Read Sin historial Online

Authors: Lissa D'Angelo

Tags: #Ciencia ficción, #Romántico, #Juvenil

Sin historial (6 page)

BOOK: Sin historial
3.23Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Salto.

—¿Aya?

No le hago caso, estoy saltando en mi cama.

¡Saltando! Y se siente increíble, como volar, como correr por el césped húmedo en plena madrugada, cuando aún quedan gotas del rocío en él, como solía hacer con Emil, aunque ella lo olvidara al día siguiente.

De nuevo, siento la maldita cosa salada descender por mi rostro, no quiero llorar, no quiero hacerlo, pero ¿Puede acaso alguien detener al corazón expresarse?

—Cariño, ¿qué val mal? —cuando ella me toma entre sus brazos y me obliga a detenerme, no soy capaz de moverme, respiro contra su cuello, está cálido y otra vez me recuerda a Emil, salvo que no es ella, nunca lo será.

Me robaron a mi amiga y no sé qué hacer. En realidad sé que hacer, pero soy cobarde, soy lo suficiente gallina para no tener las agallas de acabar con mi vida, no sería la primera que lo haga.

—¿Recuerdas a Dai?

Ella frunce el ceño.

—¿La chica que se mató? —me pregunta expectante

Asiento

—¿qué hay con ella?

—Antes de que tú llegaras, estaba por unirme a su viaje.

Su vista viaja de mi rostro hasta mi cuello, donde todavía está anudada la bufanda.

—¿Pensabas ahorcarte?

Asiento otra vez, pero es difícil hacerlo cuando me mira con esa expresión… ¿la verdad? ni siquiera sé porque se lo cuento. Supongo que es idiota admitir que espero que se preocupe por mí, es patético y me da vergüenza, pero según parece, también es verdad.

—Lo juro… eres increíble, si vas a matarte usa algo más efectivo, pasa una navaja por tus muñecas o algo así.

—¿Estás aconsejándome cómo acabar con mi vida? —pregunto desconcertada.

No me lo puedo creer.

—Mira Aya, me simpatizas y no me gustaría prescindir de ti, pero si estás lista…

Una expresión de concentración se apodera de su rostro y lo siguiente de lo que soy consciente es que tengo el cuerpo de Cecania sobre mí y que sus manos se cierran en torno a mi cuello.

—Te voy a extrañar.

Y bueno, a continuación comienza a asfixiarme.

No pasan cinco segundos antes de que yo reaccione y le atice un rodillazo en su estómago, ella me suelta de inmediato.

—¿Qué… —tomo aire—, diablos…— trago otra bocanada más—, fue eso?

—Eso —responde sobándose la pansa—, fue sicología pura o inversa, para ser exacta.

—¡Sal de aquí! —le ordeno, odiando la forma en cómo está sonriéndome, o riéndose a mi costa. A quién le importa—. ¡Dije que largo!

Ella obedece, tarda en hacerlo, pero lo hace… todavía riendo ¡La muy bastarda! Antes de pensármelo más tiempo, comienzo a empacar, no quiero que el correr de los minutos me haga dudar, ese es mi peor enemigo, razonar.

Yo no soy Dai, tampoco Jarvia, no voy a morir, ni por mi mano, ni la de nadie. Al menos, no sin luchar.

Ahora entiendo lo que quiso hacer Ceca con su idiotez de sicología inversa. Me ha hecho reaccionar, y si mi vida acaba, debe ser por algo que merezca la pena.

Limpio mi rostro del resto de lágrima y me digo que es la última vez que lo haré. No más llanto, Emil vale el esfuerzo.

07:00

Durante los minutos que me lleva terminar de empacar y cambiarme de ropa, procuro hacer mi mejor esfuerzo por no pensar. No es fácil, pero voy agarrando práctica.

Cuando salgo de mi cuarto me prometo a mí misma no volver nunca a este lugar a no ser que encuentre a Emil e incluso así lo dudaría.

