Ira Divina (59 page)

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Authors: José Rodrigues Dos Santos

Tags: #Intriga, #Policíaco

BOOK: Ira Divina
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El tiempo se había agotado.

Con los dedos temblándole, Tomás agarró el teclado y, en un intento desesperado, escribió «Ibn Taymiyah» con dos «Y» en lugar de tres. Podía equivocarse, pero no tenía nada que perder. Apretó el botón de «
enter
» y cerró los ojos con fuerza. Aunque no era un hombre religioso, rezó a ciegas y entregó su destino a la divina providencia, resignado a morir.

El tiempo se paró.

Se paró.

Se paró durante tanto tiempo que pareció transcurrir una eternidad. Como no parecía ocurrir nada, el historiador abrió un ojo y, con miedo, miró la pantalla.

El reloj se había parado.

Epílogo

L
a cerveza corría a raudales y todo eran carcajadas en el bar. Un grupo de hombres con el uniforme del NYPD se acercó al sofá donde Tomás estaba sentado y lo cogieron del brazo derecho, empujándolo al centro del bar.


Come on, Tom
! —dijo uno de ellos—. ¡Es usted el héroe del momento! ¡Venga a festejarlo!

Tomás hizo señas con la cabeza a Rebecca de que lo esperara.

—¡Pero ya estaba festejándolo! —protestó—. ¡Con un ángel!

Uno de los policías se volvió hacia la rubia.

—Disculpe,
miss
Scott. Sólo se lo robaremos unos minutos.

Rebecca tenía el brazo derecho enyesado, pero hizo un gesto con la mano izquierda de que no había problema.

—Todo vuestro,
guys

Los policías arrastraron a Tomás hasta el piano.


You are the man, Tom
! —insistía uno de ellos, llevado por el entusiasmo—.
You are the man
!

—¡En el último segundo! —gritó otro, levantando al historiador a hombros—. ¡Ha desactivado la bomba en el último segundo! ¡Ni en Hollywood! ¡Ni Spielberg!


You are the man
!

Tomás se rio y se dejó llevar a hombros por los policías eufóricos. Los hombres del NYPD no dejaban de reír y lo dejaron sobre una silla al lado del pianista.

El músico aguardó la señal y comenzó a tocar una melodía. Al oír las primeras notas, los policías neoyorquinos llenaron los pulmones y, con los vasos mirando hacia el portugués, gritaron a coro:

For he’s a jolly good fellow,

For he’s a jolly good fellow,

For he’s a jolly good fewwllooow…

And so say all of us!

El coro se deshizo entre bromas y Tomás aprovechó la confusión para volver junto a Rebecca.

—¡
Jeez
, es usted el héroe! —sonrió ella—. ¡Estoy impresionada!

—¿Y para usted? ¿También lo soy?

Una sonrisa iluminó el rostro de la mujer. Rebecca se humedeció los labios con malicia, se inclinó hacia el historiador y lo abrazó con ternura y dulzura.

—¿Bromea? ¡Después de lo que ha hecho esta tarde, para mí usted es…, es un dios!

Tomás la atrajo hacia sí y sintió ganas de besarla, pero no se atrevió. Prefirió sentir el calor y el perfume suave que exhalaban los cabellos dorados.

—¿Puedo pedirle algo? —murmuró él, abrazándola aún.

—Lo que quiera —respondió ella—. Haría cualquier cosa por usted. Cualquier cosa.

Al oír estas palabras, el portugués sintió una erección monstruosa e incontrolable bajo el pantalón.

—¿Y si nos fuéramos de aquí?

—¿Quiere irse?

—Sí. Los policías son simpáticos, pero la verdad es que no los conozco de nada. —Le acarició el pelo—. Prefiero mil veces celebrarlo con usted.

Rebecca apartó ligeramente la cabeza y miró a Tomás a los ojos.

—Está bien —concordó—. Nos iremos a otro lado, pero dentro de un rato.

El portugués hizo pucheros.

—¿Por qué? ¿Por qué no nos vamos ahora?

—No puede ser, Tom. No olvide que la gente de Washington viene hacia aquí. Vienen
mister
Bellamy y toda la gente del NEST. Tenemos que quedarnos con ellos, aunque sea sólo un rato. ¿No le parece?

Tomás se esforzó por disimular su decepción. Quería marcharse inmediatamente de allí con Rebecca y planeaba besarla en el ascensor. Ya se imaginaba haciendo el amor con ella, él con el hombro izquierdo enyesado y ella con el brazo derecho en el mismo estado. Sería original. Se sentía decepcionado por no salir de allí en aquel instante, pero pronto se conformó. Sólo era un aplazamiento de los instantes divinos que los labios húmedos y el cuerpo de aquella mujer le prometían.

Un mero aplazamiento.

—Está bien —asintió—. ¿Cuándo llegarán?

Rebecca miró el reloj.

—Dentro de una media hora.

