Authors: Juan Ernesto Artuñedo
Lleva una equis equis ele camisa blanca a juego con los pantalones de pijama. En la mesa un pedazo de queso semicurado de Manzanares y un brick de agua de Benasal.
—¿Ha llegado hoy? —pregunto
—Viaje de negocios
—¿Quién juega?
—Irlanda contra Inglaterra
Miro la televisión. Hombres grandes con fuertes piernas formando una melé. Introducen el balón dentro y se desmoronan contra el suelo. Vuelven a formarla. Miro de reojo el armario. La puerta abierta. Un traje negro de vestir cuelga de la percha. El señor come con apetito mientras presta atención al partido.
—¿Cómo van? —pregunto
—Faltan cinco minutos y gana Irlanda de treinta puntos
Un jugador recibe el balón y corre por la banda. Dos defensas se abalanzan sobre él y lo placan. El jugador se levanta del suelo apartando a dos grandes cuerpos que le aplastan. Está cubierto de barro. Lanzan desde la banda. Un par de jugadores levantan a un tercero que atrapa el balón. Desciende, la pasa a un compañero que corre como el viento y marca un
touchtdown
. Otro de ellos planta el balón en el suelo. Retrocede. El balón se cae. Vuelve a ponerlo bien. Dos pasos largos atrás y uno a la izquierda. Coge carrerilla. Golpea. El balón entre los dos palos. Corren a defender. Saca el equipo contrario. El árbitro pita final del partido. Los jugadores se retiran al vestuario. La cámara se queda en el campo. El señor de mi lado corta un par de rodajas de chorizo y un trozo de queso. Se lleva una rodaja a la boca. Un pellizco de pan y para dentro. Algunas migas de pan se le depositan en el pecho. Bebe agua y se seca con el antebrazo cubierto de pelo. Eructa en silencio. Coge el mando y cambia el canal de la tele. Un señor corpulento arregla el sofá. Lleva puesto un antifaz negro. Se oye el timbre de la puerta. Abre. Dos mujeres le esperan fuera. Una joven y delgada, la otra mayor y obesa. Ambas con máscaras. El señor de mi lado coge una loncha de chorizo y la enrosca en un trozo de queso. Abre la boca y lo empuja con el dedo. Mastica. Las dos mujeres entran en la casa. Coge más pan.
—Bueno, yo me voy a dormir —le digo
—¿No te quedas un rato?
—Es tarde
—Quédate hombre, parece interesante la película
—Es que creo que ya la he visto
—Venga siéntate —me dice cogiéndome del hombro—, mira lo que he comprado en el súper
Vuelvo a los pies de la cama. El señor abre la bolsa del supermercado y saca media docena de latas de cerveza. Aparta la comida hacia un lado de la mesa y la corre hacia mí. Se sienta más cerca. El pelo de su pierna en la mía.
—No llevarás tabaco —me dice
—Sí
—Es que con las prisas he olvidado...
