Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (9 page)

BOOK: Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi
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Yoda le esperaba de pie, sonriendo, con su mano verdosa apoyándose en un bastón.

—Esperándote a ti estaba —aseveró, meneando la cabeza.

Con un ademán, indicó a Luke que se sentara en un rincón. El muchacho estaba impresionado al ver cuanto más frágil parecía Yoda, con sus manos temblorosas y sólo un hilillo de voz. Luke tuvo miedo de no traicionar su turbación ante la condición física del viejo maestro.

—Esa cara que pones —dijo Yoda, frunciendo graciosamente el entrecejo—, ¿tan mal parezco ante jóvenes ojos?

Luke trató de disimular su afligido semblante variando de posición en el reducido espacio de la cabaña

—No, Maestro..., por supuesto que no— mintió

—Sí, lo parezco, claro que lo parezco— el diminuto Maestro Jedi rió alegremente—. Enfermo estoy, sí. Viejo y débil —señaló con un dedo nudoso a su joven discípulo—; Cuando novecientos años tengas tú, no tan bien parecerás.

La criatura, cojeando, trepó al lecho —sonriendo aún —y se tumbó con esfuerzo.

—Pronto yo descansaré. Sí, dormiré para siempre. Ganado lo he —musitó.

Luke negó con la cabeza.

—No puede morir, Maestro Yoda, no lo dejaré.

—Entrenado bien y pleno de Fuerza estás. ¡Pero no tan fuerte como para eso! —replicó Yoda—. El crepúsculo pende sobre mí y pronto la noche caerá. Así son las cosas..., así es la Fuerza.

—Pero yo necesito su ayuda —insistió Luke—. Quiero completar mi entrenamiento. —El gran maestro no le podía abandonar ahora, aún faltaba mucho por comprender. Y él había aceptado tanto de Yoda sin entregarle nada a cambio. Tenía mil cosas que compartir con la anciana criatura.

—No más preparación necesitas tú —le confortó Yoda—. Ya sabes todo lo necesario.

—Entonces, ¿ya soy un Jedi? —insistió Luke. No, sabía que no lo era aún del todo. Algo faltaba.

Yoda contrajo sus marchitos rasgos.

—No todavía; queda un problema, queda... Vader. A Vader debes enfrentar. Entonces, y sólo entonces, completo Jedi serás. Y enfrentarte con él habrás, tarde o temprano.

Luke sabía que ésta sería su máxima prueba, no podía ser de otro modo. Cada pregunta tenía su respuesta y Vader latía inextricablemente inserto en el corazón del conflicto de Luke. Era un sufrimiento dar forma a preguntas, pero, tras un largo silencio, habló de nuevo al anciano Jedi:

—Maestro Yoda, Darth Vader... ¿es mi padre?

Una expresión de fatiga y compasión asomó en los ojos de Yoda.

El muchacho aún no era un hombre completo. Una triste sonrisa surcó su rostro y pareció incluso que disminuía de tamaño, encogido sobre la cama.

— Un descanso necesito yo. Sí. Un descanso —se quejó.

Luke miró fijamente al consumido maestro, intentando conferirle energía meramente con la fuerza de su amor y voluntad.

—Yoda, debo saberlo—susurró.

—Tu padre él es — replicó Yoda simplemente.

Luke cerró los ojos, la boca, el corazón, para apartar de sí una verdad dolorosa y ya conocida.

—Te lo contó, ¿verdad? —preguntó Yoda. Luke asintió sin hablar. Deseaba poder congelar ese momento, esconderlo, encerrar al tiempo y al espacio en esa habitación de modo que no expandieran por el Universo esa terrible verdad, ese conocimiento agobiante.

Una sombra de preocupación cruzó el semblante de Yoda

—Inesperado esto es, e infortunado —dijo.

—¿Es un infortunio que yo sepa la verdad? —Una carga de amargura impregnó la voz de Luke, sin saber él si iba dirigida contra Vader, Yoda, él mismo o al Universo entero.

