Read Mentirosa Online

Authors: Justine Larbalestier

Tags: #det_police

Mentirosa (4 page)

BOOK: Mentirosa
11.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Porque quería llamar la atención.

O algo parecido.

Básicamente, es el placer de convencer a la gente de que algo que no es verdad en realidad sí lo es. No es fácil de explicar. Pero como he dicho al principio, ahora ya he dejado el juego de las mentiras.

Pero eso es ahora; en aquel entonces era muy distinto:

—¿Por qué querías que todo el mundo creyera que eras un chico, Micah Wilkins? —El director Paul me observaba sin pestañear. Le devolví el favor.

—¿No lo sabes? —No parecía sorprendido—. Tal vez lo descubras cuando vayas a ver a la consejera escolar.

No dejé que viera en mi expresión lo poco que me gustaba aquella idea. Ya había tenido demasiados consejeros, psicólogos y psiquiatras en mi vida. Es decir, soy consciente de que mentir no está bien, por eso mismo lo he dejado, pero nunca he podido entender qué tiene que ver eso con el hecho de ir al psiquiatra.

—Llevas en esta escuela menos de dos semanas, Micah Wilkins, y ya tienes reputación de mentirosa y farsante. No pienso perderte de vista.

Me mordí la lengua pero no le pregunté si eso haría que dejara de ver otras cosas.

Mi segundo ensayo para el director versaba sobre las virtudes de la honestidad. Me quedé sin cosas que decir en la primera página

DESPUÉS

La palabra «asesino» se ha filtrado definitivamente en todos los ámbitos de la escuela. Nos miramos entre nosotros de un modo distinto. La gente me mira fijamente. Y hacen lo mismo con Sarah, Tayshawn y Brandon. Con todos los chicos del equipo de Zach. Con todo el mundo que alguna vez le odió, le amó o pasó un rato con él.

Estamos hechos de cristales rotos. La escuela es una trituradora de dolor y odio.

Busco a Brandon.

Le encuentro bajo las gradas del patio, fumando. Me acerco a él silenciosa, sigilosamente, como me enseñaron los Mayores.

—Brandon —le digo en voz baja junto a su oreja.

—¡La madre que te parió! —Brandon pega un bote y se le cae el cigarrillo—. ¿Por qué tienes que hacer eso? —me pregunta, alejándose de mí en busca del cigarrillo. Lo recoge del suelo y da una larga calada—. Pirada.

—Yo no soy la que está bajo las gradas fumando un cigarrillo que acaba de caer sobre una mierda de perro. —Brandon lo escupe y busca con la mirada la mierda inexistente. Me pongo a reír.

—Zorra —dice.

—¿Por qué dijiste aquello sobre mí y Zach? —le pregunto dando un paso adelante. Brandon retrocede—. No es verdad —digo con toda la firmeza que puedo reunir.

Esta vez es él quien se pone a reír.

—Claro que es verdad. Os vi juntos.

—Es imposible que vieras nada.

—Claro —dice él—. Entonces tuve una alucinación donde corríais juntos por Central Park. Él te levantaba del suelo, te hacía girar en el aire y después… —Brandon se detiene para inclinarse sobre mí y lamerse los labios lo más ruidosa y asquerosamente que sabe—… hacíais un montón de ejercicio con la lengua.

Ahora soy yo quien retrocede.

—No era yo —digo, tan fuerte como antes, pero él sabe que miento y yo sé que él lo sabe.

—Claro que eras tú —dice—. No hay ninguna chica en todo el planeta que se parezca tanto a un chico como tú. Quizá Zach era marica y nadie lo sabía.

—Eres un capullo, Brandon.

—Lo que digas. —Se saca del bolsillo un paquete de cigarrillos y un encendedor, enciende otro cigarrillo y, deliberadamente, me tira el humo a la cara—. ¿Quieres un nuevo novio secreto? El viejo está muerto. Si quieres puedo presentarme voluntario. No me importa visitar a los pobres de vez en cuando.

