Read Los Cinco en el cerro del contrabandista Online
Authors: Enid Blyton
Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil
—Me las pagará usted —aseguró—. ¡Nunca más volverá usted a ver a su perro!
Salió y cerró la puerta tras de sí con llave. Julián llamó en cuanto el hombre se hubo marchado.
—¿Por qué has hecho eso, so idiota? Es mala cosa tenerlo como enemigo.
—Lo sé, pero no pude impedirlo —respondió Jorgina con desesperación—. Quisiera no haberlo hecho.
Los otros tuvieron que bajar a ver al señor Lenoir. Dejaron a Jorgina, que se sentía muy sola. Era horrible encontrarse así encerrada, aun cuando pudiese huir por la ventana en el momento en que lo desease. Escuchaba con atención, por si oía regresar a los demás.
Pronto volvieron y relataron su encuentro con el padre de Jorgina.
—El tío Quintín se siente muy cansado y está un poco enfadado y muy preocupado porque te has comportado mal —dijo Julián a través de la puerta—. Ha dicho que te quedarás encerrada todo el día de mañana también si no pides perdón.
Jorgina no tenía la menor intención de disculparse.
No podía soportar al señor Lenoir, con su falsa sonrisa y sus súbitas rabietas. No contestó una palabra.
—Ahora nos tenemos que ir a cenar —añadió
Hollín
—. Te guardaremos algo. Procuraremos esconderlo en cuanto Block salga de la habitación. Estate atenta, llamaremos a tu puerta esta noche. Eso significará que todo el mundo está ya en la cama.
Jorgina se echó en la suya para pensar. Había muchas cosas que le extrañaban, pero no podía ponerlas en claro. Alguien había estado haciendo señales desde el torreón. Aquel hombre tan extraño, Block, y el señor Barling hablando a un hombre que se parecía tanto a Block… Sin embargo, Block había estado todo el tiempo en cama dentro de su casa. Mientras estaba acostada pensando, sus ojos se cerraron y se quedó dormida. Ana se fue a dormir con Maribel, pero antes acudió a darle las buenas noches. Los chicos marcharon a la habitación contigua, ya que
Hollín
compartía ahora el dormitorio con Julián y Dick. Jorgina se despertó un momento para decir buenas noches y luego se durmió de nuevo.
A medianoche se despertó con sobresalto. Alguien llamaba suavemente a su puerta. Era
Hollín
.
—¡Ya voy! —susurró Jorgina a través de la puerta, y cogió su linterna. Fue hacia la ventana y pronto se encontró descendiendo por la cuerda. Saltó de la muralla y se dirigió a la puerta lateral de la casa. Allí estaba
Hollín
.
—Todos están en la cama —susurró
Hollín
—. Creí que tu padre y mi padrastro no se acostarían nunca. Han estado hablando durante horas y horas.
—¡Venga! Vayamos pronto allí —exclamó Jorgina, impaciente. Llegaron hasta la puerta del estudio y
Hollín
empuñó el pomo.
¡Estaba cerrado de nuevo! Empujó con furia, pero la puerta no cedió un milímetro. ¡Estaba bien cerrada!
—Podíamos haber pensado en esto —dijo Jorgina, desesperada—. ¡Caramba! ¿Qué haremos ahora?
Hollín
se quedó pensativo unos breves instante, luego habló en voz baja al oído de Jorgina.
—Sólo podemos hacer una cosa, Jorgina. Me meteré en la habitación de tu padre, que es mi antiguo dormitorio, cuando él se duerma, llegaré hasta el armario que da entrada al pasadizo secreto y me meteré en él. Encontraré a
Tim
y lo sacaré por el mismo camino. ¡Espero que tu padre no se despierte!
—¡Oh! ¿Serás capaz de hacer eso por mí? —dijo Jorgina, agradecida—. ¡Eres un buen amigo,
Hollín
! ¿No te parece mejor que sea yo quien lo haga?
