La Corporación (35 page)

Read La Corporación Online

Authors: Max Barry

Tags: #Humor

BOOK: La Corporación
2.49Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Bueno, yo también me lo imaginaba.

¡Dios santo!

—¿El qué?

—Que no se trata de drogas.

—¿Entonces de qué?

—¿Quieres saber mi opinión? —Roger aprieta los labios—. Bueno, pues la verdad es que creo que estás embarazada.

Mátame ahora. Por favor.

—Muy embarazada, en realidad. De unos cinco meses probablemente.

Sus manos sufren una convulsión.

—Lo que nos lleva a pensar que la fecha de la concepción fue… bueno.

Los ojos de Roger caen sobre ella. No es justo. ¡Está rememorándum el momento en que lo hicieron! Elizabeth empieza a sudar por la frente y hunde los dedos en los antebrazos con todas sus fuerzas.

—A la vista de eso, he estado revisando los eventos recientes desde otra perspectiva. Por ejemplo, eso que me dijiste.

Roger se pone en pie.

¡Oh no!

—Me pregunto si…

Da la vuelta a la mesa y se pone en cuclillas delante de ella.

¡No! ¡No!

»…lo que me dijiste fue en broma…

No, no, no, no…

»… o no.

El sol brilla por detrás de él formando un halo. Elizabeth no dice nada. En ese momento Roger le parece el cabrón más deseable y hermoso del mundo.

—Párame si me equivoco —dice Roger con suavidad—, pero me pregunto si lo que dijiste es cierto.

Se contiene durante un segundo, lo cual, teniendo en cuenta la fuerza del deseo físico que la empuja, es casi una victoria.
¡Lo intenté!
, piensa. Luego coge la cara de Roger con ambas manos y le estampa un beso en los labios.

Jones casi ha cruzado todo el vestíbulo cuando una mano le toca el brazo. Se da la vuelta y ve la mirada gris y pálida de un guardia de seguridad uniformado de azul de Recursos Humanos y Protección de Activos.

—¿Señor Jones?

Jones supone que este es el momento en que es expulsado por la fuerza del edificio.

—De acuerdo. ¿Quién le ha dicho que haga esto? Porque si fueron los de Recursos Humanos, le diré que no tienen autoridad para despedir a nadie.

El guardia lo mira sorprendido.

—Sólo vengo a entregarle un mensaje.

—Ah —responde Jones.

—Lo que usted hizo el viernes fue estupendo, señor Jones. Se lo he contado incluso a mis hijos. —El guardia consulta una hojade papel.— El mensaje es que el equipo Alpha desea verle lo antes posible. En el lugar de costumbre.

El guardia levanta los ojos hacia Jones.

—¿Tiene eso algún sentido? He escrito justo lo que me dijeron.

—Sí, gracias.

Jones le da una palmada en el brazo al guardia y continúa caminando. Una vez dentro del ascensor, presiona los botones 12 y 14 a la vez, aunque está seguro de que nada sucederá, pues cree que lo primero que hizo Klausman después de que Jones se cargara su empresa fue revocarle su permiso Alpha. Pero se equivoca. El ascensor se pone en marcha. Jones se muerde los labios. En el momento justo presiona ABRIR PUERTA y la cabina se detiene en la planta 13, igual que de costumbre.

Jones duda por un momento. No hay muchos motivos por los que Alpha podría querer hablar con él, y menos aún en las que la conversación sea agradable. Una posibilidad es que quieran regañarle; otra, que pretendan librarse a algún tipo de venganza horrible, planeada durante todo el fin de semana.

Pero no puede estar esquivándoles siempre, así que sale del ascensor y se dirige a la sala de reuniones sin hacer ningún ruido con sus zapatos de oficina sobre la mullida moqueta. A pesar de sus esfuerzos por controlarse, está nervioso. Cuando llega a la puerta, se detiene y se seca las manos en los pantalones.

Abre la puerta de sopetón. Un agente, Tom Mandrake, cierra la boca con tanta fuerza que Jones puede oír cómo chocan los dientes.

