Rescate en el tiempo (15 page)

Read Rescate en el tiempo Online

Authors: Michael Crichton

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Rescate en el tiempo
2.93Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Alguien le ha gastado una broma? —preguntó.

Todos negaron con la cabeza.

—Quizá desvaría —comentó Chris—. No sería raro, con tantas horas absorta en los pergaminos.

—Iré a ver qué quiere —dijo David Stern, levantándose de la mesa, y se alejó en la oscuridad.

Chris pensó en acompañarlo, pero Kate le lanzó una mirada y le sonrió, así que él se arrellanó en la silla y cogió la copa de vino.

—¿Decías que estos pueblos eran como galerías comerciales?

—Muchos de ellos, sí —respondió Kate Erickson—. Estos pueblos eran operaciones especulativas con las que los promotores urbanísticos de la época se proponían enriquecerse, tal como ocurre en la actualidad con las galerías comerciales. —Se volvió en la silla y señaló la plaza que se hallaba a sus espaldas—. ¿Veis el mercado cubierto en el centro de la plaza? Encontraréis mercados similares en muchos pueblos de esta zona. Implica que el pueblo es una
bastide
, una nueva plaza fuerte. En Francia se establecieron cerca de un millar de
bastides
a lo largo del siglo
XIV
. Algunas se construyeron para defender el territorio, pero otras muchas se construyeron únicamente para ganar dinero.

Ese punto despertó el interés de los agentes de bolsa.

—Un momento —dijo uno de ellos, alzando de pronto la vista—. ¿Cómo permitía ganar dinero la construcción de un pueblo?

Kate sonrió.

—Economía del siglo
XIV
—respondió—. La mecánica era la siguiente. Supongamos que eres un noble con muchas tierras. La Francia del siglo
XIV
está cubierta en su mayor parte de bosques, lo cual significa que tus tierras son en su mayor parte bosques, habitados por lobos. Quizá tienes algunas parcelas dispersas arrendadas a campesinos, que generan unas exiguas rentas. Pero eso no sirve para enriquecerse. Y como eres un noble, vives siempre con una apremiante necesidad de dinero para combatir en las guerras y para organizar banquetes con la prodigalidad que se espera de ti.

»¿Qué puedes hacer, pues, para aumentar las rentas de la tierra? Construir un pueblo. Y para que la gente se establezca en tu nuevo pueblo, ofreces exenciones de impuestos y libertades especiales, declaradas formalmente en los estatutos del pueblo. En esencia, eximes a los habitantes de las obligaciones feudales.

—¿Por qué ofreces esas exenciones? —preguntó uno de los agentes de bolsa.

—Porque así pronto tendrás mercaderes y mercados en el pueblo, y los tributos y derechos devengados serán mucho mayores. Cobras por todo. Por el uso del camino que lleva al pueblo. Por cruzar las puertas del pueblo. Por instalar un puesto en el mercado. Por el coste de la milicia encargada de mantener el orden. Por proporcionar prestamistas al mercado.

—No está mal —comentó uno de los hombres.

—No está nada mal. Y además te embolsas un porcentaje de todo lo que se vende en el mercado.

—¿En serio? ¿Qué porcentaje?

—Eso dependía del pueblo y de la clase de mercancía. En general, entre un uno y un cinco por ciento. Por tanto, el mercado es la verdadera razón de ser del pueblo. Se ve claramente en la disposición del pueblo. Fijaos en la iglesia —dijo Kate, señalando a un lado—.

En siglos anteriores la iglesia estaba siempre en el centro. La gente iba a misa al menos una vez al día. La vida giraba en torno a la iglesia. Pero aquí, en Domine, la iglesia ha quedado desplazada. Ahora el centro del pueblo es el mercado.

—¿Todo el dinero sale del mercado, pues?

