Todo por una chica (8 page)

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Authors: Nick Hornby

BOOK: Todo por una chica
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fue como si fuéramos a vivir juntos para el resto de nuestra existencia, y como si ni siquiera eso fuera tiempo suficiente. Y luego, dos o tres semanas más tarde, nos habíamos cansado el uno del otro. Yo lo estaba, al menos. No hacíamos nada más que ver la tele en su cuarto y tener sexo, y, en cuanto terminábamos el sexo, nunca teníamos gran cosa que decirnos. Nos vestíamos, volvíamos a poner la tele, y luego le daba el beso de buenas noches, y a la noche siguiente repetíamos la misma rutina de siempre.

Mi madre lo notó antes que yo, creo. Volví a hacer skate, y me esforzaba por comprender que haber recuperado las ganas de patinar era algo normal, natural, y, bien mirado, seguramente era así. Si no nos habíamos dejado, si no habíamos roto, como mínimo habíamos encontrado alguna especie de rutina, supongo. Al final yo volvía al skate y a jugar partidas de skate en la videoconsola y demás. El tiempo que pasaba con Alicia siempre me parecía vacaciones, y tales vacaciones siempre llegaban a su fin, y seguíamos siendo novia y novio, pero también con una vida propia que vivir. Así que cuando acababan las vacaciones acabábamos nosotros también. Era un idilio de vacaciones, ja, ja...

De todas formas, una tarde volví de patinar y mi madre me dijo:

—¿Tienes tiempo de comer algo antes de irte a casa de Alicia?

Y yo le dije:

—Esta tarde no voy a ir a casa de Alicia.

Y mi madre dijo:

—Oh... Y tampoco fuiste ayer, ¿no?

Y yo dije:

—¿No fui? No me acuerdo.

Lo cual era un poco patético, la verdad. No sé por qué, pero no quería que mi madre supiera que las cosas con Alicia eran ahora diferentes. ,Le habría parecido estupendo, y no quería darle ese gusto.

—¿Sigue todo bien entre vosotros? —dijo.

—Oh, sí. Muy bien. Bueno, no
tan
bien como siempre, porque queremos hacer unos trabajos del colegio cada uno por su cuenta. Pero sí, vamos bien.

—Bien, sigue con fuerza, entonces —dijo—. No flojea...

—No, no flojea. No... —¿Qué?

—Flojea.

—¿Ibas a decir dos veces la misma palabra?

—¿A qué te refieres?

—Ibas a decir: «No flojea. No flojea.»

—Supongo que sí. Tonto, ¿no?

No sé cómo mi madre me soporta a veces. Quiero decir que a ella todo le debe de resultar claro como el agua, pero ha tenido que sentarse a oírme jurar y perjurar que lo negro era blanco, o que lo caliente era frío o algo por el estilo. No habría cambiado nada si le hubiera dicho la verdad. Pero más tarde, cuando necesité su ayuda, recordaría todas las veces en que me había portado con ella como un gilipollas.

Creo que fui a casa de Alicia la tarde siguiente a esta conversación, porque si no hubiera ido tres tardes seguidas mi madre habría sabido con certeza que algo no iba bien entre nosotros. Y luego tampoco fui las otras dos tardes siguientes, y llegó el fin de semana, y el sábado por la mañana me escribió un sms para invitarme a comer. Su hermano estaba en casa, y tenían una especie de reunión familiar, y Alicia dijo que yo era parte de su familia.

