Robopocalipsis (12 page)

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Authors: Daniel H. Wilson

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: Robopocalipsis
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Lo siento, he dicho algo horrible. Ahora mismo no pienso con claridad, Lucy. Espero que me disculpes.

De todas formas, no podía quedarme parado, así que desperté al segundo turno. Jean Felix y yo llevamos a rastras el cuerpo de Booth al cobertizo y lo envolvimos en plástico. También tuvimos que meterle las manos. Se las pusimos sobre el pecho.

En una situación así, es crucial poner en práctica el refrán «Ojos que no ven, corazón que no siente». De lo contrario, mis hombres se habrían asustado y el trabajo se habría resentido. Mi lema es «Cuenta con lo peor y recupérate rápido». Ascendí a un peón llamado Juan a perforador, relevé al turno a falta de cuatro horas para que acabaran e interrumpí la perforación.

El señor Black debía de estar viendo el registro de actividades, porque llamó enseguida. Me dijo que volviera a poner en marcha la perforadora cuando empezara el turno de día en unas horas. Le dije que ni de coña, pero al chico pareció entrarle pánico. Amenazó con quitarnos el proyecto. Y no puedo pensar solo en mí mismo, Lucy. Tengo a un montón de personas que dependen de mí.

Así que supongo que volveremos a ponerla en marcha dentro de unas horas, cuando empiece el próximo turno. Hasta entonces, llamaré por teléfono para informar del accidente a la compañía y pedir un helicóptero para que venga a por el cadáver y se lo lleve a casa.

Lucy, soy Dwight. 17 de noviembre. Menuda noche, la de ayer.

Bueno, la perforación ha terminado. Anoche penetramos la capa de sedimento de cristal sólido a doce metros de profundidad y descubrimos que daba a una cueva. Algo muy extraño. Pero allí es donde se supone que tenemos que colocar el equipo de observación. Me alegraré mucho de bajar ese puñetero paquete sin que sufra ningún daño. Entonces podré olvidarme de todo.

Todavía no he descubierto quién conectó el equipo de observación a la antena, pero el señor Black dice que se monta solo, como los módulos de la torre de perforación. Así que ¿quién sabe? A lo mejor se conectó solo. (Risa nerviosa.)

Otro asunto. Hay algo sospechoso en las comunicaciones. Me he fijado en que todas las personas con las que hablo tienen un tono parecido. Podría ser algo atmosférico, o tal vez al equipo le pase algo raro, pero todas las voces me están empezando a sonar igual. No importa si estoy haciendo los informes de seguimiento con las teleoperadoras de la centralita de la empresa o consultando el tiempo a los chicos de Deadhorse.

Es una extraña instalación de comunicaciones proporcionada por la empresa. Mi electricista dice que es la primera vez que ve un modelo así. Se llevó las manos a la cabeza, o sea que le dejé volver al trabajo con la perforadora. Parece que tendré que confiar en que la hija de puta no se estropee, es nuestro cordón umbilical con el mundo exterior.

En otro orden de cosas más serias, el médico dedicó hoy una pequeña ceremonia de recuerdo a Booth. Solo dijo unas palabras sobre Dios, la seguridad y la empresa. Sin embargo, a pesar de la rapidez con la que me ocupé del asunto, el equipo está empezando a desmoralizarse. Los accidentes fatales como el de Booth son poco frecuentes, Lucy. Y lo que es peor, el helicóptero no ha llegado a por el cadáver. Y no puedo contactar con nadie con este maldito equipo de comunicaciones.

Esto me da mala espina.

No pasa nada. Seguiremos trabajando, continuaremos con la rutina y esperaremos. Mañana podremos bajar la estación de observación y conectarla a la instalación de comunicaciones. Entonces podremos acabar y largarnos de aquí. Cuando el helicóptero vuelva y hablemos con el mundo exterior, todo irá mejor. Siempre que el helicóptero vuelva a por Booth.

Te echo de menos, Lucy. Te veré dentro de poco, si Dios quiere.

Dios santo, Lucy. Dios santísimo. Tenemos problemas. Oh, Dios. Estamos de mierda hasta el cuello. Hoy es 20 de noviembre.

No va a venir ningún helicóptero, cariño. No va a venir nadie. Este sitio es un infierno, y lo supe desde el principio pero no hice… (Respiración.)

Deja que te explique. Deja que me tranquilice y te lo explique por si alguien encuentra esta cinta. Espero que recibas esta cinta, cariño. No sé quién es el señor Black. Esta mañana, después de tres días, el helicóptero todavía no ha venido. Estábamos todos listos para marcharnos. El equipo de observación está colocado en el fondo del agujero. El pozo está lleno de cables conectados a la instalación permanente de la antena. Ha quedado de maravilla. Incluso muertos de miedo, mis chicos han trabajado como unos profesionales.