Cierro mis ojos cuando atravieso el pasillo de las mártires de otros tiempos, es demasiado duro enfrentar sus rostros, es como si todo el miedo y dolor que sintieron alguna vez hubiera sido conservado en sus retratos.

Otra razón para huir, les debo una muestra de fe, algo que me haga merecedora de tanto esfuerzo y sacrificio.

Ellas dieron su vida por una noble causa, la nuestra. Y estoy dispuesta a dar la mía por una causa no menor.

Es la vida de Emil después de todo. Sé que estoy exagerando, este es el curso normal y ella debe ser madre, incluso si no lo pidió, pero no puedo arrancar su mirada de mi mente el día en que me dio a entender que no quería ser madre. Sencillamente no puedo quitarme esa imagen.

Una vez que llego al jardín, siento las gotas de sudor desfilar por mi rostro y cuello. Cuando por fin alcanzo el límite entre La Grata y terreno libre, me pregunto cómo se sintió Dai cuando se despidió de todo, cuando renunció a la vida. Es tan extraño, fue una de las primeras mártires en la historia de La Grata, dio su vida por nosotras, fue ella quien descubrió la debilidad de los hombres por nuestra carne, sexo, olor. Dai se ofreció a sí misma como anzuelo para el hombre que gobernaba en aquellos tiempos y cuando la bestia terminó su cometido ella lo apuñaló, luego de eso se colgó desde un Castaño. No la culpo, sin dudas debió haber sido una experiencia traumática.

Inició siendo una guerrera para terminar convertida en una ofrenda. Esto último hace que me pregunte ¿Qué seré yo? Llevo mi mano derecha hasta mi cien, intentando cubrir mis ojos del Sol. Es de día, supongo que es estúpido querer huir a pleno Sol, cualquiera podría verme. ¿Y qué?

De todos modos me olvidarán al día siguiente, bien… no olvidarán mi existencia, eso es parte de la memoria colectiva, todas nos conocemos, el censo es parte fundamental de la memoria general en las mujeres, sin embargo mi huida no lo es, de modo que podrán recordarme a mí, pero se preguntarán dónde estoy o qué pasó conmigo, porque mi escape no es parte de esa memoria.

Pero al caer la noche cuando el reloj de las doce terminarán olvidándolo otra vez, y así sucesivamente hasta que un día se despertarán sin recordar que alguna vez me conocieron. Supongo que ser prescindible no es tan malo para variar.

A unos pocos metros, diviso árboles de Sebiata, estos me avisan que estoy cerca del límite entre terreno libre y el bosque, cerca de Emil.

En el trayecto medito sobre lo que haré a partir de ahora. Debo encontrar un arrollo, por ahora el jugo de Sebiata bastará, hay un montón de ella por donde quiera que miro. Sin embargo, sería bueno tener un poco de agua dulce más que nada para mantenerme limpia, dudo que la Sebiata consiga eso. Por el contrario, me dejará toda pegajosa y las moscas no me darán en paz.

Ahora que lo pienso, el olor podría atraer incluso a animales más peligrosos, como leones de montaña… o lobos.

Nunca he visto a ninguno de los dos, en La Grata nos mantienen alejadas de cualquier cosa que pueda ser considerada dañina, lo que está bien, ya hubo muchas mujeres que sufrieron en manos de todo tipo de bestias, no hay necesidad de exponer a más.

De hecho, hubo un par de mujeres que vio imágenes y su resultado no fue bonito, ellas comenzaron a tener pesadillas y finalmente enloquecieron. Lamentable. Algo similar a lo que yo sufro, salvo que mis pesadillas no las desencadenó una imagen sino mi defecto congénito en el cerebro.

Los rayos del Sol están bastante fuertes, es una suerte que yo me haya puesto ropa más ligera para salir, además de mi bloqueador. Ahora que lo pienso, creo que hemos desarrollado un lazo irrompible. Nunca me separo de él y por consecuente, él jamás me abandona. Similar a lo que teníamos con Emil, salvo por algunas diferencias de carácter biológico.

