Una monarquía protegida por la censura (33 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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De hecho, Alberto II ya vio, a partir de los años sesenta, que su país no podía ser entendido sólo en valón (en francés), sino de forma bilingüe.

TRES COMUNIDADES

La independencia fue proclamada el 25 de agosto de 1830; se aprobó una Constitución (1831) que estableció en el país una Monarquía constitucional hereditaria con sistema legislativo bicameral y sufragio restringido; la corona fue ofrecida a Leopoldo de Sajonia Coburgo. La revolución industrial belga fue de las primeras de Europa.

Los problemas económicos y sociales, agravados en cierto modo tras la pérdida de las riquezas del Congo, aparecieron cada vez más vinculados a las posiciones lingüísticas y culturales. Así, ya el vasto movimiento huelguístico de 1960 sirvió, a la vez, para revelar la grave división lingüística y cultural en el seno de la comunidad nacional. El Gobierno de Gastón Eyskens (1958-1961) no pudo resolver ninguno de los problemas planteados, y las elecciones de 1961 tampoco aportaron nada nuevo.

Los gobiernos que siguieron, encabezados por T. Lefevre (1961-1965), P. Harmel (1965-1966), P. V. Boeynants (1966-1968) y Eyskens, otra vez (1968), no llegaron a modificar el agrio panorama. Convocadas de nuevo elecciones (marzo de 1968), en ellas retrocedieron los partidos tradicionales y progresaron los movimientos flamenco y valón. La hostilidad entre las dos comunidades continuó y a ella vino a sumarse, con más fuerza cada vez, la particularización de Bruselas como zona especial de bilingüismo.

El Gobierno que formó Eyskens en junio de 1968, coalición de social-cristianos y socialistas, se mantuvo en el poder hasta 1972. Durante su mandato, promovió el estudio de diversos proyectos de regionalización y realizó una reforma constitucional que consagró la autonomía de las regiones y la igualdad lingüística (1970). Al romperse la coalición, Eyskens convocó nuevas elecciones. En ellas (noviembre 1971) los partidos social-cristiano y socialista mantuvieron sus posiciones y el liberal sufrió fuertes pérdidas en beneficio de los movimientos federalistas valón, flamenco y bruselense. En consecuencia, Evskens formó un nuevo Gobierno de coalición con social-cristianos y socialistas, que duró de enero a diciembre de 1972.

La problemática lingüístico-regional puso en crisis al gobierno de Tindemans, que dimitió en octubre de 1978. En las elecciones sucesivas (1978, 1981, 1985, 1987), no varió la distribución de escaños en el Parlamento, y este hecho repercutió en la estabilidad gubernamental, con varios gobiernos de coalición presididos por Wilfried Martens. En 1980, el Parlamento aprobó una ley sobre la regionalización del país que otorgó poderes autónomos a Flandes y a Valonia. En octubre de 1991, Martens presentó su dimisión ante las diferencias entre los partidos flamencos y francófonos de la coalición gobernante. El recurso a las elecciones anticipadas, (noviembre 1991) complicó aún más las perspectivas, por el crecimiento paralelo de la derecha flamenca y de los ecologistas valones. En febrero de 1992 los cuatro principales partidos llegaron a un acuerdo para formar un gobierno de coalición, presidido por el democristiano flamenco Jean Luc Dehaene. El Parlamento revisó la Constitución para proclamar el Estado federal (14 julio 1993).

CUATRO IDEAS VALIENTES Y CLARAS

Con este panorama, el mismo día que el rey Juan Carlos pronunciaba el discurso de Navidad que hemos glosado en el capítulo anterior, el rey de los belgas hacía lo propio.

El discurso, en francés y flamenco, fue televisado por los canales de televisión belgas, antes de abandonar por unas semanas sus actividades públicas, ya que debía permanecer en reposo como consecuencia de una operación de cadera que le había sido practicada en junio de 2007.

Bélgica había vivido seis meses sin gobierno, después de que el ganador de las elecciones del 10 de junio, Yves Leterme, no consiguiera formar una coalición y presentara su dimisión al rey el 1 de diciembre de 2007. Debido a ello, el Primer Ministro en funciones Guy Verhofstadt, aceptó el mandato del rey de formar un gobierno provisional para ocuparse de los asuntos urgentes del país mientras durara la crisis política y con el objetivo de estudiar las medidas oportunas que lleven a una reforma institucional de Bélgica.

De ahí que el rey, en su discurso de Navidad, no podía andarse por las ramas, como su homólogo Juan Carlos, y debió abordar en dos folios un mensaje claro y concreto que muy bien podía haberse leído en La Zarzuela, si este palacio no viviera a años luz de los problemas que dentro de poco pueden estallar también en la piel de toro.

Y como el documento no tiene desperdicio, permítanme que lo reproduzca íntegramente. Dijo así el rey belga:

La Reina y yo, así como nuestra familia, os deseamos de todo corazón una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.