El día que terminamos el equipo comenzó a enfermar. Muchos vómitos y diarrea. Los que habían estado en el terreno de perforación fueron los más afectados, pero todos nos pusimos enfermos. Sinceramente, lo notamos en cuanto nos metimos en esa maldita cueva. Unas náuseas progresivas. No te lo comenté porque no quería que te preocuparas por una tontería.

Además, luego todo el mundo empezó a sentirse mejor. Durante medio día, pensamos que a lo mejor era simplemente un virus. Pero al ver que no venía el helicóptero y que nos quedábamos sin comunicación, empezamos a discutir. Hubo peleas a puñetazos. Mis hombres estaban nerviosos, confundidos y furiosos. Todos dejamos de dormir.

Entonces la enfermedad nos afectó el doble de fuerte. Un peón entró con convulsiones en la cafetería. Jean Felix hizo todo lo que pudo. El chico entró en coma. En coma, Lucy. Tiene veintitrés años y es fuerte como un buey. Pero ahí está, perdiendo el pelo y con… con llagas por toda la piel. Dios mío.

Al final Jean Felix me contó lo que estaba pasando. Cree que se trata de envenenamiento por radiación. El muchacho que cayó en coma estaba en el terreno de perforación cuando Booth murió. El chico acabó con ese barro de cristales por todo el cuerpo, incluso lo tragó.

Ese maldito agujero es radioactivo, Lucy.

Por fin lo he descubierto. Esa sensación en lo más profundo de mi mente. La preocupación. Ya sé por qué está aquí el agujero. Ya sé qué es la cueva. ¿Por qué no me di cuenta? Es una cavidad creada por una explosión. Este sitio era un terreno de pruebas nucleares. Ese pozo de gran diámetro lo perforaron para poder colocar un artefacto nuclear allí abajo. Cuando estalló, la bomba vaporizó una cueva esférica. El calor fundió las paredes de arenisca y las convirtió en una capa de cristal de casi dos metros. El pozo se convirtió en una chimenea por la que salía gas radioactivo. Luego, un trozo de roca derretida se convirtió en cristal sólido y tapó la chimenea. Ha conservado el agujero en la tierra todo este tiempo.

La cueva radioactiva está lo más cerca del infierno que se puede llegar a través de la tierra. Y nos mandaron a perforar justo encima. Dios sabe por qué Black quería que la perforáramos. Ni siquiera sé lo que hemos colocado allí.

Lo que sí sé es que el hijo de puta de Black nos mandó aquí a morir. Y voy a averiguar por qué.

Tengo que lograr conectar la radio.

Lucy. Soy Dwight. Hoy es… Mmm, no lo sé. No estoy seguro de lo que hemos hecho. Todos mis chicos se están muriendo. He hecho todo lo posible por poner en funcionamiento el equipo de comunicaciones. Ya no sé lo que va a pasar, ni cómo vas a llegar a oír esto…

(Sorbo de nariz.)

El especialista en electricidad me ha ayudado. Hemos repasado cada centímetro del equipo una hora tras otra.

Y cuando acabamos solo pudimos contactar con Black. El muy cabrón sonó alto y claro, disculpándose todo el rato y diciendo que las comunicaciones funcionarían dentro de muy poco y que teníamos que esperar. No paraba de decirnos que había un helicóptero en camino, pero nada. No vino nadie. Maldito asesino.

En un intento desesperado, he llamado al señor Black y lo he mantenido al teléfono. Apenas podía soportar su tono afable saliendo por el auricular. Todas sus mentiras. Pero no le he colgado.

Y hemos localizado a Black. De verdad. El especialista y yo hemos seguido la señal para ver cómo es que no recibía la transmisión. Y lo que es más, hemos localizado los ficheros de registro de todo lo que yo le he dicho al señor Black. Teníamos que averiguar por qué solo podíamos contactar con él y con nadie más.

Lo que hemos descubierto es terrible, Lucy. Sufro al pensarlo. ¿Por qué me ha pasado esto a mí? Soy un hombre bueno. Soy… (Respiración.)

Viene del agujero, Lucy. Todas las comunicaciones. El señor Black, todas las llamadas a la empresa del helicóptero, las consultas sobre el tiempo, las actualizaciones de estado a la oficina central de la empresa… todo. Todo ha estado yendo a parar a esa caja negra dejada de la mano de Dios, todos esos cables amarillos y esos trozos de espejo. ¿Cómo es posible que haya estado hablando conmigo? ¿Me he vuelto loco, Lucy?

El señor Black dijo que se montaría sola. Se montaría sola en la oscuridad radioactiva. Las piezas moviéndose a ciegas, conectándose unas con otras solo por contacto. Una especie de monstruo informático.