—No. Yo conozco el camino del pasadizo mejor que tú —respondió
Hollín
—. Además, da un poco de miedo encontrarse solo allí a medianoche. Ya iré yo.
Jorgina subió las escaleras con
Hollín
. Caminaron a través del amplio rellano, hasta la puerta del final del pasillo que conducía a la entrada del antiguo dormitorio de
Hollín
, donde ahora dormía el padre de Jorgina. Cuando llegaron allí, Jorgina le tiró del brazo.
—¡
Hollín
! ¡La bocina se disparará tan pronto como abras la puerta! ¡Despertará a mi padre y le pondrá sobre aviso!
—¡No seas idiota! La desconecté tan pronto como supe que me iban a cambiar de habitación —repitió
Hollín
con sorna—. ¡Como que no iba yo a pensar en eso!
Abrió la puerta que daba al pasillo y se deslizó hasta su vieja habitación. La puerta estaba cerrada. Él y Jorgina escucharon con atención.
—Tu padre parece estar un poco inquieto —dijo
Hollín
—. Esperaré el momento oportuno para entrar,
Jorge
, y entonces, tan pronto como me sea posible, iré junto al armario y abriré el pasadizo secreto para hallar a
Tim
. Puedes esperar en la habitación de Maribel, si te parece. Allí está Ana también.
Jorgina se deslizó en la habitación contigua, donde Ana y Maribel se encontraban ya profundamente dormidas. Dejó la puerta abierta para poder oír a
Hollín
cuando regresara. ¡Qué hermoso sería tener de nuevo al viejo
Tim
! Seguro que la lamería durante un buen rato.
Hollín
penetró sigilosamente en la habitación en que dormía el padre de Jorgina. No hizo ningún ruido. Conocía cada uno de los rincones y pudo así evitar todos los obstáculos. Se dirigió hacia un viejo sillón, pensando esconderse detrás de él hasta que estuviera seguro de que el padre de Jorgina dormía.
Durante algún tiempo, el que estaba acostado se movió y carraspeó. Estaba cansado por el largo viaje y su cabeza se había excitado a causa de la conversación sostenida con el señor Lenoir. De vez en cuando, se le oía murmurar algo y
Hollín
empezó a pensar que nunca llegaría a dormirse profundamente. Él mismo comenzó a sentirse soñoliento y bostezó en silencio.
Por fin, el padre de Jorgina se tranquilizó. La cama cesó de crujir.
Hollín
salió con precaución de detrás del sillón.
Algo le asustó de repente. Oyó un ruido cerca de la ventana. Pero, ¿qué podía ser? Era un ruido ligero, como el suave rechinar de una puerta.
La noche era muy oscura, pero la ventana, que tenía las cortinas descorridas, se divisaba fácilmente, como un cuadrado grisáceo.
Hollín
fijó en ella sus ojos. Parecía como si alguien la estuviese abriendo.
Pero no. La ventana no se movía. Sin embargo, algo raro ocurría debajo de ella, cerca del umbral.
Construido bajo la ventana, había un banquillo. Era ancho y confortable. ¡
Hollín
lo conocía bien! Se había sentado en él centenares de veces parar mirar por la ventana. Pero, ¿qué pasaba ahora?
Parecía como si el asiento se moviera hacia arriba lentamente.
Hollín
estaba muy extrañado. No sabía que pudiese abrirse. Siempre había estado fijo con clavos y él pensaba que se trataba de un asiento normal. Pero, ahora, parecía que alguien lo hubiese desatornillado y se hubiese escondido dentro de él, usando la superficie como tapadera.
Hollín
, fascinado, permaneció mirando la tapa que se alzaba. ¿Quién habría allí? ¿Por qué se habría escondido? Daba miedo ver cómo el asiento se iba moviendo lentamente.
Por fin, la tapa estuvo completamente levantada y descansó junto a la ventana. Por el hueco salió con precaución una gran figura, sin hacer el menor ruido.
