La vidente (41 page)

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Authors: Lars Kepler

Tags: #Intriga

BOOK: La vidente
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—¿Te pudiste dormir?

—No.

—No pudiste dormir en toda la noche, según tengo entendido.

—No quiero seguir hablando —dice Vicky, deja caer la cabeza sobre la almohada y cierra los ojos.

—Ya está bien por hoy —dice la representante legal levantándose de la silla.

—Todavía nos quedan veinte minutos —replica la fiscal.

—Mi cliente necesita descansar —dice Signe Ridelman y se acerca a Vicky—. Estás cansada, ¿verdad? ¿Quieres que te pida algo de comer?

La representante legal habla con su cliente y la fiscal se queda junto a la ventana escuchando los mensajes de su buzón de voz con expresión descontenta.

Saga va a apagar la grabadora del móvil, pero se frena al toparse con la mirada de Joona.

Sus ojos están extrañamente grises, como la nieve cuando se derrite en primavera, y de pronto sale de la habitación. Saga le pide a la representante legal que espere un momento y luego sale detrás de Joona, pasa junto a los policías de guardia y continúa por el pasillo. Él la está esperando delante de una puerta de hierro que da a la escalera de emergencia.

—¿Me he perdido algo? —pregunta Saga.

—Vicky durmió en la cama con la ropa llena de sangre —le explica Joona en voz baja.

—¿Qué dices?

—No se menciona en el informe del escenario del crimen.

—¿Tú lo viste?

—Sí.

—O sea que durmió después de los asesinatos —dice Saga.

—No he podido acceder a las respuestas del laboratorio, pero una idea que me ronda por la cabeza es que Vicky aumentó la dosis de la medicina porque se encontraba mal. Se podría pensar que eso ayuda, pero no. Lo único que consigues es estar más nervioso, hasta que al final te pones hecho una furia. Todavía no sabemos nada, pero a lo mejor Vicky quería vengarse de Miranda por haberle robado el tiempo de la charla, a lo mejor estaba rabiosa con Elisabet por habérselo permitido a Miranda, o a lo mejor se trata de cualquier otra cosa…

—Pero piensas que un posible escenario puede ser que matara a Elisabet, cogiera la llave del cuarto de aislamiento, matara a Miranda y luego se quedara dormida.

—Sí, porque las huellas en el cuarto de aislamiento muestran dos caras, una agresividad descontrolada y una prudencia exquisita.

Joona mira fijamente a Saga, pero la expresión de sus ojos es pesada y pensativa.

—Cuando Miranda muere se disipa la rabia —dice él—. Vicky intenta ocuparse del cuerpo de Miranda, la tumba en la cama y le tapa los ojos con las manos. Después vuelve a su habitación justo cuando empieza a subir el efecto relajante de la medicina. Es un medicamento fuerte… y de repente le entra un sueño tremendo.

138

Cuando Saga vuelve a la habitación, la fiscal intenta explicarle que los quince minutos que faltan no son tiempo suficiente para sonsacarle a la chica ningún dato de relevancia. Saga se limita a asentir con la cabeza como si estuviera de acuerdo y luego se pone a los pies de la cama. La representante legal la mira extrañada. Saga espera con las manos apoyadas en la barra de la cama a que Vicky vuelva su cara arañada y la mire a los ojos.

—Creía que habías estado despierta toda la noche —dice Saga muy despacio—. Pero Joona dice que dormiste en tu cama antes de irte del Centro Birgitta.

Vicky niega con la cabeza y su representante intenta intervenir:

—El interrogatorio de hoy termina aquí y…

Vicky susurra algo y se rasca una costra de la mejilla. Saga piensa que tiene que conseguir que la chica le cuente cómo transcurrió la noche. No necesita gran cosa, le basta con unas pocas palabras sinceras sobre la huida por el bosque y el secuestro del chico.

Sabe que cuanto más consiga el interrogador que el interrogado hable de los sucesos que rodean al crimen, más probable es que termine contándolo todo.

—Joona no suele equivocarse —dice Saga sonriendo.

—Estaba oscuro y yo me quedé en la cama mientras todas gritaban y golpeaban las puertas —susurra Vicky.

—Estás tumbada en la cama y todo el mundo grita —repite Saga y asiente con la cabeza—. ¿Qué piensas en ese momento, qué haces?

—Tengo miedo, eso es lo primero que siento, el corazón me va a mil por hora y me quedo quieta debajo del edredón —dice Vicky sin mirar a nadie—. Está todo a oscuras… pero entonces noto que estoy mojada… pienso que me he meado encima o que me ha venido la regla o algo…
Buster
ladra sin parar y Nina grita algo sobre Miranda y yo enciendo la luz, y entonces veo que estoy llena de sangre.

Saga hace un esfuerzo para no preguntarle nada acerca de la sangre ni intentar forzar una confesión. Deja que las palabras de la chica fluyan por sí solas.

—¿Tú también gritas? —pregunta en tono neutral.

