Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (28 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
10.39Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Comandante de incursión, informe sobre el estado de preparación de su equipo.

El comandante de incursión, Bijo Hammax, era uno de los pocos oficiales a las órdenes de Pakkpekatt por los que Lando seguía teniendo un poco de respeto después de un mes de exposición a su presencia. Técnicamente muy astuto y de una gran solidez mental, Bijo había sido miembro de la resistencia clandestina de Narvath y había luchado al lado de las fuerzas regulares de la Alianza durante el último año de la Rebelión.

—El equipo está todo lo preparado que puede llegar a estar —dijo Bijo, incorporándose lentamente—. Hemos identificado lo que sospechamos son dos escotillas, así como un par de lugares que parecen bastante vulnerables a la penetración en el caso de que tengamos que abrirnos paso a través del casco. Naturalmente, llevaremos a cabo sondeos activos del casco tan pronto como hayamos instalado los sensores necesarios y estemos preparados para ajustarlos adecuadamente. Tengo un hombre de baja por resfriado que no está en condiciones de trabajar llevando el traje espacial, pero eso no debería afectar a nuestra capacidad de hacer lo que se espera de nosotros.

—¿Ha aislado a ese enfermo del resto de su equipo?

—Él se aisló a sí mismo en cuanto notó los primeros síntomas —respondió Bijo.

—En ese caso, ¿puedo suponer que no tendrá ningún problema si le doy la orden de estar preparado para entrar en acción a las quince horas de mañana?

—Ninguno en absoluto, coronel.

—Gracias. —Pakkpekatt se volvió hacia el otro extremo de la mesa mientras Bijo se sentaba—. General Calrissian, ¿qué puede decirnos sobre la señal que nos ha enviado el
Vagabundo
?

La invitación a hablar del coronel pilló totalmente desprevenido a Lando.

—Puedo decirle que es una señal portadora de frecuencia dual y que su modulación es de mil ciclos por segundo. Puedo decirle que la capacidad de datos es de treinta mil unidades como mínimo, y que podría ser hasta de diez veces esa cifra. Y también puedo decirle que todavía no sabemos si nos están diciendo «Alto, o dispararemos» o «Les damos la bienvenida al Gran Bazar del Espacio Profundo, y les rogamos que nos transmitan inmediatamente toda la información disponible sobre su tarjeta de crédito». ¿Qué tal le ha ido a su gente? ¿Han tenido más suerte?

La mirada de Pakkpekatt buscó una respuesta en el extremo de la mesa.

—Eh... El equipo del protocolo de contacto cree que la señal recibida y grabada por la nave de Hrasskis y la señal del contacto de hoy son la misma y que no es más que una alarma de colisión automatizada —dijo un joven suboficial, tan visiblemente nervioso que le temblaba un poco la voz—. En nuestra opinión, no posee ninguna clase de información. Ha sido concebida para que se la oiga con toda claridad y con mucha potencia en todas las circunstancias y sean cuales sean los receptores de comunicación que pueda estar utilizando la nave que se aproxima al
Vagabundo
.

Lando fue hacia la mesa y se inclinó sobre ella para apoyar su peso en el tablero.

—¿Me está diciendo que el
Vagabundo
saltó para evitar una colisión que nunca iba a ocurrir?

—¿Tiene alguna otra explicación, general?

—¿Qué le parece la de que estaba intentando huir de nosotros?

—¿Piensa que el objetivo no sabía que estábamos aquí hasta que se produjo la intercepción?

—No, pero...

—¿Qué razón podría tener entonces el objetivo para esperar hasta ahora, en vez de haber tratado de escapar antes? ¿Por qué actuar como lo hizo?

—Le daré tres respuestas por el precio de una —dijo Lando—. Porque la primera reacción de algunos animales cuando notan que hay un depredador cerca es la de quedarse quietos. Porque hasta ahora no habíamos hecho nada que pudiera interpretarse como una agresión. Y porque no hemos conseguido superar la prueba de inteligencia, fuera cual fuese, que nos han enviado hoy.

—Señor Taisdan —dijo Pakkpekatt sin apartar la mirada de Lando—, ¿existe en su equipo aunque sólo sea una opinión minoritaria que crea que deberíamos esperar hasta haber descifrado lo que el general Calrissian ha llamado «la prueba de inteligencia»?

—No, coronel.

—General Calrissian, ¿dispone de alguna evidencia realmente clara sobre la información de la señal recibida y registrada durante la intercepción de hoy?

—No —admitió Lando de mala gana.

—Gracias —dijo Pakkpekatt—. Capitán Hammax, informe a su equipo de que iniciaremos las operaciones a las quince horas del día de mañana. El Equipo de Incursión Uno hará el primer intento con la Barcaza de Asalto Uno. Que todo el mundo se asegure de que sus secciones están preparadas. Gracias, eso es todo.

Lando esperó, con los brazos cruzados encima del pecho, mientras los oficiales y el resto del personal iban desfilando junto a él para salir de la sala de conferencias. Su inmovilidad hizo que pareciese una roca en el medio de un río.

