Jugando con fuego (7 page)

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Authors: Khaló Alí

Tags: #Humor, #Romántico, #Erótico

BOOK: Jugando con fuego
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–Lo tienes bastante difícil.

–¿Qué?

–Bésametonto está muerto y tus huellas están por todas partes.

–Pero yo no fui.

–Eso tendrás que demostrarlo. ¿Por qué lo hiciste? –me pregunta decepcionado.

–Te juro que yo no lo mate. Vamos, tú me conoces, sabes que no soy así.

–No me refiero a eso.

–¿Entonces?

–¿Por qué follaste con él?

–No lo sé, me provocó y caí.

–¿No sabes mantener tu polla encerrada en los pantalones?

–Lo siento.

–¿Cómo que lo sientes? Esa gilipollez te va a costar unos cuantos años entre rejas –me grita enfadado.

–Tienes que ayudarme. Esto es horrible, por favor sácame de aquí.

–No te pongas histérico, es lo que intento. Mírate, pareces una nenaza.

–Sabes perfectamente que yo no fui, alguien me ha tendido una trampa.

–Cuéntame todo lo que pasó desde el principio.

–Está bien. Cuando llegué a su casa acababa de despertarse. Me invitó a pasar y estaba desnudo. Le dije que se vistiese pero no quiso.

–Eso me da igual, ve al grano.

–Follamos. Bueno, me lo follé yo y luego me dijo que había quedado con una tal Delata.

–¿Antonia Delata? ¿La italiana?

–No, Antonia Delata es un chico que se puso ese nombre cuando se convirtió en un personaje nocturno. Trabaja en una página… ¿Cómo se llamaba…? «La Mesa Camilla» o algo así. Sí, creo que ese era el nombre y Bésametonto me dijo que quería que hiciese una crónica para su propia página.

–¿También tenía página?

–Sí, por lo visto sí. ¿Cómo murió Bésame?

–Eso dímelo tú.

–Vamos, sabes que estaba en la ducha cuando llegasteis ¿Crees que si lo hubiese matado yo me habría puesto a ducharme tranquilamente? Es una estupidez.

–Apuñalado, catorce veces, con ensañamiento.

–¿Un crimen pasional?

–Podría ser, tal vez alguien te vio entrar… ¿Sabes si tenía pareja? –pregunta García con mejor cara.

–No lo sé. Yo pensaba que era chapero, pero él me lo desmintió.

–Ah, se me olvidaba. Te he traído unos libros para que te entretengas.

–Odio leer.

–Pues te jodes, y ya que estás encerrado al menos intenta ser de utilidad.


El dedo en el Corazón
de Javier Giner,
Peluche
de Juan Ernesto Artuñedo,
Cazador
de Juan Ernesto… ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? –pregunto asustado.

–Hasta que pueda demostrar tu inocencia.

–¿Y qué cojones es todo esto? –pregunto enfadado.

–Son los libros que publicaron los chicos asesinados. Trátalos bien que me han costado una pasta.

–¿Cómo llegasteis tan rápido a la casa de Bésametonto? –pregunto.

–Alguien nos avisó desde tu móvil.

–¿Qué? Yo no fui, lo juro.

–Eso es justo lo que tenemos que demostrar.

–¡Coño! ahora me acuerdo…

–¿De qué? –pregunta García.

–Bésametonto me habló de un libro donde él colaboraba con Giner.

–De Javier Giner sólo he encontrado
El dedo en el Corazón
.

–No, no me acuerdo del título pero la portada me llamó mucho la atención, era una travesti gorda hablando por el móvil.

–¿Y qué tiene de importante?

–Es un libro de relatos donde participaban varios autores, como diez o doce. Entre ellos también estaba Juan Ernesto.

–Joder, puede ser una pista. Esa puede ser la conexión. ¿No recuerdas el título?

–No me acuerdo.

–Bueno, intenta descansar un poco y relájate. Léete los libros, tal vez ahí aparezca alguna pista. Yo intentaré sacarte de aquí lo antes posible.

–¡García! –le grito agarrándole del brazo. Muchas gracias.

Algo ocurre entre nosotros, no sé qué es pero nos quedamos observándonos en silencio. Siento una fuerza de atracción tan grande que me gustaría poder sacar la cabeza de los barrotes y poder hacerle el amor ahí mismo. ¿Hacerle el amor? Hacía mucho tiempo que no utilizaba esa expresión, no puedo creer que me esté enamorando, espero que no. La cara del agente se va acercando más y más, casi puedo sentir su respiración sobre mi piel, su aliento fresco… Va a besarme, va a besarme, está a punto de rozarme, casi puedo sentir el sabor de sus labios…

–Agente García, debería ver esto –dice uno de los policías que acaba de entrar en los calabozos interrumpiendo lo que llevo meses deseando.

–¿Qué ocurre? –pregunta.

–Ha aparecido otro chico muerto –contesta.

–¡Mierda!

–Apareció ahorcado igual que los dos primeros.

–Es genial, eso podría demostrar mi inocencia –digo.

