Politeísmos (3 page)

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Authors: Álvaro Naira

BOOK: Politeísmos
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—Puro mito. Con una hoja de cuaderno vas que chutas —se aseguró de que todos los de clase se habían marchado o estaban suficientemente lejos—. Hoy pasando de salir fuera. He quedado con Beca a la hora del recreo en la capilla, que nunca hay nadie. Yo me he metido a fumar ahí a veces cuando el baño estaba petado. ¿Te apuntas?

Verónica dudó.

—Venga, Vero —presionaba la graja—. No seas estrecha.

—Joder —miró el reloj de forma evasiva y recogió la cartera—. Me voy corriendo que no llego a ética.

—Ni yo a religión —se quedó en la puerta, impidiéndole el paso—. ¿Vienes o qué?

Intentó pasar toreándola, sin éxito.

—Mon, tía...

—¿Vienes o no?

—¡Voy! ¡Voy! Y ahora déjame que no llego.

Se apartó con una amplia sonrisa. Verónica se marchó apresuradamente.

Convoco a algún espíritu que venga a esta tabla, cuando le digamos adiós que se vaya.

¿Hay alguien en la tabla?

¿Hay alguien en la tabla?

¿Hay alguien en la tabla?

La voz suave y afilada de Rebeca reverberaba en la estancia. Remataba cada frase el tintineo de la moneda —
mejor de cinco duros, de las gordas, de las antiguas
— contra la “tabla”, una hoja de cuaderno cuadriculada con rebabas de la espiral —
se pinta todo el alfabeto en el borde, el alfa y omega dos veces en las esquinas, el sol y la luna en el centro, el sí-no a los lados y el ADIÓS bien claro
—. Repetía tres veces la fórmula. Si la moneda caía de cruz, había que empezar de nuevo, y otras tres veces la moneda al aire, hasta que cayera de cara.

Vero y Mon habían salido de sus respectivas clases y se habían encontrado junto a la vidriera de colores. Bajaron las escaleras y atravesaron el pasillo entre los corchos con notas, papeles de avisos y carteles de “No fumes, pues te consumes”, apretujadas en la desbandada de estudiantes que se apelotonaban para salir antes que los demás. Verónica jugaba con un pitillo entre los dedos. Habían atravesado el patio de columnas y, mirando hacia todos los lados, con los ojos y el caminar culpable de los que se reúnen para algo prohibido, entraron al edificio del salón de actos. Se habían separado para vigilar si aparecía algún profesor o un alumno despistado y acabaron empujando una puerta de madera pintada de blanco, exacta a la de cualquier aula del instituto, salvo que el letrero azul indicaba la entrada a la capilla roñosa, en desuso desde que el instituto pasó a ser público. Rebeca ya las estaba esperando. De pie frente al altar, delante de las hileras de bancos —alta, esbelta, fúnebre y enigmática— parecía una sacerdotisa pagana. Se sentaron en el suelo en un círculo, con las piernas cruzadas, y extendieron la hoja de papel surcada de signos y letras.

—Convoco a algún espíritu que venga a esta tabla, cuando le digamos adiós que se vaya. ¿Hay alguien en la tabla? —moneda al aire—. ¿Hay alguien en la tabla? —moneda al aire—. ¿Hay alguien en la tabla?

—¡Cara! —gritó Mónica.

Rebeca impuso silencio.

—Ahora tenemos que poner las tres el dedo índice sobre la moneda y arrastrarla hasta el centro suavemente, a la luna y el sol. A partir de ahí, irá sola, ya veréis.

—Irá sola porque la moverás tú —replicó Verónica con una mueca—. Lo más terrorífico que puede pasar es que aparezca de golpe el cura. Eso sí que sería una aparición, porque yo en mi vida he visto uno en el instituto.

A Mónica le entró la risa floja.

—Callaos —ordenó Rebeca sin parecer molesta—. Ya verás cómo se nota la diferencia de cuando la muevo yo a cuando no la muevo.
¿Hay alguien en la tabla?

