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Authors: Patricia Cornwell

Niebla roja (15 page)

BOOK: Niebla roja
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—¿Ha dicho que sabe quién es Payback? —pregunto.

—Payback es el diablo —responde Jaime—. Algún fantasma malvado que dejó las prendas manchadas de sangre en la habitación de Lola.

—¿Su ejecución está programada para este otoño y todavía dice estas cosas?

—Para el treinta y uno de octubre. Halloween —dice Jaime—. Sospecho que el juez que retrasó su ejecución y luego fijó la nueva fecha quiere dejar bien claro lo que realmente piensa de Lola Daggette, quiere asegurarse de que ella reciba un castigo y no un regalo dentro de cuatro meses. Es un caso que todavía provoca emociones muy fuertes. Mucha gente está ansiosa por ver que recibe lo que ellos consideran que se merece. Quieren que tenga una muerte lo más dolorosa posible. Ya sabes, esperar demasiado después de administrar el pentotal sódico. Olvidar de expulsar el aire del catéter. Esperar que el tubo se obture.

Marino coloca en la mesa una pila de páginas en color y fotografías de la autopsia. Las cojo.

—Como seguramente ya sabes, el tiopental sódico es de acción rápida y pierde efecto con la misma rapidez —continúa Jaime—. ¿Y si metes la pata justo en el momento en que se inyectan los fármacos restantes? De lo que realmente estamos hablando es del bromuro de pancuronio, el agente paralizante que se inyecta por vía intramuscular. ¿Si esperas demasiado tiempo? El tiopental sódico, la anestesia, comienza a disiparse. Un catéter obturado y los funcionarios de prisiones tienen que poner uno nuevo, y la eficacia del tiopental sódico se ha disipado en el momento en que acaban.

—Puede parecer que duermes, pero tu cerebro está despierto —continúa—. No puedes abrir los ojos, hablar o pronunciar un sonido cuando yaces maniatada en una camilla, pero estás consciente y ves que puedes respirar. El bromuro de pancuronio, que continúa actuando, te ha paralizado los músculos del pecho y te asfixias. Ninguno de los que miran tiene ni idea de que ya no duermes pacíficamente mientras tu rostro se pone azul y te asfixias. Un minuto, dos minutos, tres minutos, quizá más, mientras mueres, una muerte silenciosa y agonizante.

La autopsia de Barrie Lou Rivers la hizo Colin Dengate, y tengo una idea muy aproximada de lo que pudo sentir por alguien que ha envenenado a víctimas inocentes rociando arsénico en sus bocadillos.

—Pero el alcaide lo sabe. —Jaime saca una botella de vino y una CocaCola light de la nevera y cierra la puerta con la cadera—. El verdugo lo sabe. El médico anónimo de capucha y gafas de protección lo sabe muy bien y ve el pánico mientras controla tu corazón desbocado, antes de que la línea en la pantalla se vuelva plana. Pero algunas de estas mismas personas que presiden los homicidios judiciales, el escuadrón de la muerte, quieren que el condenado sufra. Su misión secreta es causar tanto dolor y aterrorizar todo lo que sea posible, sin que los abogados, los jueces, el público lo sepan. Este tipo de cosas ha estado sucediendo durante siglos. La hoja del hacha del verdugo está mellada o se desvía un poco y requiere algunos golpes más. El ahorcamiento no va bien porque la soga se desliza y la persona se estrangula poco a poco, girando en el extremo de una cuerda delante de una multitud que aclama.

Al escuchar lo que suena como uno de los alegatos de apertura clásicos de Jaime Berger en el tribunal sé que la mayoría de la gente que cuenta en esta parte del mundo, incluyendo a algunos jueces y políticos, y sobre todo Colin Dengate, no se conmoverían en absoluto. Tengo una idea bastante precisa de los sentimientos de Colin no solo sobre lo que le sucedió a la familia Jordan, sino sobre lo que le sucederá a Lola Daggette. Sí, las emociones son muy fuertes, especialmente las de mi batallador colega irlandés que dirige el Coastal Regional Crime Laboratory, del Centro de Investigación de Georgia, en Savannah. La presencia de Jaime Berger en Lowcountry no le impresionará y quizá solo la interprete como una invasión. Sospecho que no está dispuesto a darle ni la hora.

—Como tú bien sabes, Kay, no creo que la eutanasia puesta en marcha en la Alemania nazi para eliminar a los indeseables sea algo que debamos imitar en Estados Unidos. Y no debería ser legal —afirma mientras sirve sushi y ensalada de algas en un plato—. A los médicos se les prohíbe tener un papel en las ejecuciones, incluido confirmar la muerte, y son cada vez más difíciles de obtener las drogas para la inyección letal. Hay escasez debido al estigma para los laboratorios norteamericanos que las fabrican y algunos estados se han visto obligados a importarlas, por lo que el origen y la calidad son cuestionables. Las drogas no deberían estar legalmente a disposición de los funcionarios de prisiones, y nada de esto detiene nada. Los médicos participan y los farmacéuticos sirven las recetas y las prisiones obtienen sus drogas. Con independencia de las creencias o convicciones morales de cada uno, Lola no mató a los Jordan. Ella no mató a Clarence, Gloria, Josh y Brenda. De hecho, nunca los conoció. Ella nunca estuvo dentro de su casa.