—Tenga
—...tenía tanta hambre, gracias
Le doy fuego. Enciendo el mío. Su pierna me roza. Yo quieto. Las chicas del televisor sientan al señor en medio del sofá y empiezan a tocarle los muslos y la barriga. Respiro. Una de ellas le mete la mano por el cuello y le acaricia un pecho que queda al descubierto. Caído. Doy una calada al cigarro. Se me pega a los labios. Los botones de la camisa se van abriendo entre manos y la barriga se desliza por encima de los pantalones. Estiro del cigarro con cuidado hasta que se despega. Le meten el dedo por el ombligo peludo. El señor de mi lado relaja las piernas y se apoya con fuerza sobre la mía. El de la tele separa los brazos y mete las manos dentro de las bragas de las chicas. Dedos gordos con pelo en sus vaginas. El señor de mi lado respira como el de la tele. Golpes de sangre en mi pene. Trago saliva. No pasa. Bebo cerveza. El de mi lado se recuesta en el respaldo de la silla y deja caer su mano hasta mi muslo. Pego una calada al cigarro. Echo el humo. El de mi lado mira atentamente cómo la chica joven se arrodilla enfrente del señor y le desabrocha la correa, manosea suavemente su pene hacia arriba, quita los botones del pantalón y muerde por encima. La chica mayor chupa la teta peluda y rojiza del señor. El de mi lado mantiene quieta la mano. Le miro de reojo. No aparta la vista de la pantalla. Apago el cigarro. Acuestan al señor en el sofá. Sin pantalones, sin calzoncillos, sin camisa. El pene golpeando hacia arriba entre una gran mata de pelo negro. La chica mayor abre la boca y se lo mete dentro. El señor de mi lado desliza su brazo por mi entrepierna. No me muevo. Me coge los huevos. Sigue viendo la televisión. Bebo cerveza y apoyo mi mano sobre su barriga. La chica joven se baja las bragas y sube la minifalda. El señor tumbado la mira desde abajo. Ella abre las piernas y le da a probar su manjar. Le subo la camisa del pijama. De reojo sólo veo pelo. Paso la mano. El señor no aparta la vista del televisor. La chica joven mueve su cuerpo con alegría y salero frotando su sexo con los labios del señor. La mayor que no le cabe toda dentro y empieza a sonrojarse. El señor apretando el culo de la joven con sus manos rollizas, empujando en la garganta de la mayor, balanceando su barriga como un flan de gelatina. Subo el pijama del de mi lado hasta que tropiezo con las tetas. Se recuesta. Meto la mano y agarro una de ellas. No me cabe en la palma. El pezón rozando mis yemas. Me saca la camiseta por el cuello. Dejo caer mi brazo en su espalda. Él sobre mi sexo. La joven se tumba sobre la mesa y sus tetas en una fuente de fruta. El señor se levanta del sofá con la mayor enganchada y se dirige hacia la mesa. Meto la mano por la manga del pijama y le acaricio el hombro cubierto de pelo. Él introduce la mano dentro de mis calzoncillos. La mayor se aparta y se abrocha un dildo sobre las bragas. El señor avanza en dirección a la joven que espera abierta y mojada metiéndose un plátano en la boca y una pera entre las tetas. La mayor se viste de cuero y se coloca una máscara. El señor se coloca entre las piernas de la joven. La mayor coge un látigo. La película se para con el glande del señor en la entrada. Meto el brazo por la manga del pijama y le sobo una teta. El de mi lado coge el mando a distancia y cambia de canal. Cambia de canal. En la pantalla dos chicos jóvenes y gordos en calzoncillos con un caballo en un establo. El más peludo frotando con un cepillo la crin del animal. El más blanco de piel agachado bajo el caballo comprobando el estado de las herraduras delanteras. El caballo oliendo a una yegua en celo que levanta el rabo en su hocico. Cambia de canal. Un agricultor barbudo con un rábano en la mano explicando a la cámara cómo el frío ha helado su cosecha de verano. Cambia de canal. Nuevo invento americano para perder grasa con sólo veinte minutos al día. Cambia de canal. El establo; el blanco de piel agachado desnudo, la yegua excitada, el peludo levantando el rabo, el caballo empalmado. Cambia de canal. El señor atizando a la joven. La fruta por la mesa y el suelo. La mayor lubricando el dildo con una berenjena. El de mi lado tomando la tensión a mi paquete. Yo ya no sé dónde sobarle. La mayor suelta la berenjena y abre las nalgas al señor. Cambia de canal. El blanco de piel atravesado por el negro y duro pene del caballo. Cambia de canal. La mayor metiendo el dildo en el señor. Cambia de canal. El de debajo del caballo agarrándose a las patas delanteras. El más peludo subiéndose a una escalera. Introduzco la mano en el pantalón de pijama. Sigue bombeando mi paquete. Me impacta el grosor de su pene. Me masturba. Pierdo el sentido. Lubrico su glande. El caballo le arrea patada a la escalera y el chico peludo cae al suelo. Cambia de canal. Invento nuevo americano con sólo veinte minutos perder grasa. Cambia de canal. Documental. Cambia de canal. El chico blanco en el suelo pringado de semen y paja. La yegua calmada. El peludo follándose al caballo. Cambia de canal. El señor y las dos chicas comiendo fruta bajo la mesa. Saca la mano de mis calzoncillos mojados. Cambia de canal. El peludo echando semen en el culo del caballo. La yegua escapa del establo. El de mi lado se corre en mi mano. La saco.