II

Álex parpadeó. Le daban en la cara las manchas de luz que dejaba pasar la persiana. Soltó un taco y se revolvió. El sonido metálico del golpe del plástico duro contra el suelo acabó por despertarle.

—¡Joder!

Se había quedado dormido vestido, delante del ordenador y con los cascos puestos. Se frotó la cara y el pelo, grasiento por la falta de sueño. Al caerse el ratón, la pantalla se había encendido. Leyó lo que estaba escrito desde hacía horas.

[11:34] : haller

[11:34] : haller tio

[11:34] : tierra llamando al lobo estepario

[11:35] : haller

[11:36] : haller

[11:36] : cuack

[11:38] : haller

[11:39] : ESPABILA HALLER

[11:39] : pasa de el, se a dormido fijo

[11:39] : si estubiera despierto ya me abria pateado

[11:39] : me abro antes de k vuelva

[11:39] *** Ossian is now known as Ossian^away

[11:39] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [5secs]

[11:40] : Minimizo, que entró un cliente.

[11:43] : Chau.

[11:43] <^Hugin^>: bye lucien

[11:43] <__Nevermore__>: hasta la vista, Lucien

[11:44] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [5mins]

[11:44] *** SaTaNiCo has left #Politeismos (La vida es una enfermedad terminal)

[11:49] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [10mins]

[11:54] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [15mins 1 sec]

[11:59] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [20mins 1 sec]

[12:04] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [25mins 2 secs]

[12:09] *** Ossian^away está ausente [ En la PaRRa ] [30mins 2 secs]

[12:10] anda y que te den, Haller

[12:10] adios a los demas

[12:10] *** Ossian^away has quit IRC (User Quit: El asno que se cree ciervo, al saltar se despeña)

[13:44] : Hora de almorzar. Cuídense.

[13:44] <^Hugin^>: bye

[13:44] <__Nevermore__>: nos vemos el sábado

[13:44] : Sin falta. Chau.

[13:44] *** Lucien has quit IRC (User Quit: Que los árboles no te impidan ver el bosque)

[14:04] *** Ossian has joined #Politeismos

[14:04] haller estas?

Álex se restregó los lagrimales con los nudillos. Le dolía la vista. Suspiró pesadamente y tecleó:

[14:47] : estoy.

Esperó un poco.

[14:48] : ossian.

Pasaron unos minutos de sopor ausente. Escribió:

[14:56] : me voy.

Empezó a cerrar aplicaciones. Muchas se habían quedado colgadas. Iba a salir del IRC cuando leyó:

[14:59] : xDDDDDDD haller tio, son las tres

[14:59] : hostia.

[14:59] : ni habia leido la hora.

[14:59] : me cago en la puta. las tres. me he dormido.

[15:00] : no te has dormido, joder, es que no te has acostado

[15:00] : cierro aqui.

[15:00] *** Haller has quit IRC (User Quit: Der Steppenwolf: Más me gusta sentir dentro de mí arder un dolor verdadero y endemoniado que gozar de esta confortable temperatura de estufa.)

End of #Politeismos buffer Thu Feb 17 15:00:07 2000

Apagó el programa y el ordenador. Se puso en pie y se quitó las botas a patadas.

—Mierda.

Estaba doblado. Se dejó caer sobre la cama deshecha. Se hundió buscando el hueco cálido, dio unas vueltas, se rebozó contra la manta, encontró la postura y contempló, boca arriba, las goteras. Ya se le cerraban los ojos cuando le dio un puñetazo al colchón. Se incorporó de golpe y se desnudó. Iba dejando la ropa en rastro por el suelo según salía del cuarto. Le crujían las tripas. Abrió la nevera y torció el gesto. No había nada más que cervezas, una caja de cartón con fideos chinos a medio empezar y un paquete de bimbo pasado de fecha. Arrancó la tapadera de los fideos y se los comió fríos, con los palillos, con cara de resignación.