No tiene sentido. (Tos.)

Me siento cansado. El especialista ha ido a su litera y no ha vuelto. He apagado la radio. Ya no tiene sentido encenderla. Ahora esto está muy silencioso. Solo se oye ese viento infernal aullando fuera. Pero dentro hace calor. Mucho calor. Se está bien, incluso.

Creo que me voy a acostar, Lucy. Voy a echar una siesta. Me voy a olvidar de todo este asunto por un rato. Espero que no te parezca mal, preciosa. Ojalá pudiera hablar contigo ahora mismo. Ojalá pudiera oír tu voz.

Ojalá pudieras hablarme hasta que me quedara dormido. (Respiración.)

No puedo evitar preguntarme por qué, cariño. Mi mente no deja de darle vueltas. Hay una sala del tamaño de una maldita catedral europea mil quinientos metros por debajo de nosotros. Pienso en la radiación que se escapa de esas paredes de cristal lisas. Y en todos esos cables que reptan en la oscuridad para dar de comer al monstruo que hemos metido allí abajo.

Me temo que hemos hecho algo malo. No sabíamos lo que estábamos haciendo. Nos ha engañado, Lucy. ¿Qué hay en el fondo de ese agujero? ¿Qué podría sobrevivir allí?

(Ruido de pies arrastrándose.)

Bueno, a hacer puñetas. Estoy agotado y voy a descansar. Sea lo que sea lo que hay allí abajo, espero no soñar con ello.

Buenas noches, Lucy. Te quiero, tesoro. Ah, y si sirve de algo… lo siento. Siento haber metido aquel demonio allí abajo. Espero que algún día alguien venga y repare mi error.

Esta grabación sonora es la única prueba de la existencia del equipo de perforación fronterizo de North Star. Los informes de la época indican que el 1 de noviembre un equipo entero de perforación se perdió en un accidente de helicóptero en una zona remota de Alaska y que era de suponer que habían muerto. Dos semanas más tarde, la búsqueda de los restos del accidente cesó. El lugar que aparece en los informes es Prudhoe Bay, a cientos de kilómetros del sitio donde fue hallada esta cinta
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CORMAC WALLACE, MIL#EGH217

Segunda parte.
Hora cero

Parece probable que una vez que el método de pensamiento de las máquinas se haya iniciado, no tarde mucho en dejar atrás nuestras débiles facultades… Serán capaces de conversar unas con otras para agudizar su ingenio. Por consiguiente, en algún momento debemos esperar que las máquinas tomen el control.

ALAN TURING, 1951

1. Procesador de números

Debería estar muerto para verte.

FRANKLIN DALEY

HORA CERO – 40 MINUTOS

La extraña conversación que me dispongo a relatar fue grabada por una cámara de alta calidad situada en un hospital psiquiátrico. En la calma precedente a la Hora Cero, un paciente fue llamado para una entrevista especial. Los archivos indican que antes de que se le diagnosticara esquizofrenia, Franklin Daley trabajó como científico del gobierno en los Laboratorios de Investigación Lago Novus
.

CORMAC WALLACE, MIL#EGH217

—¿Así que eres otro dios? Pues los he visto mejores.

El hombre negro está repantigado en una silla de ruedas oxidada, tiene barba y lleva una bata de hospital. La silla se encuentra en mitad de un quirófano cilíndrico. El techo está lleno de ventanas de observación oscurecidas que reflejan la luz del par de focos quirúrgicos que iluminan al hombre. Ante él se extiende un biombo azul que divide la sala en dos.

Al otro lado hay alguien oculto.

Una luz encendida detrás de la cortina proyecta la silueta de un hombre sentado tras una mesita. La silueta permanece casi totalmente inmóvil, agazapada como un depredador.

El hombre está esposado a la silla de ruedas. No para de moverse bajo las luces calientes, arrastrando sus zapatillas de deporte desatadas por el suelo mohoso. Se escarba en la oreja con el dedo índice de la mano libre.

—¿No está impresionado? —contesta una voz procedente de detrás de la cortina azul.

Es la voz dulce de un niño. Tiene un ligerísimo ceceo, como si perteneciera a un chico al que le falta un diente de leche. El niño de detrás de la cortina respira de forma audible dando ligeras boqueadas.

—Por lo menos pareces una persona —dice el hombre—. Todas las malditas máquinas del hospital, con sus voces sintéticas… Digitales. Me niego a hablar con ellas. Demasiados malos recuerdos.

—Lo sé, doctor Daley. Encontrar una forma de hablar con usted fue un reto importante. Dígame, ¿por qué no está impresionado?

—¿Por qué debería estar impresionado, procesador de números? Solo eres una máquina. Yo diseñé y construí a tu padre en otra vida. O tal vez al padre de tu padre.

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