Las naves de caza asesinas y los cruceros ligeros síndicos ya habían sido eliminados y ahora el último crucero pesado sucumbió ante un grupo de destructores y cruceros ligeros de la Alianza. Una nube de cápsulas de salvamento síndicas se dirigía lentamente hacía el refugio que ofrecía el mundo a duras penas habitable. Geary miró su flota desperdigada y los restos a la deriva de la fuerza síndica que habían entrado en Ilión persiguiendo a las naves del capitán Falco.
Hemos ganado. ¿Durante cuánto tiempo más podemos seguir contando con que las fuerzas contra las que luchemos serán tan inferiores a nosotros como para obtener victorias como esta? ¿Cuántas naves más podemos permitirnos el lujo de perder?
La
Invencible
y la fuerza de naves auxiliares casi se habían reagrupado, pero Geary no veía cómo iban a poder salvar al crucero de batalla. La
Triunfante,
la
Polaris
y la
Vanguardia
ni siquiera habían llegado hasta allí, junto con un grupo de unidades ligeras perdidas en Vidha. Tanto la
Guerrera
como la
Orión
y la
Majestuosa
habían sufrido daños graves y habían perdido buena parte de su tripulación.
Las cápsulas de salvamento de la
Falcata
estaban transmitiendo peticiones de rescate y algunos de los demás destructores de Geary ya se dirigían hacia allí. Pero los restos de lo que había sido la
Terrible
y su tripulación eran demasiado pequeños para que ni siquiera los mejores sensores del
Intrépido
pudieran identificarlos. No habían tenido la oportunidad de escapar de esa nave.
La flota de la Alianza había ganado, pero había pagado un alto precio. Tampoco ayudaba a la actitud de Geary recordar que esa batalla no habría tenido lugar de no ser por la egocéntrica seguridad del capitán Falco.
La sala de juntas parecía más concurrida de lo normal. No se trataba solo de que trece naves supervivientes se hubieran reincorporado a ella. También se debía a que las figuras de los capitanes Falco, Kerestes, Numos y Faresa permanecían de pie en un lateral. Los centinelas de la Marina que se encargaban de vigilarlos en sus propias naves no formaban parte del programa, de modo que aquí eran invisibles; no obstante, su presencia se hacía patente por el modo en que los cuatro oficiales se mantenían inmóviles.
Al fondo de la mesa se sentaba la copresidenta Rione junto a los oficiales al mando de las naves de la Federación Rift y la República Callas. Finalmente se había decidido a estar presente de nuevo en una reunión, pero había preferido asistir en modo virtual desde su camarote antes que estar allí en persona. Geary se preguntaba qué significado escondería esa decisión, o si Rione simplemente se estaba asegurando de que se dejaba ver con las naves de su propia república por razones políticas o morales.
Falco tenía la cabeza bien alta y miraba a su alrededor con confianza, como si estuviera esperando asumir el mando de la flota en cualquier momento. Geary tuvo que dudar del estado mental de aquel hombre. No parecía estar en absoluto preocupado, ni siquiera mostraba signos de ser consciente de que se encontraba bajo arresto. En cambio, el capitán Kerestes parecía estar casi paralizado por el miedo; todo él transmitía perplejidad e incomprensión. Su larga y cauta carrera, durante la cual había evitado hacer cualquier cosa que pudiera echarla a perder de alguna forma, estaba haciendo agua por todas partes después de haber delegado todas las decisiones en el hombre equivocado. Numos y Faresa, sin embargo, mantenían una expresión de enojo, más que de preocupación. Geary pensó que se estaban guardando un as en la manga. Deberían estar inquietos. Numos no era el tipo más brillante del mundo, pero era lo bastante inteligente para saber cuándo tenía que responder por sus actos.
Geary se levantó, lo que atrajo la atención de todos.
—Antes que nada, felicito a todas las naves y a los oficiales y tripulantes de la flota por una victoria excepcional. El precio que ha significado la pérdida de la
Terrible
y de la
Falcata
ha sido espantoso, pero los síndicos lo han pagado mucho más caro. Por desgracia, ahora también tenemos que tener en cuenta la pérdida de la
Triunfante,
la
Polaris
y la
Vanguardia,
así como de varias unidades pequeñas. Asimismo, se me ha informado de que no está a nuestro alcance reparar la
Invencible
y que deberá ser abandonada. —Todos mostraron su conmoción ante esa noticia—. El oficial al mando en funciones de la
Invencible
no está presente porque los sistemas de su nave están demasiado destrozados para permitirle participar en esta reunión. Los que conocían al capitán Ulan se lamentarán al conocer la noticia de que murió en combate en el sistema estelar Strena cuando la
Invencible
cubría la retirada de sus naves hermanas.
