—Ajusten el rumbo en la medida que sea necesario para interceptar a los síndicos —ordenó Geary a Desjani, transmitiendo asimismo la orden al capitán Duellos, de la formación Bravo. El resto de las naves de la formación se amoldaría a los movimientos del
Intrépido
cuando Desjani aplicara los leves ajustes en el rumbo y la velocidad para lograr una mejor interceptación.
—Nosotros también tendremos que empezar a frenar pronto —advirtió.
Geary comprobó su pantalla y asintió.
—A todas las unidades de la formación Delta, ajusten las cabeceras de las naves en ciento ochenta grados ahora. —Eso haría girar a las naves de la Alianza de manera que sus unidades de propulsión quedaran expuestas a popa—. Inicien frenada hasta situarse a una décima de la velocidad de la luz a las tres punto uno.
Tulev había dispuesto sus cruceros de batalla de cara a los síndicos y en una formación que envolvía estrechamente a la
Trasgo,
construyendo lo más parecido a un escudo para esa nave. La formación síndica, pese a encontrarse cada vez más desperdigada a medida que las naves dañadas iban abandonando sus posiciones, seguía teniendo como objetivo la interceptación y seguía contando con más del doble de la potencia de fuego del que disponían las fuerzas de Tulev.
Geary parpadeó tratando de comprender lo que acababa de ver.
Desjani estaba sonriendo sin tapujos.
—¡Genial!
Tulev había hecho girar a sus naves y aceleraba al máximo cuando ya era demasiado tarde para que los síndicos reaccionaran, pero justo a tiempo para desbaratar la interceptación por parte de los síndicos. La maniobra requería de un cálculo perfecto de los tiempos, y Tulev lo había llevado a cabo. También había lanzado una ráfaga de metralla contra las naves síndicas que lideraban la flotilla, que estaban disparando en dirección al lugar en el que deberían haber estado las naves de Tulev, de no haber variado su velocidad, y modificando el objetivo hacia la posición real de las naves de la Alianza cuando ya era demasiado tarde. Al parecer los dos acorazados que iban a la cabeza se incendiaron cuando la metralla de la Alianza alcanzó sus escudos con una descarga concentrada.
—¡Les ha dado! —dijo Desjani exultante cuando los sensores del
Intrépido
informaron de que los dos acorazados habían sufrido graves daños.
Sin embargo, aquello dejaba que muchas naves síndicas fundamentales pasaran junto a la formación de Tulev. Los escudos de los cruceros de batalla de la Alianza que rodeaban a la
Trasgo
brillaron y desprendieron destellos de impactos mientras los acorazados de los síndicos les disparaban.
—La
Leviatán
ha recibido varios disparos —anunció un consultor—. La
Dragón
ha perdido dos unidades de propulsión y el principal control de maniobra. La
Decidida
informa de numerosos impactos y de que las baterías de lanzas infernales uno alfa y tres alfa están fuera de servicio. La
Valiente
ha sufrido serios daños en la mitad de la nave, pero continúa disparando.
Geary apretó los puños intentando no pensar en los tripulantes que estaban muriendo en esos cruceros de batalla. Perder uno o más cruceros de batalla sería un amargo precio a cambio de cualquier pérdida infligida sobre los síndicos.
—La mayoría de las principales naves síndicas han pasado el radio de alcance de la formación Gamma —anunció uno de los consultores.
Mientras leía las actualizaciones de los daños de sus cruceros de batalla, Geary pensó que se habían salvado gracias a los destrozos que las minas, los espectros y la metralla habían causado anteriormente en la formación síndica. El efecto acumulativo de todos esos impactos había disgregado la formación síndica, de tal modo que su fuego no llegaba a los cruceros de batalla como una sola ráfaga concentrada y arrolladora, sino que se dispersaba lo suficiente como para permitir que las pantallas de las naves de la Alianza pudieran soportar el fuego durante más tiempo de lo que habrían aguantado de no ser así.
—¿Qué hay de la
Trasgo?
—Varios impactos, ninguno crítico.
Geary dejó escapar un suspiro que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. Los cruceros de batalla de Tulev habían iniciado el contraataque mientras los síndicos pasaban por su lado con gran estruendo, causando más daños. Y, a diferencia de los buques de guerra de la Alianza, los síndicos no contaban con refuerzos masivos que acudieran apresuradamente a la zona. Tenían que darse prisa, pero muchos de ellos ya no podían avanzar a la velocidad suficiente.
Por desgracia, muchos de ellos todavía podían.
Geary apretó un puño y golpeó el brazo de su asiento. En ocasiones se había preguntado por qué esa parte del brazo del asiento no estaba provisto de controles, y por fin se dio cuenta de que se había dejado así deliberadamente para que los comandantes frustrados y preocupados pudieran golpearlo.