Antes de empezar a salir con Alicia nunca había conocido a nadie que se pareciera a su padre o a su madre, y al principio pensé que eran guay; puedo acordarme incluso de haber deseado que mi madre y mi padre fueran como ellos. El padre de Alicia tiene unos cincuenta años, y escucha hip-hop. No le gusta mucho, pienso, pero siente que tiene que darle una oportunidad a ese tipo de música, y no le importa nada el lenguaje y la violencia. Tiene el pelo gris —la madre de Alicia se lo corta muy corto—, y lleva un pendiente. Da clases de literatura en la universidad, y ella enseña teatro (cuando no está ejerciendo de concejal). O enseña a la gente a dar clases de teatro, o algo por el estilo. La madre de Alicia tiene que ir a montones de colegios a hablar con los profesores. Son gente estupenda, supongo. Robert y Andrea, y al principio eran realmente simpáticos. Pero piensan que soy idiota. Nunca lo dicen, claro está, y se esfuerzan por tratarme como si no lo fuera. Pero sé que lo piensan. No es que me importe, pero soy más inteligente que Alicia. No alardeo de ello, ni me hago el chulito. Pero sé que lo soy. Cuando íbamos al cine, ella no entendía las pelis, y nunca ha entendido de qué se ríe la gente cuando está viendo
Los Simpson
. Y tenía que ayudarle siempre en matemáticas. Su madre y su padre la ayudaban en lengua. Y seguían pensando que iría a la universidad a hacer una carrera, y que lo de ser modelo y demás era una especie de etapa de rebeldía. Según ellos, Alicia era un genio, y yo era ese chico amable y anodino con el que salía su niña. Se comportaban como si yo fuera como Ryan Briggs o alguna escoria por el estilo, pero no se atrevían a reprobarme oficialmente porque hacerlo no sería propio de gente guay.

En aquella comida familiar, a la que Alicia me había invitado porque formaba parte de la familia, estaba yo sentado ocupándome de mis cosas cuando su padre me preguntó qué pensaba hacer después de secundaria.

—No todo el mundo hace una carrera universitaria, Robert —se apresuró a decir la madre de Alicia.

¿Veis cómo funcionaba la cosa? La madre de Alicia trataba de protegerme, pero de lo que trataba de protegerme era de la pregunta de si tenía algún futuro de cualquier clase. Es decir: todo el mundo hace algo después del bachillerato, ¿no? Aunque te sientes en casa a ver la tele diurna durante el resto de tu vida, se trata de un futuro también, ¿o no? Pero ésa era su actitud conmigo: no mencionar el futuro, porque no tenía ninguno. Y luego todos nos poníamos a fingir que no tener ningún futuro no estaba nada mal. Y eso era lo que la madre de Alicia tendría que haber dicho: «No todo el mundo tiene un futuro, Robert.»

—Ya sé que no todo el mundo es universitario. Lo único que le estaba preguntando era qué tiene pensado hacer —dijo Robert.

—Va a hacer arte y diseño en la universidad —dijo Alicia.

—Oh —dijo su padre—. Bien. Excelente.

—Eres bueno en arte, ¿no, Sam? —dijo la madre.

—No voy mal. Lo que me preocupa es si tendremos que redactar trabajos y demás en la universidad.

—¿No vas tan bien en lengua?

—En redacción no tan bien, no. Ni en expresión oral. Voy bien en todo lo demás.

Se suponía que era una broma.

—Es cuestión de confianza en uno mismo —dijo la madre de Alicia—. No has tenido las ventajas que ha tenido otra mucha gente.

No supe qué responder a eso. Tengo mi propio dormitorio, una madre que trabaja y a la que le gusta leer y que siempre está encima de mí si no hago los deberes... Si he de ser sincero, no sé de qué otras ventajas podría aprovecharme. Hasta que mi padre no esté en casa es una cosa buena, porque no le va mucho la educación y todo eso... No es que fuera a impedirme que tratara de estudiar ni nada parecido, pero... A lo mejor no es cierto, en realidad. Era siempre algo entre él y mamá. Ella se moría por ir a la universidad, y él era fontanero, y ganaba siempre un dinero honrado, y éste era un asunto que siempre estaba entre los dos, porque mi madre pensaba que él se sentía inferior y trataba de ocultarlo diciéndole que vaya una pérdida de tiempo que era sacar diplomas de cosas. No sé. Según la gente como los padres de Alicia, si no lees o estudias eres una mala persona, y según la gente como mi padre eres una mala persona si lo haces. De locos, ¿no? No es leer ni nada semejante lo que te hace bueno o malo. Es si violas a mujeres, o te haces adicto al crack y vas por ahí atracando a la gente. No sé por qué arman tanto lío con eso.