—¿Alguna cosa más, general?

—Oh, sólo estoy intentando averiguar si usted y yo viajamos en la misma nave —dijo Lando—. Hemos esperado semanas antes de dar nuestro primer y tímido paso, ¿y ahora vamos a echar a correr y trataremos de abordarles? ¿No deberíamos concedernos un poco de tiempo para procesar lo que hemos averiguado?

—Ya les he dado tiempo para que lo hagan —replicó Pakkpekatt—. ¿Por qué cree que vamos a esperar hasta las quince horas del día de mañana?

—¡Eso no es darnos mucho tiempo, maldita sea! —exclamó Lando con irritación—. Ha aceptado esa teoría de la alarma de colisión porque es la que resulta más conveniente para sus propósitos. Si cree que ya hemos visto cómo actúan todas las defensas del
Vagabundo
, entonces le aconsejo que reflexione un poco antes de actuar. Está tratando a esa nave como si fuera un yate espacial que sólo cuenta con una alarma contra ladrones, cuando debería estar tratándola como..., como a una nave de guerra.

—Las barcazas de asalto tienen un blindaje muy sólido, y además poseen escudos reforzados —dijo Pakkpekatt—. Los agentes también llevarán armadura de combate. ¿Cuánto tiempo quiere que espere mientras esos ciborgs y androides suyos de los que tanto presume no consiguen descifrar algo que mis expertos me dicen que, para empezar, no tiene ningún significado?

—Un poco más de veinte horas.

—No, general —dijo Pakkpekatt con firmeza—. Incluso veinte horas tal vez sean demasiado tiempo. No voy a tener ni un solo instante de tranquilidad hasta que sean las quince horas de mañana. Hoy hemos dado un paso hacia adelante. Ya no somos unos simples acompañantes curiosos que están haciendo el mismo trayecto que esa nave. Nuestro siguiente paso tiene que llegar rápidamente, antes de que quien quiera o lo que sea que controla esa nave decida actuar en vez de limitarse a reaccionar. En realidad, preferiría que el equipo de incursión estuviera subiendo a su lanzadera en este mismo instante, así que aproveche lo mejor posible el tiempo que le he dado..., y estoy seguro de que puede encontrar cosas mejores en que ocuparlo que la de discutir conmigo.

Lando frunció el ceño, y el fruncimiento se convirtió rápidamente en una mueca de amargura. Empezó a girar sobre sus talones para volverse hacia la puerta, y después se detuvo y se volvió nuevamente hacia el coronel, mirándole fijamente con la cabeza alta.

—¿Tiene algo más que decir, general? —preguntó Pakkpekatt.

—Me prometió que formaríamos parte del grupo de abordaje.

Pakkpekatt pareció sorprenderse.

—Pensé que dada su aparente desaprobación de mis planes, no querría arriesgarse o arriesgar a su personal. Pero... Muy bien. Hay un puesto libre en la Barcaza Uno. Elija a su representante y notifique su elección al capitán Hammax en el plazo máximo de una hora.

—¡Un representante! Eso no fue lo que acordamos... —empezó a decir Lando, dispuesto a acumular la ira suficiente para que su calor pudiera chamuscar la coriácea piel del coronel.

—Un representante o ninguno —replicó Pakkpekatt con firmeza—. Elija, y notifique su decisión a Bijo sea cual sea ésta.

Después Pakkpekatt salió de la sala de conferencias, moviéndose con ágil rapidez a pesar de su masa, antes de que Lando pudiera decir otra palabra.

—Ésta es la situación —dijo Lando, que estaba muy serio—. Mañana a las quince horas, el coronel Pakkpekatt enviará a sus vendedores de escobas a domicilio para que llamen a la puerta del
Vagabundo
. El coronel ha aceptado la opinión de que la señal no es más que una transmisión de advertencia. Yo pienso que si sólo se tratara de eso, entonces el
Vagabundo
no seguiría aquí para ofrecernos un enigma que resolver.

»Se nos está acabando el tiempo de que disponemos para ofrecerle alguna alternativa al coronel. En esta sala tenemos un ejemplar de cada clase de cerebro conocido —añadió con una sonrisa—. Bien, hagamos trabajar esos cerebros a ver qué se nos ocurre.

»Voy a resumir lo que sabemos hasta el momento: hemos obtenido una grabación completa y sin interferencias de la señal del
Vagabundo
. Parece ser idéntica a la señal registrada por la nave de Hrasskis. ¿Una transmisión de advertencia? Tal vez. ¿Qué otra cosa podría ser? Si conseguimos averiguar qué es, entonces tal vez seremos capaces de descifrarla y comprobar qué dice. Quiero oír todas las ideas que tengáis al respecto, y no me importa que ya hayan sido expuestas con anterioridad.

—Sigo inclinándome por la teoría de que es un código de reconocimiento —dijo Lobot—. Los teletransductores de nuestras naves responden enviando un perfil de identificación cuando son interrogados. Esa transmisión pudo haber sido una interrogación de ese tipo.

—Tiene miles de modulaciones de longitud.

