Inquisición (28 page)

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Authors: Anselm Audley

Tags: #Fantástico

BOOK: Inquisición
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No había a nuestro alrededor una multitud de curiosos, como me había imaginado, pero los que nos veían pasar sin duda se sorprendían al ver a las nueve facciones cooperando y, mucho más, ante el nutrido grupo de thetianos que formábamos.

— Ser thetiano tiene su utilidad, ¿verdad, primo? —me dijo Palatina con una sonrisa. Era la primera vez que me llamaba así, y me pareció al principio un poco inapropiado. En seguida pensé lo contrario y asentí con alegría, agradecido de no estar ya en manos del Dominio. Antes de que pudiese responderle nada, sin embargo, alguien entre los pocos observadores thetianos lanzó un grito de sorpresa y de repente toda la gente comenzó a rodearla.

— ¡Palatina! —exclamó el representante de los Canteni con incredulidad como si estuviese ante un fantasma. En realidad, ése era exactamente el caso— ¡Estás viva! Me pareció reconocerte allí dentro, pero no quise decir nada para no ocasionarte más problemas con esas aves carroñeras.

— Estoy llena de vida —afirmó ella en el lenguaje del Archipiélago. Luego la conversación prosiguió en thetiano. La reacción de los demás habló por sí sola, pues un instante después el cónsul Canteni, un sujeto alto y mucho mayor que Palatina, se colocó frente a ella y la abrazó. Fue la señal para una sucesión de discursos entusiastas y un torrente de preguntas que ella intentó responder.

Ravenna y yo permanecimos un poco alejados, observando, aunque era difícil sentirse ajeno a un momento tan evidentemente feliz. Todos los demás parecían encantados de verla. Para algunos el gordo del clan Salassa, el portavoz, la mujer de rígidos rasgos y los dos cónsules de mayor edad, se trataba tan sólo del placer de comprobar que una colega que creían muerta estaba viva. Otros sin embargo, sentían algo distinto.

Para los Canteni y los tres cónsules más jóvenes, parecía ser mucho más que una joven aristócrata que había regresado de entre los muertos. La seria y sobria cónsul de Polinskarn le dio un extasiado abrazo y un sujeto vestido de color verde mar la trató como a una hermana perdida mucho tiempo atrás.

Más sorprendente aún era que el arrogante y prepotente Ithien la trataba con mucha mayor cortesía de la que le hubiese dispensado a nadie. Ella le correspondió, dejándome perplejo. Recordé entonces la forma en que Palatina se dirigía a Mikas Rufele, quien no parecía muy distinto de Ithien, durante nuestra estancia en la Ciudadela. Era un contraste sorprendente. Mientras los contemplaba agasajándose comprendí, sin embargo, que allí había más que formalidades, que Ithien debía de haber sido uno de sus amigos en Thetia. Vi cómo él le hacía una pregunta y note en el rostro de Palatina una expresión de aparente indignación. Luego fui testigo de algo que no había visto nunca: ella permitió que Ithien la besara.

Lo hizo con cierta formalidad, pero desde que nos conocíamos era la primera ocasión en que le permitía a alguien acercársele tanto. Estaba dándole la bienvenida a su hogar, quizá ésa fuese la explicación. Pero, tratándose de Palatina, la persona más reservada con la que jamás me había topado, no dejaba de ser algo sin precedentes.

Fue un momento efímero y conmovedor, tras el cual los guardias comenzaron a avanzar y nos vimos de un modo u otro llevando su ritmo. Ignoraba adonde nos dirigíamos y no tenía intención de preguntarlo. Fuera donde fuera, pronto estaríamos allí.

— Palatina me contó lo que lleváis en vuestro equipaje —me dijo Mauriz de repente, apareciendo a mi lado— Nos haremos cargo de eso.

— ¿Por qué se portan de ese modo con Palatina? —preguntó Ravenna. No parecía estar hablándole a Mauriz, pero no había nadie más que pudiese oírla.