—Mierda —gruño cuando mi pelo se queda atorado en una rama baja, es increíble lo bajas que están, si a esto le añadimos que yo soy alta…

Me paro en puntillas para que la rama no me arranque el pelo y le doy una patada al tronco, es una suerte que haya traído mis botas en lugar de zapatillas.

—Estúpido árbol enano.

¡La maldita cosa no quiere soltar mi pelo! Comienzo a tirar de mi cabeza con fuerza, al final, una bola de cabello queda en las garras de esa rama. No importa, de todas formas tengo suficiente para un par de vidas más. Me hago una trenza y me agacho cada vez que otra de esas ramas se cruza en mi camino, prevención ante todo.

Los tirantes de mi mochila molestan a pesar de que la he cargado sólo con lo estrictamente necesario: polvo de valeriana, sandalias, una botella de agua, tres mudas de ropa interior, un pantalón de mezclilla y un chaleco gris de cachemira, estos últimos para las noches frías.

—Sólo unos metros más —digo resoplando unas pelusas que tratan entrar en mi boca—. No me detendré, no hasta que la ciudad se pierda en el horizonte.

He trazado un plan mucho mejor que el de mi último intento de huida. De hecho, ahora que lo pienso, incluso su inicio es superior. Ya estoy fuera de La Grata. He abandonado mi hogar.

Giro sobre mi hombro y a lo lejos se ve la ciudad de donde provengo, aún distingo las enormes torres en tonos pasteles, incluso desde acá, parece una fortaleza y probablemente fue construida con ese fin. Está rodeada por un cerco de cemento y piedras, es imposible entrar o salir, a menos que planees ir al bosque y en ese caso, obtener una muerte segura.

La zona del jardín sagrado es la única vía para salir de La Grata e incluso así, nadie haría tal cosa como mancillarlo al pasar sobre él. Excepto yo.

Sigo caminando por lo que me parecen kilómetros y cuando siento que mis fuerzas me abandonan y realmente no puedo más, me detengo frente a un tronco; el madero es tan grueso que me parece el equivalente a cuatro veces el ancho de mi cuerpo. Recién entonces me atrevo a girar otra vez hacia el Oeste, pero en lugar de La Grata todo lo que veo son hojas, verde musgo, verde claro, amarillas y otras cafés.

Vaya, estoy en el corazón del bosque y comienza a atardecer, por lo demás no hay señales de un arroyo por ninguna parte y ya no me soporto, apesto a sudor.

—¡Apesto a sudor! —le grito al cielo, porque gritar de vez en cuando se siente bien. Tan bien, que me entra una ráfaga de inspiración.

—Apesto a sudor, oh, oh,oh ¡Apesto a sudor! Oh, Oh, Oh —canto subiendo el tono.

Y antes de notarlo, estoy bailando al compás de mi melodía. Sé que la letra no tiene mucha dedicación en su composición, pero ¿A quién le importa? Estoy sola en el bosque y la verdad es que…

—Apesto a sudor oh… oh…oh

Dos coros más y un par de vueltas, ya no tengo ánimos de entonar ni siquiera una oh. Ahora tengo hambre, está poniéndose fresco, mi cabello está lleno de hojas y no hay un maldito lago acá.

«Aparte, aún podría regresar a La Grata»

—¡NO! —grito enfurecida conmigo, ni siquiera llevo un día afuera, demonios. ¿De verdad voy a rendirme así de rápido?

Mi mente grita no, mi cuerpo que es más básico, grita otra.

Apuro el paso, pero me doy cuenta de que a estas alturas encontrar un arroyo no me servirá de nada, ya es casi de noche y no podré bañarme sin pescar una gripe. Resfriarme y dormir a la intemperie, muy inteligente. A ese paso terminaré muriendo antes de si siquiera acercarme a Emil.

«Emil» pensar en ella me da fuerzas anímicas.

Estoy lista para comenzar a marchar cuando oigo un ruido, es líquido. Doy tres pasos y frente a mí, bajo un arco de ramas y hojas, la criatura más extraña se encuentra haciendo algo todavía más raro.