Lobot reflexionó en silencio durante unos momentos antes de volver a hablar.

—Entonces tal vez nuestra proximidad cumplió las funciones de una interrogación, y ésa fue la respuesta. No sabemos qué información pueden considerar crucial.

—¿Y la forma en que la nave intentó huir hoy, después de haber enviado la señal?

—Fue un resultado de la falta de respuesta.

—Ellos nos han dicho «Hola», y nosotros no hemos respondido con otro hola —dijo Cetrespeó—. Es una clara violación de las normas de etiqueta.

Lando meditó en silencio durante unos instantes.

—Una nave se acerca al
Vagabundo
, y el
Vagabundo
emite su código de identificación y después espera que la nave haga lo mismo. Cuando esa respuesta no llega, el
Vagabundo
considera que la nave que se le está aproximando es una amenaza y echa a correr.

—Llamada y respuesta —dijo Lobot.

—Señal y contraseñal —dijo Lando—. El
Vagabundo
quiere oír la contraseña. Pero ¿por qué no ha hecho un nuevo intento de huir? Le habría bastado con virar y dirigir su proa hacia una nueva trayectoria. Las naves que generan el campo de interdicción nunca podrían haberse vuelto a colocar en la posición adecuada a tiempo de detenerlo.

—Existe una probabilidad bastante elevada de que esa nave fuera construida antes de que se inventaran los campos de interdicción —dijo Lobot—. Si estamos tratando con un sistema de defensa automatizada, lo que acaba de ocurrir tal vez se hallara fuera de los parámetros de las rutinas de identificación y seguridad.

—De acuerdo —aceptó Lando—. Cabe que su caja negra no eche un vistazo al exterior para asegurarse de que el salto realmente tuvo lugar: si los motivadores y el sistema de impulsión le informan de que todo ha ido tal como era de esperar, entonces la caja negra da por sentado que la nave ha saltado al hiperespacio. Y cuando todo ese proceso hubo terminado, el
D-89
ya había desaparecido hacía un buen rato y no había ninguna amenaza visible dentro del horizonte de amenazas.

—Parece una explicación plausible.

—Ahora me dejaré guiar por mi intuición y afirmaré que es más que plausible —dijo Lando—. El
Vagabundo
quiere obtener una respuesta de cualquiera que llame a su puerta. Si no hay respuesta, no entras. Y no esperará durante mucho tiempo mientras tú vas haciendo intentos de dar con la respuesta, ¿de acuerdo? Quiere oír la respuesta correcta inmediatamente.

Cetrespeó ladeó la cabeza.

—Sí, amo Lando, pero..., ¿cuál es la pregunta?

—Eso es lo que tenemos que averiguar, Cetrespeó.

Tuvieron que transcurrir varias horas de frustrante e infructuoso vagabundeo verbal antes de que el grupo por fin encontrara un camino que parecía llevar a alguna parte.

—Pensad, chicos, pensad... Venga, volvamos al punto de partida y repasemos todo este asunto una vez más —dijo Lando con impaciencia—. Quieres dejar bien cerrada con llave una nave espacial que estás a punto de enviar al gran vacío del espacio. Quieres asegurarte de que ningún extraño podrá entrar en ella sin haber sido invitado, pero también quieres asegurarte de que tú y tu gente siempre tendréis acceso a ella...

—Pido disculpas por interrumpir —dijo Lobot—, pero no sabemos si los constructores del
Vagabundo
tenían intención de volver a entrar en él después de que fuera lanzado al espacio.

—Eso es verdad —admitió Lando—. Pero si cerraron la puerta y tiraron el código de acceso al cubo de la basura después de cerrarla, entonces quizá sería mejor que nos volviéramos a casa antes de que alguien acabe muerto. Tenemos que dar por supuesto que existe una manera de entrar.

—Muy bien. Pero lo consideraré más como un axioma que como un hecho.

—Aquí tienes un hecho: si yo hubiera construido esa nave, entonces habría un mínimo de dos maneras de entrar en ella —siguió diciendo Lando—. El
Vagabundo
tendría una puerta principal, y además tendría una puerta trasera por si se da el caso de que hay algún problema con la puerta principal. Pero lo que estaba diciendo antes era que... Ah, sí: no quieres usar una llave física, porque no quieres permitir que nadie se te acerque tanto sin haberte asegurado antes de que no te va a dar problemas. Así pues, básicamente estamos hablando de una contraseña..., de una contraseña binaria realmente muy larga.

—Disculpe, amo Lando, pero mi experiencia me indica que ningún ser inteligente podría recordar una contraseña de tal longitud y complejidad —intervino Cetrespeó.

—La respuesta podría no ser tan larga como la pregunta, y entonces... —empezó a decir Lando.

—Podría ser más larga —le interrumpió Lobot.

Other books

Redemption by Laurel Dewey
Tracker by C. J. Cherryh
Scotch Mist by Elizabeth Darrell
Four Novels by Marguerite Duras
Love and Blarney by Zara Keane
When the Cookie Crumbles by Virginia Lowell
City of Bones by Wells, Martha
The Accursed by Joyce Carol Oates