El la miró de forma penetrante durante un segundo. Luego respondió:

Con su supuesta muerte, ella se ha convertido en una especie de mártir para los republicanos. Palatina era antes de eso una especie de icono, por quién era su padre, pero creo que ella significa para nosotros incluso más de lo que alguna vez fue Reinhardt. Creo que en esta ocasión el emperador deberá pensarlo dos veces antes de atacarla.

Entonces Mauriz volvió a perderse entre la multitud, y unos minutos después lo vi conversando con un anciano cónsul de aspecto disoluto. No pude reconocer a qué clan pertenecía, ni cuáles eran los colores oficiales entre los muchos colores que llevaba. Todos los cónsules de mayor edad aparentaban ser bon vivaras, todos salvo la mujer de rostro severo, y se ajustaban a la imagen previa que yo tenía de los thetianos, mucho más que Ithien o Mauriz.

Mientras seguíamos el paso de los thetianos, me sentí por primera vez al margen. Esos cónsules pertenecían a un mundo diferente del mio, que Palatina conocía bien, pero del cual ni Ravenna ni yo habíamos formado parte.

Atravesamos la plaza del mercado detrás de Mauriz, la más visible entre las personas que conocíamos, y el aroma de las carnes asadas proveniente de una tienda despertó mi apetito. El inquisidor había comido muy bien en la nave, pero, a juzgar por la comida para subordinados que nos proporcionaron, no me extrañaba que los jóvenes inquisidores estuviesen tan ansiosos por demostrar su valía para ascender de estatus y poder. ¿Les darían deliberadamente esos alimentos a los subordinados para despertar su malhumor? Por fortuna, pensé con seriedad, Mauriz nos incluyó luego con todos los demás en la comida en el consulado. ¡Ya estaba harto de comer como un sirviente!

Pero todavía no nos dirigíamos al consulado. Ante nosotros, detrás de un espacio abierto con una fuente, como si estuviese entre un parque y un montículo en el camino, se hallaba el palacio del gobernador. Era más pequeño que el de Ral´Tumar y carecía de los enormes portales y fortificaciones de aquél. Parecía más bien un gran consulado.

Al frente de la comitiva, Ithien y algunos cónsules se habían detenido y conversaban junto a la fuente. Ahora ya no eran tantos como en el exterior del templo y los acompañaban sólo algunos contingentes de la Marina. La mujer de duro rostro ya no estaba allí y me pareció que también se habían ido uno o dos de los cónsules. Palatina conversaba animadamente con Ithien, sumergida en su viejo mundo, como si hubiese estado allí con él todo el tiempo. Al detenernos, la desordenada comitiva se disgrego. Los cónsules se despidieron de Ithien y partieron con sus escoltas hasta que sólo quedaron Palatina, Ithien, Mauriz y Telesta. Los guardias de Ithien permanecieron a unos pocos metros de distancia, custodiando el exterior del palacio del gobernador.

Palatina miró a su alrededor y, al vernos, nos hizo señas de que fuésemos hasta la fuente. Parecía arrepentida.

— Lo siento, no debí dejaros, pero me reclamaron. Uníos a nosotros. Ithien, éstos son Ravenna Ufghada, que en realidad procede de Qalathar, y Cathan Tauro de Océanus, aunque en verdad es thetiano.

— Es un placer conoceros —dijo Ithien recorriéndonos muy respetuosamente con la mirada. Pese a su arrogancia, no carecía de modales— ¿Por qué vais disfrazados? —preguntó con una sonrisa nerviosa.

¿Sería que ya había pasado por circunstancias semejantes, que era muy observador o que el maquillaje empezaba a desvanecerse?

— Tuvimos una pequeña desavenencia con unos inquisidores —afirmé con sinceridad— El maquillaje fue idea de Mauriz.

— Cualquiera que desprecie a esos parásitos será mi amigo —añadió— Por favor, pasad al palacio.