Esta vez muchos de los oficiales se volvieron a mirar a Kerestes, Numos y Faresa con un gesto de repulsa. Un crucero de batalla no debería haber estado escudando a sus camaradas. Esa tarea le correspondía a un acorazado, más capacitado para absorber los impactos durante un período de tiempo más largo. Pero, obviamente, la
Guerrera,
la
Orión
y la
Majestuosa
le habían dejado ese trabajo a la
Invencible.
—No estoy de acuerdo con la decisión de abandonar a la
Invencible
—anunció una voz cortante. Geary miró al capitán Falco sin dar crédito a su oídos mientras el oficial continuaba, haciendo gala de la sonrisa de seguridad y camaradería que lo caracterizaba—. Arreglaremos la
Invencible
y luego regresaremos a Vidha para prestar ayuda a la
Triunfante…
—Silencio. —Geary pudo sentir y oír el silencio que siguió a su orden—. La única razón por la que está aquí presente es para que pueda oír al mismo tiempo que los demás las razones de su arresto. Aún no he acabado de considerar los cargos que pueden ser apropiados para un consejo de guerra cuando esta flota vuelva al espacio de la Alianza.
Por muy popular que fuera el capitán Falco, Geary no podía dejar que se librara de un cargo como el de amotinamiento.
—¿Por qué esperar? —interrogó la capitana Crésida—. Celebre un juicio y péguele un tiro a este hijo de puta. Sería mejor que el destino al que él abocó a los que fueron lo bastante imbéciles como para seguirlo.
Aquello provocó una reacción que se extendió por toda la mesa. Algunos de los comandantes presentes parecían apoyar sinceramente la propuesta de Crésida, pero muchos otros manifestaron su extrañeza, o bien manifestaron su desacuerdo. Geary tomó aire profundamente antes de contestar.
—Su sugerencia es inapropiada, capitana Crésida. El capitán Falco cuenta con un largo y destacado historial al servicio de la Alianza. Tenemos que suponer que las tensiones a las que le ha sometido su situación como prisionero, siendo un oficial veterano de la Alianza en el campo de trabajo, le han causado a largo plazo problemas que hay que abordar. —Se había pasado mucho tiempo pensando qué diría sobre el capitán Falco, cómo equilibrar el respeto que muchos oficiales y tripulantes seguían profesando por aquel hombre con la necesidad de asegurarse de que nadie cuestionara la idoneidad de que Falco permaneciera bajo arresto—. El capitán Falco parece estar sufriendo serias dificultades con sus aptitudes de juicio y de mando. Los informes preliminares de esas naves que sobrevivieron al combate en Vidha indican que fue incapaz de ofrecer un liderazgo efectivo. Por su propia seguridad, y por la de las naves de esta flota, el capitán Falco debe permanecer bajo custodia.
Muchos de los oficiales parecían descontentos, algunos se estremecieron visiblemente ante la noticia, pero al parecer nadie estaba dispuesto a contradecir lo que Geary había dicho. No obstante, extrañamente el capitán Falco solo respondió frunciendo el ceño en uno de sus gestos acostumbrados.
—La victoria sigue estando a nuestro alcance si actuamos con osadía. Esta flota necesita mi liderazgo. La Alianza necesita mi liderazgo. —Esta afirmación fue acogida con un silencio—. Cuando los síndicos lleguen a este sistema, podremos estar preparados para ellos.
Geary miró a los demás oficiales antes de contestar.
—Capitán Falco, las fuerzas síndicas que venían persiguiendo a las naves que lo acompañaban ya han llegado. Esta flota las ha destruido. No me explico que no sea consciente de este hecho.
¿En qué estaba pensando Falco? Una cosa era el carisma, y la confianza era muy importante, pero ¿hablar como si la historia reciente ni siquiera hubiera tenido lugar?
Falco parpadeó y volvió a tomar la palabra.
—Bien. Exactamente como yo lo había planeado. Evaluaré el comportamiento de todas las naves en la batalla y emitiré distinciones y promociones en el caso que proceda. —El capitán Falco miró en torno suyo frunciendo el ceño una vez más—. ¿Por qué estamos celebrando esta reunión en el
Intrépido?
La
Guerrera
sigue siendo el buque insignia de la flota —afirmó—. ¿Dónde está el capitán Exani?
A Geary le costó un rato acordarse de que Exani había estado al mando de la
Triunfante.
—Lo más probable es que esté muerto.
—Entonces, la
Triunfante
necesitará un nuevo oficial al mando —se limitó a sentenciar Falco dedicándoles a todos los presentes otra sonrisa, esta vez entristecida, pero resuelta—. Que cualquier oficial que aspire al mando contacte conmigo después de esta reunión.
—Que nuestros antepasados nos asistan —susurró alguien.
El capitán Duellos habló en un tono lúgubre.
—Me temo que el capitán Falco está más afectado de lo que sospechábamos.
Geary habló con tacto.
—Capitán Falco, la
Triunfante
fue destruida mientras cubría la retirada de las naves que lo acompañaban a usted del sistema estelar Vidha.
