Un lugar llamado libertad (59 page)

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Authors: Ken Follett

Tags: #Aventuras, Histórica

BOOK: Un lugar llamado libertad
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—Mack —dijo Lizzie.

Mack se volvió y vio que estaba llorando.

—Jay ha muerto.

Mack lo miró. Estaba pálido como la cera. La hemorragia había cesado. Se inclinó para tomarle el pulso. No se lo encontró.

—Le quise en otros tiempos —dijo Lizzie.

—Lo sé.

—Quiero enterrarlo.

Mack sacó un azadón de sus pertrechos y, mientras los indios contemplaban desangrarse a Lennox, cavó una tumba no muy honda. Lizzie se inclinó y arrancó las flechas del cadáver. Mack echó unas paletadas de tierra sobre el cuerpo y Lizzie cubrió la sepultura con piedras.

De repente, Mack experimentó el deseo de escapar de aquel lugar.

Reunió los caballos. Ahora eran diez: los seis de la plantación más los cuatro de Jay y sus acompañantes. De repente, se sintió muy rico. Tenía nada menos que diez caballos, pensó mientras los cargaba con los pertrechos y las provisiones.

Los indios empezaron a dispersarse. Al parecer, Lennox ya había expirado. Se apartaron del árbol y se acercaron al lugar donde Mack estaba cargando a los caballos. El de más edad se dirigió a Mack. Éste no comprendió ni una sola palabra, pero intuyó que le estaba diciendo que se había hecho justicia. Ahora ya se podían ir.

Peg y el Chico del Pez subieron juntos de la orilla del río. Mack contempló la mano del muchacho y vio que Peg había hecho un buen trabajo.

El Chico del Pez dijo algo y se produjo un violento intercambio de palabras entre los indios. Al final, los indios se retiraron a excepción del Chico del Pez.

—¿Él se queda? —le preguntó Mack a Peg.

Peg se encogió de hombros.

Los demás indios se alejaron hacia el este, siguiendo el valle del río en dirección al sol poniente. Muy pronto desaparecieron en la espesura del bosque.

Mack montó en su caballo. El Chico del Pez desató uno de los caballos, lo montó y se adelantó. Peg cabalgaba a su lado. Mack y Lizzie los siguieron.

—¿Tú crees que el Chico del Pez nos guiará? —preguntó Mack.

—Eso parece.

—Pero no nos ha pedido ningún precio.

—No.

—Me pregunto qué es lo que quiere.

Lizzie contempló a los dos jóvenes que cabalgaban delante de ellos.

—¿Acaso no lo has adivinado?

—Ah —dijo Mack—. ¿Crees que se ha enamorado de ella?

—Creo que desea pasar un poco más de tiempo a su lado.

—Vaya, vaya —dijo Mack en tono pensativo.

Mientras cabalgaban hacia el oeste siguiendo el valle del río, el sol se levantó a su espalda arrojando sus sombras sobre la tierra por delante de ellos.

Era un valle muy ancho situado al otro lado de la cordillera montañosa, pero todavía en sus estribaciones. Por el fondo del valle discurría un río de frías y cristalinas aguas lleno de peces. En las boscosas laderas abundaba la caza y, en la cumbre más alta, una pareja de águilas doradas iba y venía, llevando comida al nido donde estaban sus crías.

—Me recuerda mi casa —dijo Lizzie.

—Pues entonces lo llamaremos High Glen —replicó Mack.

Descargaron los caballos en la parte más llana del fondo del valle, el lugar donde construirían una casa y desbrozarían el terreno. Después acamparon sobre la hierba bajo las ramas de un frondoso árbol.

Mientras Peg y el Chico del Pez buscaban un hacha en un saco, Peg encontró el collar roto de hierro. Lo sacó y lo estudió con expresión inquisitiva, contemplando las letras sin comprender su significado, pues no sabía leer.

—¿Por qué lo has traído? —le preguntó a Mack.

Mack intercambió una mirada con Lizzie. Ambos recordaron la escena junto al río de la vieja High Glen de Escocia en que Lizzie le había hecho a Mack la misma pregunta.

Ahora Mack le dio a Peggy la misma respuesta, pero esta vez en su voz no había amargura sino tan sólo esperanza.

—Para no olvidar jamás —contestó sonriendo—. Jamás.

FIN

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