—Hola —dice Jones—. ¿Cómo va todo?

Klausman, sentado en su enorme sillón de cuero, le mira desde el fondo de unos ojos oscuros y cavernosos. Parece diez años más viejo que el viernes. También da la impresión de que desearía patearle el estómago.

—Siéntate, Jones.

Jones avanza unos pasos dentro de la habitación.

—Estoy bien así, gracias.

Klausman le mira por un instante, pero luego se encoge de hombros. Es el peor intento de fingir indiferencia que Jones ha visto jamás. Luego la mirada de Klausman recorre la habitación y Eve dice:

—Jones.

Eve no está sentada en su lugar de costumbre, sino al otro extremo de la mesa, justo enfrente del enorme sillón de cuero de Klausman. Su rostro no refleja nada, que es lo que ella le dijo que debía esperar, al menos delante de los miembros de Alpha. Sin embargo, en ese momento Jones no se fía demasiado de nada que venga de Eve.

—Supongo que no hace falta que te digamos lo muy decepcionados que estamos contigo.

—Probablemente.

—Diez años. Ése es el tiempo que llevamos dirigiendo este proyecto. ¿Te imaginas todo el sudor y trabajo que hemos puesto en ello? Has destrozado toda una década de trabajo.

Jones mira a Klausman, que le devuelve la mirada con los brazos cruzados. Al parecer no quiere incorporarse al debate, pues hoy es Eve quien ha sido elegida como perro de presa. Lo siente mucho, pero él prefiere dirigirse a Klausman.

—¿Habla usted en serio? ¿De verdad creía que Zephyr era una utopía empresarial? Pues no. Era un lugar de mierda para trabajar, y una mierda de modelo para empresas de éxito. Usted puteó a la plantilla demasiadas veces y eso siempre termina por ponerse en contra de quien lo hace. Pues ya lo tiene.
Usted
mató a Zephyr. Yo lo único que hice fue mostrarle que ya estaba muerta.

—Arrogante capullo de mierda —dice Blake.

—Blake —dice Klausman en voz baja.

Eve cruza los brazos y se inclina hacia delante, atrayendo otra vez la atención de Jones. Tiene el semblante muy serio, e incluso ahora que Jones está prácticamente convencido de que lo único que pretende es obtener el mayor beneficio personal posible de la situación, siente una oleada de deseo por ella.

—Jones, no te hemos llamado aquí para dar rienda suelta a nuestra frustración, sino para determinar la mejor forma de seguir adelante. Si se filtrara la noticia de que el experimento en el que se basa
El Sistema de Gestión Omega
se ha venido abajo… bueno, ya no podremos recuperarnos. Por tanto, nuestro objetivo inmediato es encarrilar Zephyr otra vez lo antes posible y… —intercambia una mirada con Klausman— te pedimos tu cooperación para lograrlo.

Jones no puede evitar que se le escape una risa.

—¿Estás de broma?

—No hay nadie en mejor posición para convencer a la plantilla que tú.

Jones mira alrededor de la mesa. Todos los presentes están más solemnes que los asistentes a un funeral.

—Zephyr no va a volver atrás. Zephyr va a emprender un nuevo proyecto: averiguar si una empresa puede tener éxito sin necesidad de devorar a sus propios empleados. No les queda más remedio que aceptarlo. ¡Y dejen de pensar que esto es un desastre! ¿Qué pasaría —y perdonen si esto es un atentado contra la cosmovisión de alguien— si Zephyr pudiera ser una empresa de éxito y un lugar agradable donde trabajar?

—¡Por Dios! —dice Blake, exasperado.

