Tormenta (16 page)

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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

BOOK: Tormenta
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—¿Que potencia generan?

—Aun no hemos podido medir los valores máximos, pero cuando les hemos puesto conductores han llegado a la zona roja de todos los aparatos de medición, hasta en los más potentes.

—¿Con que valores?

—Un billón de vatios.

—¿Que? Esto tan pequeño? ¿Almacena mil megavatios de energía?

—Si lo pusieran en un coche, lo alimentaria de electricidad para toda su vida útil. Ciento cincuenta mil kilómetros. Y aun hay otra cosa.

Asher metió la mano en un bolsillo de su bata de laboratorio y saco un sobrecito que dio a Crane.

Crane lo abrió y saco una hoja. Estaba impresa con ordenador.

Eran series de números que se repetían.

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—¿Que es? —preguntó.

—¿Ha reparado en la luz, verdad? El haz que sale del indicador. Pues no es continua. En realidad tiene millones de pulsaciones por segundo; pulsaciones muy regulares, que se encienden y se apagan.

—Unos y ceros. Digital.

—Creo que si. Es lo que hace funcionar todos los ordenadores del mundo, y también las neuronas de nuestro cerebro. Es una ley básica de la naturaleza. Aunque este aparatito sea increíblemente complejo, no hay ninguna razón para que no se comunique digitalmente. —Asher dio un golpecito al papel—. Una secuencia de ochenta bits que se repite constantemente; secuencia que, a propósito, es bastante más corta que el otro mensaje, el que llegaba de debajo del Moho, el primero que se descubrió.

—¿El ≪otro≫ mensaje, dice… .O sea, que usted cree que esta palpitación luminosa intenta decirnos algo?

—Si, siempre que podamos descifrarla.

Crane cogió la hoja.

—Puedo quedármelo?

Asher titubeo.

—De acuerdo, pero no se lo enseñe a nadie.

Crane volvió a meterla en el sobre y lo dejó sobre la mesa.

—Y los objetos…

—Nosotros los llamamos indicadores, o centinelas.

—¿Centinelas? ¿Por que?

—Por que parece que hayan estado esperando y observando durante todos estos años para darnos algo.

Crane reflexiono.

—Bueno, muy bien, están excavando hacia la fuente de la señal.

Y cuando lleguen, que?

—En ese aspecto también se han complicado un poco las cosas. —Asher hizo otra pausa—. Los sensores ultrasónicos que hemos bajado por el pozo… han detectado indicios de que hay algo debajo de donde han aparecido los centinelas, un objeto de grandes dimensiones enterrado a mayor profundidad que la fuente de la señal.

—¿Que tipo de objeto?

—Sabemos que tiene forma de bocel, y que es enorme, de varios kilómetros, pero aparte de eso es un misterio.

Crane sacudió la cabeza.

—Alguna teoría tendrán.

—¿Sobre la razón de su presencia? Por supuesto. —Asher parecía un poco más a gusto, como si se hubiera quitado de encima el peso de una verdad dolorosa—. Tras largas discusiones, los científicos y los militares del Complejo se han puesto de acuerdo en que es algo que dejaron para que lo descubriera la humanidad cuando estuviera bastante avanzada.

—¿Una especie de regalo?

—Podría llamarlo así. Quien sabe que descubrimientos son obra de la humanidad, y cuales, de alguna manera, nos fueron dados? ¿Quien sabe si el fuego, por ejemplo, no fue un regalo de más allá de las estrellas? O el hierro? O los conocimientos para construir pirámides?

—Un regalo de más allá de las estrellas —repitió Crane, aparentemente poco convencido.

—Los griegos creían que el fuego procedía de los dioses. Hay otros pueblos con mitos parecidos. Y si existe algo en común? Cuando nuestra tecnología hubiera progresado bastante para captar una señal de debajo del Moho, y cuando pudiéramos excavar hacia la fuente emisora, se nos consideraría preparados para el siguiente paso.

—O sea, que el objeto enterrado al que intentan llegar contiene tecnología útil de algún tipo? ¿Una tecnología benigna que solo podíamos descubrir cuando estuviéramos preparados para utilizarla?

—Exacto, como la tecnología que creo el dispositivo que acabo de mostrarle; algo que ayudaría a la humanidad a seguir desarrollándose y dar el siguiente salto.

Crane lo asimilo en silencio.

—¿Entonces cual es el problema? —acabo preguntando.

—Al principio yo estaba tan convencido como los demás, pero últimamente no lo veo tan claro. En el fondo todo el mundo tiene ganas de creer que abajo hay algo maravilloso. Mis científicos están emocionados con la idea de nuevas fronteras para el conocimiento; los agentes secretos de la Marina babean con la posibilidad de dar un uso armamentístico a una nueva tecnología, pero ¿como podemos estar seguros de lo que hay? Los indicadores que hemos ido encontrando son como un camino de migas de pan que promete un festín, pero no podremos saber que hay enterrado más abajo hasta que hayamos traducido las señales.

