Observe a su perro (16 page)

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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

BOOK: Observe a su perro
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Los perros son también capaces de predecir los terremotos y las tormentas. Cuando se aproxima una, empiezan a mostrarse intensamente alarmados, comienzan a jadear y a corretear por toda la casa. Incluso gemirán y temblarán como si estuvieran experimentando algún dolor. Su malestar se incrementa cuando empiezan a retumbar los truenos; pero también se observa algún tiempo antes de que la tormenta estalle por encima de nuestras cabezas. Esta sensibilidad es una respuesta a los cambios en la presión barométrica, y asimismo a alteraciones en el nivel de la electricidad estática. Tal vez hoy pueda parecer una conducta sin sentido, pero en los antepasados salvajes del perro era muy importante percibir esas señales climáticas. Los lobos seleccionan con mucho cuidado sus escondrijos y cubiles. Los construyen en los declives, donde existe muy poco riesgo de inundaciones; a pesar de ello, los fuertes aguaceros pueden llegar a ser fatales para los lobeznos. Es posible que los perros domésticos, que corretean por la casa cuando amenaza tormenta, no hagan otra cosa que aflorar la conducta de los lobeznos, en respuesta al peligro de anegamiento.

Algunos dueños declaran que su perro, en ciertas ocasiones, «parece un fantasma». Han salido a dar un paseo con su animalito en un atardecer de verano y se encuentran cruzando un campo, cuando su chucho de repente se detiene y se inmoviliza. De pie, muy rígido, se queda mirando a la lejanía y se le empieza a erizar el pelo en los hombros y a lo largo del lomo. Comienza a ladrar y a aullar, y tal vez incluso a gemir, pero se niega a moverse un centímetro cuando su amo trata de hacerlo avanzar. Luego, de una forma tan súbita como cuando se iniciara su anterior conducta, todo cesa y el perro sigue su camino. Cualquier persona que haya vivido un momento semejante, encuentra difícil de olvidar la intensidad de la reacción del perro, y se comprende por qué insisten en su afirmación de que el can «parecía un fantasma». La verdad radica en que, probablemente, lo que detectó fue un depósito de fuerte olor, no de otro perro, sino de cualquier otra especie animal, como un zorro o un hurón. Lo extraño del olor y su intensidad son suficientes para que las sensibles narices del can desencadenen una respuesta tan rotunda.

Recientemente se hizo una de las alegaciones más sorprendentes respecto a que hay un «sexto sentido» en el perro. Unos investigadores informaron haber descubierto detectores de infrarrojos en la nariz del perro. Esto podría explicar ciertas habilidades en algunas razas, tenidas con anterioridad por «extranaturales». Por ejemplo, los perros san bernardo se dice que son capaces de detectar si un alpinista, enterrado por un alud, está aún vivo, simplemente, olisqueando en la nieve. De existir algún detector del calor en las narices de los animales, esta teoría no sería en modo alguno inverosímil. Además, hace ya mucho tiempo que se sabe que esos receptores de calor existen en los hocicos de ciertas especies de serpientes, que los emplean para descubrir la presencia de pequeñas presas de sangre caliente. El hecho de que estén presentes en todo el reino animal refuerza la teoría de que puedan existir en los perros.

¿Por qué se creía que, si un perro aullaba, alguien moriría?

Desde los tiempos antiguos ha existido una creencia supersticiosa de que los gritos desacostumbrados de los perros son la advertencia de una muerte o un desastre próximos. Se suponía que el perro poseía poderes sobrenaturales que le capacitaban para prever el futuro, especialmente cuando se estaba aproximando alguna calamidad. A pesar de ello, no se echaba la culpa al perro de los acontecimientos que luego sucedían, ni tampoco se le consideraba una criatura diabólica a causa de su asociación con la muerte. En lugar de ello, se le tenía por «el mejor amigo del hombre», que sólo trataba desesperadamente de prevenir a sus amos del inminente peligro.

Tras rechazar la explicación sobrenatural, una autoridad ha emitido la teoría de que los perros en cuestión tenían la rabia. Cuando a un perro le aqueja una enfermedad, aúlla, gimotea y realiza ruidos extraños de los que la gente no se percata con facilidad. Si el perro infectó a su amo, y luego éste se murió, la gente que siguió los hechos contó luego que al dueño le sobrevino la desgracia poco después de que el perro comenzara a emitir aquellos ruidos fuera de lo corriente. Es fácil comprender que, en épocas en que todavía se ignoraba cómo se transmitía la infección, se estableciera una relación entre la muerte humana y los gritos del perro, los cuales se interpretaban como un presagio.

¿Por qué se dice que la resaca se cura con «pelo de perro»?

Hay quienes aseguran que un pequeño trago por la mañana, después de haberse pasado la noche bebiendo, ayuda a curar la resaca. La falaz idea de que la misma cosa que causó el malestar también lo curará, tiene su paralelismo en una antigua receta contra las mordeduras de los perros. En un volumen del siglo XVIII acerca del tratamiento de la rabia canina, el autor comenta que: «El pelo del perro que infligió la herida es aconsejable aplicarlo sobre la parte lastimada». Esto se pensó, con completa seriedad, como una ayuda para cicatrizar la herida, pero resulta dudoso que el borracho juerguista de hoy crea, realmente, que «el pelo del perro que le mordió» haga otra cosa que enmascarar el dolor.

¿Por qué a un bocadillo de salchicha se le llama perrito caliente?