—No todo, porque una plaza fuerte ofrece protección a la zona circundante, lo cual implica que los campesinos deforestarán las tierras cercanas y labrarán los campos. De ese modo aumentan también tus rentas agrarias. En conjunto, un nuevo pueblo era una inversión bastante fiable, y por eso se construyeron tantos pueblos como éste.

—¿Es ése el único motivo por el que se construían los pueblos?

—No, muchos se construían por consideraciones militares, como…

La radio de Marek crepitó. Era otra vez Elsie.

—¿André?

—Sí —contestó Marek.

—Mejor será que vengas de inmediato, porque no sé qué pensar de esto.

—¿Por qué? ¿Qué has encontrado?

—Tú ven. Ahora mismo.

Capítulo 14

El generador tableteaba ruidosamente y el granero parecía resplandecer en la oscuridad bajo el cielo estrellado.

Entraron todos en tropel. Elsie, sentada a su mesa, se volvió hacia ellos con la mirada perdida.

—¿Elsie?

—Es imposible —dijo ella.

—¿Qué es imposible? ¿Qué ha pasado? —preguntó Marek. Miró a David Stern, pero éste realizaba aún unos análisis en el rincón.

Elsie suspiró.

—No lo sé, no lo sé…

—Bueno, empieza por el principio —sugirió Marek.

—De acuerdo. El principio. —Elsie se levantó y se dirigió al extremo opuesto de su cubículo, donde señaló unos pergaminos apilados en el suelo sobre una lona—. Esto es el principio. El legajo que he designado M—031, encontrado hoy en la excavación del monasterio. David me ha pedido que lo examinara cuanto antes.

Todos la observaban en silencio.

—Así pues —continuó Elsie—, he empezado a revisar el legajo. Siempre sigo la misma rutina. Cojo diez documentos cada vez y los llevo a mi mesa. —Cogió diez documentos—. Luego me siento y los leo uno por uno. Después de resumir el contenido de un pergamino e introducir el resumen en el ordenador, vengo aquí y lo fotografío —explicó mientras se acercaba a la otra mesa y colocaba un pergamino bajo la cámara.

—Ya conocemos… —dijo Marek.

—No, no lo conocéis ni remotamente —atajó Elsie con aspereza. Volvió a su mesa y separó el siguiente pergamino de la pila—. Muy bien, como decía, los reviso uno por uno. Este legajo en particular se compone de documentos muy diversos: facturas, duplicados de cartas, respuestas a instrucciones del obispo, datos cuantitativos de las cosechas, inventarios de bienes del monasterio. Todos datan aproximadamente del año 1357. —Cogió uno tras otro los pergaminos de la pila—. Y de pronto… —mostró el último en alto—, me encuentro con esto.

Los demás miraron fijamente.

Nadie habló.

El pergamino era del mismo tamaño que los otros pero, en lugar de la apretada escritura en latín o francés antiguo del resto, contenía sólo dos palabras, garabateadas en inglés corriente:

NECESITO AYUDA

7/4/1357

—Por si alguien no se ha dado cuenta —añadió Elsie—, ésta es la letra del profesor.

Capítulo 15

Se produjo un silencio. Nadie se movió, ni siquiera para cambiar de postura. Mudos de asombro, se limitaban a contemplar el pergamino.

Marek, con la mente acelerada, exploraba todas las posibilidades. En virtud de sus conocimientos pormenorizados y enciclopédicos sobre la Edad Media, había desempeñado durante varios años funciones de asesor externo del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York en materia de artefactos medievales. Por consiguiente, poseía amplia experiencia con toda clase de falsificaciones. Era cierto que rara vez se había encontrado con documentos falsos —por lo general, las falsificaciones consistían en una armadura que, como se descubría finalmente, había sido fabricada en Brooklyn, o en piedras preciosas engarzadas en un brazalete de diez años de antigüedad—, pero con el tiempo había desarrollado un preciso método de evaluación.

—Bien, vayamos por partes —dijo Marek—. ¿Estás segura de que ésta es su letra?