—Creo que no, no lo sé, no podía pensar —continúa Vicky—. Lo único que quería era alejarme de todo aquello, desaparecer… Duermo con la ropa puesta… siempre lo he hecho… así que sólo cojo el bolso, me pongo los zapatos, salto por la ventana y me meto en el bosque… estoy asustada y voy lo más rápido que puedo y el cielo empieza a clarear y al cabo de un rato me resulta más fácil ver entre los árboles. Sigo caminando y de repente veo un coche… es casi nuevo, parece abandonado, la puerta está abierta y tiene las llaves puestas… Sé conducir, me pasé un verano entero detrás de un volante… así que me subo al coche sin pensármelo y arranco… Y entonces me doy cuenta de lo cansada que estoy, me tiemblan las piernas… Pienso que voy a ir hasta Estocolmo para conseguir algo de dinero y así poder volar a Chile, a casa de una amiga… De repente oigo un golpe, el coche da media vuelta y choca de lado contra algo… ¡bum!, y luego todo queda en silencio… Me despierto, me sale sangre del oído, levanto la cabeza, hay cristales por todas partes, me he comido un puto semáforo, no entiendo cómo ha podido pasar, todas las ventanas están rotas, está lloviendo dentro del coche… el motor todavía está en marcha y sigo viva… mi mano se mueve en el cambio de marchas, pongo la marcha atrás y sigo conduciendo… la lluvia me salpica en la cara y entonces oigo que alguien está llorando, vuelvo la cabeza y veo que hay un crío en una sillita en el asiento de atrás… un niño pequeño. No tiene ningún sentido, no sé de dónde ha salido… Le grito que cierre la boca. Empieza a llover más fuerte. Casi no puedo ver nada, pero justo cuando giro para cruzar el puente veo unas luces azules al otro lado del río… Me entra el pánico y doy un volantazo y nos salimos de la carretera. Voy demasiado rápido, cruzamos una playa, aprieto el freno pero el coche sigue corriendo hasta el agua y me golpeo la cara en el volante. El agua pasa por encima del capó y empieza a inundar el coche y de pronto estamos dentro del río… Todo se vuelve oscuro, empezamos a hundirnos, pero encuentro un poco de aire justo debajo del techo y me paso al asiento de atrás, le quito el cinturón al niño y saco la sillita entera por la ventana, ya estamos a varios metros de profundidad, pero la sillita flota y nos sube a la superficie, nos dejamos llevar un trozo por el río y luego conseguimos subir a la otra orilla… estamos empapados, he perdido el bolso y los zapatos, pero empezamos a caminar…

Vicky calla un momento para tomar aire. Saga intuye un movimiento de la fiscal, pero no aparta los ojos de la chica.

—Le dije a Dante que íbamos a encontrar a su madre —continúa Vicky con voz temblorosa—. Lo llevaba de la mano todo el rato y caminamos y caminamos cantando una canción de su guardería que habla de un hombre que lleva unos zapatos gastados. Fuimos por una carretera con postes a los lados… un coche paró y nos dejó subir atrás… el hombre del coche nos miraba por el retrovisor y puso la calefacción, nos preguntó si queríamos ir a su casa y dijo que nos daría ropa nueva y comida… y seguro que nos habríamos ido con él si no nos hubiese mirado tanto por el retrovisor y nos hubiese dicho que también nos daría un poco de dinero… Cuando paró para poner gasolina nos escapamos y seguimos a pie… No sabía hasta dónde habíamos llegado, pero en una área de descanso al lado de un lago había un tráiler de Ikea aparcado, y en una de las mesas de madera encontramos un termo y una bolsa muy grande llena de sándwiches, pero antes de que pudiéramos coger la bolsa aparece un chico de detrás de un coche y nos pregunta si tenemos hambre… Es de Polonia y nos lleva hasta Uppsala… Me presta su teléfono y llamo a mi madre… Pienso varias veces que si toca al niño lo mato, pero nos deja descansar y dormir tranquilos… No quiere nada. Cuando llegamos nos bajamos del coche y cogemos el tren hasta Estocolmo, nos escondemos entre las maletas… ya no tengo la llave del metro y ya no conozco a nadie, ha pasado tanto tiempo… Una vez pasé varias semanas en casa de una pareja que vivía en Midsommarkransen, aunque no recuerdo cómo se llamaban, pero sí me acuerdo de Tobias, por supuesto que me acuerdo de él, recuerdo que vivía en la calle Wollmar Yxkullsgatan, que yo solía ir hasta la plaza Mariatorget y… soy tan imbécil, tendría que estar muerta.

Se queda callada, hunde la cara en la almohada y sigue respirando sin moverse.

139

Saga se queda de pie junto a la cama y desliza el dedo por la barandilla de metal mientras Vicky yace inmóvil boca abajo.

—Estoy pensando en el hombre del coche —dice Saga—. El que quería que lo acompañarais a casa… Estoy casi segura de que tu sentido del peligro no se equivocaba.

Vicky se incorpora y mira directamente a los ojos azules de Saga.

—¿Crees que podrías ayudarme a rastrearlo cuando hayamos terminado con esto? —pregunta la comisaria.

Vicky asiente en silencio y traga saliva, luego baja la mirada y se queda quieta abrazándose a sí misma con sus brazos maltratados. No es tarea fácil imaginarse a esa chica frágil y delgada destrozando los cráneos de dos personas.