Nueva York de noche era una gloriosa corona de joyas brillantes, que titilaban como diamantes incrustados entre rubíes, zafiros y esmeraldas. Contemplar la gran ciudad desde las alturas, sentirla vibrar a través de la gran ventana del Rainbow Grill, el bar de la sexagésima quinta planta del edificio del Rockefeller Center era aún más espectacular.

Dentro del piano-bar, los hombres del NYPD no paraban de cantar y de beber cerveza, pero Tomás y Rebecca preferían observar en silencio la metrópolis resplandeciente, como si estuvieran hipnotizados por las luces y los colores exuberantes que se extendían y movían por todas partes en una grandiosa coreografía.

—Estoy muerto de ganas de salir de aquí —observó el historiador—. ¿Cree que tardarán mucho? Ya ha pasado media hora…

Ella miró el reloj.

—Tiene razón —constató—. Ya se retrasan veinte minutos. Quizá lo mejor es que llame a…

—¡
Fucking
genio!

El portugués reconoció la voz baja y atropellada, se volvió y se topó con el rostro familiar del responsable del NEST que se abría en una sonrisa.

—¡
Mister
Bellamy!

—¿No llevo años diciéndolo? —preguntó el norteamericano, sin apartar los ojos de Tomás—. ¡Usted es un
fucking
genio!

—Fue suerte…

—¡Que suerte ni que suerte!¡Nadie hace lo que ustedes hicieron por suerte! ¡Mi enhorabuena a los dos! —Señaló a Rebecca—. Usted también,
babe
. ¡Ha estado muy bien!

—Gracias,
mister
Bellamy.

—Me han informado de que el presidente les va a conceder la Presidential Medal of Freedom, la condecoración civil más alta del país, por mérito extraordinario en la defensa de la seguridad nacional de los Estados Unidos. Y el pobre tipo del FBI que ha muerto también recibirá una medalla a título póstumo. Se portó como un héroe.

La referencia a Ted ensombreció los rostros de Tomás y Rebecca. No era propiamente un amigo, pero habían pasado tres días junto al miembro del Bureau mientras vigilaban la casa de Ahmed y lo habían visto morir. Una extraña afinidad los ligaría para siempre a él.

Tomás sintió la necesidad de relajar el ambiente.

—¿Ha venido solo,
mister
Bellamy?

—Claro que no.

Rebecca miró con repentina ansiedad hacia la entrada del bar, en busca de sus colegas del NEST.

—¿Dónde están los demás?

—Me he adelantado en un coche con escolta —dijo Bellamy—. Deben de estar al caer.

—¿Ha venido Anne también?

—Claro.

Como si lo hubieran ensayado, en cuanto el responsable del NEST dejó de hablar, una pequeña multitud invadió el Rainbow Grill con gran alboroto.

Al ver a Rebecca, los recién llegados fueron directamente hacia ella. Una mujer guapa, morena, de pelo rizado y largo, encabezaba el grupo. Tenía lágrimas en los ojos y cayó en brazos de Rebecca.


Oh, baby
!


Honey
!

Estupefacto, sin poder creer lo que veía con sus propios ojos, Tomás vio que Rebecca y Anne se besaban en la boca, con tal intensidad, pasión y voluptuosidad que se le encogió el corazón. Evaporándose como oxígeno en el vacío, sus esperanzas se fueron desvaneciendo hasta transformarse completamente en desilusión.

Nota Final

Esta novela narra una historia ficticia, con personajes ficticios, pero, como el resto de mis obras, muchas de las cosas que el libro recoge no son fruto de la invención.

Son verdaderas.

Es verdad que hay documentos de Al-Qaeda y declaraciones de sus dirigentes que revelan la intención de hacer estallar un dispositivo nuclear. Es verdad que, con cincuenta kilos de uranio altamente enriquecido, cualquier persona con conocimientos de ingeniería puede montar una bomba nuclear en poco más de veinticuatro horas y en un garaje. Es verdad que es posible conseguir uranio altamente enriquecido o plutonio en países con medidas de seguridad deficientes. Es verdad que se han producido varios robos de material nuclear en instalaciones rusas, entre ellas Mayak. Es verdad que Pakistán exportó tecnología nuclear a otros países islámicos, y que Bin Laden y otros dirigentes de Al-Qaeda se entrevistaron con los científicos del país. Es verdad que más de ciento cincuenta versículos del Corán están dedicados a la yihad.

Ninguno de los diálogos de los personajes de esta novela refleja mi opinión sobre el islam. Sólo exponen las diferentes perspectivas que existen sobre esta importante religión, con una lógica atención a la perspectiva radical o fundamentalista. Por su parte, las citas del Corán o de los
ahadith
que establecen el ejemplo del Profeta son genuinas. A estos efectos, he usado la traducción del Corán al portugués de Américo Carvalho, editada por Publicacões Europa-América en 2002. Sólo he introducido una pequeña alteración en la forma, no en el contenido, en una referencia incluida en la sura 8, versículo 16, y en otra en la sura 4, versículo 34, siguiendo el consejo de un mulá musulmán para quien el cambio refleja mejor el original árabe. Por su parte, las citas de los
ahadith
son traducciones mías a partir de traducciones inglesas del árabe.

