Las fábulas de Esopo (13 page)

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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

BOOK: Las fábulas de Esopo
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El labrador riéndose dijo:

—Será todo como lo dices, pero yo sólo sé esto: Te capturé junto con estas ladronas, las grullas, y por lo tanto te corresponde morir junto con ellas.

Quien se asocia con el malvado, con él perece.

261 - El joven y el escorpión.

Un joven andaba cazando saltamontes. Ya había capturado un buen número cuando trató de tomar a un escorpión equivocadamente.

Y el escorpión, mostrándole su ponzoña le dijo:

—Si me hubieras tocado, me hubieras perdido, pero tú también a todos tus saltamontes.

Cuando hayas hecho un capital con tu trabajo, cuida de no perderlo por tratar de tomar lo que no debes.

262 - El plumaje de la golondrina y el cuervo.

La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:

—Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.

Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.

263 - El asno y la zorra encuentran al león.

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.

No anduvieron mucho cuando encontraron un león.

La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.

Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.

El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.

Nunca traiciones a tu amigo por temor al enemigo, pues al final, tú también saldrás traicionado.

264 - La tortuga y el águila.

Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar. Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

—Te daré —dijo— todas las riquezas del Mar Rojo.

—Entonces te enseñaré al volar —replicó el águila—.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

—Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente llegaríamos a la desgracia.

265 - El labrador y las grullas.

Algunas grullas escarbaban sobre terrenos recién sembrados con trigo. Durante algún tiempo el labrador blandía una honda vacía, ahuyentándolas por el pánico que les producía.

Pero cuando las aves se dieron cuenta del truco, ya no se alejaban de su comida. El labrador, viendo esto, cargó su honda con piedras y mató muchas de las grullas.

Las supervivientes inmediatamente abandonaron el lugar, lamentándose diciendo unas a otras:

—Mejor nos vamos a Liliput, pues este hombre ya no contento con asustarnos, ha empezado a mostrarnos lo que realmente puede hacer.

Cuando las palabras no dan a entender, la acción sí lo hará.

266 - El perro en el pajar.

Un perro metido en un pajar gruñía y ladraba impidiendo a los bueyes comerse la paja que había sido colocada para ellos.

—¡Que egoísta perro!. —Dijo un buey a sus compañeros—.

—Él no come de esa paja, y todavía pretende que los que sí comemos, no lo hagamos.

Respeta siempre los derechos ajenos, para que así puedas exigir el respeto a los tuyos.

267 - La paloma sedienta.

Una paloma, incómoda por la molesta sed, vio una charca de agua pintada sobre un rótulo.

Pero sin darse cuenta de que sólo era un dibujo, voló hacia ella a toda velocidad e inevitablemente chocó contra el rótulo, hiriéndose lastimosamente.

Habiéndose quebrado las alas por el golpe, cayó a tierra donde fue capturada por uno de los transeúntes.

No dejes que el fervor, entusiasmo o necesidad nublen tu discreción.

268 - El avaro y el oro.

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.

Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.

El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.

Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:

—Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo el que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.

Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan.

269 - El niño y los dulces.

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.

Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.

Un amigo que estaba cerca le dijo:

—Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces.

Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás.

270 - El lobo con piel de oveja.

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

271 - Los jóvenes y las ranas.

Varios jóvenes, jugando cerca de un estanque, vieron un grupo de ranas en el agua y comenzaron a apedrearlas.

Habían matado a varias, cuando una de las ranas, sacando su cabeza gritó:

—Por favor, paren muchachos, que lo que es diversión para ustedes, es muerte y tristeza para nosotras.

Antes de tomar una acción que creas te beneficia, ve primero que no perjudique a otros.

272 - El ciervo enfermo y sus acompañantes.

Yacía un ciervo enfermo en una esquina de su terreno de pastos.

Llegaron entonces sus amigos en gran número a preguntar por su salud, y mientras hablaban, cada visitante mordisqueaba parte del pasto del ciervo.

Al final, el pobre ciervo murió, no por su enfermedad sino porque ya no tenía de donde comer.

Más vale estar solo que mal acompañado.

273 - El mercader de sal y el asno.

Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal.

En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, el asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido.

Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior.

Cuando llegaron otra vez al río y el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.

Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal.

Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.

Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.

Tratar de evitar el deber haciendo trucos, sólo nos dañara a nosotros mismos.

274 - Los bueyes contra los carniceros.

Decidieron un día los bueyes destruir a los carniceros, quienes, decían los bueyes, estaban acabando con su gremio.

Se reunieron entonces para llevar a cabo su objetivo, y afilaron finamente sus cuernos.

Pero uno de ellos, el más viejo, un experimentado arador de tierras, les dijo:

—Esos carniceros, es cierto, nos matan y destrozan, pero lo hacen con manos preparadas, y sin causarnos dolor. Si nos deshacemos de ellos, caeremos en manos de operadores inexpertos y entonces sí que sufriríamos una doble muerte. Y les aseguro, que aunque ya no haya ni un solo carnicero, los humanos seguirán buscando nuestra carne.

Nunca trates de cambiar un mal por otro peor.

275 - El niño y el gusano de ortiga.

Un niño fue herido por un gusano de ortiga. Corrió a su casa y dijo a su madre:

—Me ortigó fuertemente, pero yo solamente lo toqué con suavidad.

—Por eso te ortigó —dijo la madre—, la próxima vez que te acerques a un gusano de esos, agárralo con decisión, sin caricias, y entonces será tan suave como seda, y no te maltratará de nuevo.

Al insolente, irrespetuoso o delincuente, debe demostrársele siempre que la autoridad prevalece sobre él.

276 - La lecherita.

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:

—Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.

Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.

No te ilusiones con lo que aún no tienes.

277 - Los ratones poniendo el cascabel al gato.

Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.

Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio y no había otro. Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.

Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una excelente solución. Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.

—¡Yo no, no soy tonto, no voy!

—¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!

En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.

Nunca busques soluciones imposibles de realizar.

278 - La viña y la cabra.

Una viña se encontraba exuberante en los días de la cosecha con hojas y uvas. Una cabra que pasaba por ahí mordisqueó sus zarcillos y tiernas hojas. La viña le reclamó:

—¿Por qué me maltratas sin causa y comes mis hojas? ¿No ves que hay zacate suficiente? Pero no tendré que esperar demasiado por mi venganza, pues si sigues comiendo mis hojas y me maltratas hasta la raíz, yo proveeré el vino que echarán sobre ti cuando seas la víctima del sacrificio.

Los maltratos hechos con intención, tarde o temprano regresan a quien los hizo, muchas veces bajo otra vestidura.

279 - Zeus y la mona madre.

Hizo Zeus una proclama a todos los animales prometiendo una recompensa a quien su hijo sea juzgado como el más guapo.

Vino entonces la señora mona junto con los demás animales y presentó, con toda la ternura de madre, un monito con nariz chata, sin pelo, y enfermizo, como su candidato para ganar el premio.

Una gran risa fue el saludo general en su presentación. Y ella orgullosamente dijo:

—Yo no sé si Zeus pondrá su premio sobre mi hijo, pero sí sé muy bien, de que al menos en mis ojos, los de su madre, él es el más querido, el más guapo y bello de todos.

Debemos estar siempre orgullosos de lo que amamos, y no tener pena en publicarlo.

280 - El joven pastor anunciando al lobo.

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando:

—¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

—Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.

Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

281 - Androcles y el león.

Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta. Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:

—Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.

Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.

Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.

Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.

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