Giró la llave de la ducha. El agua arrastraba regueros de suciedad de la bañera. Se metió dentro y la puso hirviendo, pero sólo aguantó así unos minutos porque la caldera estaba rota. Comenzó a salir tibia y luego helada. Se enjabonó lo más rápido que pudo, empezando a sentir incomodidad en la boca del estómago. Mientras se aclaraba, notó cómo los fideos se revolvían como gusanos vivos por su garganta. Tragó repugnado, pero no pudo volver a contener la arcada. Salió a toda prisa de la bañera y vomitó el desayuno en el váter. Se quedó unos minutos así, desnudo, arrodillado sobre los baldosines, sintiéndose un desecho humano. Sonaba el ruido del agua corriendo. Cuando se puso en pie, le temblaban las rodillas. La boca le sabía mal. Abrió el grifo del lavabo, se enjuagó y escupió. El chorro salía caliente y le regresaron las náuseas. Cogió el cepillo de dientes. Se miró en el espejo y se asustó un poco ante la imagen que le devolvía. Estaba miserablemente delgado, con el pelo húmedo pegado al cráneo y los ojos inyectados en sangre. Las luces intensificaban su palidez. Tenía ojeras profundas. El espejo estaba picado por los años y le devolvía una figura llena de manchas enfermizas, con una grieta que le partía.

—Estás pudriéndote por dentro —le dijo al reflejo.

El reflejo asintió cansinamente.

A los cascos se les había acabado la pila. A grandes zancadas, recorría el territorio asignado, llamaba a todos los pisos de un manotazo, engañaba a alguna vieja, entraba y llenaba los buzones de propaganda. Le jodía que le tocara aquella zona porque los edificios no tenían más de cuatro o cinco pisos y tardaba casi el doble en librarse de los papeles que cuando repartía en un barrio pijo, aunque en éstos no le abrían jamás el portal. Eran casi las ocho y estaba hasta los cojones, pero aún le quedaban un par de calles y volver para fichar. Silbaba distraídamente una canción. No se había molestado en quitarse los auriculares; aunque estuvieran apagados le permitían un leve aislamiento del mundo. Introdujo de tres en tres los folletos y abrió el portal. Se dirigía al siguiente cuando oyó el grito.

—¿Álex?

Perdió el color de la cara al reconocer la voz. Elevó una especie de súplica mental no muy definida. Pensó por un momento seguir andando, como si no le hubiera oído, pero acabó volviéndose.

—Fran —casi resopló.

—Hostia. Sabía que eras tú —un tío delgado pero no flaco, con coleta, perilla, vaqueros y camiseta de un grupo de black cruzaba la calle—. Hacía por lo menos cinco años que no sabía nada de ti.

Álex suspiró.

—Yo creo que más —dijo, y se quedó callado estúpidamente, con una media sonrisa muerta en los labios. El otro le lanzó la mano. La apretó sin ganas y recibió un formidable estrangulamiento digital.

—Quítate los putos cascos, joder. No has cambiado nada desde el instituto, cabrón.

—Están apagados —replicó mientras se los sacaba de un golpe—. Oye, me alegro de verte, Fran, pero tengo mucho que hacer. Saluda a tu hermano de mi parte.

—¡Venga ya! ¿Qué tienes que hacer?

Él levantó la mano con el último fajo de propaganda al tiempo que le daba un empujón al carrito rojo chillón de cartero comercial.

—¿Curras en eso? —preguntó Fran asombrado.

—Joder, no —respondió Álex arrastrando las palabras—. Estoy de localizador en Square.

—¿Que trabajas en Square? ¡No jodas! —Fran meneó la cabeza como si no le encajara—. ¿Me tomas el pelo? Tienes que cobrar un pastón... ¿Qué haces de buzoneo como yo cuando tenía dieciséis años?

Le saltaba a la boca el “a ti qué coño te importa”, pero se armó de paciencia.

