Senda hacia tierras hondas (6 page)

Read Senda hacia tierras hondas Online

Authors: Matsuo Bashô

Tags: #Clásico, Poesía, Relato

BOOK: Senda hacia tierras hondas
6.58Mb size Format: txt, pdf, ePub

Las dejamos, pues, pero por un buen rato no pude sino sentir lástima de ellas. Le dije a Sora un poema, que él anotó:

En mi posada

duermen también mancebas.

Luna y lespedezas.

COLOR Y AROMA

A
TRAVESAMOS
los célebres cuarenta y ocho rabiones del Kurobe, cruzamos innumerables ríos, saliendo por fin a una rada llamada Nago. Pensando que, aunque no fuese primavera, las glicinas de Tako merecerían una visita bajo la nostalgia de comienzos de otoño, pedimos información a la gente, que nos asustó diciendo: «A unas cinco leguas, andando por la playa, está la falda de un monte, pero sólo encontrarán unas pocas chozas de pescadores, y no creo que les den alojamiento ni por una noche».

Y así fue como desistimos de ello y entramos en la provincia de Kaga.

A la derecha

de un arrozal fragante,

el mar de Ariso.

NOMBRE BONITO

R
EBASANDO
el monte Unohana y el valle de Kurihara, estábamos en Kanazawa el quince de julio. Había allí un comerciante de Osaka, llamado Kasho. Nos alojamos en su misma posada.

En la ciudad vivía un tal Isshô, aficionado a la poesía, cuya fama se había extendido, pero habiendo fallecido el invierno del año anterior, su hermano mayor organizó con nosotros una sesión poética en homenaje suyo. Allí recité:

Muévete, tumba,

que mis gemidos son

viento de otoño.

Al visitar una villa rústica recité:

Otoño fresco.

Coman todos melón

y berenjenas.

Durante el camino escribí:

Rojo el sol, rojo

sin piedad, pero el viento

es el de otoño.

Y en un lugar llamado Komatsu (Pinito) compuse:

Se mecen pinos

—lindo nombre—,
miscantos

y
lespedezas
.

EL YELMO DEL SAMURAI

R
EZAMOS
en el santuario de Tada. Se conserva el yelmo de Sanemori, que tiene el gorjal de brocado. Se dice que lo había recibido de Yoshitomo cuando pertenecía al clan de los Minamotos. En efecto, no son armas de un simple samurai. En la visera y orejeras lleva como blasón crisantemos de oro y en la frente una cabeza de dragón y dos cuernos en forma de arado. Parece ser que Kiso Yoshinaka, que mató a Sanemori en combate, envió el yelmo a este santuario con una carta suplicatoria, siendo el mensajero Higuchi Jirô.

¡Vaya sarcasmo!

Que debajo de un yelmo

chirríe un grillo.

TOPONÍMICO ACRÓSTICO

M
IENTRAS
íbamos a las fuentes termales de Yamanaka, marchamos viendo detrás de nosotros la cumbre del Shirane. En la falda, a la izquierda, hay un templo de Kannon. Se dice que el papa Kazán
[62]
, después de concluir una peregrinación a treinta y tres templos dedicados a Kannon, erigió una imagen de la diosa de la misericordia y le puso el nombre de Nata, tomando la primera sílaba de los toponímicos Nachi y Tanigumi.

Hay por aquí rocas de formas extrañas y viejos pinos, y una ermita de techumbre de bálago que se yergue sobre una peña: tierra de paisajes fantásticos.

Viento de otoño,

más blanco que las piedras

del monte Piedras.

PATÁN ENTENDIDO

N
OS
bañamos en la fuente termal. Se dice que su eficacia sólo cede a la de Arima.

En Yamanaka,

¿quién corta crisantemos?

¡Aroma de aguas!

El dueño de la fuente termal era un muchacho llamado Kumenósuke. Su padre había sido aficionado al haikai y cuando Teishitsu, todavía joven, vino de Kioto, sufrió bastante vergüenza ante la pericia del palurdo, pero luego volvió a Kioto, se afilió a la escuela de Teitoku y llegó a ser bastante conocido. Nunca quiso recibir honorarios de la gente de esta aldea. Todo esto es ya anécdota vieja.

MORIR DE VIAJE

S
ORA
cayó enfermo del vientre y se adelantó a Nagáshima, de la tierra de Ise, donde tiene parentesco. Al despedirse escribió:

Anda que anda,

y si caigo del todo,

hay
lespedezas
.