Yoda se irguió con un esfuerzo que pareció quemar todas sus energías.

—Es una desgracia que te precipitaras a enfrentarte con él. Incompleto tu entrenamiento era..., no preparado para esa carga estabas tú. Obi-Wan te lo habría dicho tiempo atrás..., si yo dejado lo hubiera. Ahora conllevas una gran debilidad. Temo por ti, temo. —La tensión de su rostro desapareció y Yoda cerró los ojos.

—Maestro Yoda, lo siento. —Luke se estremeció al ver la debilidad de Yoda.

—Lo sé, pero enfrentarte de nuevo a Vader debes, y sentirlo no te ayudará. —Se inclinó hacia adelante y, por señas, mandó acercarse a Luke. Luke gateo para aproximarse al maestro. Yoda, con un hilo de voz, prosiguió—: Recuerda, el poder de un Jedi proviene de la Fuerza. Cuando rescataste a tus amigos, el deseo de venganza acicateaba tu corazón. Cuidado ten con la furia, el miedo y la agresividad. El Reverso Oscuro son. Manan con facilidad, prestos a unírsete en la dicha. Una vez que inicies el descenso por el sendero oscuro..., siempre tu destino dominará; Yoda yacía en la cama, respirando cada vez menos.

Luke aguardó en completo silencio, temiendo moverse y distraer siquiera un ápice al venerable anciano, menos aún quería impedir que se concentrara en la tarea de seguir hablando.

Al cabo de pocos minutos, Yoda miró una vez más al muchacho y, con un gran esfuerzo, sonrió bondadosamente. Sólo la grandeza de su espíritu mantenía con vida al decrépito cuerpo.

—Luke..., del Emperador cuidado ten. No subestimes sus poderes o la suerte de tu padre correrás. Cuando ido me haya..., el ultimo Jedi serás. Luke, la Fuerza es intensa en tu familia. Comparte la que... has aprendido. —Yoda comenzó a vacilar y cerró sus ojos—. Existe otro Cielo
[1]
.

Su corazón se paró y exhaló el aliento. Su espíritu fluyó de él como si fuera una brisa fresca que soplara hacia otro cielo. El cuerpo tembló una vez más y desapareció por completo.

Luke se sentó al lado de la pequeña cama vacía durante más de una hora, intentando sondear la perdida de Yoda. Era insondable.

Su primer sentimiento fue el de un dolor ilimitado para él y para el Universo. ¿Cómo alguien como Yoda podía haberse ido para siempre? Sentía como si un negro agujero sin fondo perforara su corazón en el lugar donde Yoda había residido.

Luke había sufrido anteriormente la pérdida de ancianos consejeros. Era desesperanzadoramente triste, inevitablemente, formaba parte del proceso de maduración. ¿Era esto lo que significaba, entonces, crecer? ¿Ver cómo los amigos queridos envejecen y mueren? ¿Madurar y fortalecerse a costa del tránsito mortal?

Una pesada carga de desesperación cayó sobre él justo en el momento en que todas las luces de la cabaña titilaron desvaneciéndose después. Durante varios minutos más permaneció sentado, sintiendo que era el fin, de como si todas las luces del Universo se hubieran apagado. El último Jedi, sentado en un pantano, mientras la galaxia entera preparaba la guerra definitiva.

El frío penetró en sus huesos despertando a la ciencia del vacío donde había caído. Se estremeció y miró a su alrededor. La oscuridad era impenetrable.

Gateó hasta la entrada y se irguió en el exterior. Aquí en el pantano, nada había cambiado. Los cuajarones de vapor eran absorbidos por miles de raíces aéreas que devolvían a la ciénaga... en forma de agua; un ciclo que se había repetido millones de veces a lo largo de los evos y que continuaría hasta el fin. Quizá en eso radicaba su lección. Empero, su tristeza no disminuyó en absoluto.

Sin propósito fijo, anduvo de vuelta al lugar donde descansaba la nave. R2 se abalanzó sobre él emitiendo un excitado saludo, pero Luke, desconsolado, ignoró al pequeño y fiel robot. R2 silbó una breve condolencia y luego mantuvo un respetuoso silencio.

