Las intermitencias de la muerte (11 page)

BOOK: Las intermitencias de la muerte
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El jefe de gabinete recibió al director general en la puerta, lo saludó con frialdad evidente, después dijo, Le llevo con el señor primer ministro, Un minuto, antes quiero pedirle disculpas, había realmente un rematado idiota en nuestra conversación, pero era yo, Lo más probable es que no fuera ninguno de los dos, dijo el jefe de gabinete, sonriendo, Si pudiese ver lo que llevo dentro de este bolsillo comprendería mi estado de espíritu, No se preocupe, en lo que a mí respecta, está disculpado, Se lo agradezco, y ya verá, no faltan muchas horas para que la bomba estalle y se haga pública, Ojalá no haga demasiado estruendo al explotar, El estruendo será mayor que el peor de los truenos jamás escuchado, y los relámpagos más cegadores que todos los demás juntos, Me está preocupando, En ese momento, querido amigo, tengo la certeza de que volverá a disculparme, Vamos, el primer ministro ya le está esperando.

Atravesaron una sala que en épocas pasadas debió de ser llamada antecámara, y un minuto después el director general estaba en presencia del primer ministro, que lo recibió con una sonrisa, Veamos qué problema de vida o de muerte es ese que me trae, Con el debido respeto, estoy convencido de que nunca de su boca habrán salido palabras más ciertas, señor primer ministro. Se sacó la carta del bolsillo y se la pasó por encima de la mesa. El otro se extrañó, No trae el nombre del destinatario, Ni de quien la envía, dijo el director, es como si fuera una carta dirigida a todas las personas, Anónima, No, señor primer ministro, como podrá ver viene firmada, pero léala, léala, por favor. El sobre fue abierto pausadamente, la hoja de papel desdoblada, pero enseguida de ver las primeras líneas el primer ministro levantó los ojos y dijo, Esto parece una broma, Podría serlo, de hecho, pero no lo creo, apareció sobre mi mesa de trabajo sin que nadie sepa cómo, No me parece que ésa sea una buena razón para dar crédito a lo que aquí se dice, Continúe, continúe, por favor. Cuando llegó al final de la carta, el primer ministro, despacio, moviendo los labios en silencio, articuló las dos sílabas de la palabra que la firmaba. Dejó el papel sobre la mesa, miró fijamente al interlocutor y dijo, Imaginemos que se trata de una broma, No lo es, Tampoco yo creo que lo sea, pero si digo que lo imaginemos es sólo para concluir que no demoraremos muchas horas en saberlo, Precisamente doce, dado que ahora es mediodía, Ahí es donde quiero llegar, si lo que se anuncia en la carta llega a cumplirse, y si no avisamos antes a la gente, se repetirá, pero al revés, lo que sucedió en la noche de fin de año, Da lo mismo que avisemos o que no, señor primer ministro, el efecto será el mismo, Contrario, Contrario, pero el mismo, Exacto, sin embargo, si avisamos luego se comprueba que se trataba de una broma, las personas habrán pasado un mal rato inútilmente, aunque sea cierto que habría mucho que decir Sobre la pertinencia de este adverbio, No creo que merezca la pena, usted ha dicho que no piensa que sea una broma, Así es, Qué hacemos entonces, avisar o no avisar, Ésa es la cuestión, mi querido director general, tenemos que pensar, ponderar, reflexionar, La cuestión ya está en sus manos, señor primer ministro, la decisión le pertenece, Me pertenece, sí, hasta podría romper el papel en mil pedazos y echarme a esperar lo que ha de ocurrir, No creo que lo haga, Tiene razón, no lo haré, por tanto hay que tomar una decisión, decir simplemente que la gente tiene que ser avisada no basta, es necesario saber cómo, Los medios de comunicación social existen para eso, señor primer ministro, tenemos la televisión, los periódicos, la radio, Su idea es que distribuyamos a todos esos medios una fotocopia de la carta acompañada de un comunicado del gobierno en que se solicite de la población serenidad y se den algunos consejos acerca de cómo proceder en la emergencia, Señor primer ministro, ha formulado la idea mejor de lo que yo alguna vez sería capaz de hacer, Le agradezco la lisonjera opinión, pero ahora le pido que haga un esfuerzo e imagine lo que ocurriría si procediésemos de ese modo, No lo entiendo, Esperaba más del director general de televisión, Si es así, siento no estar a la altura, señor primer ministro, Claro que está, lo que pasa es que se encuentra aturdido por la responsabilidad, Y usted, que es primer ministro, no lo está, También lo estoy, pero, en mi caso, aturdido no quiere decir paralizado, Afortunadamente para el país, Se lo agradezco una vez más, no hemos hablado mucho el uno con el otro, generalmente de la televisión hablo con el ministro responsable, pero creo que ha llegado el momento de hacer de usted una figura nacional, Ahora ya no lo comprendo en absoluto, señor primer ministro, Es simple, este asunto se quedará entre nosotros, rigurosamente entre nosotros, hasta las nueve de la noche, a esa hora el informativo de televisión abrirá con la lectura de un comunicado oficial en el que se explicará lo que va a suceder a medianoche de hoy, también se leerá un resumen de la carta, y la persona que realizará estas dos lecturas será el director general de la televisión, en primer lugar porque fue él el destinatario de la carta, aunque no nombrado en ella, en segundo lugar porque el director general es la persona en quien confío para que ambos llevemos a cabo la misión que, implícitamente, nos fue encargada por la dama que firma este papel, Un locutor haría mejor el trabajo, señor primer ministro, No quiero un locutor, quiero al director general de la televisión, Si es ése su deseo, lo consideraré como un honor, Somos las únicas personas que conocen lo que va a pasar hoy a medianoche y seguiremos siéndolo hasta la hora en que el país reciba la información, si hiciéramos lo que propuse antes, es decir, pasar ya la noticia a los medios de comunicación social, íbamos a tener doce horas de confusión, de pánico, de tumulto, de histerismo colectivo, y no sé cuántas cosas más, por tanto, dado que no está dentro de nuestras posibilidades, me refiero al gobierno, evitar esas reacciones, al menos las limitaremos a tres horas, de ahí en adelante ya no será cosa nuestra, vamos a tener de todo, lágrimas, desesperación, alivios mal disimulados, nuevas cuentas a la vida. Me parece una buena idea, Sí, pero sólo porque no tenemos otra mejor.