Seguimos a ese hombre extravagante, temerario y seguro de sí mismo en dirección al interior del palacio del gobernador, que por dentro se parecía mucho al consulado Scartari en Ral´Tumar. Al mirar alrededor, me pareció un poco mas espacioso y vi que la decoración de los arcos de la columnata era bastante más elaborada. Del jardín del patio llegaban a nosotros el aroma de las flores y el sonido del agua corriendo por la fuente, que tenía estilizados relieves de hojas y lanzaba al aire tres delgados hilos de agua. Al caer, las gotas capturaban la luz.

Nada más cerrarse la puerta detrás de nosotros y dejar de oírse los ruidos de la calle, volví a sentir la misma extraña sensación que había tenido en el consulado Scartari de estar en un mundo ajeno. Los muros estaban cubiertos de frescos tradicionales thetianos y no muy lejos se oía el sonido de unas tijeras; sin duda, un jardinero podando los arbustos del jardín. Era un lugar apartado, estaba en un plano existencial diferente y mucho más relajado que el del mundo exterior.

— Debo admitir que Ilthys es adormecedor —comentó Ithien a modo de disculpa— Es una ciudad bastante activa para los cánones del Archipiélago, pero no si se la compara con Ral´Tumar o incluso con alguna ciudad thetiana más pequeña como Sommur. O Mons Ferranis, ese sí que es un sitio peculiar. ¿En que sentido? —indago Ravenna. Posee un ambiente diferente de cualquier otra ciudad del Archipiélago— explicó— La gente dice que es parecida a Taneth, aunque más civilizada.

Eso dicho desde el punto de vista thetiano, en todo caso. No me sorprendía— dado que los habitantes de Mons Ferranis no tenían parentesco con los del Archipiélago ni con los cambresianos. Pero Ithien no se entretuvo hablando de Mons Ferranis. —Cathan, Ravenna, no hay motivo para que llevéis esos harapos de sirvientes mientras estéis aquí. Haré que mi criada os busque prendas de seda. Nada muy ostentoso, pues no es preciso que llaméis la atención de los inquisidores, pero algo mejor que lo que lleváis. Mauriz, ¿no te importa si les doy ropa adecuada? Es una prerrogativa del gobernador.

Parecía respetarnos como a gente de su esfera, aunque técnicamente estábamos bajo la responsabilidad de Mauriz.

Poco más tarde y mucho más cómodos, nos llevaron a través de las habitaciones traseras del palacio en dirección a un jardín exterior amurallado. Desde una serie de terrazas excavadas en una especie de montículo partían varios chorros de agua que aterrizaban sobre un encantador conjunto de pequeños estanques superpuestos. Un elevado vallado semicircular que rodeaba la alberca inferior ocultaba unos bancos de piedra donde estaban sentados los cuatro thetianos. Un sirviente había llevado unas bebidas: vino azul servido en copas altas y delgadas. Ithien le propuso a Palatina un brindis. Me recliné entonces contra la cerca de madera, que crujió y se hundió ligeramente con mi peso. Aquella mañana me sentía relajado por primera vez en más de una semana, desde que los inquisidores habían desembarcado en Ral´Tumar.

— Mauriz —dijo Ithien en tono imperioso— , supongo que podrás explicarme qué es lo que ha ocasionado todos estos problemas y por qué, en nombre de Ranthas, ibas rumbo a Qalathar.

Mauriz se lo explicó y, cuando acabó, Ithien volvió a mirarme detenidamente.

— Sí, existe un parecido. Y sería mayor si tuviese el pelo sin teñir. De manera que las historias que he oído sobre la noche en que nació el emperador tienen que ser ciertas. Eso arroja una nueva luz completamente diferente sobre el supuesto complot del canciller, si es que realmente secuestró a un niño.

— ¿Te refieres al canciller Baethelen? —pregunté, inseguro.