Falco parpadeó al tiempo que su sonrisa se desdibujaba.
—¿Vidha? Yo no he estado en Vidha. Eso está muy metido en el sistema interior síndico. ¿Por qué estaba allí la
Triunfante?
Aquello suscitó unos cuantos gestos de sorpresa en la mesa.
—Lo estaba siguiendo a usted —afirmó cortante el capitán Tulev.
—No —lo corrigió Falco; entonces permaneció allí de pie un instante, en silencio, antes de decir sencillamente—: Necesito dirigirme al senado de la Alianza. Hay un modo de ganar esta guerra y yo puedo hacerlo.
Geary experimentó un cierto sabor amargo al activar un circuito especial para hablar con los guardias de la Marina de la
Guerrera.
—Aparten al capitán Falco de la reunión y devuélvanlo a su habitación.
La figura de Falco, con el ceño nuevamente fruncido, desapareció. Geary cerró los ojos brevemente. ¿Cómo iba a procesar a un hombre que había perdido la cordura tan claramente? Duellos tenía más razón de lo que pensaba cuando dijo que Falco se vendría abajo cuando se enfrentara a la ruina de los sueños que debieron de mantenerlo a flote en el campo de trabajo síndico. La fantasía y la realidad se habían visto las caras en Vidha y, cuando la fantasía se desmoronó, la realidad de Falco también se había hecho pedazos. Tal vez Falco no pudo hacer frente al hecho de que él no era el salvador de la Alianza.
Por muy doloroso que fuera ser testigo del comportamiento de Falco, al menos había dejado claro delante de todos que el capitán Falco,
el Aguerrido,
no estaba en condiciones de ejercer el mando.
Al volver a abrir los ojos, Geary se concentró en Kerestes, Numos y Faresa.
—¿Ustedes tres tienen algo que decir?
Numos contestó con su acostumbrada arrogancia.
—Seguimos órdenes de un oficial superior. No hemos hecho nada malo. Nada que justifique todo esto.
—¿Nada? —Geary sintió un brote de la rabia que mantenía a flor de piel—. Usted sabe muy bien que el capitán Falco no formaba parte de la jerarquía de mando de esta flota. Sabía que la flota procedía hacia Sancere. Oyó mis órdenes de reincorporarse a la flota.
—El capitán Falco nos informó de que estábamos participando en una maniobra de distracción y que cualquier orden que usted nos diera formaba parte de ello —respondió Numos—. Insistió en que debíamos mantener el secreto y compartirlo únicamente con los capitanes de los acorazados.
La voz del capitán Tulev sonó tan fría como el vacío que había entre las estrellas.
—De los cuales todos han muerto excepto ustedes tres, y el hombre que según ustedes afirman que les dijo todo eso está loco. Qué apropiado.
Numos parecía estar realmente ofendido.
—No teníamos forma de saber que un oficial superior había perdido el sentido de la realidad y seguimos sus órdenes tal y como era nuestra obligación. ¿Cómo se atreven a cuestionar mi honor?
—¿Su honor? —inquirió Geary sabiendo con toda certeza la aspereza con la que había sonado aquello—. Usted no tiene honor. No solo ha quebrantado su compromiso con la Alianza, no solo ha violado las órdenes frente al enemigo, sino que ha mentido al respecto, contando con los labios sellados de sus compañeros muertos y la mente desquiciada de otro oficial para proteger su mentira.
—Exigimos un consejo de guerra —insistió la capitana Faresa, hablando por primera vez y con una expresión incluso más avinagrada de lo que Geary recordaba—. Es nuestro derecho según las leyes de la Alianza.
—¿Un consejo de guerra? —dijo pasmado el capitán Duellos—. ¿Para poder proclamar su inocencia basándose en las órdenes secretas que supuestamente les dio el capitán Falco? ¿Para poder negar su responsabilidad compartida por lo que les ha sucedido a veintiséis buques de guerra de la Alianza? ¿Para poder negar cualquier implicación en las muertes de sus tripulaciones? ¿Es que no tienen vergüenza?
—No tenemos nada de que avergonzarnos —sentenció Numos haciendo gala de su antiguo orgullo.
—Debería hacer que les pegaran un tiro ahora mismo.
Geary tardó un momento en darse cuenta de que había sido él quien había pronunciado esas palabras. Y en ese mismo instante supo que podía hacerlo. Los oficiales acusados de motín ante el enemigo encontrarían pocos defensores y ningún amigo cuando estuvieran de vuelta en el espacio de la Alianza. Por lo menos, Numos y Faresa parecían haberse quedado sin amigos aquí, aunque Geary sabía por su amarga experiencia que los amigos de gente como Numos podían esconderse de su vista. Pero no eran como Falco, que tenía una reserva de idolatría heroica del pasado y actualmente generaba un torrente de horror y lástima que podía granjearle la compasión de muchos.