pasó.

—Eso era anteayer —dijo Leslie.

—Desde entonces, he madurado. —Cynthia suspiró y miró a su alrededor—. La culpa la tienen estos niñatos. Si en la clase hubiera algún chico aunque fuera un poco normal, nadie tendría necesidad de fijarse en el profesor. A propósito, ¿qué hay de ese tipo que te recogió ayer con la limusina, Gwenny? ¿Hay algo entre ustedes?

Charlotte dejó escapar un resoplido burlón, con lo que volvió a atraer instantáneamente la atención de Cynthia.

—Vamos, Charlotte, ahora no empieces a hacerte la interesante. Díganme, ¿alguna de ustedes dos tiene algo con él?

Entretanto, mister Whitman se había colocado detrás de su atril y nos exhortaba a concentrarnos en Shakespeare y sus sonetos.

Por una vez agradecí sinceramente su intervención. ¡Mejor Shakespeare que Gideon! El ruido de conversaciones enmudeció y fue sustituido por los suspiros de los alumnos y los crujidos de las hojas de papel. Pero aún pude oír que Charlotte decía: —En todo caso, seguro que Gwenny no.

Leslie me miró con aire de pena.

—La pobre no tiene ni idea —susurró—. En realidad, solo se puede sentir lástima por ella.

—Si —le respondí también en un susurro, pero lo cierto es que solo sentía lástima por mí misma. La tarde en compañía de Charlotte prometía ser de lo más divertida.

Esta vez, al acabar las clases, la limusina no nos esperaba delante de la escuela, sino que había aparcado discretamente un poco más lejos, calle abajo. El pelirrojo mister Marley caminaba arriba y abajo junto a ella, y se puso aún más nervioso cuando nos vio llegar.

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