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Authors: Fabio Fusaro

Tags: #Autoayuda

Mi novia (6 page)

BOOK: Mi novia
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Estos comentarios eran ignorados por todos hasta que el novio de Daniela dijo claramente: —Qué linda que está la tarde para boxearse…

No tuvo en cuenta que los chicos del club tenían bastantes pocas pulgas. Alejandro, uno de ellos, dejó de jugar al voley, se le acercó y le pegó tantas piñas en diez segundos, que las ganas de boxearse se le borraron instantáneamente, pero ya era tarde. Los amigos de Alejandro, mientras tanto, corrían a los otros amigos de Claudio que huían despavoridos. El novio de Daniela cobró para el campeonato.

Meses más tarde, Daniela estaba en la cama con Alejandro.

Sí mis queridos amigos, leyeron bien. No se confundieron de nombres. Daniela estaba en la cama con Alejandro.

Ella luego de hacer el amor lo abrazó dulcemente y con la cabeza sobre su hombro le dijo:

—¿Sabés cuándo me empezaste a gustar?… el día que lo cagaste a trompadas a mi novio.

Porque, por si no les dije antes, Daniela seguía de novia con Claudio.

Pero bueno, no se preocupen, son esas cosas que sólo le pasa a los demás. Nuestra novia es diferente. Daniela era una hija de puta. No podemos comparar.

Qué bueno es tenerle confianza a nuestra novia, ¿no?

Como la confianza que le tenía Gabriel a Victoria. Ellos se querían tanto que decidieron no separarse en sus vacaciones e irse juntos a Villa Gesell.

Era muy difícil conseguir pasajes para esa fecha, dado que era cambio de quincena, pero Gabriel tuvo suerte. Consiguió dos pasajes en el mismo micro. El único problema fue que consiguió dos asientos separados. Gabriel viajaría en la fila tres y Victoria en la fila catorce. Pero bueno, no era tan grave. Eran sólo cinco horas en las que además pensaba dormir dado que viajaban de noche.

Al lado de Gabriel se sienta una señora de unos sesenta años. Al lado de Victoria se sienta un negro. Pero negro, negro. De esos que parecen basquetbolistas de la NBA.

No se sabe cómo fue que empezó la cosa, pero antes de llegar a Gesell, el negro se la había cogido.

¿A Victoria?… sí, a Victoria.

¿En el micro?… sí, en el micro.

¿El negro?… sí, el negro.

¿Con el novio a escasos metros?… sí, con el novio a escasos metros.

Al llegar a Gesell, Victoria y Gabriel se bajaron del micro, se tomaron de la mano y comenzaron sus vacaciones como si nada hubiera pasado.

¿Y si Gabriel se le hubiera dado por ir a buscar jugo al fondo justo en ese momento?

¿O por ir al baño?

¿O por ir a decirle algo?

Y bueno… sí… pero no se le dio.

Que bueno, pero que bueno que estas cosas sólo le pasan a los demás.

Aunque Gabriel y Marcos, los cuales nunca se enteraron de nada, seguramente también piensan lo mismo. Ellos creen que sus novias son las mejores del mundo. Piensan que si las llegaran a perder no encontrarían otra igual. Que allí terminaría su vida. Están absolutamente seguros que ellas los aman y por lo tanto serían incapaces de engañarlos. Y tal vez «eran» incapaces de hacerlo. Hasta que un día fueron capaces.

Es posible que tu novia sea sincera cuando te dice: «Jamás te engañaría», pero puede ser que en algún momento cambie de opinión y de eso no te vas a enterar porque nunca te lo avisan.

«¿Te acordás que la semana pasada te dije que eras lo más importante en mi vida y que para mí no podría existir otro hombre?… bueno, ¿sabés que me parece que estoy cambiando un poco de opinión, porque hay un compañero del laburo que me está empezando a gustar?»

Y… ¿qué opinan? ¿Alguna vez les dijeron algo así? Seguramente no. Y no se los van a decir.

Lo peor puede pasar

Lo peor también puede pasar. ¿Qué es para ustedes lo peor que les puede hacer su pareja?

Bueno, eso puede pasar.

¿Qué no?

Que sí.

Dentro de un bolillero con un millón de números está el 10.000.

Si sacamos un solo número, ¿va a salir? Lo más probable es que no. Pero, ¿puede salir?

Y… sí. Poder puede.

Estas historias macabras que te acabo de relatar, a vos no te pasaron. Y lo más probable es que no te pasen. Pero… ¿te pueden pasar? Sí. Te pueden pasar.

Dentro del bolillero están todos los números. Es importantísimo tomar real conciencia de esto.

Las reacciones más desfavorables se tienen cuando nos sucede algo que ni remotamente sospechábamos que nos podía ocurrir. Lo primero que hacemos es no creerlo. Lo segundo es tratar de demostrarnos que no es cierto. Al no conseguir ninguna de las dos cosas intentamos convencernos de que no es tan grave. Todo es un autoengaño. Volvemos a hacernos trampa jugando al solitario.

Puede ser que las historias anteriores nos hayan divertido, pero en realidad no serían nada divertidas si nosotros fuéramos los protagonistas principales.

