Impávido (38 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Impávido
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—¿Ha ido bien la reunión?

—¿Todavía no te han informado tus espías? —respondió Geary.

Aquello no la perturbó ni lo más mínimo.

—No, no todos. No les viene muy bien que mantengas tus reuniones con la flota por las tardes. —Señaló al visualizador estelar que había sobre la mesa—. Tengo que enseñarte una cosa.

Él se sentó con los ojos clavados en la región de las estrellas que estaba representada. Normalmente podía adivinar qué zona del espacio estaba viendo solo con detectar algunas estrellas, nebulosas u otros rasgos particularmente notables, pero esta vez no fue así. No había ni un solo elemento que pudiera identificar de memoria.

—¿Qué es esto?

—El lado más alejado del espacio de los Mundos Síndicos. No es extraño que no lo reconozcas, puesto que en la Alianza nadie ha tenido acceso a esa zona, salvo, tal vez, como prisioneros de camino a los campos de trabajo. —Los dedos de Rione se deslizaron delicadamente sobre los controles, rotando la imagen—. He estado estudiando algunos archivos síndicos que recuperamos en Sancere. Esta es la última información disponible en cuanto al lado más alejado de los Mundos Síndicos. ¿Notas algo?

Estuvo observando cómo las estrellas pasaban lentamente a medida que el campo de estrellas pivotaba bajo los mandos de Rione. Los límites con los sistemas estelares inexplorados y no colonizados eran una cosa informe, por supuesto. La disposición de las estrellas en el cosmos no se prestaba a las líneas limpias que a las mentes humanas les gustaba ver. Había algo en aquella imagen que le inquietaba, pero no sabía qué podía ser.

—¿Qué se supone que tengo que ver?

—Quizá si destaco los sistemas estelares abandonados en el último siglo —sugirió Rione—. Y con «abandonados» no me refiero a que los hayan dejado marchitarse, sino más bien a que son sistemas estelares en los que se ha retraído toda presencia humana.

Accionó otro control y varias estrellas brillaron con más fuerza.

La imagen encajó en la mente de Geary.

—No parece un borde, parece una frontera.

—Sí —convino Rione con calma—. No debería parecer una frontera, porque se supone que el lado más alejado del espacio de los Mundos Síndicos no limita con nada, pero sí que lo hace. La región de los sistemas estelares ocupados no aumenta ni se extiende, como debería, para cubrir estrellas especialmente ricas. Otras estrellas mucho más pobres han sido ocupadas sin dejar huecos.

—Como la frontera entre los Mundos Síndicos y la Alianza. —Geary se inclinó para acercarse un poco más y estudiar la región—. Qué interesante.

Levantó un dedo para señalar los sistemas estelares abandonados que Rione había indicado.

—Y estos lugares habrían penetrado más allá de la «frontera» que se supone que no está ahí.

—Me recordó a la zona neutra que hiciste que crearan los marines en esa ciudad orbital —comentó Rione—. Un lugar que se supone que nadie puede ocupar para separar los Mundos Síndicos de… ¿qué o quiénes? Bueno, voy a superponer una representación de la hipernet síndica en esa región.

Las estrellas brillaron con un color distinto formando un complejo enrejado.

—¿Qué ves?

—¿Estás segura de esto?

—Completamente.

Geary se quedó mirando la representación. Le habían dicho que las puertas hipernéticas habían llegado hasta los sistemas lo suficientemente prósperos o peculiares para justificar el gasto, lugares a los que la gente quería ir, estrellas cuyos recursos y habitantes generaban la suficiente riqueza como para que mereciera la pena construir una puerta. Pero la hipernet también tenía un uso militar, por descontado, y permitía trasladar fuerzas con gran rapidez adonde hicieran falta. Una estrella pobre, pero situada estratégicamente, podía ganarse una puerta por ese motivo. Había un montón de estrellas pobres con puertas hipernéticas en el lado más alejado del espacio de los Mundos Síndicos.

—Parece que están preocupados por algo, ¿verdad?

Rione asintió.

—Pero si tu hipótesis es acertada, quienquiera o lo que sea que le dio a la humanidad la tecnología hipernética sencillamente ha dotado a los Mundos Síndicos de los medios para construir bombas de la magnitud de una nova en todos los sistemas que dan entrada a esta amenaza desconocida para nosotros. Parece un muro defensivo. En verdad es un campo de minas de una escala inimaginable dirigida contra personas que creen que son su defensa.

—Es más que eso —respondió Geary—. He hablado con la comandante…, maldita sea…, con la capitana Crésida acerca de lo que les sucede a las naves que se dirigen a una puerta hipernética cuando esta deja de existir. Tal vez esas naves se pierdan, o quizá salten al espacio interestelar, por lo menos a una década de viaje de cualquier estrella. Si los síndicos estaban intentando enviar refuerzos a esa zona, cualquier cosa que hubiera allí habría sido destruida por la descarga energética de las puertas, y cualquier cosa que estuviera de camino también habría sido destruida, o bien descartada como amenaza durante años.