–No es tan fácil –dice García–. Y ninguna muerte es genial, estamos aquí para salvar vidas, no para desear muertes.

El agente García ha vuelto a su tono borde del principio.

–¿Se sabe algo más? –pregunto.

–No sé si lo debo decir –dice el policía.

–No te preocupes, lo de la celda es transitorio, Mulleras es uno de los nuestros –dice García.

–Respondía al nombre de La Tasero.

–Sé quién es, lo ví en el entierro de Giner.

–¿Cómo sabes quién es?

–Conocía a un chico de los que estaba allí y él me fue explicando quiénes eran algunas personas.

–¿Qué chico?

–Un tal JL.

–¿Por qué coño no me lo habías contado?

–¿Qué quieres que te cuente?

–¿Qué te parece?… Todo lo que sepas –me increpa furioso el agente García, que ha vuelto a su posición habitual, la coraza de sentimientos.

–Si no es nada, sólo me explicó quiénes eran algunas personas, nada más.

–Mira, estás jugando con fuego y el que juega con fuego se quema, siempre –me amenaza–. Tú veras lo que haces.

–Estás exagerando, te digo que no fue nada.

–Bésamentonto tampoco fue nada, sólo le metiste tu inquieta polla en el culo y mira, ahora él está muerto y tú en la cárcel.

–Alguien me ha tendido una trampa –grito.

–¿Alguien? ¿Quién?

–No sé, tal vez un viejo enemigo, algún arrestado… No tengo ni idea.

–Cuando tengas las cosas claras me avisas, ahora tengo mucho trabajo.

–Espera no te vayas así. ¿Fuiste a Valencia a interrogar al marido de Juan Ernesto?

–Eso no es asunto tuyo –me contesta bastante borde.

–¿Cómo?

–Estás fuera del caso.

–No puedes hacerme esto. No puedes sacarme del caso. Éste es mi caso.

–Claro que puedo. Yo intentando sacar tu sucio culo de la cárcel y resulta que tú, mientras, decides jugar a los detectives con cualquier marica que conoces una noche. Empieza a utilizar los tiempos verbales en su forma correspondiente, éste era tu caso. Ya no lo es.

–¿Por qué eres así?

–He aprendido de ti. Cuando estés dispuesto a confiar en mí, me avisas, hasta entonces tú mismo.

El agente García y el otro policía salen del recinto cerrado y maloliente donde se encuentra mi celda y me dejan allí sólo, con las ratas como única compañía y tres libros que no me apetece nada leer. Estoy tan enfadado que los tiro contra la pared. Siento ganas de gritar, de romperlos en mil pedazos, de llorar de rabia o de impotencia, qué se yo. Son tantas sensaciones… Durante un segundo he estado tan cerca de él… Íbamos a besarnos y ahora todo vuelve a estar como antes. Llevo años intentando traspasar esa armadura y para un día que lo consigo la vuelvo a cagar como de costumbre. Me tengo merecido todo lo que me pase. Pienso, tengo que pensar algo que me saque de aquí. Soy inocente y tengo que demostrarlo. Tengo que conseguir que encuentren a Delata, probablemente se adelantó a su cita y fue él quien lo mató. Claro, eso es, tienen que interrogarlo. Seguro que él puede contarnos algo.

–¡Sacadme de aquí, soy inocente, sacadme de aquí! –grito y grito, aunque nadie me hace caso.

Cansado de vociferar, me tumbo en eso que intenta parecerse a una cama y empiezo a leer
El dedo en el Corazón
, de Javier Giner. La soledad y su libro serán mis mejores amigos durante esta noche. No tengo sueño, por eso leo y leo sin parar hasta que me lo acabo, de un tirón.

Me sorprende la crudeza de sus palabras, lo sórdido de sus historias, ahora entiendo el título. Me parece un libro maravilloso, me remueve por dentro y eso es bueno, saca lo peor y lo mejor de mí, me estoy volviendo loco.

Necesito dormir un poco. Después de leer este libro estoy más confundido que antes. ¿Cómo alguien que tiene tantos amigos y al que aparentemente le va todo tan bien es capaz de escribir sobre esas cosas tan dolorosas? Mañana me leeré los de Juan Ernesto aunque, en realidad, esto no sirve para nada, los libros no tienen ninguna relación con lo que ha pasado. Al menos no estos, ya no sé qué pensar, ahora sólo quiero descansar…

En casa de La Tasero todo va muy rápido. Hay un chico ahorcado, desorden… El escenario del crimen se encuentra igual que las veces anteriores, revuelto. A excepción de la casa de Bésametonto, todas estaban destrozadas, con el ordenador aplastado en el suelo y los libros con las páginas arrancadas. Montones de libros cubrían un suelo frío y sucio.

–Todo parece indicar que ha sido la misma mano que en las anteriores ocasiones ? le dice el agente a uno de sus ayudantes.

–Sí, estoy de acuerdo.

–Un momento, ¿qué es esto? Que lo analicen todo. Tal vez tengamos una pista.