—Sí —contestó Elsie—. Totalmente segura.

—¿Cómo lo sabes?

—Soy grafóloga, André —replicó Elsie con un mohín de desdén—. Pero aquí puedes verlo con tus propios ojos. —Sacó una nota, escrita en mayúsculas, que Johnston había adjuntado a una factura días atrás:
COMPROBAD ESTE COBRO
,
POR FAVOR
. La colocó junto al texto del pergamino—. De hecho, las letras mayúsculas se analizan más fácilmente. En la «A», por ejemplo, la barra central presenta una ligera inclinación descendente. Traza primero las dos líneas oblicuas y retrocede desde la base de la segunda línea para trazar la barra, y de ahí que ésta quede un poco inclinada. O fíjate en la «D». Traza de arriba abajo el palo vertical y luego asciende otra vez al punto de partida para iniciar el semicírculo. O en la «E», que escribe primero como una «L» y luego completa con un trazo en zigzag hacia arriba, añadiendo las dos barras superiores. No hay duda. Es su letra.

—¿No podría haberla falsificado alguien?

—No. En una falsificación, se detectan interrupciones en el trazo y otros detalles. Ésta es su letra.

—¿Podría habernos gastado una broma, el profesor? —sugirió Kate.

—Si es así, no tiene ninguna gracia.

—¿Y qué sabemos del pergamino en el que está escrito? —preguntó Marek—. ¿Es tan antiguo como los otros del legajo?

—Sí —contestó David Stern, acercándose—. A falta de la datación por carbono, diría que sí, que es de la misma época que los otros.

¿Cómo es posible?, pensó Marek, y dijo:

—¿Estás seguro? Este pergamino parece distinto. Noto la superficie más rugosa.

—Es más rugosa —confirmó Stern—, porque está mal raspada. En la Edad Media el pergamino era un material muy valioso. Normalmente se utilizaba, se borraba mediante un raspado y volvía a usarse. Pero si examinamos este pergamino bajo una luz ultravioleta… ¿Hay alguien cerca de los interruptores?

Kate apagó las luces, y en la oscuridad Stern enfocó sobre la mesa el haz de una lamparilla violácea.

De inmediato Marek vio más escritura en el pergamino, tenue pero aún claramente perceptible.

—Originalmente esto era una factura de alojamiento —explicó Elsie—. Luego alguien raspó el pergamino, de una manera expeditiva y tosca, como si tuviera prisa.

—¿Insinúas que lo raspó el profesor? —preguntó Chris.

—No sé quién lo raspó. Pero no era un experto.

—Muy bien —terció Marek—. Hay una forma de salir de dudas definitivamente. —Se volvió hacia Stern—. ¿Qué puedes decirnos de la tinta, David? ¿Es auténtica?

Stern vaciló.

—No estoy seguro.

—¿No estás seguro? ¿Por qué?

—En cuanto a la composición química —contestó Stern—, es exactamente como cabría esperar: hierro en forma de óxido ferroso y agalla como aglutinante orgánico, más una pequeña parte de carbón para hacerla más negra y un cinco por ciento de sacarosa. En aquella época añadían azúcar para darle una pátina brillante a las tintas una vez secas. Así que es tinta corriente de hierro y agalla, propia del período. Pero eso en sí mismo no demuestra nada.

—En efecto —convino Marek. En suma, Stern admitía la posibilidad de que fuera una falsificación.

—De modo que he aplicado los métodos de análisis volumétrico para la agalla y el hierro —prosiguió Stern—, como suelo hacer en casos dudosos. Sirven para determinar las proporciones exactas presentes en la tinta. Los análisis volumétricos indican que esta tinta en particular es semejante pero no idéntica a la tinta de los otros documentos.

—Semejante pero no idéntica —repitió Marek—. ¿Cuál es el grado de semejanza?

