Roehuesos - Novelas de Tribu (6 page)

Read Roehuesos - Novelas de Tribu Online

Authors: Bill Bridges y Justin Achilli

Tags: #Fantástico

BOOK: Roehuesos - Novelas de Tribu
8.72Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Vale, ya entiendo —dijo Carlita caminando a su lado—. Voy a algún sitio. ¿Dónde?

Madre sacó un billete de avión de una cartera muy usada y grasienta, probablemente otra compra en el todo a cien. Se lo alargó a Carlita casi indecisa, como si se lo estuviera pensando. Pero tan pronto como lo cogió la chica, la mujer suspiró y pareció resuelta, había hecho su parte.

—Es un billete a Nueva York —dijo Madre mientras empezaba a toser como loca—. La mismísima Gran Manzana. Es como La Meca para los Roehuesos.

—Esto no son unas vacaciones, Madre —dijo Carlita—. ¿Adónde voy y a quién tengo que ver?

—No te preocupes. Ya está todo arreglado. Henry “Pequeño Al” va a ir a buscarte al aeropuerto. Le reconocerás porque huele a pescado y basura. Trabaja en una barcaza allí arriba, transportando por el río la basura de Nueva York. Él te dirá dónde tienes que ir.

Cuando llegaron a la terminal, Madre se paró y escupió en una papelera llena de colillas. Entonces miró a Carlita a los ojos.

—Sé una chica fuerte. Siempre lo has sido.

—¿Puedes decirme algo sobre todo esto? —preguntó Carlita. Ahora sospechaba que lo que había dicho Hoja Frágil era verdad. Era algo grande que tenía que ver con algo más que un simple clan de Tampa. ¡Pero si era en Nueva York!

—Ojalá resultara ser de otra manera —dijo Madre—. Si no estuvieras entre manadas y eso, quizá se hubiera elegido a otro. Pero no, no es así como son las cosas; ojalá pudiera decirte algo, pero no lo sé. Ya no me cuentan nada. Todo lo que sé es que hay una cosa Wyrm llamada “Jo” que está causando problemas, y que hay unas profecías. Normalmente un Roehuesos sabe que tiene que esconderse siempre que se empiezan a soltar profecías Garou, pero esta nos pilló a todos por sorpresa. Carlita, sólo ten cuidado, sé lista.

Le dio a Carlita unos golpecitos en el brazo y se dio la vuelta para irse tosiendo todo el camino hasta la furgoneta.

Antes de llegar allí, Carlita le gritó.

—¡Cuídate tú, Madre! ¡Y haz que te miren esa tos!

Madre sonrió y se echó a reír apoyándose en la camioneta para estabilizarse cuando la risa se convirtió una vez más en tos. Le guiñó un ojo a Carlita y subió al asiento del conductor.

Carlita tragó saliva. Fuera lo que fuera, era algo grande.

Dios
.

Maldito sea
.

Hoja
.

Frágil
.

Capítulo cuatro

Madrid, España, ahora:

Los ojos de Carlita se abrieron de repente y se le escapó un gruñido antes de contenerse y relajarse de nuevo en el asiento. El impacto del tren de aterrizaje del avión sobre la pista del aeropuerto de Barajas de Madrid la había despertado de muy malas formas y ahora con la velocidad del avión y el frenazo de las ruedas le daba tumbos el estómago.

Grita Caos se despertó, bostezó con la boca muy abierta y le recordó a todo el mundo que tenían que encontrarse con su enlace del clan local cuando desembarcaran. Recogieron el equipaje de mano y recorrieron la pista de aterrizaje.

En la salida de pasajeros, la manada vio a un hombre bajito, de complexión morena con atuendo de sacerdote que sujetaba un cartel que decía “Julia Spencer”. Llevaba gafas y el pelo moreno peinado con austeridad y raya al lado. Obviamente reconoció a la manada en cuanto la vio, como si tuviera esa incomprensible manifestación de reconocimiento que tienen los extraños en ocasiones y se le iluminó la cara con una gran sonrisa.

