—La Presidencia es como el sistema solar. Usted es el sol y los secretarios de Estado son satélites. Pero ni usted es Dios, ni ellos son ángeles.
—La política —le dije entonces— no es el arte de lo posible. Es el grafito de lo impredecible. Es el garabato de la fatalidad.
¡Mi pobre Presidente! Jaloneado durante tres años por el pragmatismo de Herrera, el servilismo de Tácito y el idealismo de "Séneca"! ¿Qué le diría yo a usted hoy si hoy fuese su primer día sentado en la Silla del Águila? Le repetiría, no para exorcizarlas, sino para saberlas aprovechar o evitar, las características más entrañables de nuestra dictablanda tradicional:
—No hay que temerle a la pasividad de un Presidente, sino a su actividad desenfrenada.
Con usted ha sido lo contrario. Más suspicacia provocó su pasividad que su actividad. Acaso siente hoy la tentación suprema del poder. Ser un líder que organice nuestras energías nacionales y nos someta a la voluptuosa pasividad de la obediencia total.
Es lo más fácil.
Es lo más cómodo.
Pero es lo más peligroso. Y ese peligro usted lo evitó, mi querido, queridísimo señor Presidente. Un día me dijo:
—Creen que me engañan dándome a leer informes largos. Creen que sufro de letargia, como si me hubiera picado la mosca tsé-tsé. Falso. Leo de noche y lo sé todo. Los he engañado. Duermo tranquilo.
Sí, pero la imagen de pasividad que dejó usted puede ser malinterpretada ahora; la gente puede clamar por un Presidente hiperactivo porque la autoridad puede cambiar de rostro de un día para otro (piense en las sucesiones del siglo pasado, de Madero hasta Fox) porque el público se nutre de paradoja y ama el contraste y aun la contradicción.
Gracias, mi amigo querido, señor Presidente Lorenzo Terán, por permitirme entrar a su recámara y verle postrado, rodeado de enfermeras, doctores, sueros, calmantes. Gracias por darme la oportunidad de ver completa su vida.
No sé si nos volveremos a ver. Sé que a nadie más que a su fiel mosquito, "Séneca", le ha permitido usted entrar a esta antesala donde el poder termina para siempre.
Adiós, señor Presidente...
Diputada Paulina Tardegarda a diputado Onésimo Canabal
Esta te la lleva personalmente Jesús Ricardo Magón, un joven colaborador del nuevo secretario de Gobernación, Nicolás Valdivia. Me río. Ya te veo, colorado como un betabel nomás de pensar que le suelto secretos a un funcionario, por subordinado que sea, del gobierno. Tú y yo, Onésimo, que con determinación y talento político podemos organizar a nuestro Congreso atomizado y crearle barreras al gobierno... Tú y yo, Onésimo, que con tantita materia gris podemos aprovechar la fuerza difusa de la partidocracia para hacerle la vida imposible al Presidente Lorenzo Terán... ¡Ay!
Discreción, me pediste. Y te la doy, Onésimo, junto con un regalo. El medio es el mensaje, como se decía hace medio siglo, y el hecho de que Magón, ayudante de Valdivia, sea el medio, para ti debía ser el mensaje.
Que es este. Tenemos el campo libre para actuar. Voy derechito al grano. Cícero Arruza ha hecho una mala lectura de la situación interna del país. Arruza es un resabio del pasado, un sobreviviente de épocas remotas. Cree que si hay problemas, se requiere mano dura y esa sólo el Ejército la tiene. Ha elaborado un fantasioso plan en su mente: juntar a todos los gobernadores y caciques para dar un golpe militar y llenar lo que llama (¿dónde lo habrá aprendido?) "el vacío de poder" creado por la pasividad del Presidente Lorenzo Terán.