No es cierto el rumor de que el perrito caliente deba su nombre a que, en un tiempo, contuviese carne de perro, aunque hace mucho tiempo esta idea causara un perjuicio en la venta de este producto. El perrito caliente fue una creación de un estadounidense llamado Harry M. Stevens. Su trabajo consistía en tener que alimentar a las grandes muchedumbres que acudían al estadio donde el «Giants» de Nueva York, jugaba sus partidos de fútbol americano a principios de siglo. Las salchichas de Frankfurt calientes se habían convertido en una nueva moda alimenticia; pero eran muy complicadas de distribuir en los tenderetes alrededor del estadio. Entonces tuvo la idea de meterlas en unos largos panecillos calientes, y esto alcanzó de inmediato un gran éxito; eran vendidos por unos empleados que deambulaban por los corredores del recinto. Al principio los llamaron «rojos calientes»; porque a la salchicha recién hecha y la barrita de pan calentado, Stevens añadía una cobertura de mostaza también caliente. Pero luego, en 1903, el famoso dibujante deportivo «Tad» (T. A. Dorgan) llevó a cabo unos dibujos en que se representaba a la salchicha de Frankfurt dentro del panecillo como un dachshund (perro salchicha), jugando con el hecho de que ambos eran largos, rojos y alemanes. Eso fue lo que dio origen al nombre de «perrito caliente», que muy pronto se hizo popular en todo el mundo. Por desgracia, las cosas se estropearon cuando alguien quiso saber si aquello significaba que la carne de perro tenía algo que ver con la fabricación de salchichas, con lo que las ventas empezaron a bajar con rapidez. La situación se puso tan fea que la Cámara de Comercio local tuvo que realizar una declaración oficial en la que se prohibía emplear el término «perrito caliente» en todos los anuncios. Pero es imposible hacer desaparecer un buen nombre y, llegado el momento, se instaló definitivamente en el lenguaje popular. Y hoy lo comprenden y lo aceptan en todo el mundo.

¿Por qué empleamos la frase «época de la canícula»?

Los días caniculares cubren el período más cálido del verano, desde el 3 de julio al 11 de agosto, cuando él tiempo es bochornoso y el aire sofocante. A la gente le intriga a veces la conexión entre la época de los grandes calores y los canes. Esto no es de extrañar porque la conexión es muy oscura. Se remonta a la época de Roma, cuando se creía que Sirio, la Estrella Can, añadía su calor al del Sol durante este período, creando unas temperaturas excepcionalmente altas. A este período del año le llamaron días caniculares, días de canícula, caniculares o del perro. Aunque constituye un desatino sugerir que Sirio puede añadir calor al del Sol veraniego, puesto que se halla quinientas cuarenta mil veces más lejos que el Sol, los romanos conjeturaron, por lo menos, algo acerca de su temperatura. En la actualidad sabemos que es de unos diez mil grados, lo cual constituye, aproximadamente, el doble de la que existe en el Sol.

Dado que la gente ignoraba este antiguo origen del término «época de la canícula», dieron por supuesto que se refería a la época del año en que el calor resultaba tan opresivo que enloquecía a los canes, y les hacía correr frenéticos de acá para allá. De todos modos, algunos perros sí que deben sufrir calor, sobre todo en la región mediterránea, pero su asociación con el término sólo fue una mera ocurrencia tardía.

¿Por qué en el mar a una guardia de dos horas se le llama «guardia del perro»?

Una vez más, se trata de un ejemplo en que la palabra «perro» se ha empleado en una frase popular que carece de cualquier tipo de conexiones caninas. El período normal de una guardia en el mar es de cuatro horas. Estas guardias acortadas se emplean, o bien a la hora de comer, para facilitar el servicio de los comedores, o dos veces por la noche para evitar que los mismos hombres hagan la guardia a idéntica hora todas las noches. En inglés, y de una manera formal, su correcto nombre era el de docked-watches (guardias cortas), pero se abrevió a dog-watches (guardias de perro). Esto tal vez haya tenido algo que ver con el hecho de que muchos perros presentan las colas cortas (docked), pero resulta más probable que se tratase de una abreviación entre los marinos ingleses, al pronunciar mal la frase y que, llegado el momento, se convirtiese en una expresión popular.

DESMOND JOHN MORRIS. Nació el 24 de enero de 1928 en Purton, Wiltshire. Zoólogo y etólogo inglés, con 14 años perdió a su padre. Está casado con la historiadora Ramona Baulch, coautora de varios de sus libros y madre de su hijo. Sus estudios se centran en la conducta animal, y por ende, en la conducta humana, explicados desde un punto de vista estrictamente zoológico (lo que quiere decir que no incluye explicaciones sociológicas, psicológicas y arqueológicas para sus argumentos). Ha escrito varios libros y producido numerosos programas de televisión. Su aproximación a los seres humanos desde un punto de vista plenamente zoológico ha creado controversia desde sus primeras publicaciones.

Su libro más conocido,
El mono desnudo
, publicado en 1967, es una realista y objetiva mirada a la especie humana.
El contrato animal
(1991) es un valiente alegato ecológico que exige a la especie humana respetar su compromiso con la naturaleza.
El zoo humano
, continuación de
El mono desnudo
, examina el comportamiento humano en las ciudades, también desde un punto de vista etológico. En 1951, después de haber obtenido el grado de honor en zoología en la Universidad de Birmingham, comenzó a investigar para su doctorado en comportamiento animal en Oxford. En 1954 obtuvo el grado de doctor en la Universidad de Oxford.

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