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Authors: Connie Willis

Tags: #Ciencia ficción

Oveja mansa (15 page)

BOOK: Oveja mansa
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—¿Seguro que no quiere fumar aquí dentro? Podría quedarse en la puerta. Déjela abierta al menos, para tener un poco de calor.

—Nací en Montana —respondió ella, cubriéndose el cuello con la bufanda mientras salía—. Esto es una suave brisa de verano —pero advertí que dejaba la puerta abierta.

Bennett volvió a entrar, frotándose los brazos.

—Uf, sí que hace frío ahí fuera. ¿Qué le pasa a la gente? Enviar a una señora mayor a la nieve en nombre de la rectitud moral. Supongo que Flip anda detrás de esto.

—Flip anda detrás de todo. —Miré el suelo cubierto de basura—. Supongo que será mejor que te deje volver al trabajo. Gracias por dejar a Shirl fumar aquí.

—No, espera. Había un par de cosas que quería preguntarte sobre el impreso de solicitud de fondos. —Rebuscó en su mesa hasta que encontró el papel. Lo hojeó—. Página cincuenta y uno, sección ocho. ¿Qué significa
Método de Dispersión de Documentación
?

—Se supone que tienes que poner
KLA-Aumentado
.

—¿Y eso qué significa?

—Ni idea. Es lo que Gina me dijo que pusiera.

Lo escribió a lápiz, sacudiendo la cabeza.

—Estos impresos de fondos van a ser mi perdición. Podría haber terminado el proyecto en el tiempo que se tarda en rellenar este formulario. HiTek quiere que ganemos la beca Niebnitz, que consigamos logros científicos. Pero dime un sólo científico que consiguiera un logro significativo mientras rellenaba un impreso. O asistía a una reunión.

—Mendeléiev —dijo Shirl.

Los dos nos volvimos. Shirl estaba junto a la puerta, sacudiéndose la nieve del sombrero.

—Mendeléiev iba de camino a una conferencia sobre la fabricación de queso cuando resolvió el problema de la tabla periódica —dijo.

—Es verdad, sí —dijo Bennett—. Se subió al tren y la solución se le ocurrió de golpe.

—Como a Poincaré —apunté yo—. Sólo que él se subió al autobús.

—Y descubrió las funciones fuchsianas —dijo Bennett.

—Kekulé también iba en autobús cuando descubrió el anillo del benceno —dijo Shirl, reflexiva.

—Cierto —contesté yo, sorprendida—. ¿Cómo sabe tanto de ciencia, Shirl?

—Tengo que hacer copias de tantos informes científicos, que pensé que bien podía leerlos. ¿No miraba Einstein el reloj del pueblo desde el autobús mientras trabajaba en la relatividad?

—Un autobús —dije—. Puede que eso sea lo que tú y yo necesitamos, Bennett. Cogemos un autobús que nos lleve a alguna parte y de pronto todo está claro... tú sabes qué va mal con tus datos sobre el caos y yo sé cuál fue el origen del pelo corto.

—Eso parece una gran idea. Vamos a...

—Oh, bien, estás aquí, Bennett —dijo Alicia—. Tengo que hablar contigo sobre el perfil de la beca. Shirl, haga cinco copias de esto —dejó caer un fajo de papeles en los brazos de Shirl—. Cotejadas y grapadas. Y esta vez no las ponga sobre mi mesa. Póngalas en mi buzón. —Se volvió hacia Bennett—. Necesito que me ayudes a hallar factores adicionales relevantes.

—Transporte —dije yo, y me encaminé hacia la puerta—. Y queso.

Pelo planchado
(1965-1968)

Moda capilar inspirada por Joan Baez, Mary Travers y oirás cantantes folk. El aspecto lánguido del pelo, largo y liso, de la moda hippie, era más difícil de conseguir que el desaliño masculino generalizado. En los salones de belleza aplicaban tratamientos de alisado, pero el método preferido entre las adolescentes era colocar la cabeza sobre la tabla de planchar y aplastar los rizos con la plancha. El planchado, que se hacía pocos centímetros cada vez, corría a cargo de una amiga (con la esperanza de que supiera lo que estaba haciendo), y las universitarias hacían cola en los colegios mayores a la espera de turno

Durante los días siguientes no pasó gran cosa. Los impresos simplificados de solicitud de fondos tenían que estar entregados el veintitrés, y, después de dedicar otro fin de semana a rellenarlos, le di el mío a Flip y luego me lo pensé mejor y lo recuperé y lo entregué en persona.

El tiempo volvió a mejorar. Elaine trató de convencerme para que la acompañara a hacer
rafting
por los rápidos para aliviar el estrés; Sara me contó que su novio, Ted, sentía aversión por los compromisos; Gina me preguntó si sabía dónde encontrar la Barbie Novia Romántica para Bethany (había decidido que quería una igual que Brittany y su cumpleaños era en noviembre); y yo recibí tres notificaciones de retraso en la devolución de las
Obras completas
de Browning.

Entretanto, terminé de introducir todos mis datos sobre el Rey Tut y el
black bottom y
empecé a dibujar una Barbie.

