Trueno Rojo (58 page)

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Authors: John Varley

BOOK: Trueno Rojo
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Travis tenía razón. Tanto el MIT como Cal Tech me enviaron invitaciones cordiales para que continuara mis estudios en ellas. Pero, ¿a quién quería engañar? Sencillamente, no poseo el cerebro necesario para superar la universidad sin el tipo de ayuda encubierta que normalmente reservan para las estrellas del deporte. Y me temo que si hubiera ido, eso es lo que habrían hecho, darme el graduado aun antes de que hubiera aprendido a hacer una raíz cúbica.

En vez de esto, una vez que todo el revuelo se hubo calmado, fui a Florida State, donde obtuve un máster en... gestión hotelera.

No abandoné mi sueño de hacer carrera en el espacio, simplemente, lo examiné bajo otra perspectiva. ¿Qué es lo que quería exactamente? Bueno, viajar al espacio. ¿No sería maravilloso?

Mamá dice que cuando yo tenía siete años encontró un viejo telescopio en una tienda de saldos y me lo compró. Al instante, decidí que quería ser astronauta. Luego descubrí que los astronautas de verdad no utilizaban casi nunca el telescopio. Ellos utilizaban fotografías con amplios tiempos de exposición que luego introducían en sus ordenadores. ¿Dónde estaba la gracia? Volví a querer ser bombero.

Antes del Trueno Rojo existían básicamente cuatro tipos de personas que iban al espacio: pilotos, científicos, senadores de los Estados Unidos y algún que otro millonario que estaba dispuesto a pagar un millón de dólares para pasar una semana o más en el espacio.

Después del Trueno Rojo... todo el mundo podía ir al espacio. Puede que algunas cosas hayan transformado más radicalmente la civilización humana que el motor Estrujador —el fuego, la agricultura, la Revolución Industrial, el automóvil, el ordenador— pero nada la ha cambiado tan deprisa. De repente, era posible comprar un billete e ir. Durante algún tiempo, incluso hubo algunos viajes que se podían hacer para ser el "primero". Una expedición se llevó a doscientos turistas a Urano, que fueron los primeros en poner el pie en una docena de pequeños satélites. Fue como si Lewis y Clarck hubieran sido seguidos todo el camino hasta el río Columbia por un autobús de la Greyhound lleno de gente en camiseta y sacando fotografías.

Así que dirigir un hotel tenía perfecto sentido para mí... siempre que el hotel estuviera en Marte. Al Marineris Hyatt le faltan tres meses para ser terminado, y se levanta en un punto que permite alcanzar, en un corto trayecto en Bigfoot, el lugar del primer aterrizaje del Trueno Rojo. Me han contratado para dirigirlo y es un trabajo que sé que se me dará bien. Después de eso...

En cuanto fue posible adquirir burbujas de Estrujador para instalaren astronaves caseras, se produjo una explosión de dementes —al menos eso me parecen a mí— que salieron al espacio. Docenas de naves partieron en dirección a las estrellas más próximas. Los que se dirigen a Alfa Centauro deberían estar a punto de regresar al sistema Sol, al menos aquellos que hayan sobrevivido. Solo habrán envejecido un año, porque la mayor parte del viaje se realiza casi a la velocidad de la luz. Tendrán la satisfacción de ser los primeros en haber volado hasta otra estrella y regresar, pero el progreso ya los ha dejado atrás. Fueron con la esperanza de encontrar planetas habitables y ya sabemos que en Alfa Centauro no los hay. Los telescopios gigantescos instalado en la otra cara de la Luna o han demostrado. También han descubierto docenas de planetas de tamaño parecido a la Tierra, a la distancia apropiada del tipo apropiado de estrella y que, a juzgar por lo que revelan los espectrógrafos, poseen agua, y todos ellos a menos de treinta años luz.

Treinta años luz con un motor Estrujador es un viaje sencillo. Todos los viajes son sencillos, porque cuando vas tan deprisa que el tiempo se detiene virtualmente, todos vienen a durar más o menos un año.

En este momento están construyéndose varias naves muy grandes. La primera en completarse estará preparada para partir dentro de cinco años. Su propietaria es Trueno Rojo S.A. Y Kelly y yo tenemos un asiento reservado, si queremos.

Si vamos, no pienso pilotarla. No pienso encargarme de los motores. Y no pienso estar en el grupo que baje primero al llegar. Pero de camino allí, puedo encargarme muy bien de las necesidades de los viajeros. A fin de cuentas, una nave espacial no es más que un hotel muy grande y muy veloz, ¿no?

Kelly no lo ha decidido todavía. Ni yo, por cierto. Elizabeth tendrá trece años y Ramón once. ¿Queremos criarlos en una sociedad de pioneros, con un sol extraño en el cielo, o en el apacible, seguro y viejo Marte? Hay tiempo de sobra para decidirlo.

Algunas veces, cuando pienso en el pasado, me asombra la importancia que el azar ha tenido en nuestras vidas.

¿Y si aquella noche hubiéramos atropellado a Travis y lo hubiéramos matado? Nuestras vidas habrían sido muy diferentes. ¿Y si no lo hubiésemos visto y nos hubiésemos alejado, y a él se lo hubiese llevado la marea o hubiese despertado en una duna, con una terrible resaca? Estoy convencido de que todos los días nos pasa por delante alguna oportunidad y no llegamos ni siquiera a darnos cuenta de ello.

Claro que, también es posible que veamos una oportunidad, la aprovechemos y todo salga mal. Mi padre la vio, trató de aprovecharla y acabó con una bala en las tripas.

Los chicos del Trueno Rojo tuvimos una suerte increíble pero trabajamos muy duro para aprovecharla. ¿Merecíamos ser los primeros en llegar a Marte? Estoy seguro de que había gente más digna, pero el azar nos escogió a nosotros.

Dios mío, las historias que podría contaros. Nos veo a Kelly y a mí, a nuestros 110 años, sentado en unas mecedoras en un planeta que tiene dos soles de día y seis lunas de noche, contándoles a nuestros tatara-tatara-tataranietos historias que posiblemente no crean.

Qué peligroso resultaba ir a Marte en aquellos tiempos.

Qué extraño nos pareció este planeta nuevo, a treinta años luz de casa.

¿Extraño?, nos dirán. Esta es nuestra casa. ¿Qué tiene de peligroso viajar a otra estrella? Seguro que ahora vuelven a contarnos lo de que fueron los primeros. ¿Y qué?

Sí, lo sé. En realidad no significa nada. Pero el hecho sigue siendo que...

¡Fuimos los primeros!

 

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