—Que te jodan —le digo. Doy media vuelta y me alejo, molesta por mi sensación de derrota.

DESPUÉS

El único profesor decente que tengo es la profesora de biología. A Yayeko Shoji no le gusta andarse con rodeos. Nos explica qué es la carne y cómo funciona. Nos dice que todos estamos hechos de carne. Nos muestra cómo la carne llega a la verdura que comemos. No modifica su discurso para adecuarlo a los vegetarianos que hay en clase.

La carne son células.

La carne es tejido.

La carne es músculo.

La carne tiene un 5 por ciento de grasa.

La carne tiene un 20 por ciento de proteínas.

La carne tiene un 75 por ciento de agua.

Zach era carne. La carne se descompone.

—Yayeko —le pregunto—, ¿cuándo empieza a pudrirse un cuerpo?

Oigo la repentina respiración.

—Es asqueroso, Micah —dice Brandon.

—¿Tiene que responder a eso? —pregunta Sarah. Vuelve a tener los ojos llenos de lágrimas.

—La putrefacción y la descomposición son procesos naturales —explica Yayeko—. Ocurre más o menos lo mismo con todas las cosas: flores, hormigas, perros, humanos, cualquier cosa.

—¿Pero tenemos que hablar de eso
ahora
? —pregunta Sarah con mayor firmeza de la que ha empleado nunca. Especialmente con un profesor.

Ahora es precisamente cuando quiero saberlo. Ahora, con Zach en el depósito de cadáveres.

—Comprendo que estéis afectados, pero entender cómo funciona el proceso puede ayudar a algunas personas a sobrellevar el dolor —dice Yayeko. Estoy asintiendo sin saberlo. Quiero entenderlo a toda costa—. Todos nosotros estamos sujetos a las mismas leyes de la naturaleza.

—Y de Dios —dice Sarah.

—Lo primero que ocurre después de la muerte —continúa Yayeko— es que la sangre y el oxígeno dejan de fluir por el cuerpo. La gravedad provoca que toda la sangre abandone los capilares de la parte superior del cuerpo y se acumule en los vasos sanguíneos inferiores. Por eso algunas partes del cuerpo, como la superior, están pálidas, mientras que otras se ennegrecen.

—¿Qué ocurre si ya eres pálido? —pregunta Tayshawn. Aunque todo el mundo ríe, no estoy segura de que pretenda hacerse el gracioso.

—La palidez es un término relativo, Tayshawn —dice Yayeko—. La parte inferior de un cuerpo se oscurece más que la superior.

—¿A qué se refiere con parte superior? —vuelve a intervenir Tayshawn—. ¿La cabeza?

—Depende de la posición del cuerpo. Si está en posición supina, de espaldas, entonces la sangre se acumula allí. En los talones, pantorrillas, nalgas, nuca y cabeza. El rostro estará pálido.

Tayshawn asiente para demostrar que lo ha entendido. Me pregunto cómo encontrarían a Zach. Qué partes del cuerpo estarían pálidas, qué partes oscuras.

—A continuación, las células dejan de respirar y no pueden seguir manteniendo la bioquímica muscular. ¿Qué significa eso?

Solo dos personas levantan la mano. Yo y Lucy O'Hara.

—¿Lucy?

—Que dejan de producir energía.

—¿A partir de qué?

—De la glucosa —dice Lucy—. Oxígeno.

—Exacto —continúa Yayeko—. Y cuando ocurre eso, los iones de calcio se filtran en las células musculares, impidiendo la relajación muscular, lo que provoca el rigor mortis.

—¿Eso es cuando el cuerpo se queda rígido? —pregunta Tayshawn. Se producen más risitas, pero él las ignora.