—Creo que Sam estaba bromeando, mamá —dijo Alicia—. Es bueno en expresión oral. —Tampoco eso me pareció de gran ayuda. Me habían oído hablar. Podían formarse una opinión propia. No era como si estuviéramos hablando de mi pericia como skater, algo que ellos jamás habían visto. Si necesitaban que se les dijera que yo sabía hablar, me encontraba metido en un buen lío.

—No, es bueno, lo sé —dijo su madre—. Pero a veces, si no... Si no tienes...

Alicia se echó a reír.

—Sigue, mamá. Intenta acabar la frase de una forma que no sea ofensiva para Sam.

—Oh, él sabe lo que quiero decir —dijo la madre. Y sí, lo sabía, pero decir eso no es lo mismo que decir que me gustara.

Pero me caía bien Rich, el hermano. No pensaba que fuera a gustarme, porque toca el violín, y cualquier jovencito que toque el violín suele ser el Rey de los Memos. Pero él no tiene ninguna pinta de memo. Lleva gafas, pero unas gafas bastante guay, y le gusta reírse. Supongo que lo que estoy diciendo —si me pongo a pensar en ello— es que a él le caigo bien yo. Le caía, quiero decir. No estoy muy seguro de que le siga cayendo bien ahora. Y eso no es lo mismo, ¿no? Me refiero a que no estaba tan en la miseria. Yo no le caía bien porque no tuviera más amigos en el mundo. Yo le caía bien porque soy un tío legal, y, además, porque creo que no conoce a demasiada gente que no pertenezca al Reino de los Memos, con lo del violín y el conservatorio de música y demás.

Luego, Alicia, Rich y yo subimos al cuarto de Alicia. Allí ella nos puso un CD, y se sentó conmigo en la cama, y Rich se sentó en el suelo.

—Bienvenido a la familia —dijo Rich.

—No lo digas así —dijo Alicia—, Porque no volveré a verle el pelo.

—No son tan malos —dije, pero lo eran, la verdad. Y, para ser sincero, diré que no eran sólo los padres de Alicia los que me sacaban de quicio. Cuando me marché de la casa aquella tarde, me pregunté si volvería alguna vez.

Más tarde, pasé por la Hondonada un rato y anduve haciendo el tonto con la tabla. El inventor de la tabla de skate es un genio, en mi opinión. Londres está entorpeciendo la práctica de muchos deportes. Hay pequeños trozos de verde donde puedes jugar al fútbol, o al golf, o a lo que sea, y el asfalto está tratando de tragárselos para hacerlos desaparecer. Así que juegas a esos deportes
a pesar de
la ciudad, y, la verdad, sería mucho mejor si viviéramos en cualquier otra parte, en el campo, o en los barrios residencíales de las afueras, o en sitios como Australia. Pero el skate lo practicas
a causa de
la ciudad. Necesitamos todo el asfalto y todas las escaleras y todas las rampas y todos los bancos y todas las aceras posibles. Y cuando el mundo se haya pavimentado por completo, seremos los únicos atletas que quedemos, y habrá estatuas de Tony Hawk por todo el mundo, y los Juegos Olímpicos no serán otra cosa que un millón de competiciones de skate diferentes. Y la gente podrá contemplar de verdad este deporte. Yo lo haré, al menos. Fui a la rampa para sillas de ruedas que hay detrás de los bloques de pisos a la vuelta de la esquina y estuve montando un rato; nada del otro mundo, unos cuantos fakie flips y heelflips. Y pensé en Alicia, y en su familia, y empecé a ensayar lo que iba a decirle sobre dejar de vernos tanto, o dejar de vernos por completo.