Un detalle deja al agente García mosca: sobre la mesa hay un vaso y varias bebidas alcohólicas. También hay un bote de pastillas… Esto no estaba en la escena de los crímenes anteriores. Podría ser un suicidio de verdad.

–Si el forense determina que el chico se ha suicidado realmente podría ponerle las cosas aún más complicadas a Mulleras –le dice García al poli.

–No parece que le hayan golpeado la cabeza como en anteriores ocasiones –dice el ayudante.

–Pues entonces tenemos un problema. Registrad todos los libros, quiero que busquéis uno que tiene a un travesti gordo sentado en un sofá en la portada –ordena García.

–¿Cómo se llama señor? –pregunta alguien.

–Eso no lo sé. El agente Mulleras está en nuestras manos, así que tenemos que ayudarle. Busquen. Regístrenlo todo.

CAPÍTULO SIETE: ANTONIA DELATA

«No la paguen conmigo que,

al fin y al cabo, no soy más que

una marioneta de unas ratas cobardes».

El último baile

–El entierro de Bésametonto no ha sido tan multitudinario como el de Javier –me dice García.

–¿Y eso? –pregunto.

–El rumor está en la calle, alguien los está asesinando. Javier Giner, Bésametonto, La Tasero, etc. Ya es un hecho que alguien quiere cargarse a la gente de la noche.

–Pero sólo a los que escriben.

–No entiendo nada –dice.

–Yo tampoco, lo único que sé es que Madrid está en peligro.

–No sólo Madrid, recuerda que el primer crimen fue en Valencia.

–Pero ese ha sido aislado.

–Tenemos que encontrar una conexión para todos estos crímenes, algo que nos haga ver por qué alguien está interesando en acabar con ellos –dice el agente García.

–He leído los libros y no hay nada especial. Bueno sí, he recordado cómo se llama el libro donde colaboraban los tres escritores –digo.

–¿Cómo?


El último baile
.

–Hicimos un listado de todos los libros que se encontraron en casa de las tres víctimas y en ninguna de las tres encontramos ese libro.

–¿Estás seguro?

–Me he leído tantas veces el informe que podría enumerártelos uno a uno si fuese necesario.

–Pues entonces está claro que el asesino no quiere que nos enteremos de su existencia.

–¿Por eso se los lleva del escenario del crimen?

–Puede ser, no estoy seguro.

–¿Crees que es uno de los que aparece en él? –pregunto.

–No lo sé, pero está claro que tiene algo que ver con el puto libro.
El último baile
, parece como algo premonitorio, como la última vez, el último día, no sé…

–¿Y la última víctima? –pregunto.

–¿La Tasero?

–Sí.

–Exactamente igual que los anteriores, aunque esta vez no se lo cargó de un golpe.

–¿Entonces?

–Primero lo hinchó a somníferos y alcohol y cuando estuvo bien ciego lo ahorcó –me cuenta el agente García.

–¿Cómo estas tan seguro?

–Sólo había un vaso, pero mandé analizar las botellas por si quedaban restos de saliva.

–¿Por si alguien había bebido de ellas?

–Efectivamente.

–¿Y?

–Los restos que se encontraron no pertenecen al fallecido.

–Eso significa…

–Eso significa que el asesino trajo las botellas y bebió a morro, pensando que así no nos daríamos cuenta.

–Buen trabajo –le felicito–, pero me extraña que con lo listo que está siendo con algunas cosas sea tan idiota para otras.

–Eso significa dos cosas, o que no está fichado y sabe que no lo vamos a pillar o que quiere mosquearnos un poco más.

–¿Tú qué crees?

–Estoy de acuerdo contigo. El asesino está demostrando ser frío y calculador. Al principio dejaba rastros de sangre, ya no. Aprende con cada crimen. Es meticuloso, se toma mu-chas molestias como para dejarse pillar así. De todas formas los de laboratorio están investigando para darnos más datos.

–¿Entonces yo?

–De momento estás libre sin cargos, pero espero no verte haciendo tonterías de nuevo ni en lugares donde no debas porque la próxima vez no podré salvarte el culo.

–Eres el mejor, sabía que no me dejarías tirado.

–Bueno, déjate de cursiladas baratas y escúchame bien. Recórrete todas las librerías de Madrid buscando el puto libro, tenemos que encontrarlo para ver qué se dice en él.

–¿Por qué no lo has pedido a la editorial?

–Pues porque no tengo ni puta idea de cuál es –me dice.

–Pareces nuevo. Dame una conexión a Internet y te lo arreglo.

–Vaya, ahora vas de listillo.

–Suéltame, no te vayas a arrepentir. Me voy a casa, allí tengo ADSL y conseguiré toda la información que necesitamos.

–Vale. Dentro de media hora he quedado con Antonia Delata para hacerle unas preguntas.

–En cuanto sepa algo te llamo.

–Está bien. Se me olvidaba, hay una cosa que no te he contado. Cuando encontramos a Bésametonto apuñalado sobre su cama encontramos algo encima del cuerpo.

–¿Por qué no me dijiste nada?

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