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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (78 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Alejandría también tenía potencial como sede para grandes acontecimientos panhelénicos que atrajeran participantes de todo el mundo griego, quienes así podían maravillarse de la ciudad, que se había convertido en la obra maestra de los ptolomeos. Ptolomeo II llegó incluso a crear una fiesta cuatrienal llamada Ptolemaieia (probablemente en 279/278 a.C.), con la que pretendía honrar a su padre y, al mismo tiempo, a la dinastía que había fundado. Nuestras fuentes son bastante claras respecto a su pretensión de que la fiesta consiguiera la misma categoría que los propios Juegos Olímpicos. Estamos particularmente bien informados respecto a una espectacular obra teatral organizada en honor de Ptolomeo II, que ilustra hasta qué punto estaban dispuestos a llegar y gastar estos soberanos para impresionar a su audiencia greco-macedonia. Calixeno de Rodas describe con gran detalle una
pompe
, «procesión», realizada en el estadio de la ciudad y, como preámbulo, nos habla del notable pabellón construido en la zona del palacio destinado a albergar un gran
symposion
, «fiesta de bebida», para los huéspedes más distinguidos. La estructura era notable por su tamaño y esplendor, además de contener muchos detalles valiosos: objetos y equipo extraordinariamente caros y espléndidos, una excelente variedad de pieles de animales de tamaño inusual, ricos adornos florales imposibles de conseguir en ningún otro lugar del mundo, sin contar las esculturas y pinturas de la mayor calidad y valor. La estructura estaba diseñada además para hacer alarde de la realeza ptolemaica: en varios puntos combinaba motivos griegos y egipcios, destacando el águila heráldica ptolemaica, que relacionaba a la familia con Zeus, insistiendo en los detalles militares de la realeza egipcia y reafirmando sus lazos con Apolo y Dioniso. La procesión de Dioniso, a la que esta notable estructura pretendía dar servicio, continuaba con la misma línea de propaganda: los objetivos dinásticos se veían con fuerza en la asociación de Ptolomeo I, Berenice y el propio Alejandro Magno; la marcada dimensión dionisiaca de la procesión afirmaba la relación de la dinastía con el dios; la riqueza del reino se enfatizaba enormemente mediante abundantes referencias a los valiosos bienes a los que tenía acceso, como el incienso, la mirra, el azafrán y el oro, así como a la productividad agrícola de Egipto. El acceso a animales notables en grandes cantidades también era un rasgo importante; se hacía una referencia a la política exterior con el símbolo que representa en la procesión a la estratégicamente crítica ciudad de Corinto y el poderío militar de Egipto quedaba bien grabado en el espectador mediante la participación de una fuerza de no menos de 57.600 infantes y 23.200 jinetes. En todas las actividades de Alejandría, arquitectónicas y de otros tipos, el énfasis se ponía de forma abrumadora en las cuestiones greco-macedonias; pero los ptolomeos eran muy conscientes de la fascinación que la civilización faraónica siempre había causado en el mundo griego y estaban más que dispuestos a añadir un toque exótico procedente de esa parte del reino. No resulta sorprendente, por lo tanto, encontrar pruebas de un amplio traslado de monumentos a Alejandría o hallar en la ciudad ejemplos de estatuas colosales de los reyes y reinas ptolemaicos representados según el estilo tradicional egipcio.

Los gastos de mantenimiento de estas operaciones militares y sus pretensiones dinásticas eran enormes y presuponían la existencia de una infraestructura muy efectiva, capaz de maximizar el potencial de la economía egipcia tanto en el interior como en el exterior. El método más efectivo de gobernar la tierra de Egipto había sido desarrollado por los propios egipcios. Los ptolomeos lo sabían muy bien y, esencialmente, se limitaron a refinar el antiguo sistema para conseguir de él el máximo beneficio económico. El principio clave del gobierno era la realeza, pero una realeza bastante más compleja que la de sus predecesores egipcios. Los ptolomeos no eran sólo faraones, sino también reyes macedonios que gobernaban a una élite greco-macedonia dentro del país, así como a otros súbditos fuera de él. Desde el punto de vista de los macedonios, la reclamación del rey sobre Egipto y sus provincias dependientes reposaba en el hecho de que se trataba de territorio «ganado con la lanza», es decir, que su derecho de gobierno era el derecho de conquista, gracias al cual el reino se convirtió en su heredad, que podía administrar a su gusto. Al principio, la realeza fue ejercida por Alejandro Magno y luego por su hermano Arrideo, a quien siguió Alejandro IV (317-310 a.C.), hijo del conquistador. En teoría, Ptolomeo, hijo de Lagos, sólo era el gobernador de la provincia; pero en 305 a.C. asumió la corona, que hubo de mantener según la tradición macedonia. Tradicionalmente, para reclamar con acierto el trono, en Macedonia se necesitaban dos cosas: sangre de Argead corriendo por las venas del pretendiente y la aprobación formal del ejército al ascenso al trono. El problema de satisfacer la primera condición quedó resuelto al afirmarse que Ptolomeo no era hijo de su padre Lagos, sino del propio Filipo II, quien habría dejado embarazada a su madre antes de entregarla a Lagos. En cuanto a la aclamación del ejército de Alejandría, no aparece destacada en las fuentes, pero está claro que era un principio reconocido desde tiempo atrás.