—¿Eliminando así una gran proporción de la capacidad militar de los Mundos Síndicos? Sería imposible llevar a cabo un ataque como represalia.

—Sí. —Geary trató en vano de dimensionar mentalmente la escala potencial de destrucción que podían entrañar esas puertas hipernéticas—. ¿Cómo consiguen mantener esto en secreto, Victoria? ¿Cómo puede ser que ni siquiera los síndicos dejen que estos conocimientos se difundan?

—En cualquier caso se trata de una sociedad que mantiene un férreo control sobre la información —señaló—. Y añádele la guerra para justificar el hecho de decirle a la gente que mantenga la boca cerrada. Encima, súmale el ingente volumen de información disponible. Es fácil enterrar hechos importantes bajo una montaña de trivialidades. Nosotros recogimos una cantidad tremenda de material en instalaciones abandonadas en Sancere. Yo solo le he echado una ojeada a ciertas partes muy pequeñas. Seguiré buscando, pero, si te soy sincera, no espero encontrar información que demuestre todo esto. Los documentos de los que nos hemos incautado están todos clasificados entre los niveles más bajos de confidencialidad. Cualquier cosa que tenga que ver con la inteligencia no humana, en particular si supone una amenaza, estaría clasificada como alto secreto.

—Lo que significa que probablemente volamos todas las copias de esos documentos cuando bombardeamos las sedes de las oficinas síndicas en Sancere. Casi me gustaría que pudiéramos llegar hasta ese extremo más alejado de la frontera para averiguarlo, sobrepasar esos límites para ver qué hay al otro lado. —Geary se dio cuenta de que, sin querer, había estado trazando mentalmente posibles rutas hacia el lado más alejado del espacio de los Mundos Síndicos.

—Eso sería un suicidio —sostuvo Rione escuetamente—. Incluso suponiendo que la flota te siguiera.

—Sí, lo sé. No me seguirían. Por lo menos, eso espero. —Geary se reclinó en su asiento y cerró los ojos—. ¿Qué podríamos contarles a los demás acerca de esto?

—Nada, John Geary. Porque, la verdad, no tenemos nada más que especulaciones.

—¿Eso crees?

—Eso me temo.

—Yo también. —Geary volvió a abrir los ojos, dejando que reposaran sobre el ya familiar sistema estelar del lado más alejado del espacio de los Mundos Síndicos—. Como si no hubiéramos tenido ya bastantes preocupaciones. Me dijeron que no hay información reciente en cuanto al progreso de la guerra en los informes requisados. ¿Has encontrado algo?

—No, todo es antiguo.

Geary asintió, preguntándose de nuevo qué habría estado sucediendo en la frontera entre la Alianza y los Mundos Síndicos. Observando la imagen de las profundidades del espacio síndico, se le ocurrió que, desde el punto de vista de los Mundos Síndicos, se debían ver a sí mismos atrapados entre dos potencias. ¿Acaso esa perspectiva hacía que los líderes de los Mundos Síndicos se sintieran amenazados por dos flancos?

—Los síndicos les dijeron a su gente que habían destruido esta flota en su sistema interior. Seguro que a la Alianza le comunicaron lo mismo, y la Alianza no tiene modo de saber que es mentira. ¿Crees que habrán solicitado la paz?

—No. —Rione dejó entrever una punzada de dolor por un instante—. En la Alianza hay mucha gente que se calienta contra el frío de la guerra interminable y el odio hacia los síndicos. No se fiarían de la paz que les ofrecieran.

—Hemos visto que tienen razones para desconfiar. Los síndicos han roto todos los acuerdos a los que hemos llegado y nos han tendido trampas siempre que han podido.

—Lo cual, a largo plazo, se ha vuelto en su contra, a pesar de la ventaja temporal que han obtenido, porque ahora ni siquiera pueden conseguir un acuerdo favorable para ellos debido a que nadie se fía de que vayan a atenerse a él.

Geary asintió con la mirada clavada en el visualizador estelar.

—Como tenemos a un montón de naves síndicas atadas intentando capturarnos, esperemos que los síndicos no hayan podido explotar la actual situación militar.

—Además has destruido un buen número de buques de guerra síndicos —apuntó Rione.

—Ha sido la flota —corrigió Geary—. Pero aun así… me pregunto qué clase de batallas se estarán librando cerca de la frontera con la Alianza en este momento. Esos tripulantes síndicos que capturamos y que habían luchado en Scylla no pudieron decirnos nada.

¿Acaso se habían dejado atrás elementos de la flota de la Alianza que estaban luchando en batallas desesperadas con todo en contra mientras la Alianza trataba frenéticamente de construir buques de guerra de sustitución y de formar a tripulaciones de reemplazo? ¿Cuántos buques de guerra de los que estaban vigilando la frontera se perderían mientras la flota comandada por Geary luchaba por llegar a casa?