He hablado con todos y cada uno de esos poderes locales o fuerzas vivas y te digo pronto y rápido lo que descubrí. La pasividad del Presidente les encanta. Y les encanta porque les conviene. ¿Dime tú si no van a estar felices de que la autoridad central esté ausente y ellos puedan hacer lo que les dé su regalada gana? Dime si Cabezas en Sonora no vive feliz de gobernar su estado sin interferencia del Centro de la República, y "Chicho" Delgado en Tijuana haciendo negocios con los coyotes que pasan ilegales y la migra americana que no los deja pasar —hasta que el gobernador Delgado les cobra a unos y les paga a otros—. ¡Qué vergüenza, don Onésimo del alma mía, ay qué rubor, cómo se han corrompido las fuerzas del orden en los Estados Unidos!, ¿no ve usted que hasta colorada me pongo?, ¿no le dije siempre que cualquier vicio mexicano los gringos saben aumentarlo por miles y disimularlo por un millón?
Bueno, permítame una bromita de vez en cuando, señor diputado, usted que me da trato de monja... Bueno, ahora en serio otra vez, dime si Roque Maldonado en San Luis está descontento de que los inversionistas japoneses traten directamente con él, firmen los contratos en el misterioso santuario potosino El Gargaleote del difunto cacique Gonzalo N. Santos y tenga una fortuna con la cual este esforzado revolucionario nunca soñó, gracias a que Maldonado se lleva su jugosa comisión sin interferencia del gobierno federal.
Dime si el capo di tutti capi Silvestre Pardo quiere que un gobierno metiche le agite las olas de su imperio de Narcomex. No digo más. Sólo esto. No hay un solo gobernador, cacique o traficante que quiera un gobierno militar en el que el general Cícero Arruza se lleve la parte del león a la hora del "reparto de utilidades". Nuestro general está birolo, mafufo o sea netamente pendejo. Su cálculo le ha fallado miserablemente. Se quedará solo en una asonada.
¿Ahora ves por qué es importante que esto lo sepa el gobierno y que el emisario sea el guaperas de Jesús Ricardo Magón, de irresistible faz angelical?
Me río, Onésimo, pero mira ahora mi amarga mueca. El único que se nos escapa por taimado y ambicioso es el hombre fuerte de Tabasco, Humberto Vidales, llamado "Mano Prieta". Ese quisiera llegar él mismo a la Silla del Águila, pero como la presa se le escapa una y otra vez (para ser villano de telenovela hay que saber disimular, no puedes torcer la boca, arquear la ceja, sorber los mocos y embozarte en la capa de Cruz Diablo) confía dinásticamente en que, tarde o temprano, uno de sus Nueve Hijos Malvados, como cariñosamente los llama, se siente un día en la Silla y reivindique el derecho natural —según él— de ser Presidente.
Al candidato que apoyemos tú y yo, Onésimo, vamos diciéndole que se esté tranquilo y sólo se preocupe —no mucho, tantito nomás— del tenebroso tabasqueño. Los demás, mientras no les toques los intereses, harán lo que nosotros queramos —que es no hacer olas y dejarles intactos los negocios.
¿Y quiénes somos nosotros, mi distinguido amigo? ¿Y qué queremos? Pues queremos, ni más ni menos, ser factor decisivo en la sucesión presidencial del año 2024. Cuenta las cabezas, Onésimo. En contra de lo imaginable, Arruza no importa por los motivos ya expresados y que son el mejor saldo de la misión que tuviste a bien encomendarme.
César León no tiene chance inmediato de reelegirse. Habría que cambiar la Constitución y eso puede ser más largo que la Cuaresma. En todo caso, tú y yo podemos asegurar que las cosas se alarguen indefinidamente. ¿No te lo dije un día?
—El Congreso tiene tres misiones. Una, pasar leyes. Otra, impedir que pasen. Pero la más importante consiste en asegurar que los asuntos se alarguen indefinidamente, que nada se resuelva por completo, que la agenda esté llena de pendientes... Si no, mi querido amigo, ¿qué hacemos aquí tú y yo? ¿Cómo justificamos la chamba, sino dándole "largas" a todos los asuntos?