El proceso de convalidar la realeza ptolemaica en contextos no egipcios no se fimitó a estos principios macedonios; de hecho, no podía hacerlo, porque los macedonios no tardaron en perder su importancia en el reino ante la miríada de griegos que ofrecieron sus servicios a Egipto o que aparecían como súbditos en los remotos dominios que cayeron inicialmente ante la autoridad de los ptolomeos. Desde época de Ptolomeo II se afirmaba que el rey y su esposa eran dioses, una noción que no tardó en convertirse en la de que el rey pertenecía a una
hiera oikia
o «familia sagrada» formada por el rey y todos los soberanos muertos de la dinastía, Alejandro Magno incluido, a través de los cuales los ptolomeos podían hacer descender su linaje del propio Zeus (en caso de que no se aceptara su afirmación de que descendían de Filipo). Estos conceptos también trajeron con ellos la afirmación de que descendían de Heracles y Dioniso, que tuvo un papel destacado en la propaganda de la realeza de los ptolomeos. Esta serie de conceptos estaba asociada a un culto de ofrendas en honor del rey y su consorte, que en esencia era un culto al soberano, el cual proporcionaba a los súbditos griegos la posibilidad de reconocer y reafirmar de forma colectiva la posición política de los ptolomeos. Esto quiere decir que tenemos ante nosotros un caso claro de uso de la actividad cultural en apoyo de un sistema político; un mecanismo cuyos méritos no pasaron por alto los emperadores romanos. Se dice que esta creación se inspiró en conceptos egipcios, pero cualquiera que conozca el desarrollo del pensamiento griego del siglo IV a.C. sobre la relación entre lo humano y lo divino y el claro desdibujamiento de la línea que separaba al hombre del dios no tendrá dificultades a la hora de identificar como helénicos los antecedentes de esta noción.

Una circunstancia notable ocurrida en el seno de la casa real ptolemaica fue la instauración del matrimonio hermano-hermana como una práctica recurrente, si bien no consistente. Se ha afirmado con frecuencia que esta costumbre, iniciada por Ptolomeo II, casado con su hermana Arsinoe, evolucionó a partir del precedente histórico egipcio; una noción que se ha conservado hasta en obras recientes, a pesar de que no existe ningún documento fiable que permita sospechar que los reyes practicaran nunca el matrimonio entre hermanos de padre y madre. Es posible que el matrimonio
mitológico
hermano-hermana entre Isis y Osiris tuviera cierta influencia a la hora de empujar a los ptolomeos en esa dirección, y ciertamente se encontró el paralelo; pero el matrimonio entre hermanos posee un evidente prototipo mitológico griego en el matrimonio de Zeus y Hera, al cual era fácil recurrir en una familia que afirmaba tener como antepasado a este dios. Sea como fuere, es muy posible que los motivos para la introducción de esta unión tuvieran una razón muy práctica. Arsinoe II era una mujer de una formidable habilidad y fortaleza de carácter, como muchas mujeres de la élite greco-macedonia —no es coincidencia que el ptolomeo mejor conocido sea Cleopatra VII (51-30 a.C.)— y este tipo de matrimonio garantizaba, o ayudaba a garantizar, que trabajara en favor de su hermano y no en su contra. Además, gracias a este matrimonio, Ptolomeo II conseguía que su hermana no se casara con un posible rival, cuya posición habría quedado entonces muy reforzada. Por encima de todo, la unión aseguraba a los ptolomeos el control de los abundantes bienes de los que disponía la reina gracias a su anterior matrimonio. Una vez creado, el precedente fue seguido por muchos soberanos ptolemaicos y estuvo lejos de ser un activo sin mácula. Su problema más evidente fue que, al crear una base institucional para que las mujeres de la familia real ejercieran el poder regio al más alto nivel, los ptolomeos debilitaron la posición de la propia monarquía y contribuyeron significativamente a la larga historia de inestabilidad dinástica que paralizó a la familia. Los peligros inherentes a esta práctica se vieron agravados todavía más por el gusto ptolemaico por la poligamia, que no podía sino crear desastrosas rivalidades por la sucesión.