No tenía una caja de sesenta y cuatro barritas de cera, pero había un programa cromático en el ordenador. Lo cargué, junto con mis programas estadísticos y de ecuaciones diferenciales, y empecé a codificar las correlaciones y a trazarlas.

Pinté la longitud de faldas en azul cerúleo, las ventas de cigarrillos en gris, el color lavanda fue para Isadora Duncan y el amarillo para las temperaturas de más de cuarenta grados. Blanco para Irene Castle, rojo radical para las referencias al carmín, marrón para
Bemice se corta el pelo
.

Flip entraba periódicamente para tenderme solicitudes y hacerme preguntas como:

—Si tuviera un hada madrina, ¿cómo sería?

—Una viejecita —dije, pensando en
Sapos y diamantes
—, o un pájaro, o algo feo, como un sapo. Las hadas madrinas se disfrazan para saber si mereces ayuda cuando eres amable con ellas. ¿Para qué necesitas una? Ella puso los ojos en blanco.

—No está permitido hacer preguntas personales a los contactos de comunicaciones interdepartamentales. Si van disfrazadas, ¿cómo sabes que hay que ser amable con ellas?

—Se supone que tienes que ser amable en general —dije, y advertí que no tenía sentido—. ¿Para qué es la solicitud?

—Para que HiTek nos conceda un seguro dental, por supuesto.

Por supuesto.

—No
creerá
que es mi ayudante, ¿verdad? —dijo Flip—. Es una mujer mayor. Le devolví la solicitud. —Dudo mucho que Shirl sea tu hada madrina disfrazada.

—Bien. Es imposible que yo sea amable con alguien que fuma.

No vi a Bennett, que estaba ocupado preparándose para la llegada de sus macacos, ni a Shirl, que estaba haciendo todo el trabajo de Flip, pero sí vi a Alicia. Se acercó al laboratorio, vestida de rosa pomo, y me pidió prestado el ordenador.

—Flip está utilizando el mío —dijo, molesta—, y cuando le dije que se largara,
se negó
. ¿Has conocido alguna vez a alguien tan maleducado?

Esa pregunta era de difícil respuesta.

—¿Cómo te va la búsqueda de la Piedra Filosofal?

—He eliminado definitivamente la predisposición circunstancial como criterio —dijo ella, quitando mis datos de encima de la mesa—. Sólo dos receptores de la beca Niebnitz han conseguido un logro científico significativo tras obtener la beca. Y he estrechado el acercamiento al proyecto a un experimento diseñado de disciplinas cruzadas, pero aún no he determinado el perfil personal. Sigo evaluando las variables.

Sacó mi disco e introdujo el suyo.

—¿Has tenido en cuenta las enfermedades? —dije.

Ella pareció molesta.

—¿Las enfermedades?

—Han jugado un papel importantísimo en los logros científicos. Las paperas de Einstein, los problemas de pulmón de Mendeléiev, la hipocondría de Darwin. La peste bubónica. Cerraron Cambridge por su causa, y Newton tuvo que volver a casa, al huerto de manzanos.

—No veo...

—¿Y en sus habilidades como tiradores?

—Si estás tratando de hacerte la graciosa...

—La habilidad de Fleming para disparar con rifle fue lo que hizo que St. Mary's quisiera que se quedara después de graduarse como cirujano. Le necesitaban para el equipo de tiro del hospital y, como no había plaza en cirugía, le ofrecieron trabajo en microbiología.

—¿Y qué tiene exactamente que ver Fleming con la beca Niebnitz?

—Tenía predisposición a logros científicos significativos. ¿Qué hay de los hábitos de ejercicio? James Watt resolvió el problema del motor de vapor mientras daba un paseo, y William Rowan Hamilton...

Alicia recogió sus papeles y sacó el disco.

—Usaré otro ordenador —dijo—. Puede que te interese saber que, estadísticamente, la investigación sobre las modas no tiene absolutamente ninguna posibilidad.

Sí, bueno, lo sabía. Sobre todo tal como iba ahora mismo. No sólo mi diagrama no parecía ni la mitad de bueno que el de Peyton, sino que no había aparecido en él el perfil de ninguna mariposa. Excepto lo de Marydale, Ohio, que seguía allí, reforzado además por los calcetines remangados y los datos sobre los crucigramas.

Pero no había nada que hacer sino seguir chapoteando entre los afluentes infestados de cocodrilos y moscas tsetse. Calculé intervalos de predicción sobre el hipnotismo de Coué y los crucigramas, y luego empecé a introducir los datos sobre los peinados relacionados.

No pude encontrar los recortes sobre las ondas de agua. Se los había dado a Flip hacía casi una semana, junto con los datos sobre los ángeles y los anuncios de contactos. Y no había vuelto a saber de ellos desde entonces.

Rebusqué entre los montones, junto al ordenador, por si casualmente los había traído y los había dejado caer por alguna parte, y luego busqué a Flip en Suministros; allí estaba, cogiéndole a Desiderata largos mechones de pelo para hacerle trenzas de hilo.

—El otro día te di unas cuantas cosas para que las fotocopiaras —le dije a Flip—. Eran artículos sobre ángeles y un puñado de recortes sobre el pelo. ¿Qué has hecho con ellos?