El hecho de saber que esas cosas pasan, nos pone más en sintonía con la realidad. Y el hecho de tomar conciencia que esas cosas podrían pasarnos a nosotros, nos va ayudar, en el caso de que alguna vez sucedan, a actuar con coherencia en lugar de terminar internados en un neuropsiquiátrico con un chaleco de lona gritando: «¡Ella me ama! ¡Ella me ama!».

El enemigo puede ser cualquiera

Para las mujeres, a diferencia de los hombres, el sexo por el sexo en sí, no existe.

Si un hombre anda medio caliente, se va de putas, tiene sexo, paga, y salvo rarísimas excepciones, se va y se olvida. Esa relación significó para él menos que parar en un kiosco y tomarse una gaseosa. Es más, en el 90% de los casos una vez concluido el acto, desearían no haberlo realizado y volver a tener en el bolsillo el importe abonado.

Un hombre ve a una mujer con buen cuerpo y eso es suficiente para que quiera tener sexo con ella.

Según las mujeres, esto a ellas no les pasa. Un hombre no las calienta por su aspecto físico. Siempre tiene que haber algo más. Tiene que caerles bien por algún otro motivo. Tal vez que sea simpático, compañero, que las haya entendido en algún problema que tenían y las haya aconsejado paternalmente; que sea dulce, tierno, romántico. Tal vez les cuentan alguna historia que han tenido con otra mujer y eso les provoca cierta admiración. Esto es lo que hace que tu novia nunca venga de un día para el otro a decirte que está enamorada de otro. Porque tal vez no lo está aún.

Vos pudiste haber tenido una historia. Te gustó otra mina, te la clavaste, le diste salida y allí terminó la cosa. Luego la fuiste a buscar a tu novia, le dijiste: «Hola mi amor», le diste un beso y aquí no ha pasado nada.

Ellas no. Ellas tienen otros mecanismos de enamoramiento.

Tal vez exista un compañero de trabajo o de colegio o de facultad de nuestra mujer que ha comenzado a despertarle cierto «no se qué» por algún motivo. Hasta que esto se transforme en una relación a la nuestra, con sexo incluido, puede pasar bastante tiempo. Es más, puede ser que ella se vaya dando cuenta de a poco.

Eso a nosotros no nos pasa. Los hombres a primera vista sabemos si una mujer nos cabe o no.

Durante ese período de enamoramiento, nuestras novias se van enfriando cada vez más con nosotros a medida que se van calentando con el otro. Y lo peor es que al principio es como que no lo saben.

Sienten cierta atracción con el otro tipo, pero no lo asumen de manera consciente.

En muchos casos estos sentimientos hacia otra persona no llegan a mayores, dado que a las mujeres, aunque se empeñen en disimularlo, cerebro es lo que les sobra y analizan muy cuidadosamente los riesgos que traería tener otra relación.

Claro que en algunos casos salimos perdiendo en ese análisis y nos meten unos cuernos que parecemos Olaf el Vikingo o, lo que es peor, luego de un tiempo de culparnos por determinadas cosas, nos dejan.

Es importante saber detectar cuando algo así puede estar sucediendo. Nunca te confíes por el aspecto físico de alguien que comparte varias horas del día con ella. Tal vez sea gordo, pelado, petiso, bizco, feo y de todas maneras puede ser el enemigo. Porque dado lo que vimos anteriormente, este hombre puede estar abordando sus sentimientos desde otro lado. Puede ser siendo dulce, comprensivo, compañero, o cualquier cosa que a ella le impacte.

Marina era una bestia. Era una pendeja de diecisiete años que no se podía creer. Rubia, pero rubia en serio. Pelo por la cintura, ojos celestes, un metro setenta y cinco de altura y un lomo que te morías. Cuando las tenías de frente, no podías dejar de mirarle las tetas. Era un verdadero infierno. Cualquier tipo que se le cruzaba se la quería levantar. Javier, su novio desde hacía dos años, lo sabía, pero le tenía una confianza ciega.

Un día Javier llega sin avisar a la casa de marina, que vivía en un piso catorce y sube directamente por el ascensor, sin tocar el portero eléctrico porque la puerta de abajo estaba abierta. Toca el timbre en el dpto. «D» y tardando un poco más de lo lógico, su novia le abre la puerta. Estaba en camisón.

Javier la saluda y entra. La puerta del dormitorio estaba cerrada. —¿Qué hacías? —le pregunta él cariñosamente.

—Estoy estudiando en el cuarto con Martín —responde ella.

Martín era un compañero de colegio más feo que la mierda. Cuando nació lo pusieron en una incubadora con vidrios polarizados. Una vez tuvo un accidente y quedó mejor. Cuando el cuco era chiquito la madre le decía: «Si no tomás la sopa lo llamo a Martín». Era realmente feo, y Javier lo sabía, por lo tanto no le dio importancia al hecho de que estuviera a solas con su novia.

Gran error. De eso hablábamos. Las mujeres se fijan en otra cosa. Es imposible saber en qué, porque estas cosas en las que se fijan pueden ser muy variadas.