—Square me pasa tres juegos al año como mucho así que no tengo trabajo más que a temporadas. Divide “el pastón” que me meten de golpe en la cuenta entre doce meses y verás que con lo que yo hago se gana una mierda. Da para pagar el alquiler y justito. El mes anterior me pasé; hasta me fui a Londres. Éste voy de culo, así que estoy a la que salta. Cartero comercial, playtester, traductor de Vértigo, mantenimiento de páginas, pinchando en garitos otra vez. Me la suda, estoy sin blanca —levantó el labio—. Ya sabes lo que dicen: el lobo come tres meses de carne, tres meses de tierra, tres meses de polvo y tres meses de aire.

—Ah... —dijo algo cortado—. ¿Y cómo es que no traduces libros, con tu inglés? Se cobra bastante.

Álex negó con la cabeza.

—No valgo para traductor literario. Hice un par de cosas y no me volvieron a llamar. El corrector se cagó en mí: si pongo un acento es porque me he equivocado de tecla.

—Oye... —dijo Fran como si se le acabara de ocurrir—, ¿y si te acompaño a acabar el reparto y luego cenamos por ahí? Hace un huevo que no nos vemos. Yo invito.

—Llevo prisa. A las diez me chapan la empresa. Y —murmuró fríamente— no necesito tu caridad.

El otro elevó los ojos al cielo.

—Joder, Álex, no me salgas con la pose de orgullo herido. Te invito a cenar y punto. Supongo que sigues siendo carnívoro —su interlocutor asintió levemente, con una sonrisa inclinada, de las que muestran dientes y colmillos—. Perfecto, porque yo también. Tengo dinero —
di que sí, tú restriégamelo
, pensó él mientras Fran hablaba—; nada de hamburguesas ni pizzas de mierda; vamos a comer
carne
. Conozco un sitio de puta madre, y bastante barato.

—Si me vas a invitar, poco me importa que sea barato o no —rezongó Álex, no muy decidido a hacerse oír.

—Te ponen un cacho de filete así de grande —iba diciendo Fran entretanto— y crudo, y te traen un plato al rojo vivo del horno para que te lo hagas como te salga de las pelotas, así que nadie te va a mirar mal si te lo comes sin pasarlo por el fuego.

—Qué asco —masculló—. ¿Comer carne cruda, fría, de los congeladores de la carnicería? Venga ya. La carne tiene que estar caliente por fuera y sangrando por dentro.

—Recién cazada —concluyó el otro, y ambos levantaron los ojos del suelo casi a la vez e intercambiaron una sonrisa leve y una mirada indescifrable durante un segundo muy largo—. Vamos a acabar con esta mierda —dijo Fran rompiendo la atmósfera enrarecida e incómoda—. Dame un taco de papeles. Por los viejos tiempos...

Álex le entregó la mitad de los folletos sin poder evitar una mueca, por los viejos tiempos.

Hora y pico después estaban en una mesa del rincón de lo que parecía un bar de tapas vasco o asturiano, no muy limpio, cuya clientela escasa la componían familias con niños y ancianos. El camarero los había advertido sobre las cantidades para que pidieran una ración para dos, pero Fran soltó una carcajada y replicó: “Traiga uno para cada uno, hágame caso. No sabe lo que engulle aquí el palo de escoba cuando es carne lo que hay en el plato”. Les llevaron la comida y los dos empezaron a tragar ávidamente sin apenas hablar. Deglutían con voracidad de jefe de manada y se miraban con cierto desafío. Mientras Álex pinchaba cada trozo, lo deslizaba rápidamente por la cerámica horneada y devoraba sin masticar para que no diera tiempo a que perdiese el calor, el otro iba echando pedazo tras pedazo en el plato de barro, lo dejaba calentarse hasta que la carne roja se plateaba por completo y aplastaba la tajada con el tenedor para que se hiciese por dentro antes de embuchársela. Sólo dejaron el hueso rebañado.

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