Era raro, la verdad. Si me llegan a decir en aquella fiesta que iba a salir con Alicia, y que íbamos a empezar a acostarnos, y que iba a cansarme de ella... Bueno, pues no lo habría entendido en absoluto. No hubiera tenido el menor sentido para mí. Antes de tener sexo por primera vez en tu vida, no te imaginas de dónde va a venir, y por supuesto no te imaginas que vayas a dejar a la persona que te lo está proporcionando. ¿Por qué ibas a hacerlo? Una chica preciosa quiere acostarse contigo y tú llegas a
aburrirte
. ¿Cómo se entiende eso?

Todo lo que puedo decir es que —se crea o no— el sexo es como todo lo demás bueno: en cuanto lo tienes, dejas de estar tan preocupado por ello. Está ahí, y es fantástico y todo lo que quieras, pero no significa que seas tan feliz como para tirar por la ventana todo lo demás. Si tener sexo supone tener que escuchar asiduamente las cosas de esnob del padre de Alicia, y dejar de patinar, y no ver nunca a los amigos, no estaba muy seguro de seguir queriendo tenerlo.

Quería tener una novia que se acostara conmigo, sí, pero también quería tener una vida para mí. No sabía —sigo sin saberlo— si la gente se las arreglaba bien en este aspecto. Mi madre y mi padre no. Alicia era mi primera novia en serio, y tampoco nosotros lo habíamos conseguido. Me daba la sensación de que deseaba tanto acostarme con alguien que había dado mucho a cambio. De acuerdo, le había dicho a Alicia, si tú me dejas tener sexo contigo, yo dejo de patinar, a los amigos, los deberes y a mi madre (porque además estaba echando de menos a mi madre, de una forma un poco rara). Oh, y si tu madre y tu padre quieren hablar conmigo como si fuera una nulidad y un adicto al crack, pues perfecto. Tú... quítate la ropa y todo perfecto. Y empezaba a darme cuenta de que había pagado por ello un precio demasiado alto.

Cuando llegué a casa, mi madre estaba sentada en la mesa de la cocina con el tipo del Pizza Express. Lo reconocí enseguida, pero no tenía ni idea de lo que podía estar haciendo allí. Y tampoco tenía la menor idea de por qué le soltó la mano a mi madre cuando me vio entrar.

—Sam, ¿te acuerdas de Mark? —Oh, sí —dije.

—Ha venido a... —Vi al instante que no daba con ninguna excusa que explicara su presencia en nuestra casa, así que desistió—. Ha venido a tomar un té.

—Muy bien —dije.

Creo que lo dije de una forma que quería decir, ya sabéis..., ¿y bien? Porque mi madre siguió hablando.

—Mark y yo trabajábamos juntos —dijo—. Y, después de volver a vernos el otro día en el Pizza Express, me ha llamado a la oficina.

Muy bien, pensé. ¿Por qué? Supongo que sabía la respuesta, francamente.

—¿Dónde has estado, Sam? —dijo Mark, todo simpático. Y me dije: Vaya, ahí lo tenemos. El tío Mark.

—Patinando.

—¿Patinando? ¿Hay una pista de hielo cerca?

Mi madre me captó la mirada y los dos nos echamos a reír, porque ella sabe que odio que la gente confunda hacer skate con otro tipo de patinaje. («¿Por qué no dices que eres un skateboarder? ¿O que has estado haciendo skateboard?, me decía siempre. ¿Qué te sucedería si lo hicieras? ¿Te detendría la Policía del Habla Guay o algo? Y yo siempre le contestaba que «skateboard» me sonaba de pena, así que piensa que me tengo merecidos esos malentendidos.)

—¿Qué tiene tanta gracia? —dijo Mark, como alguien que sabe que va a apreciar un chiste estupendo si alguien tiene la amabilidad de explicárselo.

—No es ese patinaje. Es patinar en tabla.

—¿Skateboard? —Sí.

—Oh. —Parecía decepcionado. No era un chiste tan estupendo, después de todo.

—¿Tu hijo tiene tabla de skate?

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