—Todavía tienen cinco acorazados con daños leves y tres cruceros pesados.
La formación síndica se estaba alargando a medida que los buques dotados de todo su potencial de propulsión aceleraban alejándose de las unidades más deterioradas.
—A esos no podemos alcanzarlos. Maldita sea.
—No tenemos por qué hacerlo —afirmó Desjani en un tono neutro—. A no ser que me equivoque.
—¿Qué quiere decir?
Ella señaló la parte frontal de la formación síndica.
—Ahí hay un comandante que a estas alturas ha perdido a la mitad de su fuerza, o que la habrá perdido cuando hayamos apresado a esas naves dañadas. Las unidades restantes no van a suponer una amenaza lo suficientemente importante como para evitar que culminemos cualquier cosa que nos propongamos hacer en este sistema estelar. El comandante sabe que el mejor destino que les espera es un campo de trabajo. O, más probablemente, un pelotón de fusilamiento, aunque hemos oído hablar de castigos que consisten en torturar a la gente hasta la muerte bajo la fórmula «voluntariado para investigación médica», y otros eufemismos.
Geary estudió el visualizador.
—¿Cree que ese comandante elegirá morir en combate?
—O al menos luchar hasta la desaparición de sus naves. Puede que no parezca la mejor opción, a no ser que seas un comandante enfrentándote a la muerte, de cualquier modo. —Desjani volvió a señalar—. Ahí van.
Las naves indemnes y los acorazados con daños leves estaban frenando y retrocediendo para reagruparse con sus hermanas más deterioradas.
—Aunque sea a la desesperada —reconoció Desjani—, es un movimiento valiente por parte de todas esas naves.
Al oír que Desjani calificaba a los síndicos de valientes, Geary se sorprendió. Estaba empezando a pensar en sus enemigos como seres humanos. Tendría que advertirle que esa clase de sentimientos podía ayudarla a comprender las acciones de sus enemigos, pero también podía causarle dificultades a la hora de cumplir su tarea, como matar tripulantes valientes en esas valientes naves.
Los puntos de interceptación se estaban actualizando rápidamente en su pantalla de maniobras al tiempo que la velocidad de los síndicos descendía.
—Voy a hacer que esta formación pase a colocarse por debajo de los síndicos y que la formación Bravo pase aquí arriba. Deberían poder atacar a los síndicos unos quince minutos después de que nosotros pasemos. Después daremos la vuelta y les dispararemos otra vez.
Geary dio las órdenes orientando la formación Delta ligeramente hacia babor y hacia abajo, y ordenándole a la formación Bravo que virase asimismo levemente a babor y hacia arriba.
Tulev había enviado a sus escoltas tras el enemigo en retirada y ahora uno de los cruceros pesados de la retaguardia de la formación estalló bajo el fuego de las fuerzas ligeras de la Alianza que les iban pisando los talones a los síndicos. Geary frunció el entrecejo mientras estudiaba los movimientos de los acorazados síndicos.
—Destacamento especial Gamma, recupere a sus escoltas. Se van a ver abocados a enfrentarse a los acorazados muy pronto si no rompen contacto. Que tomen posiciones fuera del radio de acción enemigo efectivo, preparados para disparar contra cualquier unidad que se desmarque de la protección del resto de la flota.
Como lobos corriendo tras el rebaño que huye, listos para derribar a cualquier animal que flaqueara.
Pero las escoltas aún tardarían varios minutos en recibir el mensaje. Ojalá los intentos de los síndicos por concentrar su formación llevaran más tiempo.
Los síndicos estaban adoptando una disposición más o menos cúbica cuando Geary hizo que la formación Delta se situara detrás, desencadenando una avalancha de fuego sobre las naves traseras de la fuerza enemiga. Los cruceros de batalla ya maltrechos fueron acribillados y tres acorazados resultaron gravemente dañados, mientras que los cruceros pesados y unas cuantas naves de caza asesinas simplemente se desintegraron bajo el fuego de la Alianza.
Quince minutos más tarde, cuando Geary estaba dirigiendo la formación Delta para que diera media vuelta trazando una amplia curva, la Bravo pasó por encima de la formación síndica machacando a dos acorazados y uno de los cruceros de batalla que le quedaban.
Geary pulsó los controles de comunicaciones cuando la formación Delta se estabilizó con otra ráfaga de fuego.
—Comandante de la flotilla síndica atacada, su situación es desesperada. Rinda sus naves. Usted y su tripulación serán tratados conforme al derecho de la guerra.
No hubo respuesta, aunque Geary tampoco esperaba recibirla. Tal y como había dicho Desjani, lo más probable era que el comandante síndico hubiera decidido que morir en combate era preferible al destino que le deparaban sus superiores.