—Sí —dice Yayeko—. Las células empiezan a morir y no pueden combatir las bacterias, lo que provoca que el cuerpo se descomponga y que los músculos vuelvan a ablandarse. En cuanto el cuerpo muere, las moscas son atraídas por él. Empiezan a poner huevos en las heridas y orificios. Los huevos se convierten en gusanos…

—No —dice Sarah, llevándose una mano a la boca y saliendo del aula. Dos chicas se ponen en pie y la siguen. Yo también imagino a los gusanos comiéndose a Zach. Gusanos en sus ojos, gusanos entre los dedos de los pies, gusanos por todas partes. Retorciéndose, alimentándose, desgarrando su cuerpo. Tengo que concentrarme para no seguir a las otras chicas al baño.

Cuando salgo de clase, Brandon me silba.

—No eres normal —dice.

Dime algo que no sepa.

DESPUÉS

—Seguro que le mataste tú —me dice Brandon cuando salimos de clase de biología—. Probablemente convenciste a tu padre para que hiciera desaparecer el cuerpo.

—Pues yo he oído que fuiste tú —le contesto—. Que leíste en algún sitio que si matabas y te comías el cerebro de alguien mejor que tú te convertirías en esa persona.

—Entonces
puedes
estar tranquila —dice Brandon—, Tanto tú como el resto de la gente de esta escuela.

Me río y estoy a punto de decir
touché
. Se aleja por el pasillo, pero le sigo.

—¿Por qué siempre me susurras algo al entrar y salir de clase?

—¿Estás de coña? No puedo permitir que la gente me vea hablar con un monstruo asesino como tú voluntariamente. Ojalá vinieras a la escuela otra vez con aquella máscara. Así no tendríamos que ver tu monstruosa cara.

—Si no te callas, Brandon, le diré a mi padre que se ocupe de ti. —Imagino brevemente cómo sería tener un padre así de verdad. Dispuesto a matar a mis enemigos en cualquier momento.

Brandon me mira de reojo, como si intentara decidir que lo que acabo de decirle es cierto, pero sin permitir que sus ojos se contaminen mirándome directamente.

—¿Como hizo con Zach?

Siento el impulso de hacerle daño. Abofetearle, patearle los huevos, escupirle en los ojos.

—Por mucho que lo intentes, nunca serás tan bueno como él. —Aunque es verdad, mi réplica suena muy poco convincente.

Brandon suelta una carcajada y se aleja de mí tan rápido como puede. Sabe que ha ganado.

HISTORIA PERSONAL

A veces me quedo muy quieta durante horas.

Como si estuviera esperando algo. Observando. Tomándome mi tiempo. Cuando estoy lista, salto.

A veces tengo la sensación de que mi vida se parece mucho a eso.

Nunca se lo dije a Zach, pero creo que él lo habría entendido.

Hay muchas cosas que debería haberle dicho pero que nunca le dije.

En ocasiones, pensar en él me tranquiliza, me aísla del mundo.

Y otras tengo problemas para permanecer en el mismo sitio.

Entonces deambulo.

Mamá lo odia. Papá me mira impaciente.

Cuando deambulo, el apartamento me parece tan pequeño que no sé cómo podemos caber en él cuatro personas.

¿Cuatro
?, os preguntaréis.

Sí.

Cuatro.

Yo, mi madre, mi padre y Jordan.

Mi hermano. Mi hermano pequeño. Mi hermano pequeño de diez años, Jordan.

Jordan ejerce sobre mí el efecto contrario. Jordan es todo lo contrario a Zach.

ANTES

La siguiente gran mentira de mi primer año de instituto, después de hacerme pasar por chico y hermafrodita, fue hacerles creer que mi padre era traficante de drogas.

Aún no puedo creer que se lo tragaran.

Todo empezó cuando mi padre vino a recogerme en una larga limusina negra. No simplemente larga; ridículamente larga. Casi ocupaba toda una manzana. Por entonces mi padre estaba escribiendo un artículo sobre una nueva empresa de limusinas de lujo y tenía que comprobar todos sus servicios, desde el champán y las flores hasta la promesa de llevarte a cualquier sitio a cualquier hora del día.