El año que termina ha conocido en el plano de la política y de forma indiscutible un periodo de prueba. Afortunadamente, la creatividad, el buen sentido y el espíritu de compromiso, que son cualidades marcadamente belgas, han terminado por imponerse.

Como escribió acertadamente mi hermano, el rey Balduino, después de otro periodo difícil en 1981, permítanme que cite lo que dijo:

«Sé que la prueba está ahí y que ella aporta a muchos de nuestros compatriotas inquietudes y sufrimientos, pero sé también que es en los tiempos difíciles cuando Bélgica reacciona de forma adecuada. Por eso tengo plena confianza en el futuro de nuestro país, porque creo en los recursos de los belgas cuando son... acosados».

Se ha podido constituir un gobierno para abordar la solución de los problemas urgentes. Una reforma y una modernización de nuestro Estado Federal serán puestas a discusión. Agradezco a todas las personas que de una manera u otra han contribuido en este trabajo.

Pero pienso que las dificultades vividas comportan para cada uno enseñanzas para el futuro. Quisiera por tanto compartir algunas con ustedes.

1. Para comenzar, hay que decir que es indispensable desarrollar y reforzar los contactos y los intercambios entre responsables en todas las áreas de las Comunidades y Regiones diferentes. Tenemos la impresión de que nuestras relaciones están mejor organizadas y más estructuradas con los países extranjeros, y que no lo son tanto en el interior de nuestro propio país.

Con un indispensable espíritu de apertura, de respeto mutuo y de tolerancia no nos olvidemos de nuestros vecinos inmediatos, ciudadanos del mismo país. Resaltemos y favorezcamos el diálogo constructivo. Ello ayudará a cada uno a escuchar y a comprender las sensibilidades de unos y otros, y a progresar conjuntamente.

2. Yo lo he dicho a menudo, pero quisiera nuevamente insistir en ello con fuerza: es necesario, sobre todo para nuestros jóvenes, el conocer la lengua de las otras comunidades. Es una forma de civismo que hemos descuidado durante años. Y es por lo que esta evidencia es la primera condición para que nos comprendamos y nos apreciemos entre ciudadanos de comunidades diferentes. Los modos de aprendizaje de las lenguas se han modernizado de tal manera que no existe excusa alguna para no hacer este esfuerzo lo mas pronto posible. Por otra parte, la experiencia nos señala que es una ventaja en la búsqueda de un empleo.

3. El esfuerzo de acercamiento necesita también de una reconciliación entre comunidades. En nuestra historia ha habido, sin lugar a dudas, injusticias colectivas. Por eso importa superar estas heridas para favorecer el acuerdo que permita construir entre todos un futuro común. Este objetivo no es una utopía. Después de todo, la construcción europea está basada sobre una clara voluntad de reconciliación.

4. Finalmente, pienso que debemos involucrarnos de manera conjunta en la realización de proyectos movilizadores. Primeramente, me parece posible lograr, en el seno de esta Europa en marcha, un ejemplo de sociedad en la que diversas culturas vivan armoniosamente juntas en una misma entidad y enriqueciéndose mutuamente.

Esto no es un sueño imposible. Como os dije el pasado 21 de julio, veo ya muchos signos en nuestras regiones y comunidades, en los diferentes medios culturales, sociales, económicos y universitarios, lo mismo en los jóvenes que en los de más edad. Importa, pues, multiplicarlos y reforzarlos. Estar apegado a su identidad regional o comunitaria, promover el acuerdo en el interior de nuestro país y estar abiertos a la Europa del mañana son objetivos perfectamente compatibles. Asimismo, y al lado de ellos, hay otros campos de actuación con proyectos movilizadores para ser hechos de manera conjunta. No os cito más que dos que tengo en el corazón.

Sobre el plan de desarrollo, Bélgica puede contribuir a mejorar las condiciones de vida de la población del Tercer Mundo, y en particular aquellas de los habitantes de África Central que fueron ya experimentadas.

Pero también en nuestro propio país, dinamizando nuestra economía, ya que es necesario luchar eficazmente contra la pobreza; porque ésta se desarrolla sobre nuevas y preocupantes formas, y por eso debemos reforzarnos y adaptar nuestros medios para combatirla.

He aquí, señoras y señores, las reflexiones que quería compartir con ustedes en este periodo del año en el que la paz es tan a menudo evocada. La búsqueda de la paz comienza primeramente por nuestro propio país y en el corazón de cada uno de nosotros.

Nuevamente, Feliz Navidad y un exitoso nuevo año.

NADA QUE VER

Corto, claro, ajustado al terreno, sin perifollos ni repitiendo tópicos ya sabidos, Alberto II fue al grano. Fue un discurso en las antípodas del rey Juan Carlos, que podía haber hecho éste mismo discurso y haciendo, además, una mención más valiente a cómo acabar con el terrorismo de ETA y mencionar la aprobada Ley de la Memoria Histórica.