—Cuidadito. A ver si no fundas la sociedad Los Idus de Marzo.
—Mira qué cultivado me resultas, Onésimo. Con razón fuiste secretario de Agricultura en el régimen de César León. No, mejor fundamos la sociedad Las Calendas Griegas...
Prosigo con mi lista. No pongas cara de culto. No te va.
Andino Almazán nomás no "pasa" popularmente. Salvo López Portillo, ningún secretario de Hacienda ha llegado jamás á la Presidencia. Ese sí que es el villano de la telenovela. Pasarse seis años diciéndole NO a todos los que te piden dinero. O sea que su profesión es ser odiado y el votante lo que quiere es amar, aunque sólo sea por un ratito y luego se desilusione.
Quedan entonces los dos candidatos serios. Bernal Herrera y Tácito de la Canal.
No pongas cara de susto si te digo:
—Elimina a Tácito.
Nicolás Valdivia ha tenido a bien enviarme, por conducto del joven Magón, las copias que prueban la conducta criminal de Tácito en el negociado de MEXEN. Cómo se le escapó a un operador tan astuto que el archivista guardaba tan culpables pruebas, aún no lo sé. Magón, que es hijo del archivista, dice que su papá nunca permite que desaparezca un papel. Puede ser. Pero ¿por qué dejó Tácito que los documentos pasaran al archivo en vez de pasar por la trituradora? Sólo se me ocurre entrar a los terrenos pantanosos del orgullo del poder, la
hubris
, Onésimo (palabrita que ya te expliqué un par de veces y no voy a repetir), que llevó al Presidente Nixon, por ejemplo, a guardar celosamente todas las cintas que lo exhibían como un criminal grosero y que finalmente lo expulsaron de la Casa Blanca... A todos los niveles, Onésimo, te encuentras gobernadores que guardan película de sus matanzas, comandantes que hacen filmar los fusilamientos que ordenan, torturadores que se deleitan mirando cintas de sus atrocidades... ¿Tácito habrá sido sólo más fino y más soberbio, impidiendo que esos documentos quedaran para la historia de Tácito? No lo creo. Nixon, para volver al mejor ejemplo, tenía un archivo separado, "The White House Files", donde quedaba el testimonio de sus canalladas y crímenes, pero listo para ser sacado inmediatamente de la Casa Blanca si perdía las elecciones.
Con Tácito, hay gato encerrado. Los documentos están rubricados por él. Pero una rúbrica se falsifica fácilmente. Yo me pregunto, ¿quién le entregó los papeles al archivista don Cástulo Magón? No creo que haya sido De la Canal. Si averiguamos quién le dijo,
—Don Cástulo, no deje de archivar esto... habremos resuelto el enigma.
Te repito. Elimina a Tácito. María del Rosario posee los originales de los documentos incriminantes, comparte el secreto con su criatura Nicolás Valdivia, al que ella ha encumbrado, y desde luego con Bernal Herrera, su ex amante y candidato a la Silla del águila.
Nicolás Valdivia, te repito, ha tenido a bien enviarme, por conducto del joven Magón, las copias que prueban la conducta criminal de Tácito en el negociado de MEXEN. Repito, ¿cómo se le escapó a un operador tan astuto que el archivista guardaba tan culpables pruebas? No lo sé. Pero leyéndolas, entiendo por qué el Presidente Terán apresuró la renuncia de Tácito.
Y también la de Herrera. Este último queda, pues, como el claro favorito. Me entera Magón de que la intriga de Tácito contra Herrera y María del Rosario la aplastó el propio Presidente, indicando de paso que Herrera era su favorito.
Este es el cuadro visible. Ahora bien, Onésimo, el cuadro real contiene todas estas posibilidades, sólo que el tema invisible no sería, como todos creemos, el tema "Candidato a la Presidencia, sino el tema "Presidente Provisional" en caso de renuncia o ausencia del Presidente en funciones.