—¿Sabes algo de eso? —Ithien alzó sus expresivas cejas— ¿Sabes qué fue lo que te sucedió?

— Mi padre de Océanus me llevó consigo cuando Baethelen murió en Ral´Tumar.

— Durante años han circulado rumores insinuando que el entonces canciller Baethelen Salassa había organizado un complot con la emperatriz —le contó Mauriz a Ravenna— Se supone que él fue asesinado la noche siguiente al nacimiento de Cathan, pero no todos lo creyeron. Al mismo tiempo, desapareció la corona del Delfín, y la gente pensó que la había robado por alguna razón, aunque luego apareció. Nosotros siempre pensamos que era una de esas historias que circulan sin tener la menor veracidad, pero es obvio que nos equivocamos.

— Hay mucho más —agregó Ithien— Baethelen no pudo haberlo hecho solo. Debió de contar con ayuda, de manera que al menos otro oficial superior estaría involucrado. ¿Y por qué obraron así? —Hizo entonces una pausa— ¿Tú eres su hermano gemelo, no es cierto, Cathan?

Asentí.

— ¡Y todos pensamos que el asunto de los gemelos había acabado cuando Valdur se alzó en el poder! —Miró a los otros— ¿Qué sucedió con los demás gemelos? Todos los emperadores desde los tiempos de Valdur han tenido hermanos, pero todos ellos se evaporaron sin dejar rastro.

—Y profundizando un poco mas —intervino Telesta—, ¿tuvo Cathan otro tío? Pensadlo. Se sabe que Aetius V, el abuelo de Cathan, tuvo tres hijos: Valentino, Perseus y Neptunia. Valentino tenía que haber sido el heredero pero murió en un accidente, de manera que lo sucedió Perseus. Neptunia, por cierto, es la madre de Palatina. En teoría, Valentino debía de tener un hermano gemelo.

— Eso es cosa del pasado, Telesta —dijo Mauriz, desdeñoso.

— No, no lo es —insistió ella— Si Valentino no hubiese muerto, ahora rondaría los cincuenta y cinco años. En caso de haber tenido un hermano, quizá éste todavía esté vivo.

— Entonces habrá que investigarlo —repuso Palatina— , pero si existe, se le ha perdido de vista durante toda su vida y no tiene demasiado interés para nosotros. Lo importante es que ahora tenemos una oportunidad, una oportunidad de derrocar a Orosius. Nunca tendremos otra ocasión semejante. —Se la veía más vital que nunca. Lo que tenemos entre manos no redundará sólo en beneficio de Thetia— les recordó Telesta— Constituirá también una ayuda para el Archipiélago.

Por mucho que lo aclarase, seguía existiendo la sensación subyacente de que eso era secundario y de que Thetia era lo más importante.

— Por cierto, por cierto —afirmó Ithien— Allí es donde comenzó todo, en el Archipiélago. Vivimos tiempos terribles, con la Inquisición desbocada representando su parodia de la justicia. Ya existe cierto descontento popular, y supongo que aumentará cuando el Dominio llegue a Qalathar.

— Habrá mucho más que descontento —lo interrumpió Ravenna— Habrá juicios, hogueras, delatores... ¿Tienes idea de lo que es eso?

Ithien pareció irritado por la interrupción, pero asintió con cortesía.

— 'Tienes razón, es preciso detenerlos, están destruyendo el Archipiélago.

Quizá estuviese más apenado por la pérdida de oportunidades y beneficios económicos de los clanes que por el costo en vidas humanas.

— Pero no podemos ser demasiado evidentes —advirtió Telesta— Es preciso que nos aseguremos de estar respaldados antes de que se perciban claramente nuestras intenciones. Debemos contar con el apoyo suficiente en Qalathar.

— Emplead el rumor —propuso Mauriz— El rumor es siempre poderoso. Divulgad por todas partes que va a llegar el líder. Pronto la noticia recorrerá todo Qalathar, y la gente la creerá.

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