—Espero que nadie se ofenda —anunció el hombre—. Pero siendo sus nombres como son, pensé que el de la señorita Spencer era el que menos sospechas suscitaría. Yo soy el padre Hernando Cisneros, su contacto de la Iglesia de las Trece Penas.

Unos cuantos miembros de la manada se miraron con cierta sorpresa en los ojos.

—Hablas inglés como si lo hubieras aprendido en los libros —comentó Carlita mostrando un puñado de caramelitos por si le apetecían a alguien de su proximidad más inmediata.

—No tengo muchos motivos de práctica. Nuestra iglesia es diplomática y gran parte de las alocuciones se realizan en francés o en algún idioma más nativo.

—Sí, vale, vamos a quedarnos con el español —respondió Carlita en ese idioma, ante lo que el buen padre sonrió divertido—. ¿Qué? ¿Qué te hace tanta gracia?

—Dices que sueno como si hubiera aprendido inglés en los libros. Tú suenas como si hubieras aprendido español en la calles.

Carlita se preparó para soltarle una salida de las suyas, pero Ojo de Tormenta los cortó a los dos.

—Continuad con eso más tarde. Estoy cansada.

Después de recoger el resto del equipaje se dirigieron al exterior donde les esperaban en el bordillo dos Mercedes de clase C.

—Siento dividir el grupo, pero el viaje es corto —les informó el padre Cisneros—. Y tenemos espacio de sobra en la iglesia.

—Un momento, aseguraros de que Hermana Guapa no va en el mismo coche que el padre este —dijo Grita Caos.

—¿De qué va eso? —preguntó Carlita sin saber todavía si enfadarse o no.

—Es porque tú hablas español —supuso el padre—. Por si nos separamos, alguien de los dos coches debería saber conversar en el idioma local.

—Dices eso como si fuera a ocurrir —respondió Julia.

—Yo sé que aquí no os tenéis que preocupar por eso. Ambos conductores pertenecen a nuestra familia —Cisneros señaló con el pulgar a los dos coches—. Pero tampoco quisiera poner en duda los deseos de un invitado.

—Gracias por complacerme —dijo Grita Caos sin una sombra de vergüenza—. Quizá sea por experiencia pasadas que voy provocando, pero sé que cuando las cosas pueden ir mal, suelen hacerlo.

—Como en Nueva York —sugirió Ojo de Tormenta.

El padre Cisneros se encogió de hombros.

—Como dije, los deseos de un invitado son lo primero. —Entró en el coche con un confundido John Hijo del Viento del Norte y una dócil Julia Spencer.

Después de ayudar a John y Julia a meter las maletas en el maletero, el padre Cisneros se sentó en el asiento de delante y les presentó a Miguel, el conductor del taxi y además Parentela y les preguntó si tenían alguna duda. Antes de que Julia pudiera responder, John le preguntó sobre el clan de las Trece Penas.

—¿Así que es una iglesia?

—Correcto —respondió Cisneros—. De hecho es un monasterio. Lleva existiendo desde finales del siglo XVI y se convirtió en clan poco después de que lo dedicaran como hogar para hombres de Dios.

—¿Y todos esos hombres de Dios eran Garou? —preguntó John con una nota de incredulidad en la voz.

—Claro que no. Algunos sí, pero sólo unos pocos. Después de que dedicaran la iglesia y se convirtiera en clan, por supuesto el lugar atrajo a Garou de los alrededores. Algunos de los hombres eran Parentela, otros eran Garou y otros no eran más que hombres normales que llegaron al monasterio con sus propios secretos y con gusto escondieron la naturaleza del lugar a cambio de que no les hicieran demasiadas preguntas sobre su propio pasado.

—Discúlpeme padre, pero todo eso me parece muy extraño —interpuso Julia—. Nunca he oído hablar de un clan que trabaje en relación tan íntima con los humanos.