—Bueno, me voy a dormir —le digo—, gracias por todo
—A ti
—Buenas noches
Cojo la camiseta y salgo. Cierro la puerta. Entro en el baño y vuelvo a mear. Me limpio los calzoncillos con papel higiénico. Entro en mi habitación. Me dejo caer en la cama. Me relajo. No tengo sueño. Me quito las zapatillas con los pies. Cojo la almohada y la abrazo. Me levanto. Abro el grifo del lavamanos. Bebo. Enciendo un cigarro. Fumo pensando. Miro al techo. Blanco. Apago el cigarro. Me quedo dormido. Una hora después me despierto. Cojo el tabaco. Abro la ventana. Echo el humo fuera. Lo apago. Salgo al pasillo. Llamo. Abro. Tumbado en la cama con la luz de la mesita encendida. Levanta la vista del libro. Me mira.
—Hola —me dice
—Hola
—Pasa
—Es que yo quería decirle
—No te quedes ahí
Entro. Cierro la puerta. Marca la hoja del libro y lo deja en la mesa. Abre la sábana. Me arropa en su pecho. Me siento pequeño. Me folla. Respiramos. Me cuenta que está casado, que tiene dos niñas preciosas, que hace un año que cree haber salido del armario, que no sabe cómo afrontarlo. Le digo que sea valiente. Me dice que no puede. Le digo que se está engañando. Me dice que es demasiado tarde para cuestionarlo. Le digo que lo acepte. Me dice que prefiere negarlo. Le digo que no sea tonto y que no se haga más daño. Me dice que su mujer no se enterará. Le digo que ese no es el problema. Me pregunta cuál. Le digo que honestidad. Me dice que puede llevarlo. Le digo que será infeliz. Me dice que no hay más remedio. Le digo que sí lo hay. Me pregunta qué haría yo. Le digo que afrontarlo y mirar adelante. Me dice que yo lo veo demasiado fácil. Le digo que puede ser pero que tiene que actuar. Me pregunta cómo. Fumamos. Le digo que empezando por decírselo a su mujer si es que ella todavía no lo sabe. Me dice que seguro que no. Le digo que puede que sí. Me repite que no. Le digo que ella puede estar esperando. Me pregunta qué. Le digo a que él de el primer paso. Me dice que se lo habría notado. Le pregunto cómo. Me dice que eso se nota. Le digo que como ser gay. Me sale con que seguirá llevando la misma vida. Le digo que eso no es verdad. Me pregunta por qué. Le digo que ahora se acostará con chicos. Me dice que lo hará a espaldas de su mujer. Le digo que no pase por ahí. Me dice que ya lo está haciendo. Le digo que sea auténtico. Me pregunta en qué consiste serlo. Le digo que vivir en paz con sus sentimientos. Me dice que él la quiere. Le digo que eso no es amor verdadero. Me dice que cómo coño sé yo lo que es amor verdadero. Le digo que es dar el mundo entero. Me dice que eso no es más que un jodido pareado. Le digo que además son hechos sinceros. Me pide que no insista. Le digo que allá él con su vida. Me dice que le deje en paz. Le digo que hay que llegar hasta el final. Me dice que el final ha llegado y que me marche a mi habitación. Le digo que se dé una oportunidad. Me dice que ya la ha perdido. Le digo que no sea cobarde. Me dice que me meta en mis asuntos. Le digo que mis asuntos son los suyos. Me insulta. Apago el cigarro. Escucho. Me levanta la mano. La miro fijamente. Me arrea con fuerza. Pongo la otra mejilla. Me pregunta que si me vuelve a dar. Le digo que lo intente. Me da. Levanto la cara. Me dice que hubiera preferido no conocerme. Le digo que eso duele más que lo de antes. Me dice que yo le he hecho más daño. Le digo que sólo intento, no sé lo que intento hacer. Me dice que ahora se siente más culpable. Le digo que ese es buen camino. Me pregunta por qué. Le digo que porque luego ya no sentirá lo mismo. Me pide consejo. Me hago el sueco. Se pone serio. Le digo lo de ser auténtico. Me pregunta qué hago yo para serlo. Le digo que es lo que estoy buscando. Me dice que yo sólo busco sexo. Le digo que puede ser. Me dice que es lo que es. Le digo que si es así tendré que aceptarlo. Me dice que le doy la vuelta a las cosas. Le digo que de otra forma no se ven por completo. Me dice que ya he vuelto a hacerlo. Le pregunto que si quiere follar o no. Me dice que sí. Hacemos sexo.