Asher se enjugo otra vez la frente.

—Además ha pasado algo, Peter. Siempre habíamos dado por supuesto que el objeto llevaba millones de anos sumergido, pero hace unos días descubrimos que lo esta desde hace relativamente poco, más o menos desde 1400. En ese momento me di cuenta de que podía haber constancia escrita de alguien que presenciara el sumergimiento; por eso envié a un investigador para que recorriera la zona visitando bibliotecas, abadías, universidades… Cualquier lugar donde pudiera haber testimonios escritos de primera mano. Hemos encontrado uno en el castillo de Grimwold, un antiguo monasterio de una isla escocesa. —Se puso muy serio—. Es un texto inquietante y terrorífico.

—¿Esta completamente seguro? Me refiero a que el texto que han encontrado describa este fenómeno.

—Seguro del todo no puedo estar.

—¿Me permite leerlo?

—Le mandare una copia, pero a lo que iba: suponiendo que si, que describa el sumergimiento, este testimonio es la invitación más clara que puedo imaginar a que nos andemos con cuidado.

Crane se encogió de hombros.

—Parece lo más sensato, sobre todo teniendo en cuenta que aun no han descifrado la señal digital.

—Lo malo es que la Marina cada vez esta más lanzada. El almirante Spartan no comparte mi opinión. Lo que más teme el es que otros países se enteren del descubrimiento. Quiere que se extraiga y se analice el objeto lo antes posible, y que se tomen y estudien muestras de su contenido.

—¿Lo sabe alguien más fuera del área restringida?

—Algunos. Corren rumores. La mayoría sospecha que hay algo más que toda esa historia de la Atlántida. —De repente, Asher se levantó y empezó a dar vueltas por la habitación—. Pero existe otro motivo para ser prudentes. Sabemos que la corteza se compone de tres capas: la sedimentaria, la continental y la oceánica. Ya hemos perforado las dos primeras, y estamos a punto de llegar a la tercera y más profunda. Debajo de eso ya esta el Moho. La cuestión es que en el fondo nadie sabe que es el Moho, ni que ocurrirá cuando lleguemos. Tenemos que ser cautos. Lo malo es que cuanto más protesto más nos marginan a mí y a la NOD. Ahora están llegando más militares, y ya no son de la Marina normal, sino ≪destacamentos negros≫, que son temibles.

—Como Korolis —dijo Crane.

Al oír su nombre, Asher endureció su expresión, aunque se le pasó enseguida.

—Si, es quien los ha pedido, y su superior directo. Personalmente, lo que temo es que dentro de poco Spartan tome el control absoluto de la operación, con Korolis como brazo ejecutor. Si protesto demasiado podrían relevarme de mi cargo y expulsarme de la estación. —Asher dejó de caminar y miró a Crane fijamente—. Ahí es donde interviene usted.

Crane puso cara de sorpresa.

—¿Yo?

—Lo siento mucho, Peter. No era mi intención cargar en sus hombros el peso de este conocimiento ni de esta responsabilidad. Tenia la esperanza de que el problema médico se resolviera deprisa, y de que usted pudiera volver a la superficie creyendo que habíamos encontrado la Atlántida, pero con el descubrimiento de este testimonio escrito, y la actitud cada vez más agresiva de Spartan…

—¿Pero por que yo? Contármelo todo es un riesgo muy grande.

Asher sonrió cansadamente.

—Le recuerdo que estuve investigando. Mis hombres son científicos. Se dejan intimidar demasiado por Korolis y los de su calaña. En cambio usted… No solo tiene los conocimientos necesarios para tratar enfermedades submarinas, sino que sirvió en un submarino de inteligencia. Me temo que a esta iniciativa le falta poco tiempo para convertirse precisamente en eso, en una misión de inteligencia. Como mínimo.

—¿Que quiere decir?

—Que cada día se acercan más al Moho, y yo ya no puedo esperar. De algún modo tenemos que saber que hay abajo antes de que lleguen las excavadoras de Spartan.

—¿Por que esta tan seguro de que me pondré de su parte? Soy ex militar. Lo ha dicho usted mismo. Podría estar de acuerdo con el almirante Spartan.

Asher sacudió la cabeza.

—No, usted no. Escúcheme bien. De todo esto ni palabra. —Vaciló—. Es posible que sea innecesario. Quizá nuestros analistas descifren mañana mismo los indicadores, o pasado mañana y todo lo que he dicho ya no tenga sentido. —Señaló con la cabeza al hombre de la bata, que no había dicho una sola palabra durante toda la conversación—. Este es John Marris, criptoanalista de mi equipo, que ha estado trabajando día y noche en el problema. Lo que voy a pedirle…

En ese momento llamaron bruscamente a la puerta. Los golpes se repitieron dos veces.