El primer ministro tomó la hoja de papel, le pasó los ojos sin leerla y dijo, Es curioso, la letra inicial de la firma debería ser mayúscula, y es minúscula, También a mí me pareció raro, escribir un nombre con minúscula es anormal, Dígame, se ve algo normal en toda esta historia que vamos viviendo, Realmente, nada, A propósito, sabe hacer fotocopias, No soy especialista, pero lo he hecho algunas veces, Estupendo. El primer ministro guardó la carta y el sobre en una cartera repleta de documentos y mandó llamar al jefe de su gabinete, a quien le ordenó, Mande desocupar inmediatamente la sala donde se encuentra la fotocopiadora, Está donde los funcionarios trabajan, señor primer ministro, es ése su lugar, Que se vayan a otro sitio, que esperen en el pasillo o salgan a fumar un cigarro, sólo necesitamos de tres minutos, no es así, director general, Ni tanto, señor primer ministro, Yo podría hacer la fotocopia con absoluta discreción, si es eso, como me permito suponer, lo que se pretende, dijo el jefe de gabinete, Es precisamente eso lo que se pretende, discreción, pero, por esta vez, yo mismo me encargaré del trabajo, con la asistencia técnica, digámoslo así, del señor director general de la televisión aquí presente, Muy bien, señor primer ministro, voy a dar las órdenes necesarias para que la sala sea evacuada. Regresó dos minutos después, Ya está desocupada, señor primer ministro, si no hay inconveniente regreso a mi despacho, Me alegra no haber tenido que decírselo y le pido que no tome a mal estas maniobras aparentemente conspirativas por el hecho de que se le excluya, hoy mismo conocerá el motivo de tantas precauciones sin necesitar que yo se lo diga, Seguro, señor primer ministro, nunca me permitiría dudar de la bondad de sus razones, Así se habla, querido amigo. Cuando el jefe de gabinete salió, el primer ministro tomó la cartera y dijo, Vamos. La sala estaba desierta. En menos de un minuto la fotocopia quedó lista, letra por letra, palabra por palabra, pero era otra cosa, le faltaba el toque inquietante del papel color violeta, ahora es una misiva vulgar, común, tipo Ojalá estas líneas os encuentren de buena y feliz salud en compañía de toda la familia, por mi parte sólo puedo decir bien de la vida y de quien la hizo. El primer ministro le entregó la copia al director general, Ahí la tiene, me quedo con el original, dijo, Y el comunicado del gobierno, cuándo lo recibiré, Siéntese, que yo mismo lo redacto en un instante, es fácil, queridos compatriotas, el gobierno considera que es su deber informar al país sobre una carta que hoy ha llegado a sus manos, un documento cuyo significado e importancia no necesitan ser encarecidos, aunque no estamos en condiciones de garantizar su autenticidad, admitimos, sin querer anticipar su contenido, una posibilidad de que no llegue a producirse lo que en el mismo documento se anuncia, en cualquier caso, para que la población no se vea sorprendida en una situación que no estará exenta de tensiones y aspectos críticos varios, se va a proceder de inmediato a su lectura, para la que, con el beneplácito del gobierno, ha sido encargado el director general de televisión, una palabra más antes de terminar, no es necesario asegurar que, como siempre, el gobierno se mantendrá atento para con los intereses y necesidades de la población en horas que serán, sin duda, de las más difíciles desde que somos nación y pueblo, motivo este por el que apelamos a todos para que conserven la calma y la serenidad de que tantas muestras han sido dadas durante la sucesión de fatalidades que hemos pasado desde el principio de año, al mismo tiempo que confiamos que un porvenir más benévolo nos restituya la paz y la felicidad de que somos merecedores y que disfrutábamos antes, queridos compatriotas, les recuerdo que la unión hace la fuerza, éste es nuestro lema, nuestra divisa, mantengámonos unidos y el futuro será nuestro, bueno, ya está, como ve, ha sido rápido, estos comunicados oficiales no exigen grandes esfuerzos de imaginación, casi se podría decir que se redactan por sí mismos, ahí tiene una máquina de escribir, copie y guárdelo todo bien guardado hasta las nueve de la noche, no se separe de esos papeles ni por un instante, Quédese tranquilo, señor primer ministro, soy perfectamente consciente de mis responsabilidades en esta coyuntura, tenga la certeza de que no se sentirá decepcionado, Muy bien, ahora puede regresar a su trabajo, Permítame que le haga todavía dos preguntas antes de marcharme, Adelante, Me acaba de decir que hasta las nueve de la noche sólo dos personas sabrán de este asunto, Sí, usted y yo, nadie más, ni siquiera el gobierno, Y el rey, si no es osadía por mi parte meterme donde no me llaman, Su majestad lo sabrá al mismo tiempo que los demás, esto, claro, si está viendo la televisión, Supongo que no le va a gustar mucho no haber sido informado antes, No se preocupe, la mejor de las virtudes que exornan a los reyes, me refiero, como es obvio, a los constitucionales, es que son personas extraordinariamente comprensivas, Ah, Y la otra pregunta que quería hacerme, No es una pregunta, Entonces, Es que, siendo sincero, estoy asombrado con la sangre fría que está demostrando, señor primer ministro, a mí, lo que va a suceder en el país a medianoche me parece una catástrofe, un cataclismo como no ha habido otro nunca, una especie de fin del mundo, mientras que, mirándolo a usted, es como si estuviera tratando un asunto cualquiera de la rutina gubernativa, da tranquilamente sus órdenes, hasta me ha parecido, hace poco, verlo sonreír, Estoy convencido de que también usted, querido director general, sonreiría si tuviera una idea de la cantidad de problemas que esta carta va a resolverme sin necesidad de mover un dedo, y ahora déjeme trabajar, tengo que dar unas cuantas órdenes, hablar con el [ministro del interior para que ponga a la policía en estado de alerta, trataré de inventar un motivo verosímil, la posibilidad de una alteración del orden público, no es persona para perder mucho tiempo pensando, prefiere la acción, denle acción si quieren verlo feliz, Señor primer ministro, consienta que le diga que considero un privilegio sin precio haber vivido a su lado estos momentos cruciales, Menos mal que lo ve de esa forma, pero sepa que mudaría rápidamente de opinión si una sola de las palabras que han sido dichas en este despacho, suyas o mías, llega a ser conocida fuera de sus cuatro paredes, Comprendo, Como un rey constitucional, Sí, señor primer ministro.