Salgo de la habitación. Paso por el aseo. Entro en la mía. En silencio. Pongo el despertador a las ocho. Me duermo. Sueño con mi trompa y mi yoyó de pequeño. Despierto. Apago el despertador. Salgo, aseo, entro, me arreglo. Dejo la llave. Paso por la habitación de al lado. Abro la puerta. No hay nadie. Aviso a la hostelera. Recojo la ropa limpia de la mesa y la meto en la mochila. Me despido. Bajo las escaleras. Me cruzo con él.
—Buenos días —me dice mordiendo un croissant
—Hola
—¿Te vas?
—Sí
—Que vaya bien
—Igualmente
—¿Nos volveremos a ver?
—No sé, no creo
—¿No crees en las casualidades?
—¿Por qué habría de hacerlo?
—No es un país tan grande
—¿Y qué le digo a tu mujer?
—Tú sabrás, eres un chico listo
—Diré la verdad
—Pues la tendremos que aceptar
—Hoy es un día perfecto para hacerlo
—Ya veremos
—Sí
—Bueno, que tengas mucha suerte
—Yo también te la deseo
—Hasta luego
Abro la puerta de la calle. Pesa. Hace sol. Entro en la panadería de enfrente. Salgo con un croissant en la mano. Voy haciendo dedo. Para un chico joven con barba negra y corbata. Me pregunta. Le digo que donde quiera.
—Para Valencia —me dice
—Me dejas en cualquier cruce, donde te venga bien. ¿Viaje de negocios?
—Sí
—Yo de vacaciones
—Estupendo
—Joder, qué fría se ha levantado esta mañana, y yo con manga corta y piratas
Me mira las rodillas. Yo la barriga.
—¿Y a qué te dedicas? —pregunto
—Soy poeta
—Vaya, no lo pareces, uh, perdona, lo digo por el traje
—Estoy buscando editorial
—¿Has escrito un libro?
—Sí
—¿Y no lo puedes publicar tú solo?
—Podría
—¿Por qué no lo haces?
—No sirvo para los negocios
—Pues el traje te sienta muy bien
—Pero por dentro me siento estúpido
Lo imagino por dentro. Visualizo. Peludo, barrigón, estúpido.
—¿No te ha ido bien? —pregunto
—Me falta práctica
—De todo se aprende
—Yo me defiendo bien delante del papel, y sólo a veces, otras mejor darse una vuelta por la calle
—Es un problema de autoestima
—Supongo
—Ahí no puedo ayudarte
—Toma
—¿Qué es?
—Un tebeo
—¿Tuyo?
—Sí
—¿También dibujas?
—Ya me dirás qué te parece
—¿Cuándo?
—Detrás hay una dirección de correo electrónico, me escribes
—Si quieres...
—El que ha de querer eres tú