—Es la diferencia entre vuestro Nuevo Mundo y el que los Garou americanizados dejaron atrás. De hecho, es probablemente algo único de América y Canadá, al menos en lo que se refiere al mundo occidental. Es posible encontrarse situaciones parecidas hasta en Méjico, donde los modos del Viejo Mundo todavía se practican.

—No, no. Yo no digo que no ocurra. Sólo me pregunto cómo ocurre. —John asintió con la cabeza para mostrar su acuerdo—. En los Estados Unidos los clanes son algo muy secreto, muy personal. De hecho, muchos Garou americanos son tan reaccionarios que prefieren matar primero cuando un humano aparece, aunque sea por accidente, por el boun.

—Es una diferencia cultural. En América disponen de amplios espacios abiertos, podéis permitiros el lujo de reclamar una pequeña parte para vosotros solos. Aquí, en Europa, la gente es diferente y el espacio es mucho más limitado. Mirad a vuestro alrededor cuando entremos más en la ciudad, daros cuenta de lo mucho más que aprovechamos aquí las tres dimensiones. La población es aquí más densa (siempre lo ha sido) e incluso los Garou más conservadores comprenden que debemos compartir el poco espacio que hay.

—Bueno —comentó John—, eso nos devuelve a mi primera pregunta. ¿Por qué una iglesia? Es decir, ¿una iglesia no tiene que cumplir ciertos… requisitos para que la sigan considerando iglesia?

—Ah, sí, eso es complicado y lleva a una pregunta inevitable: ¿cómo podemos servir a Dios y a Gaia a la vez? Déjame decírtelo de forma sencilla: No hay conflicto alguno. Para aquellos que siguen al espíritu, todos los caminos llevan a uno. Somos humildes, después de todo. Uno de los fundadores del clan fue un Roehuesos, el otro era Fianna.

—Esta historia se hace cada vez más rara. ¿Un Fianna?

—¿Por qué es tan extraño?

—Bueno, ¿los Fianna no forman parte de la cultura irlandesa? Quiero decir, uno podría haber llegado aquí, claro, quizá durante la edad oscura, cuando los monasterios irlandeses formaban parte del baluarte de la civilización europea.

—Discúlpame si te parece una falta de respeto, pero no creo que sepas tanto como crees que sabes.

John se encogió de hombros mientras Julia le miraba de lado inclinando la cabeza hacia el sacerdote.

Cisneros continuó.

—Las tribus celtas eran naturales de estas tierras (además de provenir de toda la Galia) antes de trasladarse a Inglaterra e Irlanda. Los Fianna han formado parte de España más tiempo que de Irlanda, al igual que los Roehuesos. Si bien España tiene una diversidad cultural mayor hoy en día, al menos con respecto a la herencia Garou más que nada, eso es en buena parte debido a las facilidades modernas para viajar. Por tradición los Fianna y los Roehuesos formaban parte de los celtas y otros grupos étnicos vascos posteriores. Las Furias Negras formaban parte de la cultura griega que fue, al menos en parte, incorporada al Imperio Romano durante su apogeo y cuyos pasos también siguieron los Hijos de Gaia y los Protectores de los Hombres. Para una tierra tan pequeña, al menos tal y como la debéis ver vosotros, los americanos, la cultura Garou de España es tan diversa como cualquiera que se encuentre en la propia Madre.

John se acomodó en el asiento con una mirada de respeto en los ojos. Le caía bien Cisneros, el sacerdote compartía sus conocimientos de buena gana sin la jactancia que gastaban algunos Garou de casa para razonar sus argumentos. El padre era una persona humilde, pero obviamente un hombre que reflexionaba y entendía. Es más, John entendió por que se diferenciaban en cierto modo las perspectivas de los Garou. Aunque hasta ahora siempre había pensado en sí mismo como “americano”, nunca se había considerado tan unido a los Garou americanizados. Y ese era el argumento del padre Cisneros, comprendió John Hijo del Viento del Norte, era todo cuestión de perspectiva. Para ser un individuo tan preparado, Cisneros no quería
saber
, sólo quería comprender lo suficiente para averiguar en qué
creía
.