—Jones, no somos aficionados —dice Eve—. Alpha no supuso simplemente que recortar los beneficios de los empleados aumenta la productividad. Lo hemos estudiado. Lo hemos intentado de ambas formas, y de otras muchas que ni tan siquiera imaginas, por eso lo sabemos: dejar que los empleados dirijan la empresa no es una idea muy acertada. ¿Tiene Zephyr un alto porcentaje de despidos y escasa motivación entre sus empleados? Sí. ¿Se quejan mucho sus empleados? También. ¿Tendrá la empresa más éxito si resuelve esos problemas? Pues no, porque a ese nivel los empleados felices no son más productivos. Las personas no se convierten en recepcionistas y auxiliares de ventas porque les guste responder al teléfono. Si les das la oportunidad de ganar el mismo salario trabajando menos, ¿sabes qué pasa? Pues que eso es lo que hacen. Y ese no es un principio que se haya inventado Alpha porque disfrutamos jodiendo a todo el mundo; es un hecho. Tal vez no te guste, tal vez no nos guste tampoco a nosotros, pero comprendemos que es así y actuamos de acuerdo con este conocimiento. Tú, en cambio, no lo comprendes. Sencillamente aprovechaste un nivel elevado pero controlable de insatisfacción entre los empleados y lo convertiste en una rebelión simplemente porque crees en una jodida fantasía.

—Basta —dice Klausman—. Jones, yo sólo te lo voy a preguntar una vez: ¿vas a ayudarme a recuperar Zephyr?

Jones se siente vapuleado por el ataque de Eve, pero si hay algo de lo que está seguro es que no tiene la menor intención de ayudar a Alpha. Le sorprende incluso que le hayan llamado para preguntárselo, ya que al menos Eve sabe que no aceptará en ningún caso. Quizá sólo sea una muestra de lo desesperado que está Klausman por salvar a su criatura corporativa. O tal vez…

Oh
, piensa.

Ya entiende. Mira a Eve y casi le rompe el corazón. Ella le mira con firmeza, esperando su respuesta.

—No —responde.

Entonces todo sucede más o menos como esperaba.

Eve se gira y se dirige a Klausman con las manos abiertas.

—Daniel, no me queda más remedio que decírtelo. Ha pasado lo que te predije.

—Jones, ¿por qué no piensas un poco en lo que estás haciendo? —dice Blake.

Eve le interrumpe.

—Voy a hablar con sinceridad porque las circunstancias así lo exigen. La culpa de este descalabro la tienes tú, Daniel. Tú has permitido que la plantilla de Zephyr tuviera demasiadas libertades, a pesar de que conocíamos su nivel de insatisfacción. Tú fuiste quien escogió a Jones para Alpha y ahora hemos perdidos tres días hablando tontamente. Me duele decírtelo, Daniel, pero estás perdiendo Zephyr y necesitamos recuperar el control de la empresa. No nos queda más remedio que despedir a los cabecillas. Y debemos hacerlo ahora. Y tú, Daniel, debes quedarte al margen.

Klausman levanta las cejas, sorprendido.

—No quiero decir de forma permanente, pero estamos en plena crisis y no hay tiempo para pensar en nuestro ego. Tú creaste esta empresa, pero ahora tienes que dejar que sea otro quien la salve. Sabes que lo que digo es cierto y, si le hubiese sucedido a otro, no hubieras dudado en despedirlo ni por un instante. No por venganza, ni como castigo, sino porque es lo mejor para la empresa. Es lo que exigen los inversores, lo que piden nuestros clientes. Si se enteran de lo que ha sucedido y saben que no hemos tomado medidas drásticas… bueno, no tengo que decirte lo terrible que eso sería. Alfa no sobreviviría, Daniel. No podría. Por eso no te queda más remedio que cederme el mando de la empresa.

—Oye, oye… —dice Blake.

—Daniel. Sabes que tengo razón —dice Eve.

—Es posible, pero no es una decisión que pueda tomarse siguiendo el impulso… —afirma Blake.

—Blake, tú ya tuviste tu oportunidad. Fue el viernes a las cinco de la tarde.