El cubo síndico se estaba encogiendo hasta formar un cuadrado plano y su velocidad se iba reduciendo cada vez más a medida que las naves menos dañadas frenaban para permanecer junto a sus hermanas más perjudicadas, cuando la segunda descarga de la formación Delta la arrasó, dejando solo dos acorazados operativos. La segunda pasada de la formación Bravo acabó de rematarlos, convirtiendo en chatarra los últimos restos de la fuerza síndica Alfa. Mientras la formación Bravo se alejaba, uno de los acorazados síndicos destruidos estalló a causa de una sobrecarga en el núcleo.
Geary dejó escapar un largo suspiro con la mirada fija en la nube de cápsulas de salvamento que salían en busca de refugio.
—¿Qué probabilidades cree que hay de que el comandante síndico haya caído con ese último acorazado? —preguntó sin dirigirse a nadie en particular.
Desjani se limitó a asentir.
Rione hizo un gesto en dirección a la pantalla, que mostraba a las naves de la Alianza aproximándose a las ruinas síndicas para asegurarse de que estaba todo destruido e inutilizado por completo para su uso por parte de los síndicos.
—Felicidades por la victoria, capitán Geary.
—Usted nos dio la idea —respondió él.
Desjani asintió de nuevo.
—Un ejemplo perfecto de lo que sucede cuando haces lo que el enemigo quiere que hagas.
—Sí. La clave es averiguar qué quiere el enemigo que hagas y hacer otra cosa distinta. —Consultó el estado de su flota—. A todas las unidades, reúnanse con el
Intrépido
en la formación Escalón para uso general de la flota. Capitán Tulev, quiero que lleve a sus cruceros de batalla y sus escoltas con la división de naves auxiliares para que les puedan ofrecer apoyo. Infórmeme de los tiempos estimados de reparación de sus naves cuando sea posible. A todas las naves de la formación Gamma, muy bien hecho.
Desjani lo miró.
—¿Vamos a salir pronto de Sancere?
—Eso es. —Geary recorrió con la mirada el visualizador del sistema recordando la gran cantidad de instalaciones y de naves que le habían dado la bienvenida a la flota de la Alianza cuando llegó. Quedaban muy pocas.
Ya veremos si los síndicos son capaces de transformar esto en una victoria—.
Aquí ya hemos hecho todo el daño que teníamos que hacer. Y nos van a necesitar en Ilión. Si tenemos suerte, allí habrá algunas naves que se unirán a nosotros.
—Y algunas fuerzas de los Mundos Síndicos pisándoles los talones —apuntó Rione.
—Sí. Será mejor que me asegure de que las naves auxiliares están fabricando más armas y más pilas de combustible durante el tránsito. Me parece que en Ilión las vamos a necesitar.
Antes de saltar, Geary sacó tiempo para establecer una conferencia privada con la comandante Crésida.
—Si no hubiera sido por sus ideas para controlar el desplome de esa puerta hipernética, probablemente ninguno de nosotros estaría aquí. Como comandante de la flota, tengo autoridad para conceder la Nebulosa de Plata, y eso es lo que voy a hacer en su caso. Espero que no le importe que la mención sea un poco parca en palabras.
Crésida se sonrojó complacida.
—Gracias, señor. Espero que no volvamos a necesitar ese algoritmo de fuego.
—Esperemos que no —convino Geary—. Ha realizado usted un trabajo extraordinario como comandante de una formación independiente. —Se detuvo un instante—. Asimismo, voy a concederle el ascenso en el campo de batalla a capitana. Felicidades. Se lo ha ganado. Llevaremos a cabo una ceremonia en Ilión si el tiempo lo permite.
—¿Capitana? —Crésida sonrió con cara de estar abrumada—. Gracias, señor. No sé qué decir.
—No tiene que decir nada. Como ya le he dicho, se lo ha ganado. El destacamento especial Furiosa se ha revelado como un activo muy valioso para esta flota.
Geary se reclinó en su asiento y se relajó de un modo que sabía que indicaba que la parte formal de la conferencia había terminado.
—Comandante Crésida…, disculpe, capitana Crésida, hay algo que me ha estado rondado por la cabeza. —Ella lo miró atentamente, pese a estar sonriendo ante la primera vez que empleaba la fórmula de su nuevo rango—. Cuando esa puerta hipernética fue destruida, ¿qué les sucedió a las naves que se dirigían a Sancere?
—Hay dos posibilidades, señor —afirmó Crésida—. La primera es que cuando se rompió la ruta entre la puerta de Sancere y aquella de la que procediera, todo lo que había en medio fuera destruido de un modo u otro.
Geary asintió pensando en naves muriendo de repente sin advertencia alguna. Naves enemigas, pero aun así…
—¿Cuál es la otra posibilidad?
—En realidad está considerada como la más probable, señor —le aseguró Crésida—. Se cree que cuando la ruta deja de existir, cualquier nave afectada simplemente retrocede al espacio normal.