Flip puso los ojos en blanco.

—¿Cómo voy a saberlo?

—Porque te los di para que los fotocopiaras. Porque los
necesito
, y no están en mi laboratorio. Había unos recortes sobre las ondas de agua —insistí—. ¿Recuerdas? ¿El corte de pelo ondulado que te gustaba?

Hice una serie de movimientos ondulatorios sobre mi pelo, esperando que lo recordase, pero ella estaba envolviendo las guedejas de Desiderata con papel adhesivo.

—Había también una página de anuncios de contactos.

Eso le sonó a algo. Desiderata y ella intercambiaron una mirada.

—¿Ahora me está acusando de robar?

—¿Robar? —dije, aturdida.

¿Artículos sobre ángeles y recortes sobre las ondas de agua?

—Son públicos, ya sabe. Cualquiera puede escribir.

No tenía ni idea de lo que me estaba diciendo. ¿Públicos?

—Sólo porque lo haya marcado con un círculo no significa que sea suyo. —Dio un tirón al pelo de Desiderata, que soltó un alarido—. Además, ya tiene a ese tipo del rodeo.

Los anuncios personales, pensé, viendo la luz. Estábamos hablando de los anuncios personales. Lo que explicaba que me hubiera preguntado por el significado de elegante y sofisticada.

—¿Respondiste a uno de los anuncios?

—Como si no lo supiera. Como si Darrell y usted no se estuvieran riendo juntos —dijo ella, y cogió el rollo de cinta adhesiva y salió corriendo de la habitación.

Miré a Desiderata, que estaba recogiendo un extremo de cinta de su mechón.

—¿De qué estaba hablando? —pregunté.

—Él vive en Valmont.

—¿Y? —dije, deseando comprender al menos lo que me decían.

—Flip vive al sur de Baseline.

Todavía nada.

Desiderata suspiró.

—¿No lo comprende? Ella es geográficamente incompatible.

«También lleva una
i
en la frente —pensé—, cosa que alguien que busca gente elegante y sofisticada debe haber encontrado chocante.»

—¿Se llama Darrell? —pregunté.

Desiderata asintió, tratando de envolver el extremo de cinta en su pelo.

—Es dentista.

—Creo que es totalmente suarb, pero a Flip le gusta de veras.

Era difícil imaginar a Flip apreciando a alguien, y nos estábamos desviando del tema principal. Había cogido los anuncios de contactos, ¿y qué había hecho con el resto de los artículos?

—No sabrás dónde puede haber puesto mis recortes sobre las ondas de agua, ¿no?

—Cielos, no —dijo Desiderata—. ¿Ha mirado en su laboratorio?

Decidí dejarlo y bajé a la sala de fotocopias para tratar de encontrarlos yo sola. Al parecer, Flip nunca copiaba nada. Había enormes montañas a ambos lados de la fotocopiadora, encima de la tapa, y en todas las superficies planas de la habitación, además de dos montones en el suelo que llegaban hasta la cintura, dispuestos en capas como formaciones rocosas sedimentarías.

Me senté en el suelo y empecé a buscar: memorándums, informes, un centenar de copias sobre un ejercicio de sensibilidad que empezaba con «Listar cinco cosas que os gusten de HiTek», una carta que ponía URGENTE fechada el 8 de julio de 1988.

Encontré algunas notas que había tomado sobre las piedras amuleto y el recibo de la nómina de alguien, pero nada sobre las ondas de agua. Lo recogí todo y empecé por el siguiente montón.

—Sandy —dijo una voz de hombre desde la puerta.

Alcé la cabeza. Bennett se encontraba allí. Evidentemente, algo iba mal. Llevaba el pelo arenoso revuelto y tenía la cara pecosa macilenta.

—¿Qué ocurre? —pregunté, poniéndome en pie.

Él señaló, un poco aturdido, al fajo de papeles que sostenía en la mano.

—No encontrarías ahí mi solicitud de concesión de fondos, ¿verdad?

—¿Tu solicitud de concesión de fondos? —dije, asombrada—. Tendrías que haberla entregado el lunes.

—Lo sé —dijo él, pasándose la mano por el pelo—. La entregué. Se la di a Flip.

4
RÁPIDOS

Supongo que Dios podría haber creado
un animal más tonto que la oveja,
pero está muy claro
que nunca lo hizo...

DOROTHY SAYERS

Jitterbug
(1938-1945)

Baile de moda durante la Segunda Guerra Mundial, que implicaba curiosos pasos y gestos atléticos. Bailando al son de las grandes orquestas de
swing
, los
Jitterbuggers
pasaban a su pareja por encima del hombro, bajo las piernas, y la lanzaban al aire. Los soldados llevaron el baile a ultramar, dondequiera que los destinaran. Fue sustituido por el cha-cha-cha.

Las catástrofes pueden conducir a veces a logros científicos. Un cultivo contaminado y una persona casi ahogada pueden llevar al descubrimiento de la penicilina, las placas fotográficas estropeadas al de los rayos X. Vean a Mendeléiev.

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