—Tengo una resobrina en la
Impertérrita.

Rione arqueó las cejas mostrando su sorpresa.

—¿Cómo lo sabes?

—Michael Geary me lo dijo justo antes de que el
Resistente
fuera destruido. —Justo antes de que su resobrino se sacrificara junto a su nave para ayudar al resto de la flota a escapar de la trampa en el sistema interior síndico—. Me dio un mensaje para ella.

«Dile que ya no te odio». No puedo culparlo por odiar a Black Jack Geary, el irrepetible héroe cuya sombra lo había perseguido durante toda su vida. Gracias a las estrellas del firmamento por los breves momentos que tuvimos para que pudiera darse cuenta de que en realidad no era el Black Jack que había a prendido a odiar. ¿También mi resobrina me odia? ¿Qué podría contarme ella de la familia que perdí en el tiempo?

—Espero que la encuentres —declaró Rione en voz baja.

—Nunca me has contado si tienes familia en casa —comentó Geary.

—Tengo un hermano y una hermana. Tienen hijos. Mis padres siguen vivos. Tengo todo lo que la casualidad te arrebató a ti. Espero que comprendas por qué no te hablo mucho de ellos. Me incomoda la idea de forzarte a recordar tus propias pérdidas.

Él asintió.

—Te lo agradezco. Pero eres libre de hablar de ello cuando quieras. Que tú u otras personas neguéis lo que tenéis no me va a devolver a mí lo que he perdido.

—No se te da muy bien la negación, ¿verdad? —preguntó Rione con una leve sonrisa.

Geary soltó un bufido mofándose de sí mismo.

—Supongo que igual que a cualquiera.

—No estoy de acuerdo. —Señaló el visualizador estelar—. Has encontrado algo que el resto de nosotros había pasado por alto. O encontramos razones para evitar verlo.

Esta vez fue Geary quien hizo un gesto de negación.

—No hemos encontrado nada. Como tú misma has dicho, no tenemos pruebas. ¿Crees que las autoridades del espacio de la Alianza se lo van a creer?

—Eso me preocupa menos que el hecho de que tengamos que contarles lo del potencial armamentístico de las puertas hipernéticas para poder explicarlo.

Geary se quedó en silencio un instante.

—¿Sigues creyendo que emplearían esas armas?

—No estoy segura, pero, si el consejo de gobierno de la Alianza lo supiera, no pondría la mano en el fuego por que una mayoría no estuviera de acuerdo en usar las puertas hipernéticas síndicas como armas. Mi instinto me dice que tomarían la decisión de utilizarlas. —Rione se volvió a mirar el visualizador estelar con gesto sombrío—. Y es muy probable que, si se les presentara la posibilidad de votar, el senado de la Alianza conseguiría aglutinar una mayoría a favor. Piénsalo, John Geary. Podríamos enviar destacamentos especiales a todos los sistemas estelares síndicos al alcance de nuestras fronteras y volar sus puertas, y luego adentrarnos más y más en el espacio síndico dejando atrás un rastro de devastación absoluta.

—Eso no funcionaría —corrigió Geary—. Ya viste cómo se comportó la puerta de Sancere cuando se estaba desplomando. La descarga de energía liberada destruiría las naves que fueran a destruir la puerta. Sería una misión sin retorno.

Ella asintió, la mirada distante.

—De modo que construiríamos buques de guerra robotizados, tripulados y controlados por inteligencia artificial, y los enviaríamos a destruir sistemas estelares. Y, como el espacio es inmenso, los síndicos no tendrían tiempo para darse cuenta de lo que estábamos haciendo, ni para que sus espías les informaran, y se tomarían la revancha en especies. Flotas de mentes artificiales haciendo pedazos sistemas estelares y eliminando a la humanidad de la galaxia. Desencadenaríamos toda una pesadilla.

Una sensación de náusea y de tensión se apoderó de sus entrañas y supo que Rione estaba en lo cierto.

—Lo siento. No quise obligarte a llevar el peso de esta clase de cosas.

—No tenías muchas más alternativas, y tus intenciones eran buenas. —Dejó escapar un suspiro—. No le puedo pedir a un hombre que soporte todas las cargas de esta flota.

—Ni siquiera te pregunté si querías compartir esas cargas.

—Ah, bueno, eres un hombre, ¿no es así? —Rione se encogió de hombros—. Ha salido todo bien.

—Ah, ¿sí?

Rione ladeó suavemente la cabeza y se quedó mirando a Geary.

—¿Qué es lo que te preocupa ahora? Si no me equivoco, eso último no iba por los síndicos, ni por los alienígenas, ni por los asesinos robotizados de la humanidad.

Él le devolvió la mirada.

—Era por ti y por mí. Estoy intentando entender qué hay entre nosotros.

—Buen sexo. Consuelo. Compañerismo. ¿Buscas algo más en nuestra relación?

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