—Oh vamos, ¿qué tiene eso que ver? A lo mejor se podía haber llevado de otra forma, pero nos cogieron por sorpresa. Fue…

—Sí. Y si no hacemos algo, mañana estaremos aquí sentados haciéndonos las mismas preguntas que hoy. Daniel, yo te aprecio y amo esta empresa, por eso hago lo que hago. Y lamento decir que si no asumes esto como una crisis, presentaré mi dimisión.

—Eso es un truco burdo y barato —dice Blake.

—Hablo en serio —responde Eve.

—Zorra de…

—De acuerdo —dice Klausman con un hilo de voz. No mira a nadie. Jones casi siente lástima por él.

Jones se marcha sin que nadie le preste la menor atención; están totalmente absorbidos por el repentino cambio de manos del poder entre Daniel Klausman y Eve Jantiss. Camina por el pasillo y siguiendo un capricho entra en la sala de control. Hay dos técnicos en la sala, pero tras una primera mirada de curiosidad lo ignoran. Jones coloca una silla en medio de la habitación y se sienta a mirar por los monitores durante un rato.

—Realmente no sé qué decirte.

Es Blake, con una mano en el pomo de la puerta. Jones se da la vuelta y mira los monitores, pero oye cómo Blake suelta el pomo y se acerca a él, hasta que puede sentir las olas silenciosas de hostilidad golpeándole en la espalda.

—Como ves, Eve es Eve. Vio su oportunidad y la aprovechó. Espero que esta noche, de camino a su casa, se estrelle con el coche contra una torre de alta tension, pero lo reconozco: ha sabido jugar mejor que yo. Tú en cambio… Te lo advertí. Te dije cómo era ella. Sin embargo, has seguido adelante y has permitido que te joda igualmente. Pelele de mierda, apuesto a que sigues pensando que está de tu lado. Imagino que estás esperando a que salga de esa habitación y te diga que todo va a salir bien. Por eso andas por aquí merodeando, ¿verdad que sí?

—¿Blake? —dice Eve.

Jones ve su reflejo en la pared de cristal.

—Sé que estás cabreado, pero no hagas nada que luego impida que trabajemos juntos, ¿de acuerdo?

Blake hace un ruido extraño, como si se estuviese masticando su propia lengua.

—Os dejaré eso a vosotros dos —termina diciendo con la voz cargada de desprecio.

Eve cierra la puerta detrás de él. Se acerca y se pone delante de Jones. Cuando entra dentro de su campo de visión, Jones observa que dedica una amplia y hermosa sonrisa a los dos técnicos.

—Venga —le dice a Jones—, tomemos un café y hablemos de todo esto.

Jones se echa a reír. Le sale de pronto y se convierte en un gesto incontrolable que le hace derramar lágrimas. Eve lo observa, sonriendo débilmente.

—Eres increíble —dice Jones—. De verdad lo digo.

—Gracias, pero ¿por qué lo dices?

—No vamos a tomar café.

—¡Ah! —responde meciéndose sobre los talones—. O sea que quieres que sea así.

—Lo que dijiste en la sala de despedir a gente, ¿lo decías sólo para Alpha? ¿O iba en serio?

—Jones, esto no es una empresa —responde con voz melosa—. Lo que has hecho es un gesto muy generoso por tu parte, pero no funciona. Aún crees que existen buenas y malas empresas y eso no es así. Lo siento.

Jones la mira.

Levanta las manos.

—De acuerdo, dejemos las cosas claras. Yo no planeé gustarte. No soy de esa clase de putitas empresariales que utilizan el sexo para conseguir lo que quieren.

Jones empieza a reírse de nuevo.

—Es la verdad. Me importas. Mírame. Jones, yo te adoro. Pero lo que ocurrió allí dentro es asunto de negocios y no tiene nada que ver contigo ni conmigo.

Other books

The Merger by Bernadette Marie
Dad's E-Mail Order Bride by Candy Halliday - Alaska Bound 01 - Dad's E-Mail Order Bride
The Bone Collector by Jeffery Deaver
Raine on Me by Dohner, Laurann
Dead Water by Barbara Hambly
The Willoughbys by Lois Lowry
The Curve of The Earth by Morden, Simon