Me imagino tu cara. Disimula tu asombro. Y no creas en las intrigas de César León o en las amenazas de Cícero Arruza para que el Presidente renuncie. Aquí hay algo más. Hay gato encerrado. El joven Magón, que es empleado de confianza del secretario de Gobernación Valdivia, me da a entender que éste (Valdivia) le dio a entender a él (Magón) que "Séneca", el favorito del Presidente, ha logrado ver a Terán en un estado de debilidad física impresionante.
¿Cómo lo sabe Valdivia? Porque Séneca se lo contó a María del Rosario, de la cual está secretamente enamorado, y ésta se lo contó a Valdivia, que es protegido de esa Eva Perón de huarache que es doña María del Rosario. Ahí tienes, Onésimo. Todos se espían entre sí, se roban documentos unos a otros y creo que hasta se espían a sí mismos cuando nadie los ve...
Con lo cual confirmamos que en política los secretos son a voces y que sólo las voces son secretas. Adivina un enigma en todo lo que sabes, Onésimo, y olvídate de los secretos: son ánforas vacías. Distracciones.
Mejor dale vueltas —muchas vueltas— a lo que ya sabemos.
Allí están los misterios.
María del Rosario Galván a Bernal Herrera
Ha muerto el Presidente Lorenzo Terán. Es como perder a un padre bueno, Bernal. Yo he vivido desde joven con la imagen detestable de mi propio padre déspota y corrupto. A veces es él quien se apropia de mis pesadillas. Despierto gritándole,
—¡Vete! ¡Desaparece! ¡Eres más terrible muerto que vivo!
Cuando murió Franco, Juan Goytisolo, anti franquista de toda la vida (hoy tiene ochenta y nueve años y vive ilocalizable en el dedal de la Medina de Marrakech), no pudo dejar de entonar un réquiem por el padrastro que dominó a los españoles durante cuarenta años.
En cambio, Lorenzo Terán fue un patriarca bueno. Quizá demasiado bueno. Lo llamo "padre", pero en realidad fue hijo nuestro, tuyo y mío, Bernal. Nosotros lo hicimos. Nosotros lo persuadimos para que dejara sus negocios en Coahuila y se lanzara como Presidente de la sociedad civil ante la catástrofe de nuestra partidocracia, que no salva del desastre a una sola formación política en México, como si fuesen ocho niños caprichudos encerrados en el mismo cuarto y contagiados de sarampión.
En cambio, Lorenzo Terán, limpio, sin compromisos, hombre de empresa. Y por añadidura, hechura nuestra, Bernal. Tomamos, sin embargo, una decisión. No íbamos a manipular. Le seríamos leales respetando su investidura y su autonomía. Lo serviríamos. Lo aconsejaríamos. Pero no le daríamos trato de marioneta. ¿Hicimos mal? ¿Debimos ejercer presiones más severas sobre él? ¿Debimos ser algo más que consejeros —mi caso— o leales ejecutores —el tuyo—? ¿Se dio cuenta el Presidente de que todos los actos de poder te los debió a ti: huelgas, estudiantes, campesinos? Fuiste tú el que actuaste. Le presentaste hechos consumados al Presidente. Porque Lorenzo Terán, tan combativo en campaña, decidió ser una especie de santo estilita en el gobierno. Trepado en una columna para servir solitariamente a Dios y dejar que la sociedad se gobernase a sí misma.
Tuvimos que actuar en su nombre tú y yo. Fue nuestra manera de serle leales. No lo manipulamos. Respetamos su autonomía. Pero llenamos sus vacíos para favorecerle. Como no nos llamó la atención, hicimos lo que pudimos. Tú, desde la Secretaría de Gobernación. Se puede mucho desde allí. Pero no todo. Creo que había un utopista extraviado en el corazón del Presidente Terán. Sólo le hizo caso, para nuestro mal, a "Séneca", provocando la respuesta brutal de los yanquis. Cosa que era de esperarse.