Eran casi las veinte horas y treinta minutos cuando el director general llamó al responsable de informativos para comunicarle que esa noche el telediario se abriría con la lectura de un comunicado del gobierno al país, del que, como es habitual, se encargaría el presentador correspondiente, tras lo cual, él mismo, director general, leería otro documento, complementario del primero. Si al responsable de informativos el procedimiento le pareció anormal, desusado, fuera de lo corriente, no lo dio a entender, se limitó a pedir los documentos para ser introducidos en el teleprompter, ese meritorio aparato que permite crear la pretenciosa ilusión de que el comunicante se está dirigiendo directa y únicamente a cada una de las personas que lo escuchan. El director general respondió que en este caso el teleprompter no iba a ser utilizado, Haremos la lectura a la moda antigua, dijo, y añadió que entraría en el estudio a las veinte horas y cincuenta y cinco minutos exactos, momento en que entregaría el comunicado del gobierno al presentador, a quien ya le habrían sido dadas instrucciones rigurosas para sólo abrir la carpeta que lo contenía en el momento de su lectura. El responsable de informativos pensó que, ahora sí, había motivo para mostrar un cierto interés por el asunto, Es tan importante, preguntó, En media hora lo sabrá, Y la bandera, señor director general, quiere que mande que la coloquen tras el sillón donde ha de sentarse, No, nada de banderas, no soy ni jefe del gobierno ni ministro, Ni rey, sonrió el jefe de informativos con aires de lisonjera complicidad, como si quisiera dar a entender que rey, sí, lo era, pero de la televisión nacional. El director general hizo como que no lo había oído, Puede irse, dentro de veinte minutos estaré en el estudio, No habrá tiempo para que lo maquillen, No quiero ser maquillado, la lectura será bastante breve y los telespectadores, en ese momento, tendrán más cosas en que pensar que si mi cara está maquillada o no, Muy bien, lo que usted mande, En todo caso, tome precauciones para que los focos no me hagan ojeras, no me gustaría que me vieran en la pantalla con aspecto de desenterrado, hoy menos que en ninguna otra ocasión.

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