Luke, abatido, se sentó sobre un tronco. Apoyó la cabeza en las manos y habló en voz baja para su coleto.

—No lo lograré. No puedo continuar solo —se dijo. Una voz proveniente de la densa neblina flotó hasta él.

—Yoda y yo siempre te acompañaremos —era la voz de Ben.

Luke se volvió, insensible, a la voz. Quería conservar su furia guardándola como un tesoro. Era todo lo que tenía y no dejaría que se la arrebataran tal como le habían arrebatado todo lo demás. Pero sintió cómo disminuía su cólera, suavizada por la compasión de Ben.

—No te culpo por estar furioso —conminó Ben—. Si algo estaba mal en lo que hice, ciertamente no sería la primera vez, porque… lo que le pasó a tu padre fue culpa mía...

Luke alzó la cabeza preso de un interés agudo y repentino. Nunca había oído tal cosa y su cólera fue transformándose rápidamente en curiosidad y fascinación; porque el conocimiento es como una droga adictiva y, cuanto más poseía, más quería.

Siguió sentado sobre el tocón, progresivamente hipnotizado. R2 rodaba por ahí, callado y silencioso, ofreciendo su reconfortante presencia.

—Cuando me encontré por vez primera con tu padre —continuó Ben—, él era ya un gran piloto. Pero lo que más me sorprendió fue ver cuán poderosa era la Fuerza en él. Me responsabilicé en enseñar a Anakin cuáles eran los caminos del Jedi. Mi error fue creer que podía ser tan buen maestro como Yoda. No lo fui. Mi estúpida soberbia lo impidió. El Emperador percibió el poder de Anakin y lo atrajo al Reverso Oscuro. —Entristecido, Ben hizo una pausa y miró abiertamente a los ojos de Luke como pidiéndole perdón—. Mi soberbia produjo consecuencias terribles para la galaxia.

Luke estaba hechizado. Que la arrogancia de Obi-Wan hubiera causado la caída de su padre era algo horrible. Horrible por lo que, innecesariamente, había llegado a ser su padre. Horrible porque significaba que Obi-Wan no era perfecto. Ni como hombre ni como Jedi. Horrible porque el Reverso Oscuro podía herirle tan de cerca, cambiando todo el bien en mal. Sin embargo, Darth Vader habría de conservar en su interior una chispa de Anakin Skywalker.

—Aún hay algo bueno en él —declaró Luke.

Ben negó con la cabeza, pleno de remordimientos.

—También yo pensé que podría retornar al lado bueno. Ya no es posible. Ahora es más una máquina que un hombre. Retorcido y maligno.

Luke percibió el significado que subyacía en las frases de Ben y escucho sus palabras como si fueran órdenes. Con la cabeza, interrogó a la imagen.

—No puedo matar a mi propio padre —exclamó.

—No deberías pensar en esa máquina como si fuera tu padre —era el maestro hablando de nuevo—. Cuando vi lo que había llegado a ser, intenté disuadirlo, atraerlo de nuevo a la luz. Luchamos... y tu padre cayó en crisol de fundición. Cuando tu padre salió arrastrándose de aquel terrible estanque, el cambio en él se había impreso con fuego para siempre. Se convirtió en Darth Vader, sin el más leve asomo de Anakin Skywalker. Irremediablemente maligno. Surcado por cicatrices y mantenido con vida sólo por su maquinaria y su propia y negra voluntad...

Luke miró a su propia mano mecánica, relacionando conceptos.

—Intenté detenerle una vez —dijo con tristeza. No lo conseguí.

No desafiaría otra vez a su padre, no podría.

—Vader te humilló en vuestro primer encuentro, pero esa experiencia formaba parte de tu preparación. Te enseñé, entre otras cosas, el valor de la paciencia, si no hubieras sido tan impaciente en tu propósito de derrotar a Vader entonces podría haber acabado de entrenarte aquí, con Yoda. Hubieras estado entrenado de verdad.