De modo que me recogió a la puerta de la escuela, enfundado en el esmoquin con el que se había casado; parecía James Bond. El chófer lo trataba al mismo tiempo con respeto y naturalidad. Se decían «qué tal, colega» y se llamaban «hermano» mutuamente. Descubrieron que los dos se llamaban Isaiah y bromearon sobre la religiosidad súper estricta de sus respectivos padres. (En realidad, los padres de papá no son así. Los Mayores jamás han pisado una iglesia).

—¿Quién es ese? —me preguntó Chantal cuando papá me saludó con la mano. Sarah y Zach miraron a papá y después a mí.

—Mi padre —dije.

Chantal me miró de reojo, como si pudiera ver mejor la verdad desde ese ángulo.

—No jodas —dijo.

Sonreí.

—Mola mucho. ¿A qué se dedica?

—A muchas cosas —dije.

—¿Qué tipo de
cosas
? —preguntó Chantal mientras observaba a papá acercándose a nosotras.

—He de irme —dije, y fui a su encuentro. Papá me dio un beso en la mejilla.

—Date prisa —me dijo, acompañándome hasta la limusina. Me sentí aliviada al comprobar que no estaba el mocoso. Disfruté de la agradable sensación de saber que Chantal y los demás nos estaban observando.

—¿A quién más hemos de recoger?

—A nadie —dijo mi padre—. He pensado que podríamos dar un paseo.

—¿Para ayudar al planeta a recalentarse un poco más? ¿El cambio climático no te parece lo suficientemente rápido?

—No te veo muy dispuesta a volver a casa caminando.

—No puedo —le dije—. Me están mirando.

—Están mirándonos —me corrigió—. Este es Isaiah. Sí, se llama como yo. Combatió por el campeonato del mundo de peso medio. En los noventa. ¿No es cierto, Isaiah?

Los dos nos sentamos más cerca de Isaiah. Papá repitió lo del nombre y lo del boxeo.

—Así es —dijo Isaiah, asintiendo—. Tú debes de ser Micah. Tu padre dice que eres una pesadilla, ¿es verdad?

—No —le dije—. Ese es mi hermano.

—Los dos son mala hierba —dijo mi padre, y me dio una palmadita en la cabeza porque sabe que es algo que no soporto.

—¡Papá! —me quejé.

—Estoy condenado —le dijo a Isaiah, y este asintió con la cabeza.

—¿Quién quiere tener hijos? Aparte de nosotros dos, claro —dijo Isaiah riendo—. Los míos son más que una pesadilla. Aunque ninguno está en la cárcel, aún. Ese es mi único consuelo.

Entonces empezaron a hablar de boxeo. Papá le contó a Isaiah sus pinitos en el mundo de los pesos pluma. Lo de peso pluma era verdad, pero solo dejando al margen todo lo relativo al boxeo. Papá siempre dice que siente «aversión por la violencia». Por lo que sé, nunca ha pegado a nadie. Ni siquiera a mí. Aunque, creedme, en más de una ocasión ha tenido que contenerse.

—Lo dejé antes de que fuera demasiado tarde —dijo Isaiah—. Quería conservar unas cuantas neuronas. —Se dio un golpecito en la frente para demostrar que aún quedaba algo ahí dentro—. Puedo sumar, leer y sé quién es el presidente. No puede decirse lo mismo de muchos hermanos contra los que me enfrenté en el cuadrilátero.

Papá asintió comprensivamente.

—Mi padre lo dejó después de que le rompieran la nariz —dije, y Isaiah le echó un vistazo a la nariz de papá a través del retrovisor interior. El bulto torcido que tiene en medio es cortesía de su primo mayor, Cal, que vive en la granja. O al menos esa es la historia que he oído más a menudo.

Papá volvió a asentir.

BOOK: Mentirosa
11.77Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Gold Dust by Emily Krokosz
Super Trouble by Vivi Andrews
As She Left It by Catriona McPherson
Francesca's Kitchen by Peter Pezzelli
Deadly Journey by Declan Conner
PhoenixKiss by Lyric James
The Maiden’s Tale by Margaret Frazer