Javier, que tan boludo como parece no era, se preguntó para sí mismo: «¿Estudiando?… si ésta no agarra un libro ni para apoyar la pava». «¿Y en camisón?»

Con temor a que ella piense que él estaba dudando de su fidelidad le preguntó:

—¿Estás estudiando con Martín en camisón?

—Sí, estoy cómoda —Respondió Marina.

Javier no pudo evitar decirle: —Mirá, no me parece bien que estés encerrada con él así vestida. Puede pensar mal, o tal vez contarle a alguien que vino a estudiar con vos y estabas así, medio en bolas, y qué van a decir.

La puerta del dormitorio, a todo esto, continuaba cerrada. La cosa estaba cantada, pero no podía ser. Marina estaba muy pero muy buena y el pobre muchacho que estaba del otro lado de la puerta, seguramente tenía el bocho partido en cuatro por estar con ella, pero las posibilidades que tenía de hacerle sombra siquiera a Javier eran absolutamente nulas.

Luego de aconsejar a su novia sobre su vestimenta, Javier se retiró para que ella siguiera estudiando. La puerta del dormitorio nunca se había abierto.

Horas más tarde, se encontró con su amigo Eduardo que coincidentemente conocía a Martín, el compañero de Marina, y le contó lo sucedido.

Eduardo se rió —Olvidate —le dijo—. Yo a ese flaco lo conozco y jamás, pero jamás tu novia se podría fijar en él.

En realidad Eduardo no le dijo nada nuevo, pero siempre viene bien que un amigo tuyo avale tus pensamientos.

—¡Qué dos boludos! Así como las mujeres no pueden opinar sobre mujeres, los hombres no deberíamos opinar de hombres.

Está de más, me imagino queridos amigos lectores, que les cuente como terminó la historieta entre Marina, Javier y Martín. Ella empezó con raros planteos hacia su novio tales como: «Estás muy pendiente de mí, necesito mi espacio», su voz en el teléfono no era la misma y si no se veían por un par de días, no pasaba nada. Clarísimos IDQ’s.

Luego vino la frase «Necesito un tiempo».

Como era de esperarse, ese tiempo Marina lo necesitaba para salir con Martín.

Moraleja: Feo, gordo, pelado, viejo, boludo o puto, cualquiera tiene posibilidades de amargarte la vida.

La transparencia

Nos gusta que estén enamoradísimas de nosotros. Lo mejor que nos puede pasar es que piensen que como nosotros no hay otro, y que somos el mejor novio que pueden tener.

Nos encanta que después de alguna frase matadora tal como: «Sos lo mejor que me pasó en la vida», nos abracen y nos digan: «Mi amor, como te quiero…»

Creemos que a las mujeres les encanta tener un novio super enamorado y absolutamente fiel. Claro que una cosa suele ser consecuencia de la otra. Una mujer, al saber que su novio está tan, pero tan enamorado, la fidelidad la da por sentada. Pero por si tienen alguna duda, nosotros nos encargamos de decirles y demostrarles que jamás otra mujer podría desviarnos siquiera la atención.

Estamos convencidos de que eso sumará puntos a nuestro favor dado que ellas escuchan constantemente historias de hombres que le son infieles a sus parejas y el hecho de tener la seguridad absoluta de que su novio jamás haría una cosa así, provocaría que lo considere un tesoro que no puede permitirse perder bajo ningún punto de vista.

El razonamiento es lógico. Pero lo que tenemos que tener en cuenta es que las mujeres casi nunca utilizan la lógica.

Con el correr de los meses, esa confianza absoluta, ese saber que estamos constantemente pensando en ella, esa seguridad que le brindamos en cada momento, se volverá en nuestra contra.

Si la montaña rusa no tuviera un par de bajadas que te ponen los huevos en la garganta, sería una pelotudez.

Para una mujer, un novio totalmente transparente es como una montaña rusa casi toda en línea recta y que viaja a una velocidad moderada. Al principio están recontentas porque tal vez antes de subir tenían un poco de miedo de sentir vértigo y no lo sienten, pero con el correr de los minutos se empiezan a aburrir, y si la vuelta dura más de la cuenta, ya se van a querer bajar. El diseñador de esa montaña rusa no entendería el por qué del fracaso. «Si la bajadas violentas les producen nauseas, y la velocidad les produce vértigo, ¿por qué les disgusta mi montaña rusa que es tan lenta y tranquila?»

Una mujer no va a dejarte porque tenga alguna duda sobre tu fidelidad. Menos aún por sospechar que alguna otra mujer quiere ocupar su lugar. Al contrario, eso hará que te valore más, porque en vos tiene algo que otras quieren tener, y que tal vez podrían quitarle. Es probable que tu vida se desarrolle de tal manera que realmente ella no tenga ningún motivo de sospecha. Si es así, inventate algo. Cualquier cosa. Una compañera de trabajo que está muy buena y es muy puta, una ex novia que te llamó, una reunión de viejos compañeros de colegio donde van a asistir un par de antiguos amores, una almacenera que te mira, lo que sea.

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