—Como sabes, las tintas medievales se mezclaban a mano antes de usarse, porque se echaban a perder enseguida. La agalla es una sustancia orgánica, obtenida de ciertas excrecencias de los robles, y era la causa de que las tintas se estropearan a corto plazo. A veces se añadía vino a la mezcla a modo de conservante. En todo caso, se observan grandes variaciones en el contenido de agalla y hierro de un documento a otro. Entre distintos documentos, llegan a encontrarse diferencias del veinte o incluso el treinta por ciento. Estos porcentajes nos permiten establecer si dos documentos se escribieron el mismo día, con la misma tinta. Esta tinta en particular presenta una diferencia del veintinueve por ciento respecto a los documentos anterior y posterior del legajo.

—No es significativa —dijo Marek—. Esos datos no corroboran su autenticidad ni su falsedad. ¿Has hecho un análisis espectrográfico?

—Sí. Acabo de terminarlo. Aquí tienes los espectros de los tres documentos; el del profesor está en medio. —Tres líneas con una serie de picos ascendentes y descendentes—. También dan resultados semejantes pero no idénticos.

—No tan semejantes —comentó Marek, observando la sucesión de picos—. En la tinta del profesor, además de la diferencia porcentual en el contenido de hierro, se advierten muchos oligoelementos, incluido… ¿Qué es este pico, por ejemplo?

—Cromo.

Marek dejó escapar un suspiro.

—Lo cual revela que es una tinta moderna.

—No necesariamente.

—En las tintas de los otros dos documentos no se ha detectado cromo —objetó Marek.

—Es cierto, pero sí se encuentra cromo en las tintas de otros manuscritos de la época. Es bastante común.

—¿Hay cromo en este valle?

—No —contestó Stern—, pero en toda Europa se importaba cromo para la elaboración de tintes textiles y tintas.

—Pero ¿y estos otros contaminantes? —Insistió Marek, señalando los picos del espectro. Movió la cabeza en un gesto de negación—. Lo siento, pero no me lo creo.

—Estoy de acuerdo —dijo Stern—. Tiene que ser una broma.

—Pero no lo sabremos con total certeza sin la datación por carbono —añadió Marek. El carbono-14 les permitiría determinar la antigüedad tanto de la tinta como del pergamino con un margen de error de cincuenta años. Eso bastaría para aclarar cualquier duda respecto a la falsedad del documento.

—También me gustaría hacer un análisis de termoluminiscencia y quizá, ya puestos, una activación por láser —propuso Stern.

—Aquí no tienes el equipo necesario.

—No, lo llevaré a Les Eyzles.

En Les Eyzles, el pueblo del valle contiguo convertido en centro de estudios prehistóricos del sur de Francia, había un laboratorio bien equipado que realizaba datación por carbono-14 y potasio-argón, así como mediante activación neutrónica y otros métodos complejos. Los resultados in situ no eran tan precisos como los obtenidos en los laboratorios de París o Toulouse, pero proporcionaban información útil a los científicos en cuestión de horas.

—¿Sería posible solicitarlas esta misma noche? —preguntó Marek.

—Lo intentaré.

Chris volvió a reunirse con el grupo; había ido a telefonear al profesor con un móvil.

—Nada —dijo—. Sale el buzón de voz.

—Muy bien. Por ahora no podemos hacer nada más —concluyó Marek—. Supongo que este mensaje es una broma extravagante. No se me ocurre quién puede habérnosla gastado, pero alguien tiene que haber sido. Mañana someteremos el pergamino a la prueba del carbono y fecharemos el mensaje. Sin duda quedará demostrado que es reciente. Y con el debido respeto a Elsie, sigo pensando que probablemente se ha falsificado la letra.

Other books

Playing to Win by Diane Farr
The French for Always by Fiona Valpy
The Final Play by Rhonda Laurel
Lorenzo and the Turncoat by Lila Guzmán
120 days... by Stratton, M.
Shanghai Shadows by Lois Ruby