Crane miró a Asher. El director científico se había quedado como una estatua al lado de la silla, con una repentina palidez en su rostro lleno de arrugas. Sacudió con vehemencia la cabeza.

Se oyeron golpes más fuertes e insistentes.

—Doctor Crane! —trono desde el pasillo una voz ronca.

Crane se volvió hacia la puerta.

—Un momento! —dijo Asher en voz baja y urgente.

Justo entonces se abrió la puerta. A la luz del pasillo se recorto la silueta del almirante Spartan con una tarjeta roja de acceso ilimitado en la mano, y a cada lado un marine con una carabina MÍ.

21

Spartan miraba alternativamente a Crane y a Asher, con una expresión inescrutable. Dio un paso, entrando en la habitación.

—¿Interrumpo algo? —preguntó.

Reinaba un silencio incomodo. Crane miró a Asher, cuya cara recordaba la de un ciervo sorprendido por unos faros.

Ante la falta de respuesta, el almirante Spartan se volvió hacia los marines.

—Lleváoslo fuera —dijo, señalando a Crane.

Con el cañón del rifle, uno de los marines hizo señas a Crane de que saliera. Crane trago saliva dolorosamente. El asombro de los últimos minutos se había evaporado, dejando paso a una penosa sensación de vulnerabilidad.

Salió al pasillo con el corazón en un puño. Spartan cerró la puerta con llave.

Crane espero en el estrecho pasillo, rodeado por los dos silenciosos marines. Tenía la boca seca, y los latidos de su corazón eran tan fuertes que le incomodaban. Empezaron a filtrarse voces por la puerta. Agudizo el oído, pero no entendió lo que decían. ¿Que pasaba? No sabia si preocuparse más por el mismo o por Asher.

Pasaron cinco minutos insoportables. Después se abrió la puerta y salió Spartan, que miró a Crane con mala cara.

—Acompáñeme, doctor —dijo.

—¿Adonde vamos?

—Le será más fácil limitarse a cumplir ordenes —fue la seca respuesta.

La mirada de Crane se poso en los rifles que tenían los marines en las manos. Estaba claro que no le quedaba más remedio que obedecer. Cuando empezó a seguir a Spartan por el pasillo, los marines se pusieron a su lado. Se cruzaron con algunos técnicos, que se quedaron mirando la comitiva.

—¿Adonde…? —repitió Crane, pero no acabo la pregunta. Cualquier cosa que dijera solo serviría para cavar aun más profundamente su tumba. Lo mejor seria quedarse totalmente callado… hasta que tuviera que hablar.

Pero permanecían, mudas, las preguntas. ¿Cuanto sabia Spartan? ¿Que le había dicho Asher? Seguro que su cara de culpables había sido de antología: tres conspiradores en plena reunión secreta…

Esencialmente se trataba de una operación militar. En la plataforma petrolífera, Crane había firmado una barbaridad de papeles, y a saber a que derechos personales había renunciado… Pensó con un desagradable escalofrió que aunque Spartan no lo supiese todo, seguro que tenia los medios, las técnicas (y muy probablemente el derecho) a averiguar lo que quisiera.

Se pararon delante de un ascensor. Cada guardia se aposto a un lado, mientras Spartan pulsaba el botón de bajada. La puerta se abrió casi enseguida. Después de entrar, Spartan espero a que los guardias hiciesen pasar a Crane y pulsó el botón de la séptima planta, la más baja de las no restringidas del Complejo.

¿Que acababa de decirle Asher? ≪Dentro de poco Spartan podría tomar el control absoluto de la operación, con Korolis como brazo ejecutor.≫ Hizo todo lo posible por regular su respiración y parecer tranquilo.

El ascensor se detuvo. La puerta se abrió en la séptima planta. Spartan salió en primer lugar y se planto frente a una puerta sin letrero. Mientras la abría con su tarjeta roja, los marines volvieron a apostarse a ambos lados.

Era una habitación pequeña y desnuda, sin muebles aparte de una mesa larga con dos sillas en el lado más próximo a la puerta. Al lado de las sillas había dos enormes lámparas de pie con reflectores de metal para reforzar la luz de las bombillas. Ambas estaban orientadas hacia el mismo punto de la pared del fondo, situado más o menos a la altura de la cabeza. Al ver las lámparas, Crane sintió que su pulso volvía a acelerarse. Se estaban confirmando sus peores temores.

—Vaya hacia la pared del fondo, doctor Crane —dijo Spartan inexpresivamente.

Crane se acercó despacio a la pared.

—Vuélvase, por favor.

Hizo lo que le pedían.

De repente se oyó un ruido metálico; las lámparas se encendieron al mismo tiempo, clavando a Crane casi físicamente a la pared con su potencia. Hizo una mueca y se llevó maquinalmente una mano a los ojos.

—No se mueva, doctor Crane —pronunció la voz de Spartan, invisible tras el muro de luz blanca.

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