Sin embargo, el del rey Juan Carlos fue el discurso de un rey castellano del año 77. Es decir, de un Estado monolingüe y centralizado. Pero no hubo comentario alguno entre lo dicho por Alberto II y Juan Carlos. La prensa de Madrid lo silenció, y, si la democracia es un régimen de opinión pública, ahí tenemos una RTVE que invierte tiempo, dinero y espacio en seguir superficialmente lo más lúdico de los reyes y no trata asuntos como estos que tienen tanta enjundia en Europa. No se habla de ellos y, por lo tanto, no existen hasta que el problema estalla.

Sólo leí una reflexión mesuradamente crítica del analista Josep Ramoneda, en la que decía que el discurso del rey Juan Carlos podría ser una ocasión de reflexionar sobre lo que él llama la cultura de la unidad. «¿Falta cultura de la unidad en este país o cuando el rey habla de unidad lo hace en unos términos que responden a otra fase de la historia reciente? Para dar cuenta de una Transición, en líneas generales exitosa, que se fue tejiendo día a día, sin hoja de ruta alguna, evaluando fuerzas en cada momento, y buscando compromisos para ir saltando obstáculos, se construyó el mito del consenso. Ahora el consenso se utiliza como arma arrojadiza para descalificar al adversario cuando no se quiere pactar con él. Cuando el rey apela al consenso urgente en la lucha antiterrorista, podemos entenderle porque es difícil aceptar que en este tema haya el nivel de confrontación que se ha dado en esta legislatura. Cuando el rey apela a un mayor apoyo a las instituciones y poderes del Estado, sería exigible que diera una mayor precisión; pero se puede asumir que todo lo que ha ocurrido en esta legislatura en torno al poder judicial debilita efectivamente al sistema.

Pero cuando apela a la cultura de la unidad, hay materia para el debate.

En el ámbito político, ni el consenso ni la unidad pueden ser lo mismo en una democracia consolidada que en la Transición. El consenso en la Transición era necesario para sentar las bases del nuevo Estado. La confrontación es elemento esencial de la democracia. Y los momentos de unidad sólo pueden salir de ella. Lo que es exigible a los dirigentes políticos es claridad en la presentación de sus propuestas y en la definición de sus objetivos. Y consecuencia en la confrontación política. Esto es lo que se echa de menos. Y esto es lo que desprestigia a los políticos. Y si hay algunos terrenos en los que se pueda llegar a acuerdos de consenso, tiene que ser como fruto del debate y la deliberación democrática; no por una especie de imperativo
a priori
. Esta es la única cultura democrática de la unidad. Tal como ha ido la última legislatura, a día de hoy, la unidad no es posible en España. Y si ahora, precipitadamente, los dos grandes partidos empezaran a ponerse de acuerdo en todo lo que les ha separado, sonaría a estafa.

El rey habló de unidad en un año en que los engranajes de la Corona han dado algunos síntomas de fatiga. Y lo hace apelando a la Constitución como horizonte insuperable. También aquí el tópico es ya suficiente. La Constitución ha sido el punto de partida de la democracia, pero no es ningún punto de llegada. Tengo la sensación de que, más que insistir en un discurso voluntarista sobre la unidad, hay que seguir aprendiendo a convivir con las diferencias. Sólo a partir de ellas pueden tejerse los mínimos denominadores comunes a compartir. Así fue en los mejores momentos de la Transición. La apología de la unidad suena a unificación forzosa.

EL PRÍNCIPE LAURENT Y LOS REGALOS AL REY

No es que yo sea un forofo de la Monarquía belga, pero, quizás al tener el país que tienen, han tenido que hacer de la necesidad virtud y, por lo menos, el rey, en su mensaje de Navidad, les envía a sus ciudadanos cuatro consejos sobre lo que él considera tienen que hacer en Bélgica para vivir mejor. En Madrid, quien le hace los discursos al rey Juan Carlos glosa cuatro cosas de lo hecho por el Gobierno, condena el terrorismo y felicita las Pascuas; y, como novedad, saca a la palestra una corbata naranja que hace las delicias de los chambelanes del ABC, mientras portavoces del PSOE y del PP se derriten ante unas palabras que, diga lo que diga, siempre comentarán que han sido excelsas. ¿Es esto serio?

Por eso, incursionando algo más sobre la Monarquía belga y para terminar este capítulo, habría que recordar que, mientras la Familia Real española goza de patente de corso para todo, en Bélgica, el príncipe Laurent ha tenido que declarar por un escándalo en la Marina que, quizá, sea mucho menos importante que el tráfico de influencias de la familia Urdangarin en Mallorca o la compra de su mansión en Barcelona, o la vida de cuento de Jaime de Marichalar.

Y es que, en Bélgica, un escándalo sacudió la corte cuando el hijo menor de los reyes, el príncipe Laurent., admitió que estaba al corriente de que el dinero con el que su consejero personal le ayudaba a decorar y mantener su casa procedía de la Marina; pero aseguró desconocer su origen fraudulento.

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