Hollín
notó que sus pelos se ponían de punta. Se sentía asustado, asustadísimo. No podía pronunciar ni una sola palabra.
El hombre se fue de puntillas hasta la cama. Hizo un rápido y brusco movimiento y se oyó un gemido ahogado procedente del padre de Jorgina.
Hollín
adivinó que lo había amordazado para que no pudiese gritar. Pero el niño no podía moverse ni hablar. Jamás en su vida se había sentido tan asustado.
El intruso levantó de la cama el fláccido cuerpo y se dirigió hacia la ventana. Allí colocó al padre de Jorgina en el oscuro hueco. ¿Qué habría hecho para conseguir que el tío Quintín no pudiese moverse?
Hollín
no tenía ni la menor idea. Lo único que sabía es que lo había colocado dentro del banquillo y que parecía no poder mover una mano siquiera para defenderse.
De repente, el niño recobró la voz.
—¡Eh! —gritó—. ¡Eh! ¿Qué está usted haciendo? ¿Quién es usted?
Recordó su linterna y la enfocó hacia la negra sombra. Vio una cara conocida y gritó con sorpresa:
—¡Señor Barling!
Entonces recibió un bofetón y ya no pudo recordar nada más. No se dio cuenta de que también él era colocado en el banquillo de la ventana. Tampoco supo que el intruso siguió detrás de él. No se dio cuenta de nada.
Jorgina se despertó de súbito en la habitación contigua y percibió la voz de
Hollín
que gritaba: «¡Eh!» Oyó también que decía: «¡Eh! ¿Qué está usted haciendo? ¿Quién es usted?» Y luego, mientras saltaba de la cama, escuchó otro grito: «¡Señor Barling!»
Jorgina se asustó mucho. ¿Qué ocurría en la habitación contigua? Ana y Maribel dormían. A tientas buscó su linterna, pero no pudo encontrarla. Cayó sobre una silla e inclinó la cabeza.
Cuando por fin la encontró, se acercó de puntillas y temblando hasta la puerta. Encendió la linterna y vio que la puerta del cuarto contiguo estaba entornada, tal como
Hollín
la había dejado. Escuchó atentamente. Ahora no se percibía nada. Había oído un ligero porrazo, después del último grito de
Hollín
, pero no sabía de qué se trataba.
De repente, pasó la cabeza por la puerta entreabierta de la habitación de su padre y volvió a encender la linterna. Miró con sorpresa. La cama estaba vacía. La habitación estaba también vacía. ¡Allí no había nadie! Recorrió todo el cuarto con su linterna. A pesar del miedo, abrió la puerta del armario. Miró debajo de la cama. Era una muchacha extraordinariamente valiente.
Por fin, se dejó caer sobre el banquillo de la ventana, asustada e intrigada. ¿Dónde estaría su padre? ¿Dónde estaba
Hollín
? ¿Qué había pasado allí aquella noche?
A la mañana siguiente
Mientras Jorgina estaba sentada junto a la ventana, en el mismo banquillo por el cual todo había desaparecido, aunque ella no lo supiera, oyó un leve ruido que provenía del pasillo.
Rápida como una centella, la niña se escurrió bajo la cama. Alguien se acercaba con cautela por el largo pasillo. Jorgina permanecía tendida en el suelo, levantando un poco el cobertor para intentar ver lo que ocurría. ¡Qué cosas más extrañas estaban sucediendo aquella noche!
Alguien apareció en la puerta y se detuvo en el umbral, como si quisiera ver o escuchar algo. Luego, aquella persona se dirigió al banquillo de la ventana.
Jorgina miró y escuchó a su vez, aguzando sus ojos en la oscuridad. Observó que aquella persona se dibujaba frente al cuadrado grisáceo de la ventana. Estaba inclinada sobre el banquillo que había bajo la ventana.