La pena del que se va y la nostalgia del que se queda son como dos ánsares que se separan y se pierden en las nubes. Yo recité:

Hoy el rocío

borrará la divisa

de mi sombrero.

EL JARDÍN DEL MONASTERIO

M
E
hospedé en un monasterio llamado Zenshô, en los aledaños de la ciudad-castillo Daishôji. Pertenece a la provincia de Kaga. Sora también se había alojado aquí el día anterior y había dejado un poema:

La noche entera

oí el viento de otoño

en pleno monte.

Una noche de separación era como mil leguas. Yo también me acosté, en el dormitorio de los novicios, y escuché el viento de otoño, pero al amanecer se oyeron rezos de sutras, sonó una campana y entré en el refectorio.

Salí con el corazón animado por el pensamiento de que el mismo día llegaría a tierras de Echizén, cuando algunos bonzos jóvenes, papel y esmeril en mano, me siguieron hasta la escalera. En aquel momento se deshojaban los sauces del jardín. Escribí:

¿Barro y me voy,

sauces que os deshojáis

en la pagoda?

POEMA PERFECTO

M
E
embarqué en la frontera de Echizén para ver la rada de Yoshizaki y visité los pinos de Shiogoshi, de los que Saigyô había escrito:

Se encrespan las olas

con la tempestad

toda la noche,

y rezuman luna

los pinos del mar.

El poema lo dice todo sobre el paisaje. Si se añadiese una palabra más, sería como añadir un dedo a la mano.

ABANICO INNECESARIO

H
ABÍA
en el templo Tenryû de Maruoka un antiguo conocido y lo visité. Un tal Hokushi, de Kanazawa, me había rogado que le permitiese acompañarme un trecho del camino, pero llegó conmigo hasta Maruoka. Durante el camino no dejó pasar ningún lugar pintoresco sin que lo viésemos, y me recitó poemas muy sentidos. Al despedirme, le dejé uno mío:

¡Cuánta nostalgia

al romper mi abanico

lleno de apuntes!

Caminé unos cincuenta
chô
(cinco kilómetros) y recé en el templo Eihei: el santo templo del maestro de Zen Dôgen. Se dice que quiso alejarse mil leguas de la capital, llegando a estas soledades montaraces, donde fundó el monasterio, tal era su entrega al camino de Buda.

EL ERMITAÑO CASADO

C
OMO
eran sólo tres leguas hasta Fukui, salí después de la cena, pero la marcha vespertina fue a paso cansino. Había en Fukui un viejo ermitaño llamado Tôsai. Hacía unos años me había visitado en Edo. Quizás como unos diez años antes. Tendría que estar muy viejo, o tal vez muerto, pero pregunté por él, me dijeron que vivía y dónde lo podría hallar. Era un lugar apartado de la ciudad, una casa desvencijada, donde crecían
rostros de noche
y estropajos, y los mocos de pavo y retamas cubrían la puerta. Pensé que sería allí y llamé, a lo que salió una mujer humilde que me dijo: «¿De dónde viene, reverendo? Mi esposo ha salido a la casa de fulano, cerca de aquí. Si tiene algo que hablarle, vaya a verlo allí». Por lo visto, era la esposa de Tôsai. Me recordó a un personaje de una antigua novela
[63]
.

Busqué a mi amigo, me hospedé con él dos noches y me dispuse a salir, diciéndole que deseaba ver la luna de agosto en el puerto de Tsuruga. A esto dijo que se ofrecía a venir conmigo, se arremangó los hábitos y me acompañó como guía.

LA LUNA DE AGOSTO

A
L
cabo, se ocultó la cumbre del Shirane y se mostró la del Hina. Cruzamos el puente de Asamuzu y se vieron los cañaverales de Tamae. Atravesamos el paso de Uguisu y el puerto montañoso de Yunoo, rebasamos el castillo de Hyuchi y en el monte Kaeru oímos el primer canto de los patos silvestres, tras lo cual nos hospedamos en la bahía de Tsuruga al atardecer del día catorce.

Esa noche la luna brillaba especialmente clara. Le dije al dueño de la posada que la del día siguiente sería igual, pero él, mientras me servía sake, me contestó que en Echigo había un dicho que decía que la luna de agosto era imprevisible. Por insinuación suya fui a visitar el templo de Kei, que es el mausoleo del mikado Chûai
[64]
. El parque en derredor tenía una pátina sagrada, y la luz de la luna se filtraba por entre los pinos, mientras la blanca arena delante del santuario parecía escarcha. El posadero me explicó: «Antiguamente el segundo santo que peregrinó hasta aquí hizo una promesa, y la cumplió, de cortar con sus manos los yerbajos de delante del santuario, acarrear tierra y rocas y drenar los charcos. Desde entonces no hay problemas para ir y venir al santuario. Y desde entonces, siguiendo la antigua costumbre, los peregrinos siguientes traen arena blanca, y a esta tradición se le llama “traer arena de peregrino”».