Capítulo cinco

«
Y aquí está el Ahroun
», pensó Hermana Guapa. Aquel fornido bestia español no había corrido ningún riesgo con la llegada de esta nueva manada, a pesar de lo que le hubiera podido decir el padre Cisneros por adelantado. Estaba claro que era el Guardián del Clan, o a menos se estaba preparando con un Guardián. Cisneros presentó al enorme Glabro como Corre Hacia el Sol.

Como era de suponer, John Hijo del Viento del Norte había aceptado el reto presentado por Corre Hacia el Sol y había asumido también la forma Glabro. John se había girado hacia el español, preparándose para lanzar algún ataque Ahroun o por una especie de deseo canino de parecer más grande. Carlita había visto antes a gatos y perros normales hacer lo mismo, intentar hacer víctima de una ilusión óptica a alguna amenaza en potencia. Ella llamaba a este truco “agrandarse” y la divertía un poco ver a estos guerreros de Gaia, estas criaturas que supuestamente pertenecían a un estadio evolutivo superior, recurrir a las mismas técnicas que usaban los animales cuando se peleaban por el territorio o por unas sobras de comida de la basura.

—Tíos, cortaos —dijo Hermana Guapa cabreada, primero en inglés y luego en español—. Mira, sólo vamos a estar aquí el tiempo que nos lleve enterarnos de la situación. Luego, te lo prometo, Corre Hacia el Sol, nos abrimos de tu territorio.

Ojo de Tormenta estaba a cuatro patas al lado de Carlita, el pelo erizado mientras respiraba profundamente, ensanchándose (“agrandándose”) ella también para poner otro obstáculo entre los dos guerreros de la luna llena. Tenía un mensaje mucho más sencillo que el de Hermana Guapa, simplemente «
parar
», expresado con un gruñido en la innegable jerga lobuna de los Garou. Ojo de Tormenta había montado todo un número para asumir la forma Lupus una vez que salió del taxi en el clan de las Trece Penas. Grita Caos le había cogido las maletas y Ojo de Tormenta probablemente se había convertido en loba para que sus compañeros supieran que estaba más interesada en el asunto que les ocupaba que en las palabras que se pronunciaran para llegar allí. Carlita también sospechaba que quería matar de un susto al puñado de monjes y ayudantes humanos que había por allí. Está claro que no les resultaban extraños los lobos que caminaban como hombres pero eso no quería decir que se sintieran cómodos con ellos.

Hasta el mismo Grita Caos, cargado con las bolsas de viaje, había tomado una posición defensiva sin querer que las cosas se dispararan pero listo para saltar en ayuda de John si fuera necesario. Era sorprendente cómo los miembros de esta manada, que sólo habían pasado unos pocos días juntos, ya estaban asumiendo esos papeles de protección y defensa que eran su segunda naturaleza, pensó Carlita. Es cierto, ella y Ojo de Tormenta se habían interpuesto entre John y Corre Hacia el Sol pero si el enfrentamiento hubiera terminado en golpes, no cabía duda de a qué lado hubieran corrido.

Julia y Cisneros aparecieron rápidamente desde los lados y Julia interrumpió la toma de actitud de sus compañeros de manada.

—Son nuestros invitados, Corre Hacia el Sol —rogó Cisneros en español—. Nos han pedido ayuda para combatir a un enemigo común.

—No muestran el respeto debido —contestó Corre Hacia el Sol—. Si quieren ayuda, deberían pedirla con cortesía.

Other books

After the Fire by John Pilkington
The Shadow Society by Rutkoski, Marie
03 - Murder at Sedgwick Court by Margaret Addison
Run You Down by Julia Dahl
Just This Once by Rosalind James
A Window Opens: A Novel by Elisabeth Egan
The Great Baby Caper by Eugenia Riley
Man Enough For Me by Rhonda Bowen