Me está dando la espalda y parece concentrado en su actividad, lo que sea que eso signifique, ya que ni siquiera puedo ver sus manos, probablemente porque las está empleando en esa “extraña” misión.

Un montón de ideas me sobrevienen en ese momento. Siento las adrenalina subir por mi cuerpo y los latidos de mi corazón acrecentarse. Repito lo que he estado haciendo durante el correr de la tarde y trago una generosa cantidad de aire. De hecho, tengo la tentación de comenzar a echarme brisa con las manos en la cara, sucumbo a ella e intento provocar frescura, pero no hay caso.

El calor es interno.

Cuando el exquisito animal se gira, se me queda viendo de la misma manera en que yo lo miro.

Absorto.

Su pelaje tiene el color del trigo con matices oscuros como tierra fértil, algo de lo más fascinante. Fragmentos de un texto leído hace tiempo vienen a mi mente, palabras que luego son acompañadas con fotografías, sin embargo no son imágenes lo que se representan en mi cabeza, sino la construcción de elementos que mi propia imaginación ha creado basándose en viejas descripciones.

(…)Todavía no amaneció en el bosque; los cervatillos continúan durmiendo entre los pastos. En lo alto de un árbol cercano, brillan dos ojos amarillos, clavados en los animalitos dormidos(…).

¡Un gato! La curva de su boca, el sesgo de sus ojos ¡incluso tiene bigotes!. De seguro es eso. Repaso otra vez la información leída, comparando una y otra vez las facciones entre el uno y el otro…

(…)Silenciosamente, el gato montés desciende y se aproxima. Cada paso lo da con suavidad y cuidado, para no causar ni el más leve ruido de una ramita rota. Aun así, uno de los cervatillos parece presentir la aproximación del enemigo. Yergue la cabeza y escucha. Nada(…).

Es un gato, es obvio. Ahora que lo veo más de cerca, incluso comparten el mismo color de ojos amarillo o más bien ámbar. Le da un aire enigmático.

«Una criatura exquisita y misteriosa, de andar seguro y seductor», no sé el porqué, pero pienso en las palabras de Adelfreid

Trago, por algún motivo que no puedo explicar, mi boca se ha secado. Por supuesto, yo estoy al corriente de que la deshidratación es el menor de mis problemas. Así que me acerco aún más, observando al gato, imaginando formas de cazarlo.

Pero, él da un paso hacia atrás y, tal como decía el artículo, apenas lo oigo.

(…)El gato montés está emboscado a unos dos metros de distancia, completamente inmóvil.

—¿Por qué no usa ropa? —el felino se queda viéndome como si yo hubiera perdido un tornillo.

Entonces, la pequeña fiera se levanta, se balancea un poco para afirmar bien las patas en el suelo, y luego da el terrible salto(…).

—No te acerques —me grita dando un brinco atrás justo cuando me aprestaba a dar un paso en su dirección.

Me detengo algo confundida al notar la expresión de horror que ensombrece su cara.

—Sólo quería ver mejor —miento, a sabiendas de que he visto demasiado bien los detalles de su cuerpo. Es perturbador lo fascinante que me resulta esto último.

08:00

—¿Qué hacía?

Duda, sorpresa y otras expresiones que no sé reconocer transitan por su cara. Esto último pica más mi curiosidad. Doy otro paso hacia él.

—¡Te dije que no te acercaras! —me grita enojado y yo me detengo otra vez. Aunque, comienzo a preguntarme si no me habré perdido información esencial sobre estos animales. Tal vez son peligrosos, quizás comen nuestra carne al igual que los hombres.

BOOK: Sin historial
3.23Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Waiting for Autumn by Scott Blum
Secrets and Seductions by Francine Pascal
Nine Stories by J. D. Salinger
Beyond belief by Roy Johansen
Mrs. Pollifax on Safari by Dorothy Gilman
Wish Girl by Nikki Loftin