No había encendido ninguna luz, pero se oían unos raros y débiles sonidos. Primero se oyó el ruido de sus dedos palpando la superficie del asiento. Luego se oyó el clic de algo metálico y un tenue chirriar. Jorgina no podía imaginar lo que aquel hombre, si es que era un hombre, estaba haciendo.
Durante unos cinco minutos, el hombre trabajó en la oscuridad. Luego, tan calladamente como había venido, se fue… Jorgina no pudo evitar el pensar que se trataba de Block, a pesar de que su silueta sobre el gris oscuro de la ventana era irreconocible. Pero había carraspeado ligeramente, igual que lo hacía Block con frecuencia. ¡Tenía que ser Block! Pero, ¿qué estaría haciendo de noche junto al asiento que había en la ventana de la habitación de su padre?
Jorgina creía estar sufriendo una pesadilla. Las cosas más extrañas se sucedían unas detrás de otras, y nada parecía tener sentido. ¿Adónde había ido su padre? ¿Habría dejado su habitación y se estaría paseando por la casa? ¿Dónde estaba
Hollín
y por qué había gritado? Con seguridad no habría gritado de aquella forma si su padre hubiese estado dormido en la habitación.
Jorgina permaneció aún por un momento debajo de la cama. Estaba temblando. Después, salió sin hacer ruido y se encaminó hacia la puerta. Siguió por el pasillo hasta el final del mismo. Abrió la puerta y miró afuera. Toda la casa estaba a oscuras. A los oídos de Jorgina llegaban ligeros sonidos: el suave golpear de una ventana, los crujidos de algún mueble… y nada más.
Tenía un solo pensamiento en su cabeza: llegar a la habitación de los chicos y contarles las cosas misteriosas que había presenciado. Pronto atravesó el rellano y alcanzó la puerta del dormitorio de Julián. Julián y Dick estaban despiertos, esperando que regresara
Hollín
, con
Tim
y Jorgina.
Pero sólo llegó Jorgina. Una Jorgina muy asustada, que contaba una historia muy rara. Se arropó con el edredón sobre la cama de Julián y en voz baja les contó lo que había ocurrido.
Se quedaron petrificados. ¡Tío Quintín se había marchado! ¡
Hollín
había desaparecido! ¡Alguien se había introducido en la habitación y había trabajado en algo sobre el banquillo de la ventana! ¿Qué significaba todo aquello?
—Ahora mismo iremos contigo a la habitación de tío Quintín —dijo Julián poniéndose el batín—. Me parece que las cosas se están poniendo muy serias.
Los tres salieron corriendo hacia las otras habitaciones. Fueron al cuarto de Maribel y despertaron a ésta y a Ana. Las dos niñas se asustaron mucho. Pronto los cinco niños estuvieron en la habitación contigua, de la cual el padre de Jorgina y
Hollín
se habían desvanecido como por encanto.
Julián cerró la puerta, corrió las cortinas y encendió la luz. Al instante se sintieron mejor. ¡Era tan terrible deambular en la oscuridad con unas simples linternas!
Echaron un vistazo a la silenciosa habitación. No había nada allí que indicara cómo habían podido desaparecer los otros. La cama estaba revuelta y vacía. En el suelo se veía la linterna de
Hollín
.
Jorgina repitió una vez más lo que le había parecido oír gritar a
Hollín
, pero eso no parecía tener sentido alguno.
—¿Por qué gritaría el nombre del señor Barling, cuando en la habitación no había más que tu padre? —dijo Julian—. Es seguro que el señor Barling no podía estar escondido aquí… Eso sería una tontería. No tenía nada que ver con tu padre,
Jorge
.
—Lo sé. Pero estoy segura de que
Hollín
gritó el nombre del señor Barling —respondió Jorgina—. ¿Creéis que el señor Barling, intentando hacer alguna sucia faena, pudo haber penetrado a través de la abertura secreta del armario, y que se volvería a marchar por ella llevándose a los otros dos porque lo habían descubierto?