En cuanto a los egipcios, situaron a los ptolomeos en el papel de faraón, la única forma de legitimación del poder político supremo que conocían. El primer ptolomeo que se sabe que fue coronado faraón al modo tradicional fue Ptolomeo V, pero la tradición dice que Alejandro también realizó esta ceremonia y existen muchísimas probabilidades de que se tratara de una práctica estandarizada. Ciertamente, desde el momento mismo de la conquista macedonia todos ellos fueron
tratados
como faraones en los monumentos egipcios.

Por debajo del rey encontramos una estructura administrativa que posee todos los rasgos del sistema egipcio, pero que es más precisa. La preocupación general del sistema ptolemaico a todos los niveles era el fisco, un hecho que se refleja en las actividades del
dioiketes
, «gerente», el funcionario más importante del Estado, cuya principal inquietud era la administración financiera del reino. Le ayudaba todo un ejército de subordinados, incluidos el
eklogistes
, «contable», y en un momento posterior el
idios logos
, «fondos particulares», que era responsable de los recursos privados del rey. Este enfoque económico también se observa cuando nos centramos en el gobierno local, basado en el sistema tradicional de «nomoi» (la palabra griega para el antiguo egipcio
sepatu
), que estaba formado por unos cuarenta distritos administrativos, comparables a los modernos condados británicos. Dentro de estas provincias, lo principal era la producción agrícola. Técnicamente, toda la tierra pertenecía a la Corona, pero por motivos prácticos estaba dividida cuidadosamente en dos categorías:
basilike ge
, «tierra real», trabajada por los «granjeros reales», que tenían un contrato de arrendamiento y pagaban una renta anual; y la
ge en aphesei
, «tierra remitida», con varias categorías:
hiera ge
, «tierra del templo», entregada a los templos como su base económica;
klerouchike ge
, «tierra trabajada por los clerucos», parcelas que se pueden encontrar en todo el país y que consistían en
kleroi
, «lotes», entregados a los soldados a cambio del servicio militar;
ge en doreai
, «tierra poseída como regalo», asignada a sirvientes de la Corona como estipendio por el ejercicio de un cargo gubernamental y ligada a éste;
idioktetos ge
, «tierra privada», es decir, tierra que de facto, cuando no de iure, era poseída por particulares; y, por último,
politike ge
, «tierra de la ciudad», asignada a las muy escasas ciudades de tipo griego existentes en Egipto. No obstante, cualquiera que sea el título de la tierra, la actividad agrícola era cuidadosamente controlada por el gobierno central hasta sus más mínimos detalles, con el único objetivo de maximizar los ingresos del tesoro real. El siguiente extracto de un papiro administrativo es un ejemplo típico del inflexible y omnipresente rigor del sistema:

Haz una auditoría de las cuentas de los ingresos; si es posible, poblado por poblado, y pensamos que no es imposible si te dedicas a ello afanosamente. Si no es posible, [hazlo] según las toparquías, aprobando en la auditoría nada más que los pagos al banco en el caso de los impuestos en dinero, y en el caso de las cuotas en grano o aceite aprobando sólo entregas a los cobradores de grano. Si hay en ellas algún déficit, obliga a los toparcas y a los granjeros a pagar a los bancos, por los atrasos en grano, los valores asignados en la ordenanza, para aquéllos que producen aceite, el producto líquido según su clase.

(Papiro Tebtunis, 703, 117-134)

Se puede ver el mismo nivel de control estatal en la demás formas de actividad económica: la explotación de las minas y canteras, la producción de papiro, las operaciones del nuevo sistema bancario, el control de la moneda y también en el comercio exterior, en el que Filadelfo se mostró notablemente activo, no sólo abriendo o manteniendo lucrativas relaciones comerciales con el extranjero, sino facilitándolo mediante empresas de ingeniería a gran escala, como la conclusión del faro de Faros, la mejora del camino de Koptos que comunicaba el valle del Nilo con el mar Rojo y la reapertura del antiguo canal persa que unía la rama pelusiaca del Nilo con el golfo de Suez.

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