—¿Es todo, señor? —preguntó cortésmente.
Patta levantó la mirada del informe, que parecía estar aprendiéndose de memoria.
—Sí, sí. Es todo.
—¿Y al
procuratore
, le informará también usted, señor? —preguntó Brunetti, con la esperanza de que Patta insistiera en ocuparse también de este trámite, ya que, viniendo de él, tendría más peso la recomendación de dar por cerrada la investigación que había que someter al magistrado.
—Sí; yo le informaré. —Brunetti observó cómo Patta consideraba la posibilidad de invitar al magistrado a almorzar con el alcalde y luego la desestimaba—. Le informaré cuando vuelva del almuerzo con Su Excelencia. —Brunetti se dijo que así tendría ocasión de representar la escena dos veces.
Brunetti se puso en pie.
—En tal caso, volveré a mi despacho, señor.
—Sí, sí —murmuró Patta distraídamente, mientras seguía leyendo—. Ah, comisario —dijo dirigiéndose a la espalda de su subordinado.
—Sí, señor. —Brunetti se volvió sonriendo, mientras mentalmente hacía consigo mismo la apuesta del día. —Gracias por su ayuda.
—No hay de qué darlas, señor —respondió, pensando que bastaría con una docena de rosas.
Siete meses después, llegó a la questura un sobre dirigido a Brunetti. Le llamaron la atención los sellos, dos rectángulos color violeta con una delicada filigrana caligráfica en el costado. Al pie de cada uno se leía:
«People's Republic of China.»
No conocía a nadie allí.
El sobre no traía remitente. El comisario lo rasgó y de su interior cayó una foto Polaroid de una corona de pedrería. No había referencia de la escala, pero, si estaba hecha para que la llevara un ser humano, las piedras que rodeaban la gema central debían de tener el tamaño de huevos de paloma. ¿Rubíes? No sabía de ninguna otra piedra que se pareciera tanto a la sangre. La piedra central, cuadrada y de gran tamaño, sólo podía ser un diamante.
Dio la vuelta a la foto y en el reverso leyó: «Ésta es parte de la belleza a la que he regresado.» Firmaba: «B. Lynch.» No había nada más dentro del sobre.
DONNA LEON, nació en New Jersey el 28 de septiembre de 1942. En 1965 estudió en Perugia y Siena. Continuó en el extranjero y trabajó como guía turística en Roma, como redactora de textos publicitarios en Londres y como profesora en distintas escuelas norteamericanas en Europa y en Asia (Irán, China y Arabia Saudita). Protagonizadas por el comisario Brunetti, ha publicado, siempre en Seix Barral, las novelas Muerte en La Fenice (1992), que obtuvo el prestigioso Premio Suntory a la mejor novela de intriga, Muerte en un país extraño (1993), Vestido para la muerte (1994), Muerte y juicio (1995), Acqua alta (1996), Mientras dormían (1997), Nobleza obliga (1998), El peor remedio (1999), Amigos en las altas esferas (2000) —Premio CWA Macallan Silver Dagger—, Un mar de problemas (2001), Malas artes (2002), Justicia uniforme (2003), Pruebas falsas (2004), Piedras ensangrentadas (2005), Veneno de cristal (2006), Líbranos del bien (2007), La chica de sus sueños (2008), La otra cara de la verdad (2009) y Cuestión de fe (2010). Es también autora del libro de ensayos Sin Brunetti (Seix Barral, 2006) y prologuista de la atípica guía Paseos por Venecia (Seix Barral, 2008). Sus libros, traducidos a veintiséis idiomas, incluido el chino, son un fenómeno de crítica y ventas en toda Europa y Estados Unidos. Desde 1981 reside en Venecia.