Yo escribí:

Limpia es la luna

en la arena que esparcen

los peregrinos.

El día quince llovió, para no discrepar de lo que dijera el posadero.

¿Luna de agosto?

En el clima del norte

no hay norma fija.

MELANCOLÍA

C
OMO
el día dieciséis se despejó el cielo, fui en barco a la playa de Iro para coger conchas rojizas. Distaba unas siete leguas
[65]
. Un tal Ten-ya había preparado fiambreras, barrilitos de sake y otras atenciones, haciendo que nos acompañaran en el barco muchos servidores. Con un viento favorable, llegamos en escaso tiempo. En la playa había unas pocas casitas de pescadores y un humilde templo de la secta Hokke. Bebimos té, calentamos el sake y nos empapamos de la soledad del ocaso.

¡Melancolía!

Otoño en una playa

que vence a Suma
[66]
.

Pausa entre olas.

Mezcladas con las conchas

hay
lespedezas
.

Rogué a Tôsai que escribiese las impresiones del día y como recuerdo las dejamos en el templo.

DESPEDIDA

R
OTSÛ
vino a encontrarme en este puerto de Tsuruga y me acompañó hasta la provincia de Mino. A caballo entramos en la ciudad de Ôgaki, adonde vino Sora desde Ise. También Etsujín, a todo galope, se nos reunió en casa de Jokô.

Día y noche nos visitaban Zensenshi, Keikô y sus tres hijos, más otros amigos íntimos, que se alegraron de verme a salvo, como si viesen a un resucitado.

Aunque aún no se había disipado el cansancio de tan largo viaje, cuando llegó el seis de septiembre me embarqué hacia Ise para llegar a tiempo de ver el traslado del santuario
[67]
.

Nos separamos

como concha y almeja,

se va el otoño.

GLOSARIO DE NEOLOGISMOS

deutzia:
en japonés
unohana
(
Deutzia crenata
), planta de hojas afiladas y florecillas blancas arracimadas. Octavio Paz la deja en su traducción como unohana.

lespedeza:
en japonés
hagi
(
Lespedeza bicolor
), arbusto de florecillas rojas y rosadas. Paz la traduce como trébol.

miscanto:
en japonés
susuki
(
Miscanthus sinensis
), carrizos terminados en un plumero o airón. Paz lo traduce como juncos.

piéride:
en japonés
asebi
(
Pieris japónica
), arbusto con florecillas arracimadas, blancas y acampanuladas. Paz lo deja como asebi.

shinu:
en japonés
shinu
(
Pseudosasa japónica
), especie de bambú enano. Paz lo traduce como bambú enano.

rostro de noche:
en japonés
yûgao
(
Lagenaria siceraria
), calabaza trepadora de florecillas blancas que se abren al atardecer. Yûgao significa literalmente rostro de noche. Paz deja la palabra japonesa tal cual y en una nota observa que la flor es parecida a la que en México llaman campanera.

Notas

[*]
En esta edición digital se han sustituido los guiones sobre vocal (o macrones) de la edición en papel, que no se visualizan correctamente en todos los dispositivos, por acentos circunflejos para indicar las vocales largas. (
Nota de la edición digital
)
<<

[1]
Paso mágico, que daba acceso a las ignotas comarcas norteñas. Era el más famoso de los setenta y tantos puestos de control levantados por los Tokugawa. Hasta 1868 los japoneses necesitaban pasaporte y visado para viajar por su propio país.
<<

[2]
Sampû (1648-1733), rico mercader de Edo, discípulo y protector de Bashô.
<<

[3]
El tres de marzo se celebra en Japón el Día de las Niñas, las cuales engalanan la casa con muñecas.
<<

Other books

Circle View by Brad Barkley
Blackberry Crumble by Josi S. Kilpack
Take My Breath Away by Martin Edwards
Down from the Mountain by Elizabeth Fixmer
Pies and Potions by Pressey, Rose
The Scarlet Thief by Paul Fraser Collard
Farther Away: Essays by Jonathan Franzen
The Dangerous Gift by Hunt, Jane