—Pero tenía que ayudar a mis amigos —protesto Luke.

—¿Y los ayudaste? Fueron ellos los que te salvaron. Poco conseguiste, me temo, precipitándote antes de tiempo.

La indignación de Luke se derritió, dejando un enorme poso de tristeza.

—Descubrí que Darth Vader era mi padre —susurró.

—Para ser un Jedi, Luke, debes enfrentarte e ir más allá del Reverso Oscuro, al lado al que tu padre pudo llegar. La impaciencia es la salida más fácil, para ti al igual que para tu padre. Sólo que tu padre fue seducido por lo que encontró al otro lado de esa salida y tú te has mantenido firme. Ahora ya no eres tan temerario, Luke. Eres fuerte y paciente. Y estás preparado para la confrontación final.

Luke negó de nuevo con la cabeza al hacérsele claras las implicaciones del discurso de Ben.

—No puedo hacerlo, Ben — renegó.

Los hombros de Obi-Wan Kenobi se hundieron, derrotados.

—Entonces el Emperador ya ha vencido. Tú eras nuestra única esperanza.

Luke buscó otras alternativas.

—Yoda dijo que yo podría entrenar a otro para...

—El otro de quien hablaba es tu hermana melliza —sonrió secamente el anciano Ben—. No le será más fácil que a ti destruir a Darth Vader.

Luke fue sacudido visiblemente por esa información. Se puso en pie, encarándose con el espíritu.

—¿Hermana? Yo no tengo hermanas —negó.

Una vez más Obi-Wan envolvió sus palabras con cariño para suavizar el creciente torbellino espiritual de su joven amigo.

—Para protegeros a ambos del Emperador, os separaron al nacer. El Emperador sabía, como yo, que un día, con la Fuerza de su parte, el vástago de Skywalker representaría una amenaza para él. Por esa razón, tu hermana ha permanecido en seguro anonimato.

Luke se resistía a creer lo que oía. Ni necesitaba ni quería tener un mellizo. ¡Él era único! No era un ser incompleto, salvo por la mano mecánica que ahora tenía crispada. ¿Era él solamente un peón de una vasta conspiración? ¿Cunas cambiadas, hermanos permutados, separados, forzados a vivir distintas vidas secretas? Imposible. ¡Él sabía bien quién era! Era Luke Skywalker, nacido de un Jedi que se convirtió en Señor de las Tinieblas, crecido en una arenosa granja de Tattoine, cuidado por Tío Owen y tía Beru, educado sin remilgos, un pobre y honrado trabajador..., porque su madre, su madre... ¿Qué sucedió con su madre? ¿Qué había dicho ella? ¿Quién era ella? ¿Qué le pudo decir a él? Se dirigió, buscando, al núcleo de su mente, hacia un lugar y un tiempo muy distintos al pantanoso suelo de Dagobah, hasta la alcoba de su madre, su madre y su... hermana. Su hermana...

—¡Leia! ¡Leia es mi hermana! —exclamó, casi cayéndose del tocón del árbol.

—Tu visión interna funciona bien —asintió Ben. Rápidamente, sin embargo, endureció el tono de su voz—. Entierra profundamente tus sentimientos, Luke. Te dan crédito, pero pueden hacer que termines sirviendo al Emperador.

Luke intentaba comprender lo que decía su anciano maestro. Demasiada información, tan rápida y casi se desmayó. Ben prosiguió su narración:

—Cuando tu padre se fue, no sabía que tu madre estaba embarazada. Tu madre y yo sabíamos que, eventualmente, terminaría descubriéndolo. Queríamos manteneros a los dos tan a salvo como fuera posible y todo el tiempo posible. Así pues, te llevé a vivir con mi hermano Owen en Tattoine..., y tu madre se llevó a Leia a vivir en Alderaan como hija del Senador Organa.

Luke se apaciguó oyendo la historia, mientras R2, cobijándose a su lado, zumbaba en un registro apenas audible para confortar a Luke.

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