[2]
También he usado otras fuentes. En primer lugar, textos de los mentores del islamismo radical o fundamentalista, que consulté en versión inglesa. Los principales fueron: Jihad, del egipcio Hasan Al-Banna, fundador de la Hermandad Musulmana, que fue asesinado en 1949; sobre todo, Milestones Along the Road, escrito en prisión por el también egipcio Sayyid Qutb en 1964, considerado el texto fundamental de los islamistas modernos. Qutb, que sucedió a Al-Banna al frente de la Hermandad Musulmana, fue ejecutado en 1965, precisamente por haber publicado este libro.

Otras obras, que siguieron la estela de los textos de Al-Banna y de Qutb, y que también he consultado son:
Defense of Muslim Lands
y
Join the Caravan
, del jeque Abdullah Azzam, uno de los mentores de Osama bin Laden;
The Virtues of Jihad
, del
maulana
Mohammed Massod Azhar;
Ruling by Manmade Law
, de Abu Hamza Al-Masri; y
Jihad in the Qur’an and Sunnah
, del jeque Abdullah bin Muhammad bin Humaid.

Para entender Al-Qaeda y conocer el pensamiento de su líder he empleado dos opúsculos escritos por el propio Osama bin Laden, titulados
Declaration of War on America
y
Exposing the New Crusader War
, así como la entrevista que concedió a ABC News en 1998. En relación con este tema, también han sido de gran utilidad los libros:
Al Qaeda
, de Jason Burke, y
The Secret History of Al-Qaeda
, de Abdel Bari Atwan. Ambos me proporcionaron datos relativos a Bin Laden y a los campos de entrenamiento de Al-Qaeda en Afganistán. Sin embargo, sobre este aspecto en particular, la obra más importante ha sido, sin duda,
Mi vida en Al Qaeda: memorias de un espía occidental
, de Omar Nasiri (traducción de Diana Hernández Aldana, Barcelona, Ediciones El Andén, 2007).

Otras referencias que me gustaría destacar son:
Terror in the Name of God
, de Jessica Stern;
Who Becomes a Terrorist and Why
, un informe que Rex Hudson preparó en 1999 para el Gobierno estadounidense;
El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial
, la célebre obra de Samuel Huntington (traducción de José Pedro Tosaus Abadía, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, S. A., 2005);
El fin de la fe: religión, terror y el futuro de la razón
, de Sam Harris (traducción de Félix Lorenzo Díaz Buendía, Barcelona, Editorial Paradigma, S.L., 2007;
Sobre o islão
, de Ali Kamel;
La crisis del islam: guerra santa y terrorismo
, de Bernard Lewis (traducción de Jordi Cotrina Vidal, Barcelona, Ediciones B, S. A., 2003); y, por último,
God’s Terrorists, The Wahhabi Cult and the Hidden Roots of Modern Jihad
, de Charles Allen.

Respecto a las obras generales sobre el islam, además del propio Corán, he usado como referencia:
O Islão
, de Akbar Ahmed;
Islam: Faith, Culture, History
, de Paul Lunde; y también
Diccionario de civilización musulmana
, de Yves Thoraval (Barcelona, Larousse Editorial, S. A., 1996).

También he consultado obras que analizan la faceta bélica del islam. Las más importantes han sido:
Journey Into the Mind of and Islamic Terrorist
e
islam and Terrorism
, de Mark Gabriel; y
The Truth About Muhammad
, de Robert Spencer. Estos autores utilizaron seudónimos, ya que temían revelar su verdadera identidad, algo que me parece inquietante y sintomático en relación con la libertad de expresión.

En cuanto a la cuestión nuclear, mis obras de cabecera han sido:
The Atomic Bazar
, de William Langewiesche;
Nuclear Terrorism —The Ultimate Preventable Catastrophe
, de Graham Allison;
The Four Faces of Nuclear Terrorism
, de Charles Ferguson y William Potter;
The Seventh Decade: The New Shape of Nuclear Danger
, de Jonathan Schell;
America and the Islamic Bomb: The Deadly Compromise
, de David Armstrong y Joseph Trento;
Deception: Pakistan, the United States and the Secret Trade of Nuclear Weapons
, de Adrian Levy y Catherine Scott-Clark;
The Nuclear Jihadist: The True Story of the Man Who Sold the World’s Most Dangereous Secrets… How We Could Have Stopped
, de Douglas Frantz y Catherine Collins; y, por último,
Shopping for Bombs
:
Nuclear Proliferation, Global Insecurity, and the Rise and Fall of the A. Q. Khan Network
, de Gordon Corera.

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