—Antes de seguir me gustaría decir que normalmente contar la verdad sienta muy bien —dice Saga.

De pronto nota algo especial corriendo por sus venas, igual que cuando está subida al ring de boxeo. Sabe que está a punto de escuchar una confesión completa y verídica. Percibe el cambio en el ambiente, en las voces, en la temperatura, en la humedad de los ojos. Saga hace ver que escribe algo en su libreta de colegio y espera un poco más antes de mirar a la chica como si ya hubiera confesado los crímenes.

—Dormiste en las sábanas llenas de sangre —dice Saga con suavidad.

—Maté a Miranda —susurra Vicky—, ¿verdad?

—Cuéntamelo.

Los labios de Vicky empiezan a temblar y su cara se oscurece cuando se sonroja.

—A veces puedo enfadarme mucho —murmura y luego se tapa la cara.

—¿Te enfadaste con Miranda?

—Sí.

—¿Qué hiciste?

—No quiero hablar de ello.

La representante legal no puede evitar acercarse hasta Vicky.

—Recuerda que no tienes obligación de contarlo —le dice.

—No tengo por qué contarlo —repite Vicky mirando a Saga.

—El interrogatorio ha terminado —dice Susanne Öst resuelta.

—Gracias —susurra Vicky.

—Necesita tiempo para recordar —añade Saga.

—Pero ya tenemos una confesión —dice Susanne.

—No lo sé —balbucea Vicky.

—Has reconocido que mataste a Miranda Ericsdotter —dice Susanne alzando la voz.

—No me eches la bronca —dice Vicky.

—¿Le pegaste? —presiona Susanne—. Le pegaste, ¿verdad?

—No quiero seguir hablando.

—El interrogatorio ha terminado —dice tajante la representante legal.

—¿Cómo pegaste a Miranda? —pregunta igual de severa la fiscal.

—Da igual —dice Vicky con el llanto abriéndose paso por su garganta.

—Tus huellas dactilares están en un martillo manchado de sangre que…

—¡Que no tengo ganas de hablar más, coño! ¡¿Es que no te enteras?!

—No tienes por qué hacerlo —dice Saga—. Tienes derecho a quedarte callada.

—¿Por qué te enfadaste con Miranda? —pregunta la fiscal levantando la voz todavía más—. Tanto que…

—Voy a informar de esto —dice la representante.

—¿Cómo entraste en el cuarto de Miranda? —pregunta la fiscal.

—Abrí con llave —responde Vicky e intenta levantarse de la cama—. Pero ya no tengo ganas de hablar de…

—¿De dónde sacaste las llaves? —la interrumpe Susanne Öst.

—No sé, yo…

—¿Las tenía Elisabet?

—Las tomé prestadas —responde Vicky poniéndose de pie.

—¿Ella quería dejártelas?

—¡Le aplasté la cabeza! —grita Vicky tirándole la bandeja del desayuno a la fiscal.

El plato de plástico con restos de yogur y cereales rebota estrepitosamente contra el suelo, la pared queda salpicada de zumo de naranja.

—¡Vete a la mierda! —grita y le da un empujón a su representante legal, que cae de espaldas sobre las sillas.

Antes de que Saga y Joona puedan reaccionar Vicky coge el gotero y golpea con todas sus fuerzas a la fiscal en el hombro. La bolsa de suero se suelta de la percha, sale volando por la habitación y revienta contra la pared.

140

Joona y Saga se interpusieron entre Vicky y las dos mujeres y trataron de tranquilizarla. El suero caía como una mancha de pintura por la pared. Vicky respiraba nerviosa y los miraba a todos con ojos asustados. Se había hecho daño con algo y le salía sangre de una ceja. Los policías de guardia y el personal de planta entraron corriendo y la forzaron a tumbarse en el suelo. Eran cuatro contra una y a Vicky le entró el pánico, empezó a moverse de forma agresiva para liberarse, gritando y soltando coces con las que terminó volcando la mesita portable.

La pusieron boca abajo, después la colocaron en posición de seguridad y le pusieron una inyección en la nalga. En cuestión de segundos Vicky pasó de gritar afónica a quedarse tranquila y quieta.

Un par de minutos más tarde la subieron a la cama. Lloraba e intentaba decir algo, pero lo único que le salía era un balbuceo incomprensible. Una de las enfermeras le puso las sujeciones de seguridad. Primero le ató las muñecas y los tobillos a los bordes de la cama, después los muslos y por último le pasó unas cintas más gruesas en forma de cruz por encima del pecho. La sangre de Vicky había manchado las sábanas y la ropa blanca del personal sanitario. La habitación entera era un caos de agua y comida tirada por el suelo.

Media hora más tarde Vicky yacía inmóvil con lágrimas corriéndole por las sienes. Tenía la cara entumecida y los labios cortados. Le habían detenido la hemorragia de la ceja y le habían puesto un nuevo catéter en el brazo. Un policía se quedó esperando dentro mientras la mujer de la limpieza fregaba el suelo una última vez.

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