Miro a Marino mientras estudio las copias de las fotografías.

Lo último que sabía era que él estaba a favor de la pena capital.

Ojo por ojo. Una dosis de su propia medicina.

—Creo que Lola Daggette era una persona jodida, una drogadicta con mal genio, pero ella no mató a nadie ni ayudó a hacerlo —me dice—. Es más probable que la persona a la que llama Payback le tendiese una trampa. Lo más probable es que pensase que era la mar de divertido.

—¿Quién pensó que era divertido?

—Quien lo hizo de verdad. Pilló a una chica retrasada que estaba en una casa de acogida. —Marino mira a Jaime—. ¿Cuál es su cociente de inteligencia? ¿Setenta? Creo que eso es legalmente retrasado —añade.

—¿Ella? —pregunto.

—Lola es inocente de los crímenes por los que fue juzgada y condenada —dice Jaime—. No tengo claro todo lo que sucedió en la madrugada del seis de enero de 2002, pero tengo pruebas nuevas que demuestran que no fue Lola quien estuvo dentro de la casa de los Jordan. Lo que no sé es qué pasó desde el punto de vista forense, porque no soy experta en el tema. Las heridas, por ejemplo. Todas causadas por la misma arma, y si es así, ¿cuál era el arma? ¿Qué significan en realidad los patrones de manchas de sangre? ¿Cuánto tiempo llevaban muertos los Jordan cuando el vecino de al lado salió con su perro y vio al pasar el cristal roto en la puerta de atrás y después nadie respondió al timbre o al teléfono?

—Colin es el experto que necesitas —comento.

—Tengo un Oregon Pinot, si te parece bien —dice Jaime.

Descorcha la botella de vino y yo observo las fotografías de Barrie Lou Rivers en la mesa de autopsias de acero inoxidable, con los hombros apoyados en un bloque de polipropileno, con la cabeza colgando hacia atrás, su largo cabello grasiento y ensangrentado. Le han levantado la piel del pecho hasta por encima de la laringe y las cuerdas vocales, y no hay nada alojado en las vías respiratorias. Los primeros planos de la pequeña abertura triangular de las cuerdas vocales muestran que está libre de obstrucciones.

Ya se trate de un objeto tan pequeño como un cacahuete o una uva o un bolo de carne grande, nada puede pasar por debajo del nivel de las cuerdas vocales cuando alguien se está ahogando, y Colin tuvo el cuidado de asegurarse de que no hubiese alimentos aspirados antes de hacer nada más. También consideró el caso de suficiente importancia para quedarse hasta tarde o volver a su laboratorio horas después y realizar el examen post mórtem de inmediato. La hora y la fecha de la autopsia aparecen en el protocolo como 21:17, 1 de marzo.

Repaso más fotografías en busca de cualquier cosa que pueda verificar lo que Kathleen Lawler me dijo sobre la muerte de Barrie Lou Rivers durante la custodia. Le pido a Marino las hojas del equipo de rescate o las declaraciones hechas por los guardias de servicio, el informe de la autopsia, y él busca en el expediente y me pasa lo que hay. Tengo la confirmación de que Barrie Lou Rivers sin duda comió un sándwich de atún con pan de centeno y pepinillos poco antes de morir. El contenido gástrico es consistente con lo anterior, doscientos mililitros de alimentos no digeridos, que parecen ser partículas de pescado, pepinillos, pan y semillas de alcaravea.

Pero no hay nada para respaldar las afirmaciones de Kathleen sobre que Barrie Lou Rivers murió asfixiada. Al parecer nadie intentó una maniobra de Heimlich, por lo que no parece posible que un bolo de sándwich o cualquier cosa con la que ella podría haber estado asfixiándose fuese expulsada, lo que explica por qué no se ha encontrado durante la autopsia. No hay ningún documento oficial que mencione la aspiración de alimentos o la asfixia, pero sé que Colin los buscó. Puedo decir que lo hizo por las fotografías de la autopsia.

Luego leo una hoja de llamada que incluye las notas manuscritas que hizo a las 20:07 horas. La sugerencia de asfixia como causa de la muerte fue hecha por Tara Grimm. Al parecer, le dijo la alcaide a Colin por teléfono: «Barrie Lou parecía tener dificultades para respirar», mientras el cuerpo estaba en tránsito, camino de la morgue. Ella no fue testigo presencial, añadió, pero le informaron de que Barrie Lou «estaba luchando por respirar y parecía angustiada». Los guardias creyeron que era ansiedad, le explicó Tara Grimm a Colin. «No fue mucho antes de que fueran a buscarla para llevarla a la cámara de la muerte para prepararla, y Barrie Lou era propensa a tener ataques emocionales y de ansiedad. Ahora me pregunto si podría haberse ahogado con su última comida.»

Colin escribió estos comentarios en la hoja de llamada, y lógicamente buscó la aspiración de alimentos cuando hizo su primera incisión en el cuerpo de Barrie Lou Rivers, menos de una hora después de hablar por teléfono con la alcaide, que no asistió a la autopsia. La lista de los testigos oficiales que figuran en el protocolo que habían estado presentes incluye un asistente de la morgue, un investigador y un representante de la GPFW, el guardia M. P. Macon. El guardia de la prisión que ha sido mi escolta hoy mismo.

11

La causa de la muerte que aparece en el informe preliminar de la autopsia es indeterminada y la manera cómo se produjo es la misma. Indeterminada e indeterminada. En patología forense esto equivale a un partido empatado a cero después de la tanda de penaltis, que acaba a causa de la lluvia, la oscuridad o quién sabe qué, pero al final no cuenta.

Cada muerte debería contar, y no soy muy deportista cuando no puedo encontrar una respuesta. Sé que siempre hay una. Pero de vez en cuando los médicos forenses, como Colin Dengate y yo misma, estamos obligados a aceptar que hemos fracasado. Los muertos no nos dicen lo que necesitamos saber y no tenemos otra opción que presentar lo que es más plausible desde el punto de vista médico, incluso si no nos lo creemos. Entregamos el cuerpo y los efectos personales para que los que quedan atrás puedan poner en orden los asuntos legales, cobrar el seguro, preparar el funeral y seguir viviendo. O, en el caso de Barrie Lou Rivers, se firmó la entrega y la enterraron en una fosa común porque nadie la reclamó o le importó un pimiento.

Finalmente, Colin modificó el informe de la autopsia y atribuyó la muerte a una súbita parada cardíaca causada por un infarto de miocardio natural, y esto es lo que también pone en el certificado de defunción. Fue un diagnóstico por defecto, basado en una cantidad equívoca de arterioesclerosis coronaria. El sesenta por ciento de la arteria descendente anterior izquierda. El veinte por ciento de la derecha a un centímetro del ostium. La arteria coronaria circunfleja estaba limpia. Ella esperaba su ejecución, y en algún momento después de una última comida, consistente en un sándwich de atún con pan de centeno, patatas fritas y Pepsi Cola, los testigos afirmaron que sufrió falta de aliento, sudoración, debilidad, fatiga extrema —síntomas que se interpretaron como un ataque de pánico precipitado por su inminente ejecución. Un ataque de pánico es coherente con los alimentos no digeridos que Colin encontró cuando abrió el estómago durante la autopsia. Estrés extremo o el miedo, y la digestión se interrumpe por completo.

De acuerdo con todo esto, parece que murió de un infarto masivo, a las 19:15 horas, o sea poco menos de dos horas antes de la ejecución por inyección letal. Mientras sigo repasando su caso, Jaime habla desde la cocina, ocupada en servir nuestras comidas en los platos blancos de su apartamento de alquiler. Habla de la familia Jordan. Quiere que las lesiones y cualquier otra prueba y la información de la escena del crimen se interpreten de la forma más precisa y fehaciente posible. Necesita mi ayuda.

—Colin debería ser capaz de decirte lo que necesites saber sobre las lesiones y todo lo demás —le recuerdo—. Estuvo en la escena del crimen y realizó las autopsias. Es un patólogo forense muy competente. ¿Has tratado de hablar con él sobre los casos?

—Una autora. Lola Daggette. Caso cerrado —responde Marino—. Es lo que todos los de por aquí tienen que decir al respecto.

Jaime saca las copas de vino y yo recuerdo el comportamiento de Colin durante la presentación del caso en la reunión del NAME en Los Ángeles hace años. Mostraba una furia personal por la muerte salvaje del doctor Clarence Jordan y su esposa Gloria, y estaba muy alterado por las muertes de los dos hijos pequeños, Brenda y Josh. La opinión de Colin era que los crímenes los había cometido una única persona: la joven adolescente que estaba lavando la sangre de las víctimas de su ropa, en un cuarto de baño de una casa de acogida pocas horas después de los homicidios.

Recuerdo que dijo que cualquier historia y los rumores posteriores sobre el misterioso cómplice de Lola Daggette eran una ficción del abogado defensor.

—Estuve en su laboratorio solo una vez, hace varias semanas —dice Jaime—. No salió de su despacho para encontrarse conmigo y cuando fui a hablar con él, no se levantó de su escritorio.

—No puedes obligarle a ser amable, pero no me puedo imaginar que sea capaz con toda intención de impedir a un abogado el acceso a la información necesaria —opino.

Lo que de verdad quiero decir es que Jaime es Jaime y, lo que es peor, de Nueva York, uno de los agresores del norte que viene a una ciudad pequeña del sur y cree que todo el mundo es incompetente, intolerante, deshonesto y hasta cierto punto estúpido.

Sospecho que su actitud es obvia cuando trata con Colin, que se crio en estos lugares y es un defensor acérrimo de la tradición local, ya sea participando en representaciones de la guerra civil o en el desfile